La crisis humanitaria del capital y la lucha por el socialismo

Escribe Jorge Altamira

Discurso de cierre de la II Conferencia del Partido Obrero – 5 al 8 diciembre 2020.

Tiempo de lectura: 46 minutos

Compañeras y compañeros:

Hemos atravesado durante cuatro días una experiencia importante. Más de 200 delegados hemos discutido entre nosotros problemas capitales de la lucha por el socialismo y la clase obrera. Nos conocemos mejor entre nosotros después de esta conferencia y al mismo tiempo recogemos una lección para el futuro: la necesidad de que, en las convocatorias de conferencias, congresos, la participación de todos los compañeros se haga desde el inicio a través de posiciones escritas, enviadas al boletín interno y a Política Obrera, para que el debate se procese en forma sustancial y culmine finalmente en conclusiones sustanciales. Es así como un partido revolucionario se conoce a sí mismo, no hay otro método.

La abstención en el debate político pre conferencia, la dilatación en la expresión de las posiciones políticas de cada uno, no son acciones, o más bien inacciones, neutrales. Debilitan el auto reconocimiento de nuestro Partido Obrero Tendencia y por lo tanto el desarrollo de una comprensión colectiva común. En definitiva, hemos recorrido una experiencia importante en condiciones difíciles. Por ejemplo, no es la primera vez, por cierto, pero el equipo de compañeros q permitió que se desarrolle esta conferencia por Zoom, fue tan eficaz que ya lo podemos considerar como la primera fase de una Apple socialista. Tenemos aquí compañeros que han puesto su capacidad, su habilidad y su espíritu militante, y quiero empezar por agradecerle a todos ellos.

Una crisis humanitaria histórica

La conferencia ha discutido cuestiones fundamentales. Quisiera volver sobre ellas y cerrar conclusiones, de un lado, y abrir perspectivas, del otro. La pandemia ha sacudido a la humanidad de una forma absolutamente impresionante, ha alterado la vida cotidiana y la vida misma de centenares y centenares de millones de personas. Ha muerto una cantidad impresionante de personas; ha modificado la visión del mundo en las grandes masas, ha golpeado la vida misma, biológica y social.

No se puede pasar por encima de esta experiencia sin sacar conclusiones, y no sólo conclusiones; una crítica socialista a la organización capitalista en la cual se ha desarrollado esta pandemia- no existe en el mundo una crítica socialista a esta crisis humanitaria. Algunos proponen que se extiendan las cuarentenas, otros proponen que se eliminen. Esos son aspectos instrumentales; no constituye una crítica socialista. Los fundamentos mismos de la vida social han quedado quebrados por una interacción de esta organización social capitalista y el medio ambiente, el marco natural en que nos movemos, y que se manifiesta en las tremendas alteraciones climáticas que muchos científicos señalan como la base del desarrollo en cadena de toda una serie de epidemias, en el último tiempo, en los últimos veinte años - nuevas epidemias de características completamente desconocidas en el pasado. Es decir que la pandemia es un producto de esta organización social y de la inviabilidad del desarrollo humano que supone la relación con la naturaleza, en las condiciones capitalistas. Esta es nuestra conclusión. En eso consiste una crítica socialista. Otros aspectos de la crítica son, del lado del capital, instrumentales, y del lado de nosotros y de la izquierda reivindicaciones de movilización política. Porque esta pandemia ha puesto de manifiesto la destrucción de los sistemas de salud, inclusive el freno a la investigación científica. Puedo darles decenas de ejemplos de investigaciones que fueron frenadas o fueron archivadas de carácter virológico, debido a las contradicciones entre esta investigación y los resultados económicos que podía generar. La rapidez con que se ha llegado a las vacunas prueba la existencia de un stock de conocimientos muy alto y, de otro lado, el carácter emergencial de su aprobación, muestra el retraso del desarrollo de esos conocimientos. La ecuación costo/beneficio ha prevalecido sobre los intereses humanitarios.

Las corporaciones capitalistas que ahora aparecen con distinto tipo de vacunas no solamente han sido subsidiadas por el Estado. Por, ejemplo el gobierno de Trump ha subsidiado con 2 mil millones de dólares a Astra Zeneca y a Moderna; Pfizer, por su lado, rechazó la oferta de subsidio, para evitar el condicionamiento de la comercialización en el futuro, que abarcará varios años por delante. La mayor parte de las investigaciones abstractas, puras, en materia virológica, ha estado a cargo de instituciones del estado, también en EEUU, que han sido apropiadas por las corporaciones privadas, los laboratorios, los famosos Big Pharma - las grandes farmacéuticas.

Por último, tenemos el estado deplorable del sistema de salud, cuyo ejemplo más interesante es EEUU. En la primera potencia capitalista la privatización del sistema de salud ha alcanzado su forma más completa, sin embargo, los índices de contagio y letalidad son los más altos del mundo. Las unidades de terapia intensiva están desbordadas. Por ejemplo, California acaba de decretar tres semanas de cuarentena absoluta, porque el sistema de salud no puede atender el número impresionante de contagios

Luego tenemos el problema del hacinamiento. El ‘famoso’ distanciamiento social es imposible con una vivienda en la que seis o diez personas se encuentran confinadas en una pieza. Ha puesto de manifiesto una crisis habitacional brutal, incluso en el ‘primer mundo’. En realidad, ha puesto de manifiesto crisis integral del hábitat urbano basado en el desarrollo de la especulación inmobiliaria y la construcción de edificios en torre. Se ha sacrificado a la valorización del suelo urbano el transporte público, la infraestructura básica, el desahucio de los trabajadores afectados por alquileres imposibles, y la multiplicación de asentamientos precarios y villas de emergencia.

Lo mismo ocurre después con la educación. En plena era de nuevas tecnologías de comunicación, queda en evidencia que la mayor parte de los estudiantes universitarios, secundarios, etc., no tiene esos medios ni se encuentra capacitado en el manejo de ellos. Las instituciones públicas y privadas de enseñanza han vaciado de contenido social la educación vía tecnología y pretenden una sustitución sistemática del aprendizaje presencial. El discurso pedagógico no puede ser instrumental, debe desarrollar un amplio contenido dialéctico, de lo contrario promueve el saber precario y el diletantismo. El uso capitalista de la tecnología de la comunicación no eleva la calidad de la educación, sino que la rebaja y la fragmenta – lo que constituye una contradicción en términos. El nivel de deserción de estudiantes que han sido integrados a la educación virtual es absolutamente fenomenal en todo el mundo.

La aplicación de la vacuna podría no poner fin de inmediato a la pandemia. Es lo que se desprende del tiempo reducido que ofrece de inmunización, lo mismo vale para el desconocimiento de los llamados efectos colaterales. Al mismo tiempo, la vacunación en ciernes ha desatado una feroz guerra entre farmacéuticas y entre estados, incluso entre las empresas de producción masiva y las encargadas de la logística. Aparecen evidencias de sabotajes. Las vacunas de procedencia china y rusa son objeto de ataques mediáticos en gran escala. En este marco, se ha impuesto en el mundo la política de “inmunidad de rebaño”, bajo la presión de los intereses capitalistas. Los aislamientos obligatorios han quedado relegados a la última instancia y a la vigencia parcial o localizada.

Pandemia, regímenes políticos, rebeliones

La reacción del Estado a la crisis social humanitaria generada por la pandemia, ha planteado cuestiones políticas de largo alcance. En todos los países los gobiernos han adoptado medidas de excepción, y en varios casos de parte de entidades federales, como ocurrió por parte de varios estados de Brasil y Estados Unidos, o de comunas, en Chile, contra la orientación ‘libertaria’ de Trump, Bolsonaro y Piñeira. Estamos ante un capítulo abierto. Los regímenes políticos en presencia han abordado la crisis, salvo excepciones, con los métodos políticos que les asigna la Constitución, que en muchos casos admite medidas de excepción, como sería el caso de los Dnu, en Argentina. Los gobiernos de derecha fueron los más adversos al recurso del estado de excepción, para acentuar su posición contraria a la reglamentación de la actividad económica. En las condiciones sociales y políticas de la pandemia, las rebeliones populares y las luchas reivindicativas no se han detenido; tampoco las movilizaciones detonadas por la crisis del régimen político. Pero es indudable que el aparato del Estado ha ganado, debido a la pandemia, mayor capacidad de coacción política potencial.

Nuestra crítica a los escritores y politólogos de la “Sopa de Wuhan”, que se oponían a cuarentenas, confinamientos o aislamientos, y denunciaban la deriva totalitaria que ellas suponían, no desconocía esta tendencia del estado capitalista en decadencia. Señalaba, en oposición a ese planteo, que las masas disputan la orientación del estado ante una catástrofe social, como siempre lo han hecho con sus reivindicaciones sociales inmediatas. La cuestión no es la intervención o no del Estado, algo inevitable, sino imponerle los reclamos de las masas ante la crisis humanitaria. Que esa intervención se convierta en ‘totalitaria’ depende de factores políticos de conjunto y factores históricos de conjunto, que no se reducen a tales o cuales instrumentos.

