Escribe Jorge Altamira
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En una hora solamente, el gobernador Kicillof dejó al desnudo la futilidad del viaje de Alberto Fernández por Europa. El fondo Fidelity bloqueó la propuesta de ‘reperfilar’ el bono BP21 de la provincia de Buenos Aires hasta mayo próximo, y obligó a ‘tutti quanti’ - Kicillof y el gobierno nacional – a descubrir los ‘fondos domésticos’ que dijeron que no tenían y que tampoco tienen, para pagar la totalidad de la cuota de u$s250 millones que venció el 26 de enero pasado, de una deuda cuyo monto total es de u$s750 millones. Ahora meterán la mano en el Banco Provincia u otro banco público, Anses o incluso el Banco Central, para doblegar al Estado ante uno o varios fondos extranjeros – seguramente con la simpatía de los acreedores restantes.
Aunque la ley de sostenibilidad de la deuda que votó Diputados la semana pasada no alcanza a la Provincia, en la práctica demuestra la incapacidad del Congreso para imponer una negociación que cumpla dos de los tres requisitos que establece la ley de Administración Financiera: reducir el monto, alargar los plazos o conseguir una quita de intereses, para recuperar la estabilidad financiera de Argentina. Cuando no se han cumplido aún dos meses de gobierno, la cuestión de la deuda que prometieron pagar coloca a los Fernández y a la totalidad de los partidos y sub-grupos tradicionales ante una crisis política imparable. Los titulares de los diarios de la mañana, anunciando el apoyo de Ángela Merkel a Argentina, frente al FMI y a la ‘comunidad’ (?) financiera internacional, habían envejecido a las 13 horas del cono sur de América y antes de la noche en Europa.
La crisis desatada confirma lo que solamente Política Obrera previó: que la deuda externa no es solamente incompatible con una salida al derrumbe económico que asola a Argentina desde hace décadas, sino que también es innegociable. La batuta la tiene el capital financiero, incluido el nacional – que es titular del 50% de esa deuda, nominada en dólares en un 80 por ciento. El impasse de la deuda convierte a la Argentina gobernada por los Fernández en el epicentro de la crisis política latinoamericana. Una salida impuesta por los Fidelity, BlackRock o Templeton y el FMI, llevará a Argentina a una situación revolucionaria.
Si los Fernández y Kicillof hubieran tenido un mínimo de firmeza política habrían declarado la deuda bonaerense en default y la habrían metido en la renegociación general que debería concluir a fines de marzo. Acaban de hacer una ‘autocrítica’ por omisión: ahora piensan que debieron haber arreglado con los fondos buitres en 2015. No les alcanzó, en su momento, con enmendar lo hecho sobrepagando indemnizaciones a Repsol y el Club de París, ni firmando un contrato clandestino con Chevron. Argentina está gobernada por un gobierno acobardado. Como salida consuelo, Kicillof anunció que iniciará una negociación para reestructurar el resto de la deuda BP2021. No registra que el escenario de negociación de la deuda ha cambiado a favor de los nuevos buitres, luego de la capitulación ante Fidelity. La crisis política ha comenzado; tendrá el próximo episodio hacia marzo y pasará por una remoción de gabinete.
En carpeta se encuentra ahora el canje voluntario del llamado ‘bono dual’, que se ajusta por dólar, aunque se puede comprar con pesos. Es más que la factura bonaerense: son u$s1.860 millones. Los Fernández no puede pagarlo, literalmente, porque inundaría el mercado con $120 mil millones, el 7% de la base monetaria. En ausencia de otro destino, podrían hacer explotar el mercado paralelo de divisas. Según las informaciones, Martín Guzmán habría apalabrado a los fondos Templeton y BlackRock para que entren al canje, sin que se sepa lo que daría a cambio. La capitulación de AF-Kicillof en Provincia no es el mejor antecedente para esta negociación. Ahora en el Vaticano, ¿espera AF y su ministro de Columbia University una escapatoria divina?
Aunque AF y Merkel hablaron nada menos que dos horas, poco ha trascendido de la conversación. Pero en esta era digital se dispararon dos palabras: Venezuela y Bolivia. Argentina y Alemania están asociadas en el llamado ‘grupo de contacto’, que dice querer una solución dialogada para ambos casos. Alemania tiene intereses en el litio boliviano, lo cual no sorprende dado el lugar preponderante de la industria automotriz alemana. Desde el comienzo del nuevo gobierno quedó claro que la negociación de la deuda viene asociada a un compromiso de los Fernández contra el ‘populismo’ latinoamericano. Sea lo que hayan acordado, no impresionó a Fidelity y es difícil que impresione a sus pares.
¿Qué debemos concluir de esto? Que el ajuste de jubilaciones y salarios que impulsan los Fernández, como también de educación, salud y vivienda, para complementar el equilibrio financiero con la reprogramación y quita de la deuda externa, opera en un terreno inclinado: es prepotente con los trabajadores y permisivo con el capital. Enfila hacia una crisis política porque se ha achicado en extremo la posibilidad de conciliar una cosa con la otra. Los fondos tampoco operan a su capricho: han visto un aumento del retiro de dinero como consecuencia de rendimientos menores y de inversiones de enorme riesgo. No solamente defienden intereses, también defienden una estructura social: el dominio del capital financiero y del capital en general. Es una lucha descarnada de clases, que el capital tiene muy clara, mientras los partidos en presencia de las patronales, buscan velar a los trabajadores.
Es necesario, para empezar, una campaña de repudio a la decisión de los Fernández y Kicillof de pagar la deuda con Fidelity y compañía, que refuerce la lucha contra el ajuste jubilatorio y salarial.