Ampliar el campo de nuestra accion politica, conquistar a los luchadores obreros

Escribe Marcelo Ramal

Discurso de apertura de la 2ª Conferencia Nacional del Partido Obrero (Tendencia).

Tiempo de lectura: 40 minutos

Compañeras y compañeros, un enorme saludo a todas las delegadas y delegados de la Tendencia del Partido Obrero que están asistiendo a esta Conferencia en todo el país. Un saludo también muy grande a todas las representaciones internacionales que están siguiendo con la mayor atención esta Conferencia.

Quiero recordar hoy a un conjunto de compañeros que lamentablemente perdimos durante todo este año, luchadores, militantes todos ellos del Partido Obrero, de nuestra Tendencia: la compañera Inés Rojas de capital, Nora Elicabe de Pilar, Sandra Blanco de Berisso, Ramona Guananja de Villa Zagala, ambas del Polo, el compañero Interlandi de Tucumán, el compañero Ernesto Orduna, el compañero Escalas, los dos de acá, de la ciudad de Buenos Aires, el compañero Eduardo Alanis de Tribuna Docente. Para todos ellos el homenaje de esta conferencia y la certeza de que los esfuerzos que vamos a realizar en estos días van a estar dedicados a todos estos luchadores obreros y socialistas.

Compañeras y compañeros: lo primero que quiero destacar es un punto de método. Todas las premisas y planteos políticos de esta Conferencia fueron desarrollados de modo público a través de nuestra página, a través de nuestra prensa. Si ustedes ingresaran ahora, en este mismo momento, en nuestra página, a Política Obrera, van a encontrar una solapa referida a la Segunda Conferencia; una suerte de folleto, por ahora solamente virtual, con un conjunto de planteamientos. Documentos que analizan y hacen un señalamiento crítico estratégico de textos que llevó adelante el aparato del Partido Obrero oficial. Textos referidos a documentos de otros partidos que incluso esos otros partidos publicaron en su página; y luego, planteos políticos sobre el movimiento obrero, sobre la lucha del movimiento desocupado, entre otros. Destaco esto porque hacemos partícipes de nuestra Conferencia, en la medida de nuestras fuerzas, a la vanguardia obrera y a los luchadores y por lo tanto estamos reivindicando un método histórico del Partido Obrero: la deliberación de sus Congresos de cara al conjunto de la vanguardia obrera. Ese método también fue malversado por quienes han usurpado la dirección del Partido Obrero, al llevar adelante un congreso clandestino en sus premisas políticas. ¿Qué significa un congreso clandestino? Un congreso escindido de la clase obrera, de su vanguardia, es decir de aparato. Este punto lo quiero destacar porque a partir de este desarrollo previo, que luego naturalmente fue compartido por todos ustedes y por los compañeros que los votaron a ustedes en reuniones de círculo y plenarios en todo el país, es a partir de todo ese desarrollo previo que vamos a tener esta reunión de delegados, de militantes, cuyo propósito es establecer el contenido de las tareas centrales que tienen nuestra Tendencia en una etapa histórica sin duda excepcional.

Pandemia y capitalismo

Y cuando hablamos de etapa excepcional tenemos que decir en primer lugar que esa condición histórica esta signada indudablemente por la pandemia, que le dio una dimensión inédita a la declinación del capitalismo. Nosotros hemos trabajado mucho este tema. Mucho más allá incluso de los propios textos que mencioné recién. Nuestra conclusión central es que la pandemia no es un accidente histórico, o un factor añadido a la crisis capitalista: la pandemia ES la crisis mundial del capitalismo si entendemos a esa crisis mundial no como una estadística de caída del producto bruto, sino como una totalidad, en todas sus manifestaciones, es decir, como la expresión integral del impasse del régimen social presente. El origen mismo de la pandemia, en definitiva, es una manifestación muy clara del socavamiento del medio ambiente que produce por la misma fuerza motriz -el lucro capitalista- que precariza la fuerza de trabajo. Cuando pensamos en el intercambio de virus entre animales y humanos que está en el origen de la pandemia, como resultado de prácticas laborales inescrupulosas, ello tiene lugar en el mundo en medio de la escalada de incendios forestales, de la intoxicación química del suelo, del cambio climático… es muy claro que la pandemia ha puesto de manifiesto el abismo existente entre el régimen social capitalista y necesidades humanas vitales.

Fíjense cómo el capitalismo y sus voceros se las arreglan para presentar a la pandemia como un obstáculo en la acumulación de capital, aquella famosa contradicción entre economía y salud. Pero cuando miramos esta situación desde el punto de vista de la sobrevivencia de la humanidad entera, las cosas son al revés - es el capital el obstáculo para esas necesidades vitales, y eso es lo que puso de manifiesto la pandemia. Por eso, y en nuestra caracterización, nos hemos empeñado en explicar que el COVID convirtió a la crisis de una organización social en una crisis de la humanidad entera, es decir, en una crisis humanitaria, y mostró a un modo de producción claramente destructivo. La tensión, la incompatibilidad entre el capitalismo y la humanidad en los términos de la pandemia se ha visto casi cotidianamente en esa tensión dramática que tuvo lugar entre las cuarentenas y los intereses capitalistas; ya se tratara de los gobiernos trumpistas, es decir, francamente anticuarentena, o de aquellos que decían conciliar una cuestión con la otra pero que invariablemente terminaron aceptando las imposiciones brutales del gran capital a costa de la vida de los trabajadores. En una reunión internacional que sostuvimos hace algunos meses atrás, donde hicimos un intercambio político sobre la crisis pandémica y social en diferentes países, los compañeros italianos nos relataban que en el norte de su país se había constituido un movimiento de compañeras, de esposas, de madres de obreros masacrados por el COVID en los grandes establecimientos industriales, reflejando hasta qué punto, y tal como ocurriera en las grandes guerras imperialistas, se plantea hoy la alternativa de socialismo o barbarie, y la urgencia de gobiernos de trabajadores y del socialismo internacional.

Yo quiero reivindicar este carácter histórico específico que le dimos a la pandemia en toda esta crisis. Nuestra corriente no la diluyó en los términos de un episodio sanitario. No lo consideró como un simple factor agravante de la crisis mundial sino que le dio esta dimensión histórica excepcional. Las consecuencias son enormes desde el punto de vista del desarrollo de un programa y de una acción política en todos los ámbitos donde se desenvuelve la vida de los explotados.

Gestión capitalista y crisis humanitaria

Naturalmente, y yendo al segundo gran problema que quiero destacar: si la pandemia tiene lugar bajo una forma social determinada, es decir, bajo el capitalismo; la gestión, la acción de los estados y gobiernos frente a ella ha sido una gestión capitalista, es decir una gestión de rescate del capital. Allí donde había una crisis de la fuerza de trabajo, es decir de los que crean la riqueza social; ahí donde esta fuerza de trabajo tenía que ser preservada de la amenaza del virus, los recursos no fueron a preservar a la fuerza de trabajo, fueron dirigidos a salvar al capital. Las distorsiones y contradicciones explosivas generadas por este rescate del capital fueron inmensas. Con una industria paralizada, en parte por la pandemia, en parte por la incapacidad de la economía capitalista de operar una reconversión de esa industria en función de necesidades sanitarias, con esta parálisis, la montaña de recursos que fue al rescate del capital terminó reforzando todas las tendencias de naturaleza especulativa.