Nosotros sabemos que el estado capitalista ya no es el estado de la democracia clásica, inclusive en el periodo de democracia clásica hubo grandes gobiernos bonapartistas, que operaron con medidas estructurales de excepción. Es lo que puso en evidencia Marx. El estado de la decadencia capitalista es el estado de la decadencia de la democracia. Concretamente, tiene menos posibilidades de arbitrar por medio del parlamento, de modo que funciona al margen de él y del escrutinio público. Esta crisis pandémica ha desarrollado aún más el método de gobierno supra-parlamentario - la capacidad de control (electrónico o digital) del sistema de transporte, de la circulación de personas. Esto incluso motivó críticas anteriores a la propia pandemia, y hace tiempo que apunta a los grandes grupos tecnológicos, Facebook, Google, etc., etc.

Nuestra critica no se encierra en la política hacia la pandemia, es una crítica histórica abierta. Del otro lado, la pandemia y la incapacidad del estado en el manejo de la pandemia, ha despertado una conciencia brutal en las masas de que las condiciones de vida bajo el capitalismo son insoportables, son insostenibles. El estado desarrolla sus aspectos reaccionarios bajo una presión de las masas como nunca ha existido en el pasado. Por ejemplo, acabo de leer hace dos, tres días, que en Nueva York donde la pandemia está siendo muy violenta en este momento, se han reabierto las escuelas, todas las escuelas públicas están abiertas, y los padres han llevado a los chicos, pero no hay maestros. Es decir que en Nueva York hay una gigantesca huelga docente contra todo un estado, en este caso de un gobierno demócrata, el gobierno del estado de Nueva York y el de la ciudad de Nueva York y del intendente de la ciudad de Nueva York, desarrollando una gran rebelión popular. Los docentes han declarado su propia cuarentena. El que diga que esto es absurdo tiene derecho a pensar como le parezca, pero los docentes han actuado en función de la preservación de la vida, de la misma manera que lo hacen los docentes de la Argentina, sobre las mismas bases.

Por eso es importante la crítica socialista. Sólo mediante una transformación socialista de la sociedad vamos a poder reconciliar la enseñanza con el estudio, la salud con los conocimientos científicos y el desarrollo científico de los sistemas de salud. No, como ocurre bajo el capitalismo, que los sistemas de salud se desenvuelven como consecuencia del crecimiento de la enfermedad. La condición de la salud bajo el capitalismo es la enfermedad. El ejemplo más conocido son los opioides, que han matado centenares de miles de personas en EE.UU., impulsados por los laboratorios, que son drogas para calmar la ansiedad, para calmar los conflictos, principalmente consumidos entre la clase trabajadora, y que ha motivado una cantidad de víctimas absolutamente descomunal. Entonces, la medicina capitalista se hace más sofisticada en la medida que el capitalismo enferma mucho más a la gente.

En el balance de este momento histórico, tenemos que rescatar la crítica socialista al estado pandémico que es el estado capitalista en decadencia. Es decir, de más enfermedad, porque lo que se discute en todo el mundo en este momento no son grandes gastos de salud y no son medidas radicales contra el violentamiento de la naturaleza. La política de “clima sano” consiste, como ustedes lo vieron con los chalecos amarillos en Francia, en gravar con impuestos a la industria extractiva para disminuir el consumo de sus productos y para que el estado reúna los recursos para financiar la llamada energía limpia. Se trata de una nueva confiscación de los trabajadores. En la cuestión climática, el capital se encuentra en un impasse absolutamente completo.

Al mismo tiempo, la pandemia puso de manifiesto como nunca antes una tendencia del desenvolvimiento capitalista de las últimas décadas, muy instructivo, que consiste en lo siguiente: en la medida en que la pandemia avanza la bolsa sube y si la pandemia retrocede, la bolsa baja. ¿A qué obedece? Obedece a que el estado responde a la pandemia con subsidios fabulosos a la clase capitalista y con una emisión de dinero fenomenal para el rescate a los bancos, los fondos financieros y la gran industria. El paquete en su conjunto se estima en 25 billones de dólares. Ese dinero ha ido a la recompra de acciones propias y, en general, al mercado accionario y al mercado de títulos privados. Ha ido también a operaciones especulativas en países periféricos donde la tasa de interés es considerablemente mayor a la de las metrópolis. George Soros ha propuesto que los estados se endeuden a cien años de plazo, lo que equivale a un sistema rentístico a perpetuidad. Soros prevé, asimismo, un ciclo de catástrofes sanitarias que pondría de rodillas al mercado internacional de deuda. La propuesta de Soros es la definición misma del parasitismo. Como advertía Lenin, se desarrollaría en mayor escala una clase de rentistas. Es lo que ocurre ya mismo con la refinanciación constante del capital de la deuda. Si consideramos que esta ola de endeudamiento comenzó en Argentina en 1970, ya ha cumplido medio centenar de años. El parasitismo capitalista agrava las condiciones de las masas, aumenta la presión por el ajuste, por la reducción de los salarios, por el incremento de la tasa de explotación, por ritmos de trabajo más intensos – todo esto para sostener el parasitismo capitalista. El capitalismo, naturalmente, continúa desarrollando, aquí o allá, las fuerzas productivas sociales, pero la tendencia histórica de fondo es parasitaria.

De manera que cuando en la izquierda se dice que el PO tiene una caracterización catastrofista, etc., simplemente se reconoce que ella se ajusta estrictamente a la realidad y a las tendencias fundamentales de la decadencia capitalista. Esta crisis pandémica ha llegado al núcleo mismo del conflicto histórico presente – el antagonismo entre el capital, de un lado, y la vida social misma, del otro. La cuarentena para las masas, de un lado, y la piedra libre al parasitismo capitalista, del otro. La reanudación de la actividad económica, como describe el capital sus propios intereses, por una parte, y el contagio y la muerte, por la otra. La pandemia ha acentuado las rivalidades nacionales e inter-imperialistas, al punto que Trump describe a la pandemia como una guerra bacteriológica desatada por China (...).

Entramos acá en el corazón de esta crisis mundial, que es la crisis de conjunto de Estados Unidos, la última forma histórica de desarrollo del imperialismo. La dominación mundial del imperialismo norteamericano ha ingresado en una crisis final, que se manifiesta en la ruptura sin vueltas del equilibrio de clases en Estados Unidos. Esta es la base objetiva de la emergencia del fascismo en la agenda norteamericana. Trump es la expresión política de que de aquí en más el imperialismo norteamericano no se puede sostener sin poner orden dentro de la propia metrópoli, y que sin este orden no es posible recurrir a la guerra en gran escala como recurso último de la hegemonía imperialista.

Por eso Trump ha planteado el retiro de Afganistán, de Siria, de diversos escenarios de guerra que en las condiciones políticas internas de EEUU sólo acentúan el desgaste internacional del imperialismo norteamericano. Biden plantea ahora la última tentativa para conservar esa hegemonía en un marco de colaboración de clases en Estados Unidos, que es definitivamente inviable, como lo es el intento de retornar a una política de apaciguamiento con Irán y en el asalto sionista a los territorios ocupados. La ruptura sin retorno del equilibrio histórico al interior de las metrópolis imperialistas se manifiesta asimismo en Gran Bretaña, y explica el Brexit, que era rechazado por la City de Londres; en Francia, el país más próximo a una situación pre-revolucionaria, e incluso Alemania, con el crecimiento del neo-nazismo.

En América Latina este proceso se da en una forma absolutamente extraordinaria, como lo muestra la implosión de las tentativas derechistas, tipo Macri, y la explosión de ellas, como ocurre en Chile, con gigantescas movilizaciones de masas; tenemos rebeliones populares en absolutamente todo el continente (Costa Rica, Guatemala, Perú).

Desde el punto de vista de una pelea política con el aparato del PO, acerca de las tendencias mundiales de las masas y en América Latina, el saldo es concluyente – hemos ganado “a lo Bayern Munich”. En la polémica interna advertimos que América Latina iba a una rebelión popular que abría potencialmente un gran campo de acción a la izquierda revolucionaria. Que el planteo haya ‘incomodado’ al aparato es toda una caracterización acerca de los usurpadores. La defensa de la silla parlamentaria, con el argumento de que las masas están ‘planchadas’, no es sólo una expresión extrema de conservatismo y de arribismo. Es una distorsión de la política electoral y parlamentaria de un partido revolucionario, que se vale de ella y se empeña fuertemente en ella como una palanca política que agudice la lucha de clases, no como un pseudo parlamentarismo que la sustituya.

