Publicado en Política Obrera N°328, 5/4/1982. Redactada por Jorge Altamira.
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La ocupación de las Malvinas por parte del gobierno militar, ha dado lugar a una crisis internacional en que están involucradas las principales potencias imperialistas y plantea para los trabajadores y sectores antiimperialistas argentinos un conjunto de problemas que, si no se resuelven acertadamente, pueden esterilizar la larga y dolorosa lucha de nuestro pueblo contra la dictadura militar entreguista y contra el imperialismo. También se plantean importantes problemas para los obreros, y en especial para los revolucionarios, de las naciones imperialistas que nos oprimen -los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia- de cuya correcta resolución depende que se desarrolle o no la causa del internacionalismo proletario.
Lo primero que debe quedar en claro es que no basta la recuperación de un territorio que nos pertenece histórica y geográficamente y que se encuentra en manos imperialistas, para estar en presencia de una acción real de independencia nacional. Es evidente que ello depende de los fines que presiden ese acto de recuperación, así como de la política de conjunto del gobierno que lo efectiviza. Si la recuperación de las Malvinas es para cambiar de amo en el Atlántico Sur, o para resolver un litigio que obstaculiza la entrega de las riquezas de la región al capital extranjero, está claro que la acción tiene una apariencia anti-imperialista, pero su proyección real es un mayor sometimiento al imperialismo. Una cosa así no debe sorprender en un continente en donde el nacionalismo burgués tiene un entrenamiento de larga data en la demagogia y en la táctica del engaño a las masas populares.
Un mes exacto antes de la ocupación de las Malvinas, el diario La Prensa (3/3/82) daba una extensa información sobre el carácter y los fines de esta operación.
“En los medios (argentinos) consultados -decía el diario- se nos sugiere que el gobierno norteamericano habría expresado su ‘comprensión’ en relación con la nueva postura de Buenos Aires, y también su convicción de que la recuperación de las Malvinas por la Argentina constituye, a esta altura, condición casi ‘sine que non’ para el establecimiento de una adecuada estructura defensiva occidental en el Atlántico Sur, de cara a la penetración soviética en la zona (…). En cuanto a Washington, todo el mundo coincide en una idea: la recuperación de las Malvinas por la Argentina abriría quizá las puertas a la creación de bases conjuntas en las islas -o al arrendamiento de bases a los Estados Unidos- con mucha más capacidad de control sobre toda el área que cualquier dispositivo defensivo en el Beagle, sea argentino, chileno o de otro país occidental (por lo demás no serían excluyentes entre sí).
“Por lo que conocemos, los planes argentinos contemplan igualmente eventuales intereses británicos que excedan los específicos de los malvinenses, vistos estos además con la mayor generosidad en materia de respeto a sus propiedades, status cultural y político, facilidades de todo orden en la Argentina, e incluso compensaciones económicas especiales. En ese sentido se nos señaló que Buenos Aires hasta estaría dispuesto a ofrecer a la British Petroleum y otras empresas británicas una participación en la explotación de hidrocarburos y otros recursos en extensiones importantes de la región, lo mismo que facilidades para su flota, todo ello de forma tal que la devolución de la soberanía no implicase mengua alguna -más bien lo contrario- de las perspectivas de Gran Bretaña en el Atlántico Sur. Indudablemente, este temperamento tiende no sólo a facilitar una solución pacífica sino también a consolidar el tácito aval de los Estados Unidos para el caso de que se haga necesario el procedimiento militar, por la vía de evitarle a Washington la mayor parte de roces con sus ‘primos’ y aliados de la Otan.”
La Nación del día siguiente (4/3/82) planteaba algo similar, bien que desde un ángulo diferente, pero esta vez con información recogida en Washington. “Los medios diplomáticos locales están tratando de determinar si el renovado esfuerzo de la Argentina para recuperar la posición de las islas Malvinas está relacionado con la creciente internacionalización de la situación continental americana.
“El rearme de Venezuela, el anuncio de la primera maniobra naval de la Otan en el golfo de México y la búsqueda de nuevas bases norteamericanas en la costa occidental del Caribe son expresión de la nueva dimensión que se atribuye a la defensa del continente.
“Ello ha coincidido con el inesperado y vigoroso esfuerzo de la Argentina para una pronta resolución en torno a la posesión del archipiélago que controla las rutas australes. Los ingleses han estado allí durante más de un siglo, pero su flota se ha ido contrayendo por los pesados problemas fiscales del reino (…).
“Los medios diplomáticos señalan que a esos elementos se agrega lo que ellos perciben como una floreciente relación militar argentino-norteamericana.