Vean lo que ocurre en Estados Unidos. Sube la bolsa. Hay una euforia de especulación bursátil en medio de un derrumbe industrial. Naturalmente que si sube la bolsa pero hay un derrumbe industrial, lo único que está ocurriendo es que se anticipa un derrumbe también bursátil. Y del otro lado, tenemos la bancarrota financiera del estado y un déficit que supera ya el 12% del producto bruto norteamericano. Es evidente que la decisión de seguir sosteniendo al capital en quiebra anticipa un ajuste contra los salarios, es decir, un ataque a las masas. No sé si ustedes escucharon o leyeron la última declaración de nuestra tan conocida Kristalina, la presidenta del FMI. En verdad, y pidiendo disculpas por el chiste malo, Kristalina fue cristalina. ¿Qué dijo? “Estamos desesperados”. Y se refirió, por supuesto, al colapso económico, a una economía mundial que no levanta vuelo y al endeudamiento explosivo, que mencionó muy claramente. ¿Y cuál es la desesperación? Que con este nivel de endeudamiento mundial y emisionismo, sin embargo, el régimen financiero internacional está condenado a seguir sosteniendo una emisión de carácter ilimitado si quiere continuar con el rescate del capital. Pero esa emisión crea otro problema porque, digamos, esta oferta de dinero lleva al precio de ese dinero a un valor cero o bajo cero, es decir, a una tasa de interés bajo la cual nadie tiene interés en colocar depósitos; o, por caso, coloca en una situación inviable a los fondos de pensión, que en definitiva tienen que obtener algún tipo de remuneración de sus colocaciones en el mercado financiero. Entonces ¿qué significa esto, compañeros? Que el rescate del capital se ha terminado convirtiendo en un bloqueo para la propia circulación del capital, es decir, para la conversión del dinero en maquinarias, de maquinarias en productos, de productos a dinero; bueno, ese circuito ha sido quebrado y explica probablemente la desesperación de la famosa Kristalina. En un texto nuestro reciente, caracterizamos a la situación actual como “una transición catastrófica del capitalismo al socialismo”. Es decir, la manifestación a una escala probablemente no alcanzada antes, de la inviabilidad de un régimen social. Y de las condiciones todavía más explosivas a las cuales se ha dado lugar a partir de la tentativa de rescatarlo bajo la emergencia del COVID.

Disgregación de los regímenes políticos

Estas son las contradicciones del rescate capitalista. Pero su contrapartida es la confesión de que los estados capitalistas no van a resolver las necesidades humanas que se han planteado con tanta urgencia en las condiciones de la pandemia: las carencias sanitarias, habitacionales, laborales. Indudablemente la pandemia se ha metido en el corazón de la acumulación capitalista, expresando la decadencia y el agotamiento de una organización social. Y éste es el telón de fondo de todo lo que hemos visto este año en materia de disgregación de los regímenes políticos, empezando por los Estados Unidos. Y con Estados Unidos la disgregación de los llamados gobiernos de ofensiva, que han mostrado su completa inadecuación frente a la crisis social, sanitaria, humanitaria. Y acá tenemos un punto a destacar, en relación a la lucha política librada por nuestra Tendencia. Ustedes recuerdan que cuando comenzó la crisis del COVID apareció a escala internacional toda una corriente izquierdista que asoció la emergencia de la pandemia y de ciertas medidas estatales frente a ella como el inicio de una era de estados de excepción y regímenes de fuerza. Hasta se llegó a armar una compilación en esta orientación, llamada “La sopa de Wuhan”, en alusión al origen presunto del propio COVID. Alli apareció esta idea de los estados fuertes, que abrirían todo un periodo de reforzamiento estatal contra las masas. Pues bien ¿a qué hemos asistido? En lugar del reforzamiento, asistimos a un proceso de disgregación política en las principales potencias del planeta, particularmente en aquellos gobiernos que su ufanaban del despotismo político. Y hasta tal punto fracasó este planteo que asociaba la cuarentena con el estado de excepción que, más adelante, la derecha liberal terminó sirviéndose de él, para asociar la denuncia de la cuarentena al reclamo de libertad… para el capital, contra las medidas de restricción relacionadas con la cuarentena. Ustedes conocen muy bien que en la Argentina una parte importante de la izquierda y los principales partidos del FIT desarrollaron una posición anti cuarentena y caracterizaron la formación de una suerte de gobierno fuerte, bonapartista y con tendencias al estado de excepción también en el país.

Lo que todos ellos no pudieron ver, indudablemente, es que la descomposición de la democracia burguesa, que es un fenómeno real, se desenvuelve en un cuadro de confusión y desorientación enorme de la burguesía mundial. Ahí tenemos el destino decadente de los Trump, de los Bolsonaro, de Añez, de Piñera, entre otros. Es cierto que la emergencia sanitaria podía ser una excusa perfecta para avanzar en la regimentación social y política, pero se convirtió en el disparador de la crisis: es que implicaba el cierre de la actividad económica, y por lo tanto, colocaba a estos regímenes ante contradicciones inmensas, en medio de medidas improvisadas que iban dejando, de un lado, un tendal de quiebras y despidos, y, del otro, un tendal de muertos. Esta conclusión es importante porque hace un balance político acerca del abordaje de la crisis mundial como una totalidad. Otra vez: estamos ante la incapacidad de la burguesía mundial para poder manejar la crisis humanitaria y, por lo tanto, de levantar gobiernos que pudieran expresar de un modo frontal su hostilidad sobre la masas. Desde luego: esta descomposición de la democracia burguesa no solamente consiste en la incapacidad de la clase capitalista para seguir gobernando como hasta ahora, sino también -y fundamentalmente- en el rechazo de los explotados a seguir soportando un nivel intolerable de ataques. En definitiva, la incompatibilidad entre el capitalismo y las necesidades sociales se expresó por la vía de rebeliones populares, comenzando por los Estados Unidos. Allí, la rebelión racial fue la manifestación superficial de una crisis social signada por la existencia de 43 millones de desocupados, 400 mil muertes, un sistema de salud colapsado y, como telón de fondo, una profunda fractura del estado. Por caso, el ejército, en un momento, se niega a reprimir la rebelión popular. A la luz de todo lo anterior, el proceso electoral norteamericano fue la manifestación distorsionada de un completo derrumbe del equilibrio político y de una polarización de la lucha de clases.

Algunos hablan ya de la post pandemia: son demasiado optimistas, o actúan con la pretensión de no abordar los problemas que hoy todavía plantea la pandemia. Veamos la cuestión de la vacuna, que no cancela la crisis del coronavirus porque viene acompañada de la crisis de la propia vacuna, es decir del alcance de su inmunidad, de su costo, de la lucha intercapitalista que plantea su comercialización. La vacuna será otro episodio agudo de las tendencias a las rivalidades internacionales y a la guerra. Y frente a este punto, así como ante todas las tonterías que se dijeron acerca de que la pandemia iba a despertar un mundo más solidario, lo que tenemos es un acrecentamiento de todas las rivalidades internacionales.

Días atrás tuvimos este episodio criminal del sionismo y del imperialismo norteamericano en Irán. Luego, la guerra en Libia, la guerra desatada por el gobierno turco de Erdogan contra la población armenia de Azerbaiyán, o las disputas interimperialistas por los yacimientos de gas en el mediterráneo oriental. Hay una ruptura de los precarios equilibrios preexistentes, y el centro de esta ruptura está indudablemente en la transición política que recorre a Estados Unidos. En ese país, la cuestión del golpismo, de las conspiraciones y de la división del estado y de la burguesía norteamericana no se han resuelto con el simple expediente de la reciente elección.

En este escenario, compañeros, América Latina ocupa un lugar sustancial, porque es la zona más golpeada por la pandemia y por la crisis económica mundial, y ha sido un escenario casi ininterrumpido de crisis políticas y de rebeliones populares. En los últimos días los piquetes y las huelgas de Guatemala; la propia crisis boliviana que está lejos de cerrarse con la victoria del MAS; la retomada de la revolución chilena; los reveses electorales del bolsonarismo en las elecciones municipales de Brasil; la crisis de poder en Perú y la rebelión popular que continúa, la huelga general que sacudió a Ecuador en octubre último. Este es el escenario de América Latina en el cuadro más general que acabamos de colocar y y que presenta una etapa revolucionaria a la escala del mundo, de la lucha de clases internacional.

