Nuestra política en el movimiento de desocupados

Escribe Comisión de preparación política de la 2ª Conferencia

Hacía la 2º Conferencia Nacional del Partido Obrero (Tendencia)

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La pandemia implicó un golpe severo sobre las condiciones de vida y de trabajo de la franja más explotada y precarizada de los trabajadores. El año 2020 termina con una pobreza cercana al 50% y una desocupación real que, cuando se incluye a los cuatro millones de compañeros que han dejado de buscar trabajo, llega al 30%. La supresión del IFE para nueve millones de compañeros agrava la situación.

El derrumbe social, a partir de los despidos, las suspensiones y la falta de ingresos, se ha trasladado a todas las condiciones de vida, y, en primerísimo lugar, a la cuestión de la vivienda. Pero la crisis humanitaria también amplió el horizonte de lucha de la población explotada y de las organizaciones de desocupados, enlazando con más fuerza que nunca a sus reivindicaciones con las cuestiones de la organización social vigente y el poder político. Sobre esta caracterización general, desarrollamos una política para el Polo Obrero (Tendencia).

Historia, lucha, cooptación

El movimiento de desocupados llega a esta crisis con una historia de luchas y delimitaciones políticas. Ya en su origen, bajo la etapa del Argentinazo, una fracción del movimiento fue cooptada al Estado. La expresión política de esa cooptación fue la negativa –encabezada por la CTA y la CCC de entonces- a desarrollar una lucha para que la bancarrota capitalista y la rebelión popular tuvieran un desenlace político favorable a los explotados. Otra fracción del movimiento, encabezada por el Polo Obrero, rechazó la cooptación y sostuvo las grandes jornadas de lucha que tuvieron su punto más alto en el Puente Pueyrredón (2002).

La tentativa de integración de los movimientos al Estado no se interrumpió durante los años siguientes, y, al mismo tiempo, tampoco cesó la tensión en los barrios, como resultado de la persistencia de la precarización y el desempleo, incluso en los años del kirchnerismo. El macrismo multiplicó el otorgamiento de planes sociales, bajo el fantasma de una nueva rebelión popular. Esta posibilidad se hizo patente en todo el período del colapso político del macrismo (2018-2019). En ese período, emerge el triunvirato Cayetano –CCC-Evita-Barrios de Pie-, con la Iglesia y el Vaticano operando activamente en la crisis social. Pero, a término, involucra también a la izquierda, como se manifestó en la votación de la ley de emergencia alimentaria, el acuerdo macro-kirchnerista para sacar a los piqueteros de las calles en medio de la transición político electoral. En ese mismo período, los dirigentes del Polo Obrero se empeñaban en reiterar su voluntad de que “Macri llegue al final de su mandato”. Veinte años después del Argentinazo, la izquierda se ofrecía ahora como rueda de auxilio del Estado, en medio de otra gran crisis nacional.

Integración al Estado

La llegada del gobierno F F establece un salto en el proceso de integración al Estado. Los dirigentes de Barrios de Pie, CCC, Movimiento Evita y la Dignidad son ahora, junto al massista Daniel Arroyo, los ejecutores de la “política social”. La orientación planteada es una gigantesca plataforma de trabajo precario, llevando a miles de desocupados al trabajo en cuadrillas por un ingreso que en el 90% de los casos será de 9400 pesos por cuatro horas de trabajo. En eso consiste el Plan Potenciar, que reserva otra miseria –un “salario” de 17.000 pesos- para una minoría de compañeros a los que el Estado pretende reservar el lugar de jefes o capataces de los demás. Las cuadrillas aspiran a actuar como fuerza laboral ultrabarata de los intendentes, o para la realización de “microemprendimientos” sin futuro. La “economía popular”, que está en la base de estos planes, es la legalización del trabajo precario bajo la máscara de una inviable “autogestión”. Los funcionarios del gobierno F F, estrictamente, no han inventado nada: el “Potenciar Trabajo” es una versión reciclada de los planes Argentina Trabaja. Mientras los funcionarios presentan a este operativo como un “puente” hasta la futura reactivación económica, la clase capitalista pide libertad para consumar despidos masivos. El Estado y los capitalistas sólo aspiran a cristalizar la miseria social.