En este sentido, el proceso revolucionario en Chile es instructivo. Por ejemplo, ayer los trabajadores en Chile fueron a retirar de sus cuentas en los fondos de pensión, una segunda cuota de dinero, para hacer frente a la situación de la pandemia. Se trata de algo que es incompatible con un sistema previsional privado, pero lo arrancaron bajo la presión de la crisis y de la movilización. La bolsa de Santiago cayó un 20%. La bolsa de Santiago le ha dicho a Piñera que el sistema político chileno no va más - con las masas movilizadas. Del otro lado, es muy importante lo de Venezuela, donde el chavismo o el aparato que ha quedado del chavismo se ha convertido en una mafia de matones a sueldo, que ha quebrado la economía, pretende rematar el petróleo y el arco minero venezolano, y en las elecciones últimas la abstención rondó entre el 68 y el 70%. Es decir, el pueblo venezolano dice “Fuera Maduro” – al mismo tiempo que a Guaidó no lo apoya nadie. No hay todavía en Venezuela, sin embargo, el desarrollo de una vanguardia revolucionaria. La catástrofe del chavismo es sentida como una bancarrota política por todas las corrientes que han abrevado en el chavismo en el pasado, o se han combinado con él: Lula, Evo Morales del MAS, Correa… y como consecuencia de esto las viudas del chavismo giran hacia la derecha, es decir, nada de “Exprópiese”, nada “ALCA-rajo”; sí, en cambio, llegar a un acuerdo con el FMI. Para el kirchnerismo menguante en Argentina es un golpe terrible. El hundimiento del nacionalismo de corta vida de la segunda década del siglo, ha creado un espacio de deliberación política en el activismo de los sectores populares, en especial en la clase obrera.

Este escenario internacional ha devuelto a la agenda histórica la cuestión de una guerra mundial. Porque cualquier conclusión del análisis que estoy desenvolviendo revela la imposibilidad de un acuerdo capitalista internacional. Los estados capitalistas sucumben, buscan acomodarse y encontrar nuevos recursos de supervivencia y solo lo pueden hacer unos a expensas del otro. El conflicto cada vez mayor entre EEUU y China es interesante porque de algún modo la restauración capitalista china fue financiada por EEUU. Más precisamente, el capital internacional financió el pasaje de los obreros de China a la condición de una fuerza de trabajo mercantil, que se operó por medio de la expropiación de los derechos sociales establecidos por la Revolución del 49. Incluso ahora mismo, en plena guerra comercial, financiera y tecnológica, Goldman Sachs, el gran banco de inversión norteamericano, acaba de completar su instalación en China. La cuestión del estado policial y la agenda fascista en Estados Unidos, es indesligable de la cuestión de la guerra. No será una repetición de la primera guerra, entre democracias y despotismo antiguos, de un lado, y semi-democracias imperiales, del otro; ni tampoco una guerra arropada en la defensa de la democracia; será, eventualmente, una guerra imperialista entre fascismos y autoritarismos de diverso grado, que amenazará la supervivencia de la humanidad.

Izquierda, “crisis del PO”, IV Internacional

Gran parte de la izquierda, o una parte importante de la izquierda, por ejemplo, el NPA de Francia, y varios grupos del Frente de Izquierda de Argentina, han sido opositores a la cuarentena, a la que calificaron como una tendencia al estado de excepción, régimen de estado de sitio o incluso estado totalitario, de esto y lo otro. En este momento, cuando la pandemia arrasa en Francia, el NPA está haciendo una campaña para que se reabran las escuelas y se reabran las actividades, siempre, claro, con los protocolos debidos. Los protocolos, sin embargo, son un engaño si no está asociados al control obrero. Pero no es esto lo que plantea esta izquierda democratizante, ni es válido contraponerlo al cese de las actividades no esenciales y gran parte del transporte, los ámbitos de los contagios masivos. La oposición democratizante a lo que suponen el establecimiento de estados de excepción, es un callejón sin salida. Acá se evidencia el derrumbe político de quienes quieren orientar a las masas en la crisis humanitaria del capital, sin una crítica socialista, o sea el gobierno obrero y la expropiación de los monopolios capitalistas. Esta es una cuestión histórica. Hace a la esencia del capital. Este aspecto fue advertido por los clásicos del marxismo en distintas ocasiones. Fue Marx el que dijo que las fuerzas productivas se transformarán en fuerzas destructivas. Tiene que ver con la dialéctica, o sea el estallido de las contradicciones de un régimen social que ha llegado al punto de su descomposición.

Otro aspecto vinculado íntimamente a este, que ha sido debatido en el curso de esta conferencia, es el problema, en estas condiciones, de cómo construimos la IV Internacional. Como parte del método de la refundación de la IV Internacional, está la cuestión del balance de la CRCI. Este tema del balance de la CRCI está adquiriendo niveles de confusión que rayan en la deformación histórica y en el ocultamiento y la mentira. Entonces quiero precisar una serie de cuestiones.

Nosotros hemos pertenecido a la CRCI, somos fundadores de la CRCI, siguiendo un método político. Ese método político del Partido Obrero, antes Política Obrera, lo sostuvimos en la década del ’70, no es de ahora. Fue cuando fundamos, junto a otras organizaciones - francesas, africanas, latinoamericanas, de distintos países - lo que se llamó el Comité de Organización por la Reconstrucción de la IV Internacional. Éramos vertientes diferentes, algunas de las cuales, por ejemplo, el lambertismo, venían de una crisis de su organización internacional anterior.

¿Cuál es el problema del método? El problema del método es plantear la IV Internacional, en términos de abrir el debate, abrir la discusión del programa, la perspectiva, en conexión con el desarrollo de la lucha de clases en cada momento. Es lo contrario a la auto-proclamación, que caracteriza al ciento por ciento de los grupos trotskistas, y que los convierte en sectas por esta cuestión de método. Es el método con que Lenin promovió el II Congreso del Partido Socialdemócrata de Rusia - la unificación de los revolucionarios socialistas – Congreso en el cual se dividieron entre bolcheviques y mencheviques.

Es interesante que reivindiquemos un método de unidad que finalizó en una división (…). Es que fue un acierto descomunal. Porque gracias al planteo de unidad y a la realización del Congreso tuvo lugar una escisión en una relativa claridad, no completa, incluso porque la claridad absoluta no existe, hay que ir averiguándola mediante la vida misma. Hubo “un paso adelante” - una delimitación política camuflada con anterioridad, y de otro lado la estructuración de fracciones públicas en la socialdemocracia rusa.

El mismo abordaje aplicamos en el año ’97, con un grupo de organizaciones, donde planteamos la “refundación de la IV Internacional”, que el PTS nos copia ahora, en forma oportunista, cuando propone unificaciones sin debate ni delimitaciones. En 1997 comenzaba lo que sería la gran crisis mundial: la crisis del sudeste asiático, que es el debut de todas las crisis mundiales hasta hoy, que se engendran unas a otras, y la tendencia a la disolución nacional de la Rusia restauracionista, que precisamente en ese año explotaba en el hundimiento de la Bolsa, la deuda pública y la quiebra de las compañías capitalistas recién establecidas.

En ese debate inicial, que fue preparatorio, se esbozaron todas las diferencias políticas que estamos discutiendo hoy. Es falso que hubiéramos ocultado nada. La diferenciación política con la corriente democratizante y movimientista, encarnada en la dirección del grupo italiano, fue planteada, no ya de entrada, sino en forma brutal. Entonces a la pregunta de por qué se produjo una crisis en el Partido Obrero, hay que remontarse a ese debate. Porque ese debate que llevó luego, en 2004, a la unificación con el EEK de Grecia, la corriente Proposta de Italia, organizaciones brasileñas, turcas, el PT de Uruguay, y otras, discutió cinco puntos, no para formar todavía ninguna organización sino sentar los principios para construirla. En el debate, dos puntos fundamentales salieron con fórceps: la defensa de la dictadura del proletariado y del método del programa de transición, y el segundo, la caracterización del Secretariado Unificado como democratizante y antirrevolucionario, es decir, que había sustituido la dictadura del proletariado por la democracia. Como resultado del debate (y de una conveniente dosis de oportunismo) los compañeros italianos terminaron firmando los cinco puntos.

Como se desprende de esta crónica, nuestra denuncia del aparato como democratizante, de todo el FIT y las polémicas con el DIP de Turquía, en la CRCI, forma parte de una lucha que ya ha cumplido veintitrés años. Nuestra Tendencia no se ha movido un ápice en su estrategia política y en sus principios. El desarrollo y la crisis de la CRCI tiene lugar en el contexto de una gran lucha política.

¿Cuál era la gran diferencia de este grupo italiano que luego se transformó en Partido Comunista de Lavoratori de Italia? No sólo estaban en contra de la dictadura del proletariado, sino que estaban en contra del mal llamado catastrofismo, o sea de la tendencia a la disolución del capitalismo, como organización social históricamente determinada. Le quitaban a la crisis mundial su base materialista, a lo que el oportunismo caracteriza de ‘objetivista’. Cuando el aparato hoy dice que la iniciativa histórica se encuentra en manos de la burguesía, se está identificando con la posición del PCI. Se está identificando con el PTS. No con la tradición histórica y el método nuestro. Construye una ideología de aparato, que responde al arribismo parlamentario. Cualquier balance de la CRCI tiene que arrancar de la historia política de estas diferencias estratégicas.

