Glew: una madre y un pedido de justicia por su hija y “por las que ya no están”

Escribe Bárbara Carrillo

Tiempo de lectura: 2 minutos

El pasado domingo 7 de marzo, dos menores regresaban a su casa, en la localidad de Glew, después de pasar por el cajero. En el camino, fueron interceptadas por un hombre que, simulando tener un arma, las amenazó y las llevó hasta un descampado. Allí violó a la adolescente de 15 años, frente a su amiga de 13. Momentos después, el agresor, de apellido Luna, les robó sus anillos y se dio a la fuga. Las dos menores, en estado de shock, pidieron ayuda en una casa y fueron trasladadas a la comisaría 7° de Glew. Hasta aquí, la noticia que pudo leerse en los diferentes medios locales. Lo que sigue a continuación es la violencia de parte del Estado para con las víctimas de abuso, violencia y violación.

Rosa, mamá de la adolescente de 15, cuenta que, al llegar a la comisaría, se encontró con su hija completamente shockeada. Hicieron la denuncia, y mientras permanecían allí, esperando que culminen con los trámites, llega un detenido acusado de violencia de género. Este hombre había llegado a la comisaría luego de un llamado al 911 por golpear a su pareja y destrozar la vivienda en donde vivían. El detenido tenía las mismas características descritas por las víctimas.

En medio de todo el dolor, la impotencia y la bronca, tienen que pasar por la situación de rueda de reconocimiento, en la que "meten" a todos los familiares junto con las adolescentes en una camioneta donde apenas se puede respirar. En las mismas condiciones se realiza el traslado hacia el hospital Meléndez, para hacer las pericias médicas de urgencia. Finalizados los trámites, las víctimas y sus familias vuelven a sus casas con las copias de la denuncia. Hasta el momento, no se volvieron a comunicar con ellas.

Al no obtener ningún tipo de respuestas, Rosa se dirige al juzgado de Lomas de Zamora y recorre todo el lugar preguntando por la causa de su hija. Allí le entregan una copia de la carátula de la causa y le dicen que tiene que volver el 17 de marzo, sin darle mayores especificaciones. También en soledad, se tuvo que dirigir al hospital para realizarle a su hija los estudios médicos, ya que el violador es HIV positivo. En el hospital le dijeron que no había turno y consiguió realizarlos en otro, pero gracias a que una conocida trabaja ahí. Para todo tiene que moverse con los pocos recursos que posee. Rosa es desempleada y sostén de su familia. El Estado no le brinda ni transporte ni ayuda económica ni la atención médica correspondiente. Tampoco saben cómo sigue la causa.

Rosa, junto a los vecinos que las rodean de solidaridad, tiene pensado hacer una movilización a la comisaría 7° de Glew. En palabras de la familia, los policías "hicieron todo mal". El acusado ya contaba con denuncias previas por abuso y había estado preso durante varios años por hechos similares, incluso contra sus propios hijos. "Si no hubiera sido detenido por el llamado de violencia de género, quizás nunca lo buscaban". Rosa concluye: "mi hija está viva, puede hablar y yo puedo estar con ella. Pero hay muchas que murieron y no pueden hablar. Yo voy a hablar por ellas para que esto no le vuelva a pasar a ninguna chica".

Acompañamos el pedido de justicia de Rosa y volvemos a indicar la responsabilidad del Estado, que en todas sus instituciones, se encargaron de violentar aún más a las víctimas y sus familias.

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