Un nuevo escenario de reivindicaciones

Pero muy pronto, y como resultado de la pandemia, la “economía popular” fue desbordada por la crisis social, incluso cuando todavía se encontraba en grado de tentativa. Los barrios se encuentran atravesados por urgentes necesidades de alimentos, que el gobierno apenas cubre a cuentagotas. En este período, se han reactivado los comedores y también las ollas populares, que el Polo Obrero (Tendencia) ha luchado para que se conviertan en centros de agitación política y organización de los barrios. Hemos retomado, así, una tradición histórica del Polo, que había hecho de los comedores un “músculo” de organización y discusión política entre nuestros compañeros. En intensas movilizaciones, le hemos arrancado al Estado alimentos para nuestras asambleas y comedores.

La pandemia ha colocado en una nueva dimensión la lucha por la vivienda. Por un lado, la imposibilidad de pagar los alquileres arrojó a muchas familias a la calle. Del otro, el Covid le imprimió una gravedad inusitada a la cuestión del hacinamiento habitacional, puesto que muchas familias –con dos o tres generaciones amuchadas en la misma casa- debieron buscar una salida al peligro del contagio general. Así, tuvo lugar un reguero de tomas de tierras, cuyo epicentro fue la provincia de Buenos Aires. La lucha de Guernica fue, por varios motivos, el punto más alto. Por un lado, mostró al gobierno F F- en su versión kicilofista y cristinista- como férreo aliado de los grupos inmobiliarios que se disputan las tierras ociosas en la provincia. Su ministro Berni quedó a cargo del desalojo represivo. Por el otro, Guernica también puso de manifiesto los límites insuperables de la política de aparato de las organizaciones que pretendieron sustituir a los vecinos en las tratativas con el gobierno, entre ellas, el Polo Oficial.

La persistencia de ocupaciones, como ocurre en la Plata, y en la zona oeste de la provincia; la existencia de un movimiento incipiente de inquilinos en CABA, demuestran que la cuestión del hábitat ocupará un lugar crucial en la lucha de las barriadas. La instalación de Ferraresi –uno de los jefes del punterismo municipal- en el ministerio respectivo, delata una intensa lucha en ciernes por el destino de las tierras ociosas o en disputa dominial a la escala de todo el conurbano.

Un gran horizonte de lucha

A la luz de todo lo anterior, es indudable que tenemos un amplio escenario de organización y de lucha. Al operativo precarizador del gobierno –“Potenciar Trabaja”- debemos enfrentarlo con un programa: empadronamiento y subsidio para todos los compañeros desocupados, tomando en cuenta el padrón del IFE, con un ingreso equivalente al 80% de la canasta familiar; pase a la planta de los municipios de todos los compañeros en cuadrillas; trabajo genuino, en base a un plan de obras públicas y vivienda que de cuenta de las necesidades de hábitat, saneamiento y trabajo en los distritos. Asistencia incondicional a todos los comedores populares, con entrega de alimentos de acuerdo a las necesidades declaradas por sus responsables. Transformación de las villas y asentamientos en barrios, entrega de lotes con servicios para las familias sin techo; por alquileres que no superen el 10% del ingreso familiar. Dispensarios y salas de atención sanitaria en todos los barrios, a cargo del Estado.

La política de cooptación al Estado traslada al interior de las organizaciones piqueteras un régimen despótico y punteril, que reproduce las jerarquías del Estado –patrón. Al servicio de él, el gobierno ha establecido ahora un sistema de diferenciación de los ingresos. Esta política se ha reproducido vastamente en el movimiento piquetero: numerosos compañeros del Polo Oficial concurren hoy a nuestras filas, denunciando maltratos y prácticas punteriles. En oposición a ello, defendemos el método histórico de la asamblea de compañeros, como ámbito para la discusión y resolución de todos los aspectos de la acción cotidiana y la lucha de la organización. Defendemos las reivindicaciones alcanzadas como conquista colectiva. El involucramiento en la lucha y en la acción política debe ser el resultado de una conclusión consciente, no de la coacción. En todas las asambleas, se incorpora a la lucha una camada de jóvenes de los barrios, con enormes inquietudes políticas. Un plan de acción política y de formación debe tomar en cuenta a esta nueva generación de luchadores, enlazada con las escuelas y, por esa vía, con el conjunto de la vida social de los distritos. Es necesaria una acción política sistemática y formativa para constituir, entre los compañeros desocupados organizados, una vanguardia de carácter socialista.

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