Compañeros, cualquier intento de considerar la situación nacional y nuestras tareas prescindiendo de este escenario revolucionario está condenado, no sé si al fracaso, pero seguro, sí, a la intrascendencia política.

La crisis argentina

Después de considerar estas tendencias de conjunto, tal vez nos resulte más sencillo ordenar lo que pasa en la Argentina. La pandemia, por un lado desnudó la crisis sanitaria, habitacional, el derrumbe social y laboral, manifestado en la existencia de un 40% de población precarizada que no tiene ingresos estables y que apenas los tuvo durante toda la pandemia, cuando los tuvo. El colapso de los hospitales, la crisis habitacional que se puso de manifiesto en todo el proceso de ocupaciones de tierras. Desde el punto de vista político, la pandemia superó las posibilidades de una coalición que se había improvisado en la etapa final del macrismo para llevar adelante su relevo, y que se encuentra en un franco estado de fractura política y desconcierto frente al escenario que se ha creado en la Argentina.

El gobierno del Frente de Todos, que comenzó toda esta crisis pandémica alardeando de “privilegiar la salud”, terminó apresurando el retorno al trabajo bajo la presión monumental del gran capital. Argentina escaló en el ranking de muertos. Al mismo tiempo, y contra la pretensión de buena parte de la izquierda, no tuvimos ni bonapartismo ni estado de excepción. Apenas la presencia suplicante de Alberto Fernández afirmando que “Soy un presidente más 24 gobernadores”, es decir, “no tengo otro poder que mi capacidad de articular o reunir al conjunto de estos gobiernos distritales o coaliciones políticas fracturadas” - pero la crisis ha golpeado inclusive a esta capacidad. En un artículo reciente señalamos que el gobierno se está transformando en una suerte de bonapartismo de suma cero, es decir, el árbitro que no arbitra sobre nadie y por lo tanto no lo es. ¿Cuáles son los elementos de este régimen en disgregación? Una coalición oficial cada vez más fragmentada. Que tiene que operar entre el acuerdo con el FMI, que viene acelerando por toda la crisis que dejó el COVID y, por el otro lado, con el fantasma de una rebelión popular. Esa coalición oficial enfrenta una oposición que también está fracturada y que carga con el previo colapso del gobierno macrista, y que también está sometida a juicios y acusaciones de todo tipo. Este régimen se caracteriza, además, por una burguesía quebrada, con una deuda externa de ochenta mil millones de dólares y un escenario de disolución económica. ¿Qué podemos decir del régimen monetario de la Argentina? Tenemos un Banco Central con patrimonio negativo, como parte de un proceso de disolución económica donde ha jugado un papel importantísimo la gestión capitalista de la pandemia. Cuando el gobierno, tardíamente, hacia el mes de agosto o septiembre, tomó medidas del siguiente tipo: el que recibe ATPs, es decir, dinero para pagar sueldos, no puede repatriar utilidades al exterior o no puede cancelar anticipadamene deudas en dólares. A confesión de partes, relevo de pruebas: lo que estaba reconociendo el gobierno es que el dinero con el cual se sostuvo a la clase capitalista durante buena parte de la crisis pandémica alimentó un proceso fantástico de fuga de capitales. Ustedes ven que lo que se presenta como una fatalidad, “crisis estructural” o “restricción externa” es el resultado de este vaciamiento premeditado.

En las últimas semanas, el gobierno ha logrado, si esta palabra es la adecuada, frenar transitoriamente la corrida cambiaria a un costo inmenso. Llevando a que ciertos especuladores compren títulos públicos cuyo valor está ligado al dólar, es decir que son títulos formalmente en pesos pero cuya obligación crecería exponencialmente en el caso de una devaluación; o alternativamente, otros títulos en pesos asociados a la inflación futura, en momentos en que el gobierno está pensando liberar tarifas y precios, es decir echar nafta al fuego de la inflación. Entonces, está ganando semanas a la espera de llegar al acuerdo con el FMI a costa de alimentar una bomba de tiempo.

¿Cuál es la respuesta de la burguesía al paquete oficial? Miren. Argentina tuvo 12 mil millones de superávit de balanza comercial, es decir vendió al exterior mucho más de lo que compró. Por supuesto que en ese superávit incide fuertemente el derrumbe industrial, porque si hay derrumbe industrial no se importan insumos o materias primas para la industria, pero, en cualquier caso, hubo 12 mil millones de superávit. ¿Qué pasó con las reservas internacionales? Bueno, si vendimos más y compramos menos habrán crecido… ¡No! Cayeron en alrededor de 5 mil millones. Es decir que se fugaron del país 17 mil millones de dólares como resultado de diferentes maniobras: los exportadores que dejan afuera las divisas de lo que venden al exterior, los importadores que adelantan compras para aprovechar el dólar barato y todo esto fogoneado con los propios recursos del Estado: los subsidios, los ATP y todo lo demás. En todo esto, hay un significado inmediato: si se quedan con los dólares es porque apuestan a una nueva devaluación. Una persona muy importante como Roberto Lavagna lo anticipó días atrás, agregando que debía venir acompañada con una reforma laboral y una reforma previsional que en buena medida ya está en marcha. Pero más allá de una devaluación en puertas, hay que ver el sentido más profundo de esta retención de dólares en el exterior: la burguesía no cree en este régimen, hay una desautorización de mayor alcance, que anticipa, aún dentro de los marcos del propio régimen próximas crisis políticas. El libreto de las exigencias del gran capital está completamente entrelazado al acuerdo con el FMI: la burguesía busca recuperar un financiamiento internacional. Para eso tiene que haber libertad cambiaria y por lo tanto, una unificación del tipo de cambio que, por cierto, no pasará por llevar los dólares paralelos o “ahorro” al más bajo dólar oficial sino que, por el contrario, va a pasar por una devaluación del dólar oficial al nivel del dólar paralelo. Y luego por supuesto el aumento de tarifas, servicios, salud, combustibles, medicamentos, es decir, el trazado de un enfrentamiento social de fondo y la ruta de una rebelión popular. Este es el escenario que se va configurando en la Argentina.

Cuando hablamos de un régimen en disolución tenemos que incorporar otras cuestiones: la crisis del sistema de justicia que tiene que operar como árbitro de lo que va a pasar con las dos grandes coaliciones patronales en presencia. En la cuestión del jefe de los fiscales, esto es, de si se elige con dos tercios, como parte de un acuerdo político, o con mayoría simple, se juega lo que va a ocurrir con los juicios que pesan sobre la cabeza de CFK, Macri y gran parte de la burguesía argentina procesada en la causa de los cuadernos.

Todo este cuadro muestra a un régimen que tiene que ir a un acuerdo con el FMI y, al mismo tiempo, intenta sostenerse con maniobras, con engaños, con palabras. Cuenta para ello con la colaboración de la burocracia sindical y de la pequeña burguesía intelectual que lo apoya -la “batalla cultural”- , explotando la crisis de dirección de la clase obrera. Es decir que en el carácter engañoso, maniobrero del gobierno aparece su elemento de sostén, que indudablemente debe ser superado sobre la base de una acción revolucionaria, de una agitación y de una organización política.