Cuando este debate dejó de progresar y entró en un impasse y en un estancamiento, nosotros, el Partido Obrero, tomamos la iniciativa de redactar un programa, para llevar esta delimitación política hasta sus últimas consecuencias. Se abrió un debate programático, o sea acerca de una concepción integral de nuestra concepción del momento histórico. Hicimos un congreso internacional en el Teatro San Martín al que vinieron numerosas corrientes.

Para que no se pierdan en un relato, ¿qué es lo que estoy planteando? La tesis del EEK y el DIP, según la cual la crisis del Partido Obrero hace explotar la CRCI, es falsa. El aparato del PO ha hecho suyas todas las tesis del PCL, y agregado otras peores. La cuestión del ‘personalismo’ la levantó públicamente y por escrito el PCL, para disfrazar su política democratizante y sus negociaciones con el SU y con el PTS; es lo que hace ahora el aparato, que en el pasado denunció ese subterfugio. La CRCI recogió, con sus características, las discusiones entre socialistas y democratizantes – que ahora se manifiesta en el rechazo del DIP a la reconstrucción y/o refundación de la IV Internacional, que solamente ha sido combatida por el PO y la Tendencia.

La crisis de la CRCI no es un resultado de la crisis del PO, sino ésta el resultado de la crisis internacional de aquélla. Es lo que quedó de manifiesto, en julio de 2019, en Atenas, cuando la CRCI rechazó, en una reunión de emergencia, el derecho de Tendencia como principio de organización revolucionaria. Quedó de manifiesto el lazo entre la defensa del centralismo de aparato, por un lado, y el rechazo a la reconstrucción de la Cuarta, por el otro, porque fue precisamente la Cuarta la que hizo un principio de su política la democracia soviética en la URSS y la democracia partidaria en la Internacional.

La crisis de dirección del proletariado es insuperable sin el derecho de tendencia en la Internacional. La reunificación de la IV Internacional sobre bases principistas es inviable sin asegurar el derecho de tendencia. Todo el método de construcción de la CRCI, de lucha unificada y delimitación de posiciones políticas, se viene abajo sin el derecho de tendencia. En oposición al derecho de tendencia solamente existe el compromiso centrista u oportunista y los arreglos por arriba, que es lo que ocurre en las relaciones con las organizaciones ex stalinistas en el este europeo y Rusia. En estos términos internacionales se completa la caracterización de la crisis del PO y de la CRCI – aparatismo y componenda, por un lado, unidad en la lucha y delimitación política, por el otro. Como consecuencia de toda esta lucha política podríamos decir que las crisis del PO y de la CRCI son “un paso adelante, dos atrás” – donde el paso adelante es la clarificación de los obstáculos al desarrollo de la vanguardia obrera que ha aportado el PO (Tendencia).

El PO Tendencia no pretende enfrentar la crisis del PO, como ha intentado el DIP, por medio un acuerdo centrista con nadie; sino todo lo contrario, vamos a desenvolver en forma consecuente todos los problemas que ha dejado planteados esta crisis. El balance diseña un fenómeno contradictorio. Ninguna corriente trotskista en el mundo, ni tampoco alguna corriente no trotskista, desarrolló con la amplitud que lo hicimos nosotros, con la insistencia que lo hicimos nosotros y, hasta cierto punto, con la profundidad que lo hicimos nosotros, toda la perspectiva capitalista de este período histórico que luego quedó completamente confirmada en el Argentinazo, en la crisis mundial de 2007/2008 y en las crisis sucesivas. Lean al PTS de 2007: los del PO están locos, creen que se viene el mundo abajo, que va a haber una crisis mundial. Efectivamente, vino una crisis mundial. ¡Lean los textos de ellos!

Está ausente en la izquierda mundial el análisis de la organización mundial capitalista como un proceso histórico contradictorio que tiende a su explosión. Predominan en ella las categorías burguesas. Ahora nos enteramos que la crisis en Argentina, según coinciden el aparato y el PTS, es local, que obedece a que tenemos una economía bimonetaria y a que exportamos alimentos. Eso no lo sacaron de Marx, eso se lo escucharon decir a Cristina, a la que repiten como loros. Desarrollamos nuestra caracterización y pronósticos acerca de la crisis mundial por medio de una polémica sistemática. Es claro que quien niega la explosión de las contradicciones capitalistas, niega las contradicciones mismas. Enfrente del catastrofismo sólo hay el entendimiento entre capitalistas como tendencia. Las contradicciones no son un tiovivo que circula alrededor del mismo eje en el tiempo. Es un proceso en desarrollo que explota y produce un salto de calidad. Los principios básicos de la dialéctica materialista son desconocidos por nuestros adversarios detrás de todo esto.

La construcción política revolucionaria es una construcción histórica. Los militantes revolucionarios no se reclutan como se cosechan votos. No es una aglomeración de personas, ni ajena a los objetivos que se propone de derrocar el capitalismo. Es una construcción que se desenvuelve en un marco de comprensión general ligada a una actividad política práctica con respecto a esa orientación. Por eso hemos señalado repetidas vecen que el encuentro internacionalista de Zimmerwald, al que, según Trotsky, asistieron incluso partidarios de la guerra, y al cual Lenin asistió para transformar la guerra imperialista en guerra civil; debería ser juzgado, no ya como un fracaso sino hasta como un desacierto, si evaluamos sus resultados inmediatos. Pero fueron los pasos preliminares hacia la Internacional Comunista. Los bolcheviques, una minoría en la reunión, la aprovecharon para marcar un rumbo; la construcción a-histórica, movimientista no apunta a ningún lado, aunque obtenga éxitos inmediatos y al tiempo efímeros.

Ahora, el que recoge el guante de toda esta orientación ‘práctica’ es el DIP de Turquía. En una conferencia del Centro Rakovsky, en 2018, nosotros nos encontramos con que la presidencia de la mesa, encabezada por Sungur, dirigente del DIP, rechazó que se discutiera una ponencia que habíamos hecho sobre América Latina. El motivo era que nosotros, como trotskistas que somos, nos delimitábamos severamente del chavismo. Y la conferencia Rakovsky estaba compuesta de varios sectores chavistas. La oposición al derecho de tendencia y a la delimitación política como método de construcción revolucionaria sirve a esta clase de compromisos espúreos, o sea sin principios. El DIP se aunó con el aparato para proceder a la liquidación de la CRCI, con la exigencia de que nos sometiéramos a la censura política, que es como entiende el centralismo democrático. En febrero de 2019, pudimos demostrar la superioridad de nuestro método cuando en una reunión en Estambul, logramos sacar una defensa de Venezuela, delimitándonos del chavismo, luego de una honesta y ardua discusión política con las compañeras de Bulgaria y de Rusia, que apoyan a Maduro. “La semana que viene viajo a Caracas”, nos espetó la compañera de Rusia. O sea que antes de las expulsiones sumarias en el PO, que convirtieron las diferencias políticas y la crisis interna en una liquidación del partido por parte del aparato, ¡hubo un desarrollo democratizante y chavista dentro de la CRCI que solo nosotros pusimos de manifiesto! El chavismo vergonzante era encubierto con el argumento que pregonaba relaciones didácticas con los grupos pro-chavistas, poniendo a la maniobra política por encima de la clarificación de posiciones. Hay que tener cuidado cuando se caratula “la crisis del PO”, porque esa expresión general disimula la responsabilidad política del aparato en la liquidación de la organización, y enseguida después de su historia y sus principios.

Que no se trataba de ductilidad con grupos ajenos a la Cuarta se demostró en la reunión mencionada en Estambul, en la que el DIP se abstuvo de intervenir en el debate sobre el chavismo y procuró obstaculizarlo. Es con este propósito que el DIP propone abandonar la reivindicación de “refundar la IV Internacional” y, adicionalmente, de “reconstruir la Tercera”, un slogan más potable al centrismo que se aleja de su historia stalinista. La CRCI ha escondido estas divergencias ante la militancia, no así el PO, que fue debidamente informado, y cuyas posiciones fueron sostenidas por Jorge en las comisiones internacionales de los últimos congresos. El DIP, principalmente, y el EEK dejaron pasar la gran oportunidad pronunciarse a favor del derecho de Tendencia, como lo hicieron todas las organizaciones afiliadas o ligadas a la CRCI, y de ese modo defender su continuidad, en última instancia dejando afuera al aparato del PO. Esto no ocurrió porque estaba instalada en la CRCI una corriente partidaria de su liquidación y de la IV Internacional.

