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Una inquietud recorre a amplios sectores que vienen protagonizando las movilizaciones de los últimos tres años en Chubut, a saber: ¿por qué el descontento generalizado hacia las medidas de ajuste del gobierno de Mariano Arcioni no se expresa masivamente en las calles como en otras oportunidades? “No alcanza con quejarse en redes sociales”, suele escucharse a modo de reproche. El relativo impasse impuesto por la cuarentena no agota la explicación, sobre todo si se tiene en cuenta que en momentos en que las restricciones fueron más estrictas se produjeron varias manifestaciones, entre ellas la histórica movilización entre trabajadores estatales autoconvocados, los textiles de Sedamil, los trabajadores de la pesca de FYR S. A. y el movimiento No a la Mina en Trelew, en todos estos casos sin el acompañamiento de las conducciones sindicales.
Hacia finales de 2017 y, en especial, en el primer semestre de 2018 los trabajadores estatales irrumpieron en la escena con cortes de rutas, grandes movilizaciones y numerosas ocupaciones de dependencias estatales durante semanas en todo el territorio provincial. Esta primera etapa del proceso, bautizado por sus protagonistas en las calles como “Chubutazo”, terminó aproximadamente entre julio y agosto con un triunfo relativo para los trabajadores al conquistar recomposiciones salariales con cláusulas gatillo, aunque con el límite de la continuidad del cobro escalonado por rangos de sus sueldos hasta comienzos de 2019 cuando el gobierno comenzó a pagar en tiempo y forma y acordó en paritarias una nueva recomposición salarial.
Una vez obtenido el triunfo electoral, el gobernador Arcioni a los pocos días anunció la vuelta al pago escalonado y los trabajadores salieron nuevamente a las calles, esta vez con mayor protagonismo de jubilados y estudiantes. La segunda etapa del Chubutazo se caracterizó por un mayor nivel de coordinación de las luchas y por enfrentamientos más agudos con el gobierno, pero podríamos decir que terminó en una relativa derrota o al menos un empate técnico, ya que no lograron revertir el pago escalonado, y a eso se agregó además el retraso salarial de dos meses de salarios, aunque lograron defender las conquistas arrancadas en paritarias y sobre todo a nivel subjetivo hubo un avance en los métodos de lucha y por ende en la conciencia de sus protagonistas.
El tercer capítulo del Chubutazo comenzó hacia finales de diciembre del año pasado y principios de enero del año en curso cuando el gobierno anunció que seguiría las órdenes emanadas por Alberto Fernández y Cristina Fernández, e intentaría una “reestructuración del Estado” y avanzar con la megaminería. La intentona fue derrotada en las calles. En momentos en que el cuarto capítulo amenazaba con poner nuevamente contra las cuerdas a Arcioni, se decretó la cuarentena y se ingresó en un relativo impasse. Lo de relativo viene a cuenta no solo porque continuaron las manifestaciones en toda la provincia, sino también porque, como dijimos, intervino por primera vez el proletariado industrial en el proceso con los textiles y los trabajadores de la pesca. El gobierno logró desarticular esas luchas, pero dejaron sus huellas. En agosto comenzó a evidenciarse el colapso sanitario, no solo por el crecimiento exponencial de los contagiados y muertos por el coronavirus, sino también por la falta de inversión en salud.
A medida que se flexibilizaba la cuarentena se retomaron las manifestaciones, cortes de rutas e inclusive acampes. Sin embargo, el desgaste ya se percibía, en especial en la menor capacidad de movilización a pesar de la creciente bronca con la política de ajuste del gobierno. Estamos, posiblemente, en un momento clave para tratar de entender por qué aún no se produjo la esperada irrupción de los trabajadores estatales. En el caso de la salud las jornadas agotadoras por el crecimiento de los contagiados en general, y en particular en el sector, empezó a sentirse en el cuerpo de los trabajadores, que incluía un estrés generalizado. A ello se agrega que, con la excepción por momentos del SISAP (Sindicato de la Salud Pública), el resto de las conducciones sindicales en general no convocaron a asambleas ni mucho menos a movilizaciones. En otros sectores, por ejemplo, en la docencia, se produjeron autoconvocatorias pero también con el límite de que las conducciones sindicales hacían la plancha jugando en conjunto con el gobierno al desgaste de las bases. En algunos casos del activismo en esta menor propensión a movilizar y cierto crecimiento del escepticismo para convencer a sus compañeros de la necesidad de luchar contra el brutal ajuste, puede leerse por el peso de la relativa derrota del proceso de fines de 2019. “¡Son tres años de lucha y no conseguimos nada!”, suele escucharse.