Este es el punto crucial de la crisis y del desafío que enfrentamos. No puedo dejar de mencionar que, en los debates políticos que tuvimos en el Partido Obrero en el año 2018, incluso cuando ya se vislumbraban las próximas elecciones, quienes hoy constituimos la Tendencia nos esforzamos en señalar que la crisis que se había abierto con el derrumbe del macrismo no se iba a cerrar con el proceso electoral de 2019; y, más bien, este proceso electoral iba a ser un episodio de la crisis. El kirchnerismo carecía de condiciones para cerrarla. Hoy, dos años después, podemos afirmar que se cayó el mito del peronismo y del kirchnerismo como gran recurso de reconstrucción del estado y de contención de las masas. Se ha derrumbado la pretensión de que en un país en bancarrota económica y social, y en un escenario mundial donde la pandemia se combina con todo los desequilibrios preexistentes, podrían llevar adelante la famosa contención de las masas con el sólo recurso de la “batalla cultural”. Nada de esto ocurrió, nada de esto, efectivamente, está ocurriendo, y vamos en la Argentina al desarrollo de una gran confrontación de clases cuyos grandes lineamientos aparecen configurados en el escenario internacional y con más fuerza todavía en el escenario continental.

Movimiento obrero

¿Qué ocurre en el movimiento obrero? Hay que atender con enorme atención a este punto, porque nuestra tendencia tiene planteado el desafío enorme de una penetración sistemática, organizada en la clase obrera y en su vanguardia. Bueno, nosotros hemos palpitado muy de cerca luchas obreras encarnizadas que tuvieron lugar en torno de las tentativas de despidos, como ocurrió con la ocupación de Bedtime. Las luchas del sur, las textiles de Trelew. Las luchas por los protocolos obreros.

Fíjense la importancia de una caracterización de la pandemia. Porque uno de los aspectos del programa obrero fue esta cuestión de los protocolos, en los cuales llevamos adelante toda una lucha en los grandes centros industriales. Allí donde la discusión sobre los protocolos obreros versus la falta de prevención y la complicidad patronal con la enfermedad, con el contagio y con el virus planteó todo una serie de choques que en definitiva constituyeron una lucha de poder al interior de cada lugar de trabajo. Ni qué decir de la lucha de la salud, que se planteó desde que empezó la pandemia y que también se concentró en las condiciones sanitarias; y que ahora, enseguida lo vamos a ver, está entrando en otra dimensión. Entonces se plantean ciertos debates que no hemos eludido en los textos, en todo el material con el cual preparamos esta Conferencia. ¿Estamos ante conatos defensivos frente a una ofensiva articulada y organizada de un gobierno y del capital? Es decir ¿estamos ante una ofensiva capitalista en regla? Hay que tener mucho cuidado. Una cosa es la desorganización económica y los enormes daños que le produce a las masas este escenario que hemos presentado. Otra cosa es una ofensiva política del capital, la cual exige una articulación y una cohesión de la clase capitalista y el poder político en torno de un plan claramente delineado. Y hoy lo que tenemos, sí, son luchas defensivas por las condiciones sanitarias, por los despidos, por la pérdida del salario, pero que tienen lugar frente a un régimen vacilante, contradictorio. ¿Cuál es la gran diferencia? En un período de ofensiva del capital, de su Estado, harían falta todo un conjunto de victorias parciales para efectivamente dar vuelta la taba. Pero no es así en el escenario actual de enorme volatilidad política nacional e internacional, donde ciertas victorias podrían revertir la situación y colocar a la clase obrera a la iniciativa, frente a un gobierno débil que apela al engaño y a la colaboración de la burocracia; y en un momento internacional donde los gobiernos de ofensiva están retroceso. Por eso, hay que prestarle mucha atención a las luchas que se están configurando en estos días. Fíjense ustedes la huelga de los aceiteros y los recibidores de grano, que está efectivamente planteando las condiciones de una lucha ofensiva. ¿Que lo que está en juego en esa lucha? Nada menos que la crisis completa de la abrumadora mayoría de las negociaciones paritarias. La inflación creciente ha tirado al canasto muchas de estas negociaciones. Los aceiteros reclaman que se dispare esa cláusula de emergencia que se había colocado para el caso de que se disparara la inflación. Esta situación puede indudablemente envolver a un sector muy amplio del movimiento obrero. Fíjense la tensión que le coloca un gremio como la UOM que cerró después de 6 meses, una paritaria que pone al salario del metalúrgico en $42.000, por debajo de la canasta de pobreza, para enero del 2021. Y volviendo a la lucha de la salud, que ha entrado en otro estadio en la Ciudad de Buenos Aires. El desinfle relativo de la pandemia, después de meses de emergencia, agobio y cansancio, coloca a los médicos, enfermeras y residentes, ante la realidad de la miseria salarial. Y hay un proceso huelguístico fuerte en la CABA, donde la dirección formal de la Asociación Médica, en manos de una burocracia socia de todos los gobiernos de turno, ha sido desbordada en las asambleas de médicos, que acaban de imponer un paro de 48 horas la semana que viene.Y en un marco donde las enfermeras se han movilizado por sus condiciones laborales, por su reconocimiento profesional. Quiere decir que los hospitales, saliendo del momento más crítico de la pandemia, colocan con fuerza también la cuestión del salario.

En este escenario, tenemos que darle toda la importancia a la cuestión jubilatoria. Tenemos una confiscación indudable, porque le retiran a los jubilados el ajuste por inflación justamente en las vísperas de una gran escalada inflacionaria. Esto, que por ahora es un concepto, se va a convertir en una realidad explosiva cuando se produzcan aumento de tarifas, cuando se produzcan, como ya está ocurriendo, aumentos de precios. La cuestión jubilatoria va a reforzar este cuadro de caldero social cuyo telón de fondo es la enorme crisis social que la pandemia puso de manifiesto con 4 millones de desocupados y un país con 50% de pobres; donde el gobierno, sin embargo eliminó rápidamente el pago del IFE.

Entonces, la primera tarea frente a este escenario es el desarrollo de un programa que enlace esta situación particular de las masas en conexión con una lucha política de alcance más general. ¿Cuál es el eje de las rebeliones populares que están recorriendo América Latina? Justamente las reivindicaciones que va dejando la pandemia. La cuestión de la salud, de la vivienda, los salarios, los tarifazos, la pobreza general. Una gran tarea que indudablemente vamos a tener que encarar en la propia conferencia es el desarrollo de un programa transicional. Que esté relacionado con las particularidades del período: el aumento inmediato de salarios y jubilaciones, la indexación mensual de los salarios. El 82% móvil, la inmediata reapertura de paritarias frente a la completa caducidad de lo que se ha discutido hasta ahora, el subsidio al desocupado que cubra sustancialmente la canasta familiar, la asistencia alimentaria incondicional a comedores, la disposición de la tierra pública y privada ociosa para un plan de viviendas, el rechazo al tarifazo.

¿Cuál es la perspectiva de una agitación por estas reivindicaciones en términos de método y en términos de acción? Su norte es la lucha por la huelga general. Es decir, por una acción profunda del conjunto de la clase obrera y los explotados, que convoque a la fuerza elemental del movimiento de las masas para quebrar toda esta confiscación social. En muchos textos de nuestra Tendencia hemos señalado la importancia de la auto organización a través de coordinadoras, plenarios de bases, auto convocatorias, es decir, la organización propia de la clase obrera frente a la parálisis de los aparatos sindicales, incluso cuando la auto organización tenga lugar dentro de las propias filas de los sindicatos. Pero la auto convocatoria y la coordinadora tienen como contenido la lucha por la huelga general y son a su vez el vehículo para impulsar la huelga general, porque naturalmente ninguna burocracia sindical está interesada en impulsar a fondo, en forma irrestricta, una acción colectiva de la clase obrera. En lugar de ello, vienen con la política de la administración de la tensión obrera por píldoras: paro, paro de 24 horas, plan de paros… que, bien mirados, son recursos burocráticos dirigidos a impedir el desarrollo de una huelga general. Los aceiteros y los recibidores de granos, al menos en el lanzamiento inicial de su lucha, plantearon una huelga hasta reabrir las paritarias. Es decir, hasta satisfacer el reclamo.