Es decir, cuando estalla la crisis del PO, la CRCI está en plena crisis, precedida por documentos del DIP de Turquía en favor de abandonar la reconstrucción de la IV Internacional por la reconstrucción de la III Internacional, como ya se ha explicado. El DIP reivindica los métodos organizativos que llevaron a la degeneración de la III Internacional (zinovievismo). Una cosa es la centralización democrática en las condiciones de clandestinidad extrema o de guerra civil, otra negar la democracia partidaria, hacia adentro y hacia afuera, en períodos de tipo democrático de varias décadas. En lo personal pude advertir que las normas estatutarias del DIP, que la CRCI ignora, tienen más las características de despotismo oriental, no del marxismo o bolchevismo.

De manera, que cuando se llevó la cuestión de la crisis del PO, nuestro reclamo del derecho de tendencia, a Atenas, a un debate en el que participó el aparato, participó el DIP y participó el EEK, el DIP en particular hizo bloque con el aparato, paralelo a la reunión, para quebrar el reclamo del Partido Obrero de su derecho de tendencia. Quiere decir que culmina con la crisis histórica del PO, una larga crisis de la CRCI. No al revés. No es que hubo una crisis del PO que nadie conocía, como alegan los compañeros Sungur y Savas, y que súbitamente irrumpió en un marco revolucionario fantástico y decepcionó a todo el mundo. Todos los compañeros que pertenecen a la Tendencia saben que en la mayor parte de los Congresos del Partido Obrero estuvieron presentes, especialmente en los últimos congresos, compañeros de las organizaciones europeas y asiáticas, que pudieron ver las polémicas entre Ramal y Pitrola, sea en la Comisión Política y en los plenarios, el choque de posiciones, la aspereza de los debates y el trabajo ‘de pasillo’ del aparato para impedir que sus críticos fueran votados. Esta es la crisis de la CRCI.

Acá hay un fenómeno político que tiene que quedar claro. ¿Qué es lo que lleva a la crisis del PO? Lo que lleva a la crisis del PO es el ascenso de la izquierda. Como la victoria de la revolución de febrero llevó a la crisis del bolchevismo. Un explosivo proceso de contradicciones. Con “el ascenso de la izquierda” – (“El ascenso de la izquierda en el marco de la decadencia capitalista”) – se abrió un horizonte revolucionario para la izquierda, pero también un campo de cooptación por parte del estado. Porque conquistar diputados, conquistar concejales, derrotar al peronismo en Salta, convierte a un partido en un factor político y al convertirlo en un factor político, de un lado profundiza su perspectiva revolucionaria, y también, del otro, el interés de cooptación política por parte de la burguesía y el estado. La ‘famosa’ frase de Rafael Santos: “Haremos la revolución el día que tengamos veinte diputados”, tipifica a la cooptación. Es decir, el camino parlamentario hacia una distante revolución proletaria. En el partido bolchevique, la revolución de febrero sorprendió a todo el mundo con Lenin de un lado y la dirección del partido del otro. La dirección del partido diciendo “no, ahora tenemos la revolución democrática, tenemos que profundizarla, tenemos que avanzar, etc.” y Lenin que dijo “no, la revolución democrática se terminó”. Había una corriente democratizante, de un lado, y la corriente de Lenin, del otro, y Lenin dijo “si no es mi posición, rompo el partido”. Lo dijo claramente porque se jugaba la revolución.

El desarrollo de un partido revolucionario no es lineal. Si el partido progresa políticamente empieza a enfrentar desafíos que ponen de manifiesto su verdadera capacidad revolucionaria. Es decir, lo confrontan con su capacidad revolucionaria. La crisis de nuestro partido puso de manifiesto la posibilidad de una revolución proletaria en Argentina, mientras los jefes del aparato de la organización lo vieron como el trampolín para el carrerismo parlamentario. Esto tuvo lugar bajo la presión adicional del PTS y otros, y la derrota de nuestro partido en la interna de 2015. Esa interna fue, en su contenido, una confrontación entre las perspectivas democratizantes, acompañadas de definiciones identitarias y no clasistas – como el género, el feminismo, el indigenismo – la incapacidad y la oposición a integrar las estructuras históricas asimiladas por el capitalismo y su peso relativo en cada país, a una concepción monista, unitaria e integradora del conflicto histórico de clase entre el capital (mundial) y el trabajo (internacional). Debido a que enfrentamos este arribismo democratizante mantenemos una continuidad histórica y desarrollamos una organización política – el PO Tendencia.

El desarrollo político de la vanguardia proletaria no puede tener lugar sino a través de crisis sucesivas, y esas crisis sucesivas no demuestran el fracaso de ningún proyecto histórico, porque son de naturaleza y rango distinto y porque el proceso histórico sólo avanza mediante contradicciones. La vida misma plantea desafíos cada vez más profundos y obligan a redefiniciones más adecuadas, más concretas. Si no lo entendemos de esta manera, la militancia es un proceso mecánico y no una experiencia política de confrontaciones y conclusiones comunes. Por eso es muy importante saber discutir. No discutir desde el ego sino desde el esfuerzo de comprensión que cada uno hace de la realidad. Cuando una posición a uno no le gusta, antes de rechazarla tiene que ver en qué medida ha reflexionado bastante acerca de ella. Entonces ir al debate político, claro. Porque ese momento, es un momento de descubrimiento. De nuevos desarrollos. El partido bolchevique va a atravesar quince años de crisis tremendas, nacionales e internacionales hasta la final consolidación del stalinismo.

El hecho de que nosotros seamos una corriente minoritaria por largo tiempo, tampoco es una anomalía histórica. Históricamente las corrientes revolucionarias han sido extremadamente minoritarias. Lenin, en el período de la Primera Guerra Mundial, sacaba una revista en el extranjero que se llamaba “Contra la Corriente”, quiere decir que el oleaje iba en una dirección y él iba en la dirección contraria. Al final, se mantuvo firme frente al oleaje y pudo desarrollar una perspectiva cuando se dio vuelta el oleaje. Pero la construyó cuando el oleaje iba en una dirección contraria circunstancial. Empezar una construcción cuando el oleaje es a favor puede ser tarde para prevalecer. Cuando viene el huracán no es el momento de ponerse a construir la vivienda. En una zona de huracanes uno empieza a construir la vivienda en un período de calma, con cimientos y protecciones propios de una zona de huracanes. La crisis del PO pone en la agenda siempre la construcción del partido y de la propia revolución, en eso consiste también la divergencia con el FIT y con el aparato del PO. Cuando la atención de los trabajadores hacia la izquierda es mayor que en las últimas décadas, aparece una confrontación entre parlamentarismo y arribismo, por un parte, y construcción revolucionaria - entre partido electoral y partido revolucionario, entre partido de 20 diputados y partido de 8 mil obreros militantes.

En la crisis del PO ha surgido el posibilismo: hay que hacer lo que es posible. Ahora ha surgido esto del negociado inmobiliario de Tinelli. Los legisladores porteños del FIT hicieron la vista gorda para complacer a la hinchada de San Lorenzo. Uno no puede quedar mal con la hinchada de San Lorenzo, ¿no es cierto? ¿O la hinchada de San Lorenzo no es el pueblo que vota? Estamos ante una corrupción política extrema, como los quórums para Capitanich o el voto pro-sionista para el electorado de esa filiación. El voto que no recibirán de los hinchas de San Lorenzo justifica el apoyo a un negocio capitalista urbano.

El morenismo ha experimentado también una crisis en los mejores momentos de su desarrollo. Por ejemplo, cuando se abrió un período de ascenso muy grande en la Argentina con el Cordobazo, el morenismo se partió entre el PRT y Moreno, entre el foquismo y el parlamentarismo. Cuando, mucho después, se precipitó la gran crisis de 1989, con una hiperinflación que rajó las paredes, con la detención de toda la dirección del Partido Obrero, algunos en los locales, otros en la propia Casa Rosada, el MAS se rompió, cuando era una corriente importante, que había progresado en el marco de la unidad de izquierda con el Partido Comunista. Algunas corrientes escindidas eran más combativas, otras más parlamentaristas y electoreras. No estaban preparados, sin embargo, para abordar la crisis como lo hicimos nosotros en el Partido Obrero; se dividió en decenas de fracciones y en la más completa confusión. Nosotros, en cambio, somos el Partido Obrero. La historia del Partido Obrero está representada por nosotros - sus planteos, el programa. No se trata sólo de una definición. El aparato se va a desdecir y deshacer y romper con toda la tradición del Partido Obrero y ¡se va a fundir! Porque no es el Partido Obrero. Y nosotros nos vamos a desarrollar porque somos el Partido Obrero. Sobre las bases de las posiciones del Partido Obrero. De la historia del Partido Obrero y de la defensa del programa histórico de nuestro partido. Esto es lo que está en juego en la situación actual. Esto es lo que está en juego en esta crisis. Este es el balance que hay que hacer.

