Tiempo de lectura: 4 minutos
La rebelión popular contra las mineras y la defensa de la Ley 7722 desbarató la caracterización del FIT-U en su conjunto acerca de Mendoza, donde aseguraron, enseguida después de las elecciones, existía un dominio “conservador”. Mendoza viene recibiendo ese mote desde muy antiguo, sin perjuicio de que hubiera sido siempre un punto fuerte del partido comunista. Al “voto conservador” le fue atribuido el desplome electoral del FIT-U en la provincia, del 14 al 3 por ciento. El aparato del Partido Obrero y el PTS quedaron impresionados con el 50% de Suarez (Cambia Mendoza) y el 35% de Sagasti (Todos) en octubre. Por eso no intentaron un balance de su propia política en el distrito, donde ambas fuerzas no han ganado nuevos militantes, sino más bien lo contrario. Semanas más tarde de aquel derrumbe se felicitan de una rebelión popular que no previeron ni prepararon, y encima se han olvidado del “voto conservador.
El giro a la derecha en Mendoza fue señalado por Víctor Da Vila, dirigente del PO, en dos notas. La primera, antes de la elección, titulaba “Mendoza: el FIT enfrenta una ´polarización´ a la derecha”. Una semana más tarde (02/10/19), se excusaba del desplome del FIT-U con otro argumento: “en un cuadro de contención general, el movimiento obrero fue a las urnas”. Da Vila descuenta que, en un ascenso, la izquierda habría arrasado en las urnas, pero no fue eso lo que había ocurrido desde el 2011, cuando el ascenso electoral no guardó relación con un nivel de luchas especial en la provincia. No hay reduccionismo más grosero que identificar los resultados electorales con ciclos de lucha, y no con las conclusiones que sacan los trabajadores acerca de la lucha de los partidos en disputa.
Por su parte, el PTS disfraza su balance mediante una entrevista a su senador provincial, Lautaro Jiménez, y en otra nota destinada al sector “Opinión”, bajo el título “Elecciones en Mendoza: balances necesarios”.
Jiménez asegura que la “polarización y renovación de la imagen del PJ con una candidata joven, empujó hacia abajo al Frente de Izquierda”. Si se lee bien, Jiménez advierte una ‘renovación’ en el PJ que no encuentra en el FIT-U, y que obviamente no es de ‘imagen’ personal sino política – posicionarse como una alternativa a la pesadilla macrista. A Sagasti, de todos modos, la ‘renovación’ no le funcionó frente a Suárez, porque perdió por goleada, pero sí frente al FIT-U, al que le sacó todos los votos. Cuando luego de estas zonceras, Lautaro quiere poner algo de profundidad al asunto, cae en el reduccionsimo grosero de sus colegas democratizants del PO: señala que tras un 2016 y 2017 de luchas, en “el 2018 y el 2019 la desocupación se duplicó sin que se registraran prácticamente luchas contra los despidos ni conflictos obreros como los de años anteriores” (LID, 19/10/2019). La nota de “Opinión” acompaña esta idea: “las fuerzas dominantes se encargaron pacientemente de construir un sentido común conservador donde todo intento de reclamo o impugnación del régimen se debía canalizar hacia lo electoral”. El marxista que dice esto recae en la sociología decadente, que explica la conciencia como resultado de una ‘construcción’ armada por los medios, donde los ‘impugnadores del régimen’ son convertidos en cómplices del electoralismo. Esa complicidad que convertía en macrista al electorado mendocino, en el resto del país lo hacía furgón de cola del proto-kirchnerismo. Ninguna ‘construcción’ mediática conseguía, sin embargo, bloquear la ola de rebeliones populares en América Latina.
Es con este bagaje político que la izquierda democratizante llegó a las movilizaciones contra la minería. Ahora “salta” de una posición a otra opuesta. ¡Ahora Mendoza marca el camino! Da Vila, sentencia en Prensa Obrera (3/01/2020) el ingreso a una nueva etapa, en la cual “la reacción popular contra la modificación de la ley 7.722 fue la respuesta en términos defensivos a una avanzada del capital. El desarrollo de la rebelión colocó a la defensiva al gobierno y el capital minero”. Un impresionismo que roza el ridículo: los trabajadores han pasado del conservadurismo a la ofensiva sin una explicación aparente. Una voltereta típica de una izquierda que corre tras los hechos consumados.
Jiménez, en el semanario “Ideas de Izquierda”, da una voltereta similar. Agrega un condimento: la necesidad de construir un “partido de tribunos del pueblo”, o sea, de diputados y senadores. En los campeones del lenguaje inclusivo, este planteo es además discriminatorio. No tienen un Salas que reclame ‘les tribunes’. ´Estes tribunes´ deben, dice, “hacer escuchar la voz de las asambleas, los científicos, los jóvenes y trabajadores que rechazaban este crimen ambiental adentro del recinto legislativo”. (LID, 29/12/19). Les tribunes de Lautaro no son los tribunos del Qué Hacer de Lenin.
En este cambalache de fraseologías, unos y otros esconden su posición no clasista en el tema climático; en Mendoza, la defensa del “agua” se identifica con la explotación capitalista en las viñas y bodegas. El pueblo más pobre, en Mendoza, no tiene agua. ´Les tribunes´ del pueblo, solamente llegarían a ser algo parecido, si fueran educados en la lucha por el control obrero agrícola e industrial del agua de la cadena del vino y los frutales. La elaboración del vino viola las más elementales reglas contra la contaminación ambiental de los seres humanos.
La rebelión popular en defensa del agua contra los pulpos mineros es un primer paso en la lucha contra el capital; en la izquierda democratizante, por el contrario, la reivindicación del agua es otro paso atrás en su delimitación política de la burguesía y la pequeña burguesía.