Cristina Kirchner escenifica la crisis del gobierno en un estadio

Escribe Jacyn

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El acto protagonizado por las principales espadas del gobierno en el Estadio Único de La Plata tuvo el indisimulable propósito de alinear a la tropa oficialista: en primer lugar de cara a la ´guerra judicial´, más de conjunto de cara a las elecciones legislativas, que sufrirán la influencia de la ´guerra judicial´ y de las cuales dependería el desenlace de ella. La llamada ´guerra judicial´ es una lucha de poder, en última instancia, entre dos bloques capitalistas.

Según AF, la convocatoria fue una ocurrencia de Axel Kicillof, al que CFK presentó como “el primer ministro de Economía de la Argentina que gana una elección tan importante como la provincia de Buenos Aires”, reivindicando a quien pagó u$s 250 millones al fondo Fidelity, en un adelanto de la negociación de la deuda externa, pero no dudó en desalojar a los ocupantes de Guernica. Si lo que quiso la ex es ratificar la preeminencia del peronismo en la provincia, olvidó recordar que el kirchnerismo tiene una récord de derrotas en el distrito – Néstor Kirchner, en 2009; Insaurralde, en 2013; Aníbal Fernández, en 2015; y ella misma, en 2017. Kicillof y los Fernández ganaron en 2019 por la huida despavorida de los aliados no peronistas y peronistas de Macri, como Sergio Massa.

El acto fue un recordatorio, sobre todo, de la necesidad perentoria del oficialismo de ganar las elecciones parlamentarias para asegurar la supervivencia judicial y política del gobierno. A ello apuntó el ´reto´ de CFK a los legisladores y ministros que “no se animan” a “hacer lo que tienen que hacer”, en clara alusión, si nos atenemos a versiones de la prensa en los últimos meses, a la ministra de Justicia, Marcela Losardo, que no acompaña a la Vice en la designación de un nuevo Procurador General, ni en general en las operaciones del kirchnerismo sobre distintos planos del poder judicial. Los K acaban de ganar una mayoría en el Consejo de la Magistratura por la defección de dos representantes elegidos por la corporación judicial. Según los medios anti-K, la expresidenta ha reactivado a los operadores judiciales que trabajaban con el espía Stiuso en los servicios de inteligencia.

El otro ámbito de la pelea es la cuestión del ´ajuste´, que CFK quiere dilatar en todo lo posible para después de las elecciones. La Vicepresidente le ha dado el OK al FMI desde las PASO de 2019, cuando Guzmán quizás no sabía que los ganadores pondrían la mirada sobre él. Guzmán le presentó a la fórmula ganadora el buzón de que la renegociación de la deuda daría a Argentina una ´espacio´ de cuatro años para ´reactivar´. Entre la manipulación del planteo y la irrupción de la pandemia, el horizonte económico de Argentina retrocedió considerablemente. Cristina Kirchner no quiere pagar las consecuencias políticas. Los tarifazos que el gobierno anuncia y luego posterga, en varios casos, son una expresión de este tire y afloje, que CFK pretende resolver con funcionarios ´con huevos´. El kirchnerismo tiene doctrina sentada en materia de redistribución de ingresos, como lo demuestra el achatamiento hacia abajo de las jubilaciones y el impuesto a las ganancias (salarios). En el estadio único, que pasará a llamarse Diego Maradona, no dijo nada que altere esa posición de regresividad social.

“Acá la actividad económica la mueve la demanda. Y a la demanda no hay otra manera de hacerla que a través de salarios, jubilaciones, y con precios de alimentos accesibles”, arengó la jefa del kirchnerismo. Lo contrario de lo que ha venido haciendo el gobierno – un escándalo. Los ingresos personales han caído al 35% del Ingreso Nacional, el punto más bajo de la historia, y la razón del 50% de pobreza generalizada. La confusión de la jefa del FdT expresa el impasse mortal del gobierno: el incentivo que el estado da a la construcción, por ejemplo, ¿mueve la demanda personal o la oferta de inversión? Para empezar una obra hay que invertir, aunque se trata de una industria de manos de obra extensiva. En el caso inmobiliario, la ´inversión´ está precedida por un financiamiento, o sea deuda. “Acá”, como en todo el mundo, es lo mismo. Pero CFK se declara ´desendeudadora´, es decir pagadora serial; el desendeudamiento no impulsa la demanda, la reduce. Simplemente, los discursos del viernes muestran a un personal de gobierno sumido en la confusión de sus propias contradicciones. El boom de consumo que dice reclamar CFK es el que impulsa la huelga de la industria agroexportadora y los puestos, al reclamar un salario mínimo de 90 mil pesos, el costo de la canasta familiar, pero el kirchnerismo no le da ningún apoyo ni promueve otras huelgas. Para levantar el consumo es necesaria una huelga indefinida para llevar los salarios mínimos al nivel de la canasta familiar, y convocar a un congreso de trabajadores.

En la cuestión de las tarifas, por otra parte, despunta un enjuague característico de los K. Varios grupos políticamente asociados a los K ven la oportunidad de ingresar al negocio energético, del cual se quieren retirar los accionistas actuales debido a la reinstalación del control de tarifas. Es lo que hace el grupo Manzano y el desarrollador inmobiliario Tinelli. Esto ya ocurrió en 2002-2005, cuando entraron quienes ahora se quieren ir.

Dicho esto, la cuestión judicial ocupa un lugar central. El control del Consejo de la Magistratura ha permitido al gobierno introducir tropa propia en la Cámara Federal, parcialmente con Eduardo Farah y más definidamente cuando designe a Roberto Boico. Se trata del tribunal que revisa los fallos de primera instancia que afectan a funcionarios acusados por corrupción. Con relación a la Corte, AF pidió explique “por qué hay gravedad institucional cuando se trasladan a tres jueces y no cuando hay procedimientos contra la vicepresidenta”. Es una declaración de guerra contra la potestad que tiene la Corte para organizar el poder judicial. Al día siguiente del acto, anticipó el envío al Congreso de “una serie de proyectos para que se aboque a corregir los problemas de la justicia que son muchos".

El acto platense escenificó una crisis política, a la que no pondrá remedio un cambio de gabinete.

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