Naturalmente, como ustedes son los delegados, debo decirles que no todo el proceso de la crisis lo manejamos bien. Pero no hay nadie que pueda manejar muy bien un proceso de crisis. Por ejemplo, hemos sido prudentes en la lucha política, frente a la agresividad del aparato y sus provocaciones, para evitar la división, crisis prematuras o una insuficiente comprensión de parte de los militantes. Nunca hemos tomado la iniciativa de una ruptura; la división la produjo el aparato cuando reclamamos el derecho a Tendencia. Llegamos a esto cuando el aparato pasó de la censura de Jorge a prohibir su participación en actividades e imponer el régimen del silencio. En una discusión con Cristina Foffani, que había encabezado una tendencia en Salta contra la dirección oficial de Del Pla y López, denuncié su apoyo al veto para que hablara sobre el cordobazo en Salta y la interpelé: “¿pero vos me querés silenciar?” y me dijo, “mirá Jorge, si el centralismo democrático es que vos te calles la boca, te tenés que callar la boca”. Naturalmente, repudié su versión del centralismo democrático y di la conferencia. Cuando los militantes se amucharon para una foto final, Del Plá, López y Foffani se excusaron de aparecer en ella. Todavía militábamos en la misma organización.

¿Qué tenemos hoy? Hoy tenemos un FIT que ha abandonado completamente todo ángulo revolucionario. Por ejemplo, el documento para la conferencia del PTS plantea una Asamblea Constituyente para derogar la Constitución del ’53 y, al mismo tiempo, derogar las modificaciones que a la Constitución del ’53 le hizo el pacto de Olivos. Es decir, ellos quieren otra Constitución dentro del marco capitalista, pero ni siquiera mencionan la autorización constitucional al estado de sitio y a las intervenciones federales. Un planteo de poder constitucional – dentro de la ley todo, fuera de la ley nada. Es la teoría de la revolución democrática de Moreno. Lo mismo están planteando en Chile. Lean la crítica que hice a un texto de preparación de la Conferencia del PTS. Todo este dislate constitucionalista del PTS no fue advertido ni denunciado por el aparato. Porque el aparato no puede sacar ninguna conclusión consecuente sobre el FIT, porque el aparato está atado al FIT umbilicalmente por oportunismo electoral.

La situación política

El otro debate es la situación política, cuando el jueves se cumple un año de este gobierno. La precariedad del gobierno de los Fernández es manifiesta – abundan los choques al interior, el poder judicial saca resoluciones que condenan a los miembros del propio gobierno o del aparato del gobierno, la lucha contra la guerra judicial del macrismo y de Magnetto y Clarín está fracasando, la economía se viene abajo, y han llegado con los acreedores internacionales y ahora con el FMI a acuerdos muy onerosos, muy costosos. Durante todo 2019 estuvieron pagando la deuda mientras la negociaban. Por lo tanto, negociaron una postergación de los plazos de pago mientras adelantaban los pagos. Entonces, Argentina enfrenta una crisis financiera terminal. Los exportadores dejan las divisas afuera, porque no van a arriesgar sus propias ganancias para financiar la economía argentina. Además, porque la economía argentina no ofrece ninguna oportunidad de mercado, salvo en agroexportación o minería, ni de financiación – al revés, malvende los títulos públicos en poder de Anses y el Banco Central, y ha llevado a dos billones y medio de pesos la deuda Leliq y pases, a tasas superiores al 42% anual. Vaca Muerta naufraga, no obstante lo cual el estado subsidia a las petroleras. Guzmán ha decidido proponer que el Congreso le prohíba al Estado endeudarse en el exterior, como si acaso pudiera, lo que delata la intención de proceder a un ajuste inviable en medio de la pandemia y la crisis capitalista internacional, para salvar la posibilidad de un arreglo con el FMI. Argentina atraviesa un desequilibrio gigantesco: se da la paradoja de que el superávit comercial acentúa el déficit exterior de divisas y la salida de capitales. La acumulación de deuda pública local no financia sino los vencimientos de la propia deuda, y ejerce un potencial devaluatorio fenomenal. Las provincias se encuentran en default, por 15 mil millones de dólares, lo mismo ocurre con grandes compañías.

Pero lo principal, es que el conjunto de la crisis, la pandemia, la cuarentena ha provocado una crisis social absolutamente descomunal. Con niveles de pobreza descomunales, crisis de vivienda descomunales, crisis de salud descomunales, en medio de un sistema en que en los servicios básicos sigue conservando los contratos privatizados que firmó Menem y, por lo tanto, si no se dolarizan las tarifas, no se dolarizan las prepagas, no se dolariza todo esto, no va a haber ninguna inversión. El oficialismo se encuentra en un impasse extraordinario y en este impasse extraordinario, está dividido en torno ¿a qué? Al destino judicial de la camarilla kirchnerista y a cómo sobrevivirá a las elecciones del 2021. Ha levantado las restricciones de salud y forzado, mediante la supresión del IFE, a millones de trabajadores sin empleo a salir a buscar trabajo

El otro tema es el siguiente, ¿cuál es la alternativa a este gobierno? No hay ninguna alternativa. Una característica de los gobiernos débiles, “pato cojo”, como el de Fernández, es que debido a la situación no hay corrientes alternativas, porque la corriente alternativa al kirchnerismo o al FdT, es el macrismo que reventó a Argentina en los cuatro años pasados en que gobernó. No ha elaborado otro programa que el que aplicó en sus cuatro años de des-gobierno. Cualquier visión de un retorno del macrismo provocaría una conmoción social, si ella no estalla como consecuencia del impasse actual. Las elecciones de medio término de este año no van a dirimir alternativas, o sea que pueden generar un vacío político por falta de programas.

La supervivencia del gobierno depende de que no se produzca una explosión social. La percepción política de los trabajadores fue afectada por la irrupción de la pandemia y la cuarentena, pero en el momento actual el crecimiento de las luchas es visible por todos lados. Los márgenes de acción del gobierno se encuentran condicionados, de un lado por la crisis económica y epidemiológica, y del otro por la actividad de las masas atacadas por la inflación, los despidos y los ajustes. ¿Qué es lo que está ocurriendo ahora? Yo creo que el fenómeno que tenemos que ver es que han comenzado las huelgas. Es muy importante. Porque empiezan las huelgas por todos los problemas, paritarios, de cualquier tipo. En la industria aceitera que es de exportación ha habido un paro de 24hs, no hubo acuerdo, y es posible una huelga indefinida. La salud, en las condiciones de la pandemia, está planteando diversas huelgas. El otro día se paró Loma Negra en Olavarría. Luego están las luchas de los docentes. Es decir, se va configurando una situación de acentuación de la lucha de clases. Este es el elemento clave que se abre después de nuestra conferencia. Una acentuación de la lucha de clases todavía en medio de la pandemia, de la crisis de la vacuna. El gobierno fracasó, si alguna vez tuvo la intención de establecer un estado de sitio, también fracasó, y en este momento ya no pretende controlar absolutamente nada, ni las aglomeraciones.

Ahora, debo hacer una reflexión sobre un aspecto que he tocado en este texto acerca de la Conferencia del PTS: la perspectiva de que la Argentina marcha hacia una situación revolucionaria. La que importa en este contexto es cómo la vanguardia obrera construye la situación revolucionaria, en el marco de una creciente insatisfacción popular, y de agotamiento de las expectativas políticas oficiales. Ese estallido popular no existe ahora. Ahora mismo no hay aún una situación revolucionaria ni hay una situación pre-revolucionaria, pero hay una perspectiva de una situación revolucionaria, ¿cómo la construimos? Esta es la gran divergencia con la izquierda, que siempre nos ha dicho que somos objetivistas, que sostenemos que las situaciones revolucionarias y hasta las revoluciones son un sub-producto de la economía. Por el contrario, nosotros señalamos las perspectivas catastróficas del capitalismo para construir una situación revolucionaria; que las masas desarrollen la conciencia de la catástrofe capitalista que se desarrolla, y sólo hasta cierto punto, de un modo inconsciente. Es necesario que la conciencia y la organización de las masas (expresión de esa conciencia) se conviertan en un factor objetivo propio en la creación de una situación revolucionaria.

Porque pregunto lo siguiente, aunque en esto Trotsky ya ha ofrecido respuestas contundentes: ¿cuándo estalla la revolución de febrero las masas descubren una situación revolucionaria y la aprovechan, o ellas la crean? Bueno, esencialmente la crean. Las mujeres van a la huelga a pesar de la orientación contraria de todos los partidos, y cuando van a la huelga se dirigen a las fábricas metalúrgicas de los hombres para que salgan a la huelga y a las calles. Esas mujeres y esos hombres salen, siguiendo una tendencia propia que desarrollaron en años. Durante dos décadas fueron formados, por medio de las luchas y las experiencias políticas. Obraron conforme a conclusiones revolucionarias acumuladas, de lo contrario hubieran salido de otro modo, incluso de otro modo revolucionario. Por eso hoy no se trata de discutir en abstracto si la situación es revolucionaria o no, sino hacia dónde se orienta el trabajo estratégico ¿Para la construcción de la situación revolucionaria o para que Tinelli y Lammens desarrollen en Boedo un polo gastronómico e inmobiliario y una valorización de los terrenos? ¿Para seducir a electores incautos con el voto sionista o recibir una mesada de Capitanich? El asunto del sujeto revolucionario, que se convierte en un factor histórico objetivo, como consecuencia de un trabajo socialista, y de un trabajo de penetración en la clase y de la formación de una vanguardia, es determinante.