Una agitación nuestra que no tenga como norte la huelga general se va a convertir en una rutina adaptada a los aparatos burocráticos, que buscan enchalecar la inquietud obrera detrás de fórmulas dirigidas a no luchar, o a una lucha sin el alcance ni la fuerza para terminar este con todos los agravios a las masas.

Compañeros, en la cuestión del programa también hemos dado todo un debate político en este periodo. Hemos colocado todo un acento en las consignas que motorizan la acción de las masas, porque que se vinculan directamente con sus necesidades. La izquierda soslaya esa agitación detrás de la propaganda abstracta “contra el ajuste” o “contra el FMI” donde se opone a la política económica capitalista una pretendida alternativa económica de la izquierda, que además se formula en términos nacionalistas: al régimen del FMI se le oponen un conjunto de reivindicaciones fiscalistas o de carácter meramente nacionalista. Nosotros colocamos en el centro de la agitación las grandes consignas que motorizan la acción de la clase obrera: trabajo, salarios, jubilaciones, y enlazamos estas reivindicaciones a los métodos de la clase obrera para alcanzarlas: huelga general, coordinadora, auto convocatorias. Colocamos estos planteos en directo vinculo con las cuestiones de poder político: las reivindicaciones se enfrentan al régimen y al gobierno capitalista –la sujeción al FMI es de ese gobierno y ese régimen. Por eso, no disimulamos en nuestra agitación la cuestión del poder político: al régimen que ha rescatado al capital en medio de una crisis humanitaria, le oponemos la lucha por un gobierno de trabajadores.

Polo Obrero

En esta cuestión no quiero dejar de lado un aspecto enorme de nuestra intervención que es la lucha del movimiento de desocupados y la tarea de nuestro Polo Obrero Tendencia que días atrás se volvió a movilizar. El puñado de compañeros que formó el Polo Obrero Tendencia hoy reúne numerosas asambleas en muchos lugares del país; hemos movilizado a miles de compañeros y este trabajo se fue cimentando también durante todo este difícil periodo de la pandemia. Allí donde el hambre arreciaba en los barrios, llevamos adelante ollas populares y comedores que fueron un factor de agitación política, y un factor de organización de la juventud de los barrios que, en un conjunto de lugares, se está vinculando al trabajo de nuestro Polo Obrero Tendencia.

La lucha del movimiento de desocupados es una lucha contra el poder político y el Estado, que es el gran responsable de la desocupación en masa. A diferencia de la situación que puede plantearse en una lucha fabril o gremial de carácter parcial, la organización de los desocupados plantea de un modo inmediato una lucha contra el poder político, va dirigida abiertamente al Estado. Fue sobre este principio que desarrollamos las asambleas de trabajadores en el periodo del Argentinazo. Y por este mismo motivo es que el Estado reforzó las tendencias a la cooptación política que tienen dos flancos fundamentales: uno vinculado al planteo político frente al Estado; y luego, en vinculación con lo anterior, a los métodos de organización al interior del Polo Obrero. Cuando pusimos de manifiesto que el aparato que dirige el Polo Obrero oficial declaraba que querían que "Macri completara su mandato”, no nos tenemos que olvidar que, antes de eso, los diputados del Frente de Izquierda habían votado la “emergencia alimentaria”, la ley que pactaron macristas y kirchneristas para sacar a los desocupados de las calles en medio de una transición presidencial convulsiva.

Aquellas declaraciones sobre la permanencia de Macri, por lo tanto, no constituían un exabrupto. Formaban parte de una política integral de adaptación al estado. Hoy, la presión política del Estado sobre el movimiento de desocupados se expresa muy claramente a través de lo siguiente: una parte importante de los dirigentes de este movimiento, que hasta hace un año y medio cortaban las calles, son los funcionarios que nos reciben en el ministerio de desarrollo social. Y están abocados a la tentativa, que no es nueva, de convertir a la masa de desocupados en una plataforma gigantesca de trabajo precario organizado en cuadrillas, con ingresos absolutamente miserables, para llevar adelante tareas en los municipios. Una parte del viejo movimiento de desocupados, por lo tanto, se ha convertido en un ariete estatal de la precariedad laboral. Esta cooptación tiene un hilo conductor con la que se fue tejiendo en la época de Macri y de Carolina Stanley, cuando se formó el famoso triunvirato Cayetano.

En la lucha por el derecho al trabajo, por la asistencia alimentaria a los comedores, hemos agrupado a miles de compañeros sin ingresos, a los compañeros de los barrios. Pero frente a la política oficial, vamos a desenvolver también un programa transicional, incluso si estamos obligados a recorrer la experiencia de las cuadrillas; ese programa debe servirnos para hacer de las cuadrillas precarizadas una plataforma de lucha, precisamente, para quebrar el trabajo precario: pase a planta, estabilidad laboral, igualación del ingreso con el salario del trabajador municipal, condiciones laborales. Este movimiento de compañeros desocupados, de los barrios, tiene una vanguardia de luchadoras, un conjunto de compañeras terriblemente abnegadas, algunas de ellas constructoras históricas del polo obrero, que se han venido con la tendencia. Y también una nueva generación enormemente aguerrida con una sed de orientación, de formación política. Es importante, entonces, que si se forma una comisión que aborde la lucha de los desocupados, discutamos los términos de un plan de formación política, de conversión de esa vanguardia de lucha en una vanguardia socialista, en una vanguardia consciente. Y ligado a esta cuestión, hay que destacar la afluencia de compañeras y asambleas del Polo Obrero oficial que resuelven romper y venir a la Tendencia. Allí donde los métodos despóticos y de aparato se viven con mayor crudeza, como correa de transmisión de una cooptación política al Estado, se está gestando una rebelión contra el aparatismo.

La lucha por el aborto legal

Una caracterización apropiada de la crisis política es fundamental para la intervención en todos los aspectos del movimiento de las masas. Y la lucha de la mujer está en un momento crucial. Es necesario destacar en este informe inicial, que, en parte, también hace las veces de un informe de actividades, que el Plenario de Trabajadoras de las compañeras de la Tendencia ha estado terriblemente activo. En un año donde la pandemia acentuó todos los agravios a la mujer -femicidios, violencia doméstica, violencia laboral- en todo el país hemos intervenido en muchísimos episodios que tienen que ver con esta lucha. Pero ahora viene la cuestión del aborto legal. Nuestras compañeras han intervenido en plenarios de organizaciones de mujeres y, de una manera casi sorprendente para ellas mismas, hemos visto hasta qué punto ha llegado en la izquierda la adaptación al parlamentarismo. Todos ustedes conocen muy bien los límites del proyecto oficial, del proyecto de Alberto Fernández y Vilma Ibarra, que ha incluido la objeción de conciencia. Y todos saben que esa objeción es simplemente el peldaño, el punto de apoyo para una acción de coacción laboral en todos aquellos lugares que por orientación del empresariado, de los directores de hospitales, se intente desconocer la existencia del aborto legal intimidando médicos, intimidando a profesionales. En estos debates nos encontramos con algo que realmente no esperábamos: a militantes de los partidos del FIT U planteando que el proyecto “ya sale”, que “como está, se va a aprobar”. Y en relación a la objeción de conciencia, “qué cosa peor habría en el mundo que te practique una interrupción del embarazo un médico objetor, mejor que saquen a los objetores y que venga un médico no objetor”. ¡Como si el problema planteado por la objeción de conciencia fuera el de un simple reemplazo, y no la punta de lanza para introducir una coacción y un límite con alcance mucho más profundo! Pero es la presión monumental del parlamentarismo, en este caso, del progresismo kirchnerista, para no hacer olas. Y naturalmente es una adaptación a la adaptación, porque la dirección del movimiento está todavía más adaptada a la idea de que hay que sentarse a esperar la aprobación del aborto legal. Y el equívoco es inmenso. No han tomado cuenta del carácter del gobierno y de la marcha de la crisis política… bastaría que analicen la crisis de Vicentín, donde se anunció la estatización; en 15 días se retiró la estatización, y ahora un juez está planteando una semi intervención ante las maniobras alevosas de vaciamiento. Bastaría ver cualquiera de los vaivenes y vacilaciones del gobierno en crisis anteriores para darse cuenta de que no hay nada seguro. Los diarios relatan algo también importante. Que en la retranca de la aprobación del aborto legal, el recelo y el trabajo a reglamento en relación al aborto legal está nada más y nada menos que Cristina Fernández de Kirchner. En un momento donde está discutiendo los términos de su futuro judicial, no quiere azuzar al clero y a la derecha, y exponerse a un eventual ajuste de cuentas. Entonces no hay nada garantizado, y tenemos planteada la lucha por una gran movilización. El Plenario de Trabajadoras Tendencia va a ganar la calle con mesas y puntos de agitación denunciando toda este impasse y reclamando la movilización.