“Si bien se reconoce que Washington trató siempre de sustraerse a la cuestión de las Malvinas, las nuevas circunstancias pudieran llevarlo a una revisión de su posición, o al menos, podrían alentar a la Argentina a forzar el cambio (…).
La impresión de los medios diplomáticos es que si bien no hay elementos formales para establecer qué es lo que está pasando, algo puede estar pasando. Ni la Argentina ni los Estados Unidos están quietos, y más aún, se están moviendo en tándem.”
Todavía, el muy informado semanario Latin America Weekly Report con base en Londres, el 12/3 informaba: “La Argentina está considerando una amplia gama de opciones para una ‘acción unilateral’, según fuentes en Buenos Aires, si Gran Bretaña no está dispuesta a hacer concesiones. Esto incluye iniciativas en las Naciones Unidas, una ruptura en las relaciones diplomáticas y, en última instancia, una invasión de las islas (…).
“Los funcionarios del gobierno piensan que las repercusiones internacionales de una línea dura contra Gran Bretaña serían manejables. La política exterior argentina está firmemente inclinada hacia la administración Reagan, mientras la masa de sus exportaciones de granos es comprada por la Unión Soviética. Ninguna de ambas superpotencias, se argumenta, variaría su política actual para defender la posición británica.
“Hay una fuerte sugerencia, a la luz de las preocupaciones de Washington con la seguridad en el Atlántico Sur, que podría ser oportuna para zanjar la disputa. Esta podría abrir el camino a la instalación de bases militares norteamericanas, una posibilidad sobre la cual ha habido mucha especulación en Buenos Aires desde que Galtieri tomó el poder.”
Toda esta información debe ser conectada a un problema más general: la política exterior es la continuación de la política interior, y la política interior y exterior de Galtieri-Alemann es de sometimiento al imperialismo. Es por eso que, cualesquiera sean las derivaciones de la crisis internacional, como resultado de las contradicciones y alianzas entre yanquis e ingleses y entre la dictadura y ambas, la ocupación de las Malvinas no es parte de una política de liberación o independencia nacionales, sino un simulacro de soberanía nacional (…).
Tomar la recuperación de las Malvinas como un hecho aislado de soberanía y, peor, ocultando la activa negociación con el imperialismo por parte de la dictadura para integrar la ocupación en una estrategia proimperialista, es dejarse arrastrar, conciente o inconcientemente, por la demagogia burguesa.
Argentina es una nación oprimida por el imperialismo; la cuestión de las Malvinas es un aspecto de esa opresión. Ante esta situación de conjunto, ¿cuál es la prioridad en la lucha de liberación?
Hoy, el Estado argentino que emprende la recuperación de las Malvinas está en manos de los agentes directos e indirectos de las potencias que someten a nuestra nación. ¿Qué alcance puede tener un acto de soberanía cuando el país que lo emprende (cuando no el gobierno que lo ejecuta) está políticamente dominado por los agentes de la opresión nacional? Se desprende de aquí que la prioridad es otra: aplastar primero a la reacción interna, cortar los vínculos del sometimiento (económicos y diplomáticos) y construir un poderoso frente interno antiimperialista y revolucionario, basado en los trabajadores. La prioridad de una real lucha nacional es quebrar el frente interno de la reacción y poner en pie el frente revolucionario de las masas. Así ocurrió en todas las grandes gestas emancipadoras nacionales: las revoluciones francesa, rusa, china, cubana.
En relación a la prioridad fundamental de la lucha por la liberación nacional, la ocupación de las Malvinas es una acción distraccionista, de la que la dictadura pretende sacar réditos internos e internacionales para los explotadores argentinos y las burguesías imperialistas que los “protegen”. Este es el gobierno que, simultáneamente a la acción de las Malvinas, interviene militarmente en El Salvador, Nicaragua y Bolivia. Es seguro que Galtieri y el estado mayor han pensado que el imperialismo yanqui les retribuiría estos servicios, dejándolos ocupar las Malvinas. Cualquiera sea el curso de los acontecimientos, lo que está claro es que la ocupación de las Malvinas no es el eje de la liberación nacional, sino una maniobra de distracción. La dictadura ha apelado a ella para salir de su profunda crisis e impasse internas.
Gran Bretaña, Francia y otras potencias coloniales venidas a menos están presionando al imperialismo yanqui para forzar, por cualquier medio, un retiro argentino, porque es un “mal ejemplo” para sus últimas posesiones coloniales. Los anglos están desesperados por la repercusión que una capitulación de “Su Majestad” pudiera tener sobre la gloriosa nación irlandesa.
El propio imperialismo yanqui se está tornando belicoso, porque, probablemente, no le gustó el método directo de la recuperación de las Malvinas y porque consideraría a la dictadura muy débil para ser capaz de comprometerse activamente en un pacto del Atlántico Sur. De aquí que se esté ejerciendo una intensa presión para que se retiren las tropas argentinas o de lo contrario sufrir una presión directa de la marina inglesa.