Por pocos que seamos, que tampoco somos tan pocos, finalmente estamos en casi todo el país, por pocos que seamos nosotros, toda la situación empuja en la dirección de nuestro trabajo político. La fuerza de un partido revolucionario no consiste en su número y consistencia, consiste en la capacidad que tiene de tocar las palancas que en una situación determinada mueve a las grandes masas detrás de sus objetivos. Los partidos minoritarios se convirtieron en fuerzas multitudinarias en vísperas de la revolución, siempre que hayan sabido convertirse en la conciencia organizada de ella ¿Dónde está la palanca que baja la luz o la prende, y cómo se maneja? Esa es la clave. No podemos caer en una rutina en nuestro frente de trabajo. Tenemos que ir cambiando los ángulos, escuchando las preocupaciones, asimilar la motivación del pueblo en los lugares de trabajo, los barrios, las huelgas. La lucha política nuestra con la izquierda ocupa un lugar fundamental en esta objetivización histórico-concreta del sujeto revolucionario.

Es necesario pinchar el globo de que el gobierno de Fernández es un gobierno popular que tiene como enemigo a la derecha. Ese globo es el pretexto para el apoyo crítico, abierto o vergonzante, a los gobiernos ‘nac & pop’ o al chavismo. Fernández, para que se entienda mejor, es una suerte de Kerensky. El aparato, por supuesto, no distingue entre un Kerensky y un Kornilov, como cuando se declaró ‘independiente’ en el golpe del ejército y el fascismo boliviano contra Morales, para luego llamar a votar furiosamente a Luis Arce y hacer olvidar su pecado de un año antes. Esencialmente, es necesario atacar el cordón umbilical que une a la izquierda con el llamado ‘progresismo’; o sea presentar nuestro programa en función de una caracterización del momento histórico, en el cual la burguesía nacional y el nacionalismo pequeño burgués no desempeña ningún papel histórico progresista. Nosotros señalamos a las masas la posibilidad que tienen, si se capacitan y organizan, de superar a este gobierno y a la dominación capitalista. Pinchar el globo pinchado de los Fernández no significa decir que Macri y Fernández sean lo mismo, algo imposible incluso por el lugar diferente que ocupan en la estructura del momento de la política y economía burguesa y capitalista. No discutir las condiciones de un planteamiento de poder bajo un gobierno entre comillas “nacional y popular” es seguidismo al capital y liquidacionismo de la izquierda.

El Frente de Izquierda tiene una aproximación oportunista a esta situación. Por ejemplo, en un texto, Ramal aborda el planteo de Pistonesi según el cual las masas tienen que superar a través de la experiencia a este gobierno, pero se refiere a superarlo no mediante la experiencia de la lucha sino de la denuncia electoral, o sea, electoralmente. Dicen, por ejemplo, algo como lo siguiente: “denunciamos al FMI para que las masas comprendan que con el FMI no se puede ir a ningún lado, Alberto Fernández quiere ir con el FMI, Alberto Fernández no va para ningún lado, vótennos a nosotros”. Lo mismo plantea el texto para la Conferencia del PTS. Es un planteamiento electorero. Además, es un planteamiento burdo porque al FMI se lo viene atacando desde enero de 1959, cuando se firmó el primer acuerdo con el FMI. Así que del ’59 a ahora han pasado perfectamente 60 años. Todavía nadie hizo la revolución proletaria denunciando acuerdos con el FMI – es necesario un programa de movilización de las masas por sus reivindicaciones y las reivindicaciones nacionales, para que arriben a conclusiones por medio de esa experiencia, no de un ‘spot’ en televisión. Las masas necesitan superar no sólo al gobierno de los Fernández sino, más importante, al gobierno internacional el FMI, a la omnipotencia del capital mundial, algo que sólo se obtiene de luchas de alcance histórico independiente.

El Frente de Izquierda, especialmente el aparato usurpador, se defiende a sí mismo diciendo que representa la independencia política de la clase obrera. Mentiras, la independencia política de la clase obrera no tiene nada que ver ni con la cancha de San Lorenzo, ni con la reforma previsional del sistema de justicia, ni con el voto de la ley sionista, ni con la venta de terrenos de Capitanich… y no tiene nada que ver con el discurso y la política de parálisis en el movimiento obrero que lleva adelante el FIT.

En el aparato el argumento es el siguiente: el FIT no es revolucionario, pero sí obrero independiente. No. El Frente de Izquierda está colaborando con la burguesía y, por lo tanto, la mentada independencia obrera es una suerte de contraseña o coartada para apoyar un movimiento totalmente democratizante, que no trabaja por la revolución proletaria sino, potencialmente, en contra de ella.

Esto nos presenta el problema de la conducta frente al FIT, y naturalmente la conducta frente al FIT tiene que ser muy concreta. Nosotros en su momento conformamos el FIT y dijimos que era un intento oportunista, porque era una especie de compromiso ambiguo entre distintas históricamente contradictorias o antagónicas. Lo dijimos en marzo de 2011, no ahora. Aun así, era un paso adelante poderoso, en tanto militemos en él con claridad, diciendo lo que es y diciendo lo que debería ser, pero no es. El FIT representó, en condiciones determinadas, un relativo progreso. Eso dijimos cuando lo formamos e incluso encabezábamos las fórmulas electorales.

Desde 2015 a esta parte el FIT ha evolucionado hacia el democratismo electoral, incluso grosero. El programa para las elecciones de 2019 borra todo lo escrito en el de 2003, y aparecen reivindicaciones burguesas y pequeño burguesas burdas, que en el pasado levantaba el partido comunista. Con estas características, sigue ocupando un lugar importante en la izquierda, aunque fuertemente menguante, por sobre todo sufre la desafección de activistas que habían depositado expectativas en el FIT. Las luchas faccionales han alcanzado niveles de provocación recíproca y divisionismo. El aparato ha reforzado este retroceso con el aporte de sus prejuicios democratizantes y arribistas, y por sobre todo con la expulsión sumaria de mil doscientos militantes.

En estas condiciones se nos plantea, fundamentalmente, un trabajo de delimitación teórica y política, y una confrontación de posiciones en la lucha cotidiana. Por ejemplo, una buena consigna para un emplazamiento es por qué el PSC no convoca él mismo un Congreso de Bases; es lo que habíamos propuesto en 2018 en el Comité nacional. Eso significa desarrollar una campaña en todos los sindicatos que dirige o a incluso allí donde es una oposición sustancial. En lugar de esto el PSC opera como una sigla. En lugar del congreso de bases prefiere los acuerdos de aparatos con las autoridades universitarias, para negociar prebendas. En el campo sindical hemos hecho severas denuncias, así como en el campo de la juventud porque han votado decanos, rectores, prorrogado la vigencia de autoridades sin el menor interés crítico. Entonces tenemos que hacer un trabajo de delimitación política y desarrollarnos como corriente en la lucha y en la organización.

Toda la carne al movimiento obrero

El desarrollo de esta lucha política de conjunto explica la importancia que otorgamos a la obtención de la legalidad; dar la pelea en todos los terrenos. Es una expresión de que repudiamos el cretinismo parlamentario y electoral, al mismo tiempo que el cretinismo anti-parlamentario y anti-electoral. Las rebeliones populares, en todo el mundo, se han manifestado en movilizaciones electorales sin precedentes, lo cual es una señal de que forman parte de una crisis política integral. Correctamente utilizado, los terrenos electorales y parlamentarios son una poderosa palanca de propaganda revolucionaria, e incluso de movilización política. Toda capitulación empieza siempre por el abandono de un campo de acción de confrontaciones políticas reales. Es necesaria una comprensión de cómo se explotan todos los espacios para que la clase obrera madure. Nada que ver con el arribismo electorero vía ‘spots’. Tenemos que desarrollar toda la capacidad de acción. La conquista de la legalidad sería un gran avance.

Entonces, nosotros nos oponemos al FIT, no desde un ángulo liquidacionista sino del ángulo de la construcción de un polo revolucionario que el FIT no es. No queremos tampoco reformar al FIT. Pero tenemos un terreno de lucha política en la militancia de izquierda y en el activismo obrero. Tenemos que seguir los realineamientos políticos que tendrán necesariamente lugar. Tenemos que ver los resultados de esa lucha política. Todo eso lo tenemos que verificar en la práctica.