La izquierda

Compañeras y compañeros: en este recorrido por la lucha de clases aludí a la izquierda, al aparato del Partido Obrero, a otros partidos del Frente de Izquierda - creo que es bastante claro a esta altura que prima la desorientación política. Y también la adaptación al Estado, con la cual ingresa la izquierda a este periodo convulsivo, revolucionario. Cuando constituimos la Tendencia se produjeron debates y luego las expulsiones; nos esforzábamos para lograr que los luchadores y la vanguardia obrera comprendieran la naturaleza del debate. Nos guiaba, sin embargo, una convicción: la crisis del PO y de la izquierda resultaría cada vez más clara como resultado de factores externos y como resultado del propio desarrollo de la crisis política. Bueno, pasó un año y medio y esto ha sido muy claro, contundente. Piensen ustedes en lo que ocurrió en el parlamento. La votación de la emergencia alimentaria, un voto contra los movimientos de desocupados que estaban ganando la calle en ese momento. El quórum al presupuesto chaqueño. Y luego, la venta de tierras públicas en el Chaco. La votación en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires avalando el proyecto de una organización internacional sionista que implica la instauración del delito de opinión; el quórum a la reforma de jubilaciones judiciales, que anticipaba la reforma jubilatoria fondomonetarista. Y recientemente en la CABA, todo el FIT votando un negocio inmobiliario escondido detrás del fervor futbolístico. Entonces, es claro que todos estos hechos aportan a comprender el significado de la crisis en el Partido Obrero.

Cuando editamos el libro “El ascenso de la izquierda”, nosotros -y digo nosotros porque considero que es el verdadero Partido Obrero, el que está en la Tendencia, es el que escribió ese libro, que alude al primer período de formación del FIT-, si ustedes leen su título completo, verán que dice: “El ascenso de la izquierda en el marco de la bancarrota capitalista”. Es decir que presenta a ese desarrollo del FIT en estrecho vínculo con la crisis del capital y, por lo tanto, proyecta las posibilidades revolucionarias de ese ascenso de la izquierda. Pero en cambio, ¿qué es lo que ha ocurrido? Que todo un sector de la izquierda convirtió a ese ascenso en un ensayo de arribismo parlamentario. Interpretó a los avances electorales, no como la posibilidad de desarrollar una perspectiva socialista, sino de reforzar el progreso parlamentario. Esta cuestión se va a proyectar con enorme fuerza en el futuro de la situación política. Porque en la Argentina se va a desenvolver una situación revolucionaria, como resultado de todos los factores que estamos desenvolviendo acá. Pero la izquierda, esta izquierda adaptada al Estado, va a caracterizar a esa situación revolucionaria como una oportunidad de progreso parlamentario, no de desarrollo revolucionario. En definitiva, nuestra Tendencia coloca el dedo en la llaga sobre cuál va ser el vínculo entre la izquierda y la clase obrera en una etapa abiertamente revolucionaria. Y la política de aparato, desde la censura interior, los espionajes, las propias expulsiones, es una política de aparato para blindar una política democratizante. Y el hecho de que los otros partidos del FIT no hayan denunciado las expulsiones en el Partido Obrero, muestra cómo esta crisis cruza transversalmente a toda la izquierda, porque los democratizantes son también solidarios con una política de aparato. Y en esta solidaridad ocupa un lugar muy importante la virtual disolución política del Partido Obrero oficial en un frentismo democratizante. Esta es la única explicación por la cual en los textos del aparato oficial del PO se presenta al FITU como “modelo de independencia de clase”. Es la forma de justificar esa disolución política. Como parte de todo lo anterior, la izquierda ha abandonado la agitación por un gobierno de trabajadores, incluso en plena pandemia, cuando el capitalismo muestra su rostro más lacerante, su inviabilidad de cara a la crisis humanitaria. En esas condiciones, la izquierda no llevó adelante una lucha agitativa y programática por el gobierno de trabajadores. A la perspectiva de poder se la separa del programa, y se convierte a las consignas transicionales en un objetivo economicista. Cuando León Trotsky en el Programa de Transición se refiere a la desocupación, señala lo siguiente: un régimen social que no puede asegurar el sustento de sus explotados debe ser sustituido por el gobierno obrero, por una reorganización socialista. Un planteo de poder se plantea como una cuestión objetiva en un escenario mundial donde la volatilidad política, los virajes bruscos, colocan y pueden colocar a una organización, incluso pequeña, pero férrea y firme en sus propósitos, ante el escenario de una lucha por el poder político.

La crisis de la izquierda se proyecta con fuerza al movimiento obrero y su vanguardia. La deriva del Plenario Sindical Combativo está conduciendo a una tentativa de liquidación de la vanguardia obrera, y a un enfoque completamente burocrático de la crisis de dirección del movimiento obrero. En vez de esforzarse para abrirle a las masas nuevos canales, se les quiere imponer uno que ya está preestablecido, y cuya característica esencial es que no convoca a la clase obrera a deliberar. El Plenario Sindical Combativo nunca hizo su propio congreso de bases, nunca buscó recoger mandatos en los sindicatos donde actúa. La izquierda, y en particular el Partido Obrero oficial, es responsable de esta política de aparato que aparta a la izquierda de la propia clase obrera.

La forma grosera y superficial de manifestarse de todo este impasse de la izquierda es el escenario de peleas faccionales. Alguien puede decir: “hay un debate en la izquierda”. Pero cuando escuchamos con cuidado, ese debate consiste esencialmente en un conjunto de peleas. Hicieron una conferencia latinoamericana que consistió en un torneo de agravios. En nuestra crítica, nosotros colocamos el método con el cual hemos construido siempre nacionalmente e internacionalmente. Fuera el faccionalismo, fuera la pelea sin principios. Debe debatirse en torno a un programa. Hay que llevar adelante un debate político organizado en el conjunto de la izquierda, a través de un congreso con documentos, con un debate preparado, convocando a los partidos del FITU, al Nuevo MAS, y a aquellos que se interesen debatir este escenario nacional e internacional. Establecer si cabe -y va a caber- una delimitación entre nosotros, pero en torno de los problemas del programa y estrategia. Y sobre esa base desarrollar una salida.

La Tendencia del Partido Obrero no aspira a ser el grupo número 38 de la izquierda argentina, no nacimos para sumar una secta al elenco de la izquierda. Reivindicamos nuestro carácter de tendencia del Partido Obrero y por lo tanto al PO como construcción histórica.