Si se da una guerra, no es por patrioterismo sino por auténtico antiimperialismo que planteamos: guerra a muerte, guerra revolucionaria al imperialismo. Esto es no sólo una guerra naval en el Sur, sino ataque a las propiedades imperialistas en todo el terreno nacional, confiscación del capital extranjero y, por sobre todo, armamento de los trabajadores.
Los partidos obreros y socialistas de Europa se han alineado, una vez más, con su burguesía imperialista. Creen que tildando a Galtieri de “pequeño dictador” se consagran como demócratas, cuando la opresión principal es la de los “demócratas” imperialistas, precisamente los que llevaron al gobierno al pequeño dictador. Llamamos a los auténticos revolucionarios europeos a repudiar a sus gobiernos, defender el derecho argentino a las Malvinas y hacer todos los esfuerzos por sabotear los ánimos de guerra de la “democrática” corona británica, histórica carcelera de pueblos.
La política de la dictadura es: “respeto a la propiedad” de los opresores. Así es como Galtieri-Alemann han ido evitando hacer frente al sabotaje económico del imperialismo. El viernes 2, sólo del Banco de Londres fueron retirados depósitos por diez millones de dólares. Tuvo que intervenir la Thatcher los fondos argentinos en Londres, para que la dictadura se despabilara con un ridículo control de cambios, que no impide la fuga de capitales por el mercado negro, ni impide que el capital de otras naciones imperialistas acompañe el boicot económico.
La dictadura ya está capitulando.
También está la evidencia de que estaría por aceptar una “mediación” de Reagan, sobre la base del reconocimiento de palabra de la soberanía argentina, a cambio de la devolución gradual del archipiélago y con fuertes condicionamientos económicos, militares y de política interna. (Nicanor) Costa Méndez (era el canciller de la dictadura -N. de la R.) y Ross ya han dicho en la UN, que aceptan negociar sobre la base del reconocimiento formal de la soberanía.
Apoyar la reivindicación nacional no debe confundirse con el apoyo político a quien, como en este caso la dictadura, pretende conducir la lucha por esa reivindicación, porque ello significaría apoyar la conducción inconsecuente, traidora, e incluso antinacional, de la lucha por la reivindicación nacional.
Se ha querido, y se quiere, arrastrar a los trabajadores argentinos detrás de la dictadura, aprovechando el asunto de las Malvinas, e incluso blanquearla por sus crímenes, hacer olvidar su entreguismo y su agresión a los trabajadores. Y esto, especialmente, después de la gran jornada del 30, que desbarató todos los esfuerzos de freno y parálisis de la Multipartidaria.
Se habla hasta de gobierno de “unidad nacional”.
En esta “empresa” se han alineado la Multí, Miguel, Triacca, Ubaldini y el PC. Sólo una minoría de dirigentes de la CGT resistió la parodia de hacer una manifestación de apoyo a la dictadura el 2 de abril. Esto los honra.
Pero justamente para tener toda la libertad para luchar contra el imperialismo y para impedir que se negocien las Malvinas a cambio de concesiones inadmisibles, es necesario, precisamente, no apoyar políticamente a la dictadura antinacional. En una guerra podremos golpear juntos al enemigo extranjero, pero nunca apoyaremos la política con que la dictadura pueda conducir esa guerra, lucharemos por convencer a los trabajadores de que es necesaria una conducción revolucionaria.
Ante el conjunto de la situación presente y ante los intentos de someter a los trabajadores al seguidismo y apoyo a la dictadura, declaramos que es necesario mantener la independencia obrera y antiimperialista, con un programa preciso:
La dictadura tiene ante sí dos alternativas: o consigue insertar la ocupación de las Malvinas en un acuerdo con el imperialismo, o se decide a pelear. En estos dos casos su dislocamiento interno se hace inaplazable: en el primero, porque su desprestigio entre las masas y los sectores patrióticos se hace brutal, conjugándose con toda la impasse del régimen; en el segundo, porque se rompe su frente interno con el gran capital.
La burguesía ya es conciente de este problema. Se refleja en los editoriales de La Prensa (3/4), lamentándose por la “incomprensión” de Reagan, en los reclamos de este diario para insertar las Malvinas en la estrategia yanqui; y en la divergencia de Clarín (3/4) que reclama un viraje hacia el tercermundismo.
Por eso sigue en pie la reivindicación de la democracia política irrestricta y una Asamblea Constituyente Soberana.
4 de abril de 1982
Política Obrera Nº 328 (5/4/1982)