Nosotros somos partidarios de la praxis, de la unión de la teoría y la práctica. Tenemos que verificar, no “éxitos” como dicen los energúmenos, sino los resultados de conjunto de nuestra acción: verificación de pronósticos y de tácticas, desarrollo del interés en la vanguardia, el reclutamiento. No reivindicamos el FIT, porque no podemos reivindicar el oportunismo y ahora el oportunismo desmedido, el oportunismo con votos a la burguesía, el oportunismo en el parlamento, el oportunismo en el campo sindical. El oportunismo de 2011 ha hecho metástasis. Otra cosa importante, no nos engolosinemos con la denuncia de la lucha faccional, es necesario señalar su contenido – contrario a una política revolucionaria. El carácter faccional del FIT está subordinado a su carácter democratizante. Mientras estén ocupando el mismo espacio democratizante se van a gritar los unos a los otros, y a coincidir políticamente.

El planteamiento de convertir al FIT en un partido electoral, incluso con organizaciones filo nacionalistas, por parte del PTS, que ya lo hizo en 2018, al estilo del NPA, tiene en parte la expectativa de ganar masividad con un ‘espacio plural’. Gente aislada, independiente, que no quiere estar en el PO, en PTS, IS o donde fuere, vendría en masa, y el PTS calcula que se llevaría la mayor parte de gente a ellos. Este planteo lo hizo en el año 1954, dentro de poco va a cumplir un siglo, Nahuel Moreno: tenemos que construir un “partido centrista legal”, que no llevó a nada sino a acelerar la incorporación de esa corriente al peronismo. La iniciativa del PTS es una salida falsa al impasse del FIT. Es decir, el PTS dice, el FIT está en un impasse, no nos vamos a poner de acuerdo porque todos queremos la parte más grande de la torta, somos todos democratizantes, ahora no están ni Altamira, ni Ramal. Han inventado una falsa superación del FIT, del mismo modo que la LCR en Francia con el NPA, o la izquierda portuguesa, con el Bloco de Esquerda, y así otra legión de fracasos. Crear un fenómeno movimientista encuadrado, valga la contradicción.

La dirección del PSOL no está en manos de ninguno de los grupos del FIT, sino de una vieja camarilla parlamentaria del PT, que se ha hecho dueña de una tentativa movimientista más acentuada que el propio PT. Ahora le ha dado un fuerte giro a la derecha, para escalar en votos y en parlamentarios. La izquierda que integra el FIT en Argentina ha ido atrás de esta movida de descomposición, en función de sus propios apetitos de migajas.

El tema relevante de nuestra agenda es un plan de acción en la clase obrera. Nosotros tenemos una fuerte presencia, significativa, respetada, en numerosos lugares, pero estamos actuando en forma rutinaria. Necesitamos poner en marcha una acción planificada y sistemática en la clase obrera. Porque nosotros tenemos una presencia importante en plantas de Acindar, en Telefónicos, en docentes, en el subte, tenemos una presencia en el Sutna, en la alimentación, en comercio, en salud, Radio Nacional, auto convocados en las provincias y hasta en el interior de Santa Cruz en la zona petrolera, pero necesitamos un plan de acción.

¿Qué quiero decir? Bueno, tomemos el caso de Acindar Villa Constitución. Es necesario un plan de instalación de conjunto, en Villa Constitución, independientemente de Acindar, para rodear nuestra presencia en Acindar de un caudal militante y popular. Bueno, no se trata de soplar y hacer botellas. Es un plan de acción, de conjunto. Por ejemplo, en otros casos, una página de Facebook del sindicato donde se informe sistemáticamente de lo que pasa en el sindicato, se polemice con otras corrientes sistemáticamente y se informe de lo que pasa en otro sector del movimiento obrero y se polemice. A lo mejor eso se puede hacer en Telefónicos, en docentes, en el subte… En 2021 hay numerosas elecciones sindicales, entre las postergadas por la pandemia y las que corresponden al año que viene – es necesaria una agenda definida, caracterizaciones en cada caso y un plan de acción. Necesitamos una actividad y una página que refleje todos los días nuestra actividad y los desafíos que enfrenta; que tenga iniciativas, que arme políticamente la actividad, porque el partido lo vamos a construir en la clase obrera y en sus luchas. En estos lugares vamos a construir el partido. Esto es tanto o más importante que la legalidad, porque es estratégico, en tanto la legalidad es instrumental. En esto tenemos compañeros con mucha experiencia, en comercio, en plásticos, tenemos compañeros con tradición. Por eso propongo que la Comisión Sindical centralice la elaboración de un plan de acción, que se ponga bajo la dirección nacional que va a elegir esta Conferencia. Sólo a la luz de un plan de acción podemos empezar a hablar, concretamente, de Congresos de Base, Plenarios de Bases y Conferencias.

Un plan de acción debe contemplar la lucha contra el faccionalismo en la organización del activismo clasista y combativo, o sea el traslado al movimiento obrero de las disputas faccionales de los aparatos. Evitar que las diferencias políticas entre las corrientes se levanten como obstáculos con los compañeros de trabajo o con los compañeros del sindicato, en lugar de servir como factor de clarificación. Nosotros defendemos la fraternidad con todos los compañeros de nuestros lugares de trabajo y nuestros sindicatos, no, claro, con los alcahuetes de la patronal y de la burocracia. Nunca una discusión política debe levantar una barrera en esa relación, porque entonces lejos de construir un partido estamos actuando como una secta, y la consecuencia de actuar como una secta convencida de sí misma es que se cierran muchas puertas. Por otro lado, una corriente revolucionaria tiene que demostrar en el plano personal, la fraternidad de la clase. No es solamente un papel, un volante, un boletín o un Facebook. Si no mostramos la fraternidad de la clase, ¿qué se imaginan los demás que es para nosotros un gobierno obrero? Que nosotros les damos órdenes a los demás. Es la clase, ella, la que construye. Esto tiene que ser un elemento formativo muy importante. Además, ahora que han empezado las huelgas, nuestra prensa tiene que publicar no lo que a cada uno se le ocurre, como ocurre muchas veces. Planteo que todos los comités voten corresponsales en los lugares de trabajo, para que manden sus artículos del modo que consideren más conveniente, la firma.

Nuestra prensa es bien obrera porque ella ocupa un lugar estratégico en un plan de acción en la clase y además porque todo el partido necesita verificar cómo está la clase madurando en su conjunto, con sus irregularidades, desniveles, pero en su totalidad. Tiene que haber un Comité de Redacción que no sea solamente un grupo de escritores, sino que organice la intervención del partido en la prensa.

Necesitamos hablar de la experiencia real que se vive y también de las discusiones que hay y de los intercambios de ideas, porque de lo contrario podemos transformar a Política Obrera en un periódico de diletantes: por ejemplo, los artículos que repiten ‘crisis política’ los siete días de la semana. Eso es diletantismo. Necesitamos que se vea lo nuevo, cómo se está desarrollando la clase. Hago este tipo de observaciones porque quiero ir hasta el hueso en estas cuestiones. Nosotros necesitamos la legalidad y un plan de acción en estos sectores de la vanguardia, quizás estoy dejando alguno de lado, aceiteros, el caso de aceiteros es muy claro. Después, los sectores auto convocados. Por ejemplo, llegan artículos muy interesantes de movimientos de auto convocatoria en distintas provincias. Lo que no nos llega es si estamos reclutando, tampoco sobre la maduración política de los luchadores. Porque no se trata de describir una lucha. Hay que mostrar qué alcance tiene. Es importante para que tengamos un auténtico periódico.

Nosotros hemos debutado como Tendencia con un periódico diario, sin recursos; un grupo de compañeros tomó la iniciativa, los apoyamos y pusimos toda la colaboración y todo lo que hiciera falta para que sea exitosa, y hemos salido con una prensa diaria.

Miren, compañeros, hay una cuestión, ya estamos entrando en el final, en la que quiero ser lo más claro con ustedes de mi parte: no somos un grupo más y nadie nos va a convertir en un grupo más. No queremos medrar. El Partido Obrero Tendencia ya es un producto histórico. No se puede escribir la historia del movimiento obrero de Argentina sin incluirnos como protagonistas, como aportantes de ideas, luchas y organización. Cuando se produjeron las expulsiones fue un estallido en los medios militantes y en los medios de comunicación. No somos un grupo más y no debemos permitir que nadie nos convierta en un grupo más, de ninguna manera, porque no somos una secta. Nosotros somos la corriente que a través de una crisis concreta y una lucha práctica y de dirigentes probados y de luchadores jugados a través de esta crisis, hemos demostrado y estamos demostrando la vigencia de la revolución proletaria en la Argentina. Eso es lo que nos distingue a nosotros, los demás dicen lo contrario, sin ambigüedades. Este es el significado de la crisis. Es un desarrollo. No es un malestar. Acá se ha elaborado una crisis que atraviesa a toda la izquierda mundial. En la comisión internacional de esta Conferencia, Savas Matsas señaló que la crisis del PO se discute en otros países y citó entre otros nada menos que a Cuba.

Las enseñanzas de la crisis del PO son maravillosas. Algún día vamos a tener que agradecer haberla tenido. Porque nos ha equipado a tiempo para grandísimos eventos. De eso estoy convencido. Así que termino con la siguiente frase: ¡Adelante!

Transcripción: Vero Fernández

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