Las tareas

Compañeros: para entrar ya en la última parte, quiero plantearles cuáles son las grandes tareas que pensamos que tenemos por delante, y que tendríamos que precisar en esta Conferencia. Un partido revolucionario, en una situación política como la que acabamos de ver, tiene planteado desarrollar una gran agitación política contra los ataques del actual régimen, presentarle un programa a la clase obrera y naturalmente ampliar el horizonte político en el que desenvuelve se lucha. Junto a ello, tenemos la gran tarea de movilizar, organizar y conquistar a los sectores de vanguardia de la clase obrera. Todo esto integra un método político. Ustedes deben haber leído este debate con el PTS en torno del artículo crítico de Altamira en torno de la “incipiente situación pre revolucionaria” que caracteriza ese partido. La gran cuestión a discutir es cuál es la politica que contribuye, de nuestra parte, o sea, de la izquierda, a formar una situación revolucionaria, en este escenario de catástrofe social y rebeliones populares. En la respuesta al PTS señalamos lo siguiente: la vanguardia de la clase obrera, su vanguardia socialista no sigue la situación política, ni a cualquier otra situación; en la medida de sus fuerzas contribuye a crearla. Si no lo hace, contribuye a bloquearla. Si no tiene un planteo y una orientación a la altura de esa perspectiva revolucionaria, entonces actúa, sí, pero como un bloqueo.

Quiero volver, sólo un momento, al debate con el aparato del PO en el año 2018, cuando planteamos las consignas de Fuera Macri, asamblea constituyente. En el texto de crítica al PTS, Altamira señala lo siguiente: ¿había una situación pre revolucionaria en ese momento? No la había. El problema es si la vanguardia socialista de la clase está llevando adelante una agitación para preparar esas condiciones y, por lo tanto, construye su política a partir de la crisis planteada, o no lo hace. El partido obrero oficial y el FITU se dedicaron a preparar una diferenciación electoral a un año y medio vista. Y esto es un bloqueo al desarrollo de una situación pre revolucionaria. En esto no inventamos nada: para los compañeros que no lo pudieron hacer todavía, les propongo que lean también en la “carpeta” de documentos relacionados con esta conferencia, dos textos del año 1988 relacionados con el congreso que realizó el MAS en ese año. Esos textos se encuentran en el libro “La estrategia de la izquierda en la Argentina”. El MAS, en aquel momento, pregonaba una situación revolucionaria mundial, mientras en Argentina convivía con democratizantes y con sus planteos políticos. Los abanderados de una supuesta “situación revolucionaria” se encontraban adaptados al régimen existente. Acá tenemos a una izquierda que se refiere a una situación pre revolucionaria que está por venir… pero vota la emergencia alimentaria macro kirchnerista y los negocios inmobiliarios de Tinelli.

Ustedes se dan cuenta que el problema de una preparación política, de una acción que, en este periodo, dé cuenta de las reivindicaciones inmediatas, las articule con un planteo de poder, con la lucha por la huelga general, la organización de un congreso obrero, de congresos de trabajadores, bueno, se trata de toda una ruta de trabajo. Pero para desenvolver estos planteos tenemos que ampliar decisivamente el espacio de nuestra intervención. Este es el contenido fundamental de la lucha por la conquista de la legalidad - ampliar el horizonte el espacio de nuestra pelea política. Enormes ideas moviéndose en un espacio de un centímetro difícilmente lleguen al corazón de las masas. Nosotros tenemos que llegar fuertemente a la clase obrera y a todas las clases conmovidas por esta crisis. Y además podemos hacerlo en nombre de una historia, una trayectoria. Los que estamos en la Tendencia defendimos ese lugar del Partido Obrero en una lucha política pública. No hacemos esto en nombre de nada, lo hacemos en nombre de esa historia, de esa trayectoria. Nos referimos al derecho a la acción política abierta a través de los espacios legales, incluso electorales. Fue lo primero que el aparato del PO nos conculcó: nos borraron de las listas, intervinieron el distrito de Tucumán. Entonces necesitamos conquistar esa legalidad. A lo mejor algún compañero se interroga sobre lo siguiente: “ahora me plantean la legalidad y la importancia de las tribunas electorales, parlamentarias, y hace un rato se criticó a los episodios de adaptación parlamentaria del FIT U”. No, no hay ninguna contradicción. Justamente por el lugar que le damos a esa lucha pública, legal, parlamentaria en la formación de una organización y de una conciencia política socialista es que denunciamos la malversación de una tribuna parlamentaria. Nosotros criticamos la adaptación parlamentaria del FIT no desde un cretinismo anti parlamentario sino desde la necesidad de llevar adelante un parlamentarismo revolucionario. En el año 2000, cuando se configuraba la crisis de poder que va a derivar en el Argentinazo, Altamira discutió en la legislatura porteña toda la crisis política, la cuestión de una asamblea constituyente y obligó a la legislatura a llevar adelante un debate sobre estos planteos.

La crítica de la adaptación parlamentaria tiene mucho que ver con esa lugar político del parlamento, que se va a acentuar con el derrumbe del régimen político - no se va atenuar. A lo mejor otro compañero piensa lo siguiente: “la crisis no se va a dirimir en episodios electorales, en el parlamento”. Pero el derrumbe del régimen político va a acentuar la importancia de episodios electorales, eventualmente bajo una seguidilla de elecciones, como resultado de crisis institucionales o de “gobernabilidad”. Esas elecciones van a actuar como termómetro político del ánimo de las masas, ¿nosotros vamos a estar afuera de esa compulsa? Tenemos que ir a esa pelea política para ampliar el espacio de nuestra acción, por eso la lucha por la legalidad. Que la democracia burguesa y el parlamentarismo están caducos como vía de progreso social, de eso no tenemos absolutamente ninguna duda. Pero tampoco dudamos de que ese escenario de conspiradores anti obreros tiene y tendrá una relevancia en la confrontación política. Por eso, tenemos que ir a una lucha por la legalidad, y es una gran tarea que debemos rematar en los meses que vienen.

Si tuviéramos que definir cuáles son las dos grandes tareas que esta conferencia tiene que abordar. Una, es la lucha por la legalidad. La segunda gran tarea es una campaña de agitación, organización y penetración en el movimiento obrero. Argentina tiene una peculiaridad, aunque no es exclusiva para Argentina: hay una vanguardia obrera, una vanguardia de luchadores. Que se viene desenvolviendo incluso desde el periodo previo al Argentinazo. Que luego se acrecentó en todas las grandes luchas obreras contra los primeros gobiernos kirchneristas. Una vanguardia obrera que ha sido abonada y que está relacionada con la historia y el trabajo del Partido Obrero y también de otros partidos de izquierda. Esa vanguardia obrera está siendo golpeada por el trabajo de la izquierda aparatista, de la izquierda democratizante. Hay que dirigirse a ella con un plan de penetración preciso. Y establecer una ruta de trabajo para nuestro desarrollo allí. Porque el rescate de esa vanguardia, su ampliación con nuevos activistas, con luchadores de las nuevas generaciones del movimiento obrero, pueden ser el factor decisivo en la gran delimitación política y en la lucha que tenemos por la recuperación del Partido Obrero y por el trazado de una orientación revolucionaria en la izquierda. Ligada a esta cuestión, podríamos trazarnos como mojón, como peldaño, la realización de una conferencia obrera con activistas, con luchadores, en la primera mitad del año que viene, y colocarla como un gran objetivo de trabajo. Insisto en estas dos grandes cuestiones: la legalidad y el trabajo en la penetración del movimiento obrero como las cuestiones que tienen que concentrar la preocupación de nuestro trabajo en el periodo que se viene.

Ni qué decir que una conferencia obrera es una conferencia de la clase obrera, de la clase obrera activa y pasiva y discute todo el cuadro social que abarca a los trabajadores desde que son activos hasta que se jubilan, entendiendo además que la lucha y la campaña jubilatoria no son una mera cuestión de compañeros jubilados sino que envuelve a los sindicatos, y así lo tenemos que entender. Y tenemos indudablemente el desafío del Polo Obrero, la penetración en los barrios; y, en el movimiento de la mujer, el desafío inmediato de la movilización por el derecho al aborto con todos estos componentes de crisis política que tenemos que tener en cuenta.