Sin embargo, la innegable abnegación a la lucha no fue en vano. Sin ella el gobierno hubiera triunfado en un ajuste ejemplificador, se habrían perdido conquistas históricas y el desmantelamiento de las prestaciones estales, en especial en salud y educación, habría sido aun mayor y con ello el colapso sanitario, por citar algunos ejemplos. La experiencia decantó en embrionarios pero importantes experiencias de coordinación de las bases como las Asambleas Interhospitalarias de Cordillera, los Plenarios Provinciales de Delegados Docentes y asambleas intersectoriales autoconvocadas en varias localidades. La huella de esos procesos se hará sentir en la próxima intervención, que será más pronto que tarde.
A comienzos de noviembre Arcioni oficializó sus intenciones de avanzar con la megaminería en Chubut y se abrió la quinta etapa del proceso, el “momento medioambiental” del Chubutazo, con movilizaciones masivas en todos los puntos de la provincia que lograron derrotar por ahora la intentona, que pusieron en evidencia una vez más la debilidad del Ejecutivo para llevar adelante las medidas que le exige la burguesía. El “ChubutAGUAzo” fue desarticulado por la negativa de un sector del PJ-kirchnerismo y de la burocracia sindical estatal antiminera para avanzar con el proyecto de zonificación en Legislatura. Con ello evitaron un “estallido” social no porque realmente estén en contra de la megaminería, sino porque hubiera sido un catalizador para que el “momento medioambiental” diera paso a un Chubutazo generalizado contra la megaminería y el ajuste y con ello herir de muerte a Arcioni al frente de la gobernación. “No” a la megaminería y sí al ajuste, resume la orientación de este sector de la dirigencia patronal.
El “ChubutAGUAzo” tuvo en su fortaleza también un límite de origen: su composición policlasista, que se vio reflejada en el curso exclusivamente ambientalista que se le dio al proceso – reducirlo solo a la lucha en defensa del agua, por importante que ella sea. Como es de suponerse, la estrechez de esta orientación decantó en una intervención de conciliación clase, con cierta propensión al pacifismo pequeño burgués. Eso explica que se haya evitado aprovechar las primeras movilizaciones masivas para realizar asambleas populares en el que se deliberen planes de lucha: allí necesariamente iba a estar planteada, además de la cuestión medioambiental, el ajuste. Hubiera sido un primer paso para la coordinación de estas cuestiones. En cuanto se hizo notorio que la Legislatura no avanzaría con el proyecto de zonificación este año, el número de manifestantes comenzó a declinar ostensiblemente.
El anuncio del gobierno a comienzo de semana de que pagará el medio aguinaldo de junio en tres cuotas para los rangos 3 y 4 despertó nuevamente la irá de los trabajadores, a quienes además se les adeuda dos meses de salarios, el medio aguinaldo de diciembre, recategorizaciones y sentarse a discutir las paritarias 2020. Como era de esperarse las mayorías de las conducciones sindicales no hicieron nada hasta el momento. Del descontento surgió una autoconvocatoria para el domingo 27 de diciembre en todas las plazas céntricas de la provincia con la consigna siguiente: “#27D: ¡Chubut dice basta! Cansados de tanto cinismo, cansados de tanta corrupción, basta de ignorar al pueblo. ¡Todos a las calles! #Fuera Arcioni!”.
¿Estaremos en la puerta de una nueva etapa del proceso? Difícil aventurar una respuesta, aunque las condiciones objetivas y subjetivas parecen indicar que la nueva etapa será inminente. La provincia vive un clima enrarecido: por un lado, las dificultades del gobierno para poder imponer una reorganización social que implica un cambio histórico en las relaciones de fuerza a favor de las clases dominantes; y, por el otro, el descontento generalizado del pueblo trabajador, en especial los estatales, que no logra expresarse en una nueva intervención de conjunto en defensa de sus intereses. La suerte del Chubutazo precisa de que sus trabajadores recobren la confianza en sí mismos, que desarrollen lo mejor de las experiencias vividas en los últimos años y retomen la calles para hacerse protagonistas de sus propios destinos. Desde el Partido Obrero Tendencia intervenimos con ese objetivo y contribuimos con un programa para ser discutido en los lugares de trabajos y asambleas:
¡No al pago de la deuda! ¡Pago en tiempo y forma a los trabajadores estatales! ¡Paritarias 2020 ya!
¡Por un plan de obras públicas! ¡Vivienda y trabajo para todos! ¡Por un Congreso Provincial de Delegados de Base! ¡Por la coordinación de todas las luchas!
¡Huelga general en defensa de las conquistas obreras y del medio ambiente! ¡Por Asambleas populares contra la megaminería y el ajuste! ¡Tratamiento y aprobación de la Iniciativa Popular contra la megaminería! ¡Re estatización bajo gestión obrera de los recursos naturales!
¡No a la criminalización de la protesta social! ¡Fuera Arcioni, Sastre y la corrupta Legislatura provincial!