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El gobierno chino informó que la misión Chang’e 5 alunizó con éxito en una zona no explorada de la Luna, al norte del Mons Rümker, en el Oceanus Procellarum, en la cara visible del satélite natural.
La misión tiene por finalidad recolectar muestras de la superficie y debajo de ella, mediante perforación de esta zona desconocida de la Luna. “Las muestras deberían ser las más jóvenes que se hayan devuelto a la Tierra: solo 1.200 millones de años, cuando es posible que la vida multicelular ya haya evolucionado en nuestro planeta (...) Ayudará a los científicos a comprender lo que estaba sucediendo al final de la historia de la Luna, así como también cómo evolucionaron la Tierra y el sistema solar” (earthsky, 2/12).
El gobierno chino viene desarrollando con fuerza la carrera espacial, desde que en 2003 colocó el primer hombre en el espacio. La extracción de muestras lunares coloca al país asiatico en el podio de países exploratorio, solo detrás de Estados Unidos y la ex Unión Soviética. Asimismo, China fue el primer país en la historia en colocar exitosamente una nave en la zona oscura de la Luna, hito que alcanzó la misión Chang'e 4 en enero de 2019.
En julio pasado, lanzó su primera misión no tripulada a Marte, Tianwen-1 , que se espera arribe en febrero de 2021. Si Tianwen-1 tiene éxito, Beijing espera eventualmente enviar una misión tripulada al planeta rojo. Actualmente, se encuentra en funcionamiento en el desierto de Gobi una base que simula las condiciones de vida en Marte. China también tiene planes de instalar una estación espacial permanente para 2022, así como para enviar astronautas de regreso a la luna para la década de 2030 (ídem).
La inversión estatal ha ido en crecimiento desde la década del 90, momento en el cual la Administración Espacial Nacional (CNSA) tomó un impulso de parte de distintos sectores de las fuerzas armadas y del propio gobierno chino. De tal manera, que el 13° plan quinquenal, incluye entre los lineamientos centrales el desarrollo espacial que comentamos. Entre las obras más importantes se encuentra la construcción de una base de producción de cohetes de propulsor sólido, que es parte un plan aeroespacial integral en la ciudad de Haiyang, al este del país. “Con una inversión de 23.000 millones de yuanes (unos 3.500 millones de dólares) y una superficie total prevista de 1.860 hectáreas, el proyecto incluye un parque industrial aeroespacial, un puerto base para el lanzamiento de cohetes por vía marítima y un parque turístico temático aeroespacial” (Xinhua, 2/12). Dicho proyecto fue firmado entre el gobierno y la empresa China Rocket Co. Ltd., con el fin de alcanzar una producción anual de 20 cohetes al año, “incluyendo a los cohetes portadores de la serie Smart Dragon.” (ibídem).
Con una demora de 40 años, el régimen chino ha cumplido -y superado- la sentencia de Mao Zedong: “nosotros también haremos satélites”. China se ha colocado a la vanguardia del desarrollo espacial. Una nueva sacudida que asesta a la economía y política mundiales, que ocurre cuando las amenazas de guerra suenan con mayor estridencia.
La rivalidad capitalista se ha trasladado al campo espacial con fuerza inusitada. Desde que la Nasa privatizó las actividades espaciales, este campo ha sido apropiado por grandes monopolios, entre los que se destaca el que maneja Ellon Musk, el dueño de Tesla – la compañía de autos eléctricos. Como consecuencia de ello la contaminación en el espacio rivaliza con la que está arrasando con el sistema climático.