La IV internacional

Dejo para el final dos cuestiones muy caras para nosotros. Una tiene que ver con los problemas de organización, que seguramente se van a debatir no en la conferencia. El régimen de partido es inseparable de la estrategia política. No se puede concebir un régimen de partido revolucionario en una estrategia política carrerista, parlamentaria y conservadora. Ustedes piensen, y ni siquiera lo dije todavía hoy, que el congreso del Partido Obrero legalizó nuestra expulsión en silencio, ni siquiera consideró la cuestión, desconoció el derecho de tendencia. Nosotros abogamos por un régimen de organización que es el resultado de una estrategia política. Defendemos el principio de que la centralización es fundamentalmente política. Es estratégica, está fundada en planteos políticos de conjunto, está fundada en una prensa, está fundada en orientaciones de fondo. Y en torno de estos grandes objetivos, promovemos en los círculos y en las zonas la mayor autonomía, la mayor capacidad de creación y de iniciativa para el progreso de estas tareas. La disciplina militante siempre está relacionada con la envergadura de las tareas. Ustedes se dan cuenta que las tareas que estamos planteando - conquistar la legalidad, un plan de penetración en el movimiento obrero- colocan la cuestión de la disciplina militante, de la organización, de los recursos.

Y quiero terminar como comencé. Hemos desarrollado el escenario internacional y ahora quiero referirme a la cuestión de nuestra organización internacional. Están escuchando y asistiendo compañeros de organizaciones, partidos y luchadores de diferentes países con los cuales en un periodo reciente hemos llevado adelante diferentes iniciativas y debates. Al comienzo de este año el aparato del PO oficial escribió un balance completamente liquidacionista de la CRCI. Un texto vergonzoso, que “despacha” a la CRCi al cabo de una serie de insultos hacia algunas organizaciones que pasaron por ella. La única conclusión posible de este texto es la pretensión de abandonar la lucha internacional. El aparato del PO oculta toda la lucha teórica que dio el Partido Obrero en torno de diferentes crisis que surcaron a la CRCI, y que abordamos en base al desarrollo de grandes planteos políticos. Tomemos, por caso, las posiciones sobre el golpe de estado en Brasil, o sobre los acontecimientos en Bolivia. Y antes, la caracterización del chavismo, o la lucha sistemática contra esa fuerza de contención que ha sido el Frente Amplio de Uruguay. El procedimiento con el cual el aparato oficial del PO ajusta cuentas con toda esta lucha política es notable: es el de los llamados resultados “prácticos”, y no el de las conclusiones, el programa y la estrategica política que se construyó a partir de toda esa lucha. Con el criterio del aparato del Partido Obrero, y este aporte se lo reconozco al compañero Coggiola, los mayores “fracasos” que ocurrieron en el movimiento revolucionario internacional fueron las conferencias de Zimmerwald y Kienthal. Y finalmente, el propio congreso de fundación de la IV Internacional al cual esta gente hubiera caracterizado como un “fracaso”: a este planteo liquidacionista propio del oportunismo, nosotros le oponemos el método con el cual se construyó la CRCI y el método con el cual se constituyó el Partido Obrero, siempre convocando a una lucha de principios, luego presentando un programa, el que desarrollamos en el 2004. Y sobre el cual se plantearon todas las delimitaciones posteriores. Si señalo esto, compañeros, es porque la crisis del Partido Obrero está completamente ligada a la propia crisis de la CRCI. La razón es sencilla: en el plano internacional, el debate que está planteado es el mismo que en el Partido Obrero o en el FIT: o adaptación democratizante o revolución socialista. Y hoy, compañeros, estamos asistiendo a la desintegración de las experiencias políticas democratizantes que encandilaron a buena parte de la izquierda que, por ejemplo, está en el FITU. El PSOL de Brasil, el NPA de Francia. Quiero decir algo que puede sonar fuerte: bien mirada, la crisis de la CRCI anticipó a la crisis del PO. ¿Por qué? Porque uno de los partidos que participaba en nuestro reagrupamiento, el partido de Turquía, el DIP, sostuvo el planteo de renunciar a la refundación de la IV internacional, es decir que dejó de lado los objetivos cuarta internacionalistas revolucionarios; y lo disimuló detrás de una supuesta dureza organizativa, es decir, la “vuelta a la tercera internacional”, la construcción de un partido bajo sus “condiciones”. Una posición de aparato, en lo que tiene que ver con la construcción de partido, colocando las normas de organización por encima de la lucha de clases, del periodo histórico y de las condiciones de nuestro desarrollo. En resumen, un planteo centrista, de renuncia al cuartointernacionalismo escondido detrás de un planteo de aparato. Ese partido, en aquella reunión de Atenas, que se realizó hace más de un año atrás, actuó en defensa de los intereses del aparato que nos expulsaba. El aparatismo de ellos se sumó al aparato del Partido Obrero y, por lo tanto, actuó en Atenas contra el derecho de tendencia. Probablemente, nosotros debimos haber planteado la concreción de una conferencia internacional en base al reconocimiento de la Tendencia del Partido Obrero. Eso equivalía a un debate político en regla en torno del programa y del método para intervenir en una etapa revolucionaria. Señalo todo esto, porque a los compañeros de las organizaciones internacionales a los cuales hemos invitado queremos proponerles, en el marco de una comisión internacional de esta Conferencia, en primer lugar, hacer un reconocimiento de cómo se está procesando la crisis política, pandémica, la temperatura del movimiento de las masas y nuestra intervención en cada país. Y luego, y en la medida que estemos de acuerdo, es nuestra intención proponerles una reunión internacional para debatir el escenario posterior a la crisis de la CRCI y un primer cronograma de trabajo.

De este modo, busqué redondear los grandes objetivos y el lugar de cada uno en esta conferencia. La lucha por la legalidad, un plan de penetración en los grandes destacamentos obreros a partir de un programa. Los desocupados, la mujer, la lucha internacionalista. Compañeras y compañeros: no queremos hacer de la Tendencia un grupo más de la izquierda. Lo que nos distingue políticamente es que pusimos de manifiesto la enorme deriva democratizante de esa izquierda, su tendencia a la integración parlamentaria al Estado. A través de la propia lucha política se va clarificando la naturaleza de la crisis histórica del PO. Que es, en definitiva, el pasaje del aparato partidario a aquellas posiciones políticas que el Partido Obrero había combatido en toda su historia. Entonces tenemos que lograr que el activismo obrero llegue a la comprensión de esa crisis, al lugar que nosotros pretendemos ocupar, pero no, naturalmente, a partir de la auto proclamación, sino a partir de las tareas, de la lucha que le proponemos a ese activismo y a esa vanguardia obrera.

¿Por qué hablamos de una crisis histórica del Partido Obrero? Porque estamos hablando de un PO que, como no ocurrió con el conjunto de la izquierda, atravesó airosamente la crisis de conjunto que había desatado en la izquierda la disolución de la URSS. Un PO que había combatido y se había delimitado de todas las tentativas de frentismo democratizante. Es muy claro, por lo tanto, que se trata de una crisis que se proyecta no sólo sobre la izquierda, sino sobre aquella vanguardia obrera que había encontrado en el Partido Obrero una gran referencia política.

Entonces, nuestra lucha política es establecer una salida al camino mortal del democratismo, del carrerismo y de la adaptación parlamentaria a la burguesía. Si logramos avanzar y abonar ese rumbo vamos a poder decir con toda convicción lo que ya decimos, que ya sabemos, pero queremos refrendar en la etapa revolucionaria que se viene: que representamos la continuidad histórica del Partido Obrero y de la lucha por la refundación de la IV internacional. Les agradezco a todos la atención prestada.

Gracias, compañeros.

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