Acerca de los frentes de izquierda y las elecciones

Escribe Jorge Altamira

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  1. Desde la salida de la dictadura militar, la agenda de un Frente de Izquierda estuvo colocada objetivamente en la nueva situación política que se inauguraba en Argentina. La cuestión electoral había cobrado de nuevo, luego del brevísimo período 1972/4, un lugar central. La “democracia” pasaba a ser puesta a prueba por todas las clases sociales, como alternativa al impasse creado por el desplazamiento de la dictadura, la derrota en Malvinas y la cesación de pagos internacional. Con treinta mil compañeros desaparecidos, el “juicio y castigo a todos los culpables” irrumpía con nueva fuerza. Encima de esto, la derrota que sufrió en las elecciones de octubre de 1983, derribaba el mito de la ascendencia electoral excluyente del peronismo. Un dato secundario, pero tampoco insignificante, la Perestroika de Gorbachov anunciaba la disolución completa del aparato stalinista, y abrió una crisis en el partido comunista de Argentina. Nuestro Partido Obrero reconoció de inmediato esta realidad; por eso salió a disputar el contenido político de un Frente de Izquierda. Adaptamos a esta circunstancia la línea de “golpear juntos y marchar separados” – una advertencia de la importancia estratégica de la delimitación política, en especial en cuestiones frentistas.
  2. En 1985 nuestro Partido realizó una campaña política a favor de un Frente de Izquierda, que fue apoyada por personalidades con influencia y reconocimiento en la juventud y los trabajadores; llenamos el Luna Park con ese planteo. Fue entonces que tuvo lugar el frente episódico con el MAS, que el MAS disolvió en cuestión de días para coaligarse con el partido comunista, fuerzas nacionalistas de izquierda y un sector marginal del peronismo. El oportunismo político de la maniobra se confirmó cuando el Frente del Pueblo, la denominación oficial de ese frente, adoptó como consigna estratégica “la Democracia con Justicia Social”.

El Frente del Pueblo, primero, Izquierda Unida, después, tuvieron un éxito relativamente considerable para ese período: actos públicos masivos; una interna muy concurrida en 1988; la consagración de Zamora como diputado nacional. Las contradicciones internas de ese frente llevaron a varias rupturas y recomposiciones. Cuando IU perdió impulso, el oportunismo se cobró las cuentas con cierto retraso: el MAS se dividió en 18 grupos y el partido comunista desapareció detrás del kirchnerismo. Incluso cuando se reconvirtió en un frente de alcance más reducido, con la sola adhesión de la actual IS y el MST, que entonces lideraba Luis Zamora. Luego, en 1993 y 1994, el frente que concertamos con el MAS y el MST, encabezado por Luis Zamora, no tuvo mayor relevancia, como consecuencia del desgaste de la experiencia frentista desde 1985.

  1. El balance de este proceso frentista, en lo que hace a la política de nuestro Partido Obrero, es más que clara. Toda forma de frente encierra un oportunismo político – de lo contrario las fuerzas en presencia estarían reunidas en un solo partido, con un programa y una estrategia. El frente, una forma de acción práctica común, encierra el desafío de combatir cualquier forma de confusión política. A partir de esto, cuando un partido revolucionario caracteriza que determinado frente, por el conjunto de las circunstancias políticas presentes, constituye un paso adelante en la lucha y en el desarrollo de la experiencia de las masas, debe marchar con él y ponerse al frente del planteo, pero siempre, absolutamente siempre, con una política de delimitación que evite cualquier tipo de confusión entre unos y otros. Es lo que Marx señaló con el planteo de que “es cierto que un paso adelante del movimiento real vale más que una docena de programas”, pero que eso no justifica entregar las ideas política propias ni el programa.

Es evidente para cualquiera que este método de neto cuño histórico marxista (Primera Internacional con bakuninistas y blanquistas, Frente Único de los partidos obreros, de la Tercera y la Cuarta), es lo primero que tiró por la borda el aparato del partido oficial en la lucha contra la Tendencia. Se ha disuelto por completo en el democratismo vulgar. No solamente esto. La rápida conclusión que sacó el aparato de nuestra derrota en las internas del FIT de 2015, fue que había que adaptarse al hecho de que “las masas son democratizantes”. En resumen: ‘la conquista de un puesto legislativo justifica la liquidación del programa’.

  1. Lo peculiar del desenvolvimiento ulterior del FIT es el pasaje a una etapa más acabada de oportunismo. En 2011/3, nuestro PO tuvo una polémica acerca de la posición del PTS contraria, por principio, a presentar proyectos de ley en cualquier circunstancia. Esto incluso luego de la conquista legal de las seis horas para el subte, y de la presentación de proyectos por la expropiación sin pago de las fábricas vaciadas, apoyados por los trabajadores de algunas empresas. En los actos de campaña intervenía en forma ‘bélica’, citando al militar prusiano Von Clausewitz en cualquier micrófono que se le ponía a mano. En 2012, intentó sustituir el FIT por un “partido de trabajadores’, sin contenido político. Ahora se ha convertido en una máquina propositiva, y procura que los trabajadores enderecen su lucha al apoyo de proyectos legislativos. Esto hace la delicia del aparato del PO oficial, que ha convertido la presentación de proyectos de leyes en un método de parlamentarismo (cretino). Le ‘preocupa’ que el electorado no los vea ‘trabajando’ – en el Congreso. Añadamos a esto las exhibiciones televisivas, donde se dirigen a los adversarios patronales ‘amigos’, por su nombre de pila. Lo peculiar, repetimos, no es ya el oportunismo vulgar. Lo peculiar es que han convertido al parlamento en el ámbito para otorgar, a través del quórum el voto, la posibilidad de aprobar leyes privatizadoras o reñidas con el internacionalismo proletario (sionismo) – en este caso en un frente único con el kirchnerismo y el macrismo. De una discusión acerca del uso socialista y revolucionario del parlamento, hemos pasado a un uso anti-revolucionario de ese mismo parlamento. Denunciar este señalamiento objetivo y comprobado, como una provocación de nuestra parte, que tendría el propósito de atacar ‘la unidad’, como se defiende todo el FIT, es un despropósito incalificable.
  2. Llegado a este punto podemos hacer un balance de conjunto, al menos provisorio, de la experiencia del FIT. De “frente oportunista”, como lo hemos caracterizado en marzo de 2011, al cual era necesario darle la posibilidad de desarrollar una experiencia política, que despertó una expectativa en una parte de la juventud militante y los obreros más avanzados; de ese “frente oportunista”, el FIT se ha ido convirtiendo en un vehículo intermitente de integración parlamentaria al Estado, y de otro lado en una plataforma anti-revolucionaria contra nuestra Tendencia del PO. Las intervenciones judiciales a diversos distritos del partido son, junto a quórums y apoyos a proyectos de leyes patronales, una expresión grosera de esta simbiosis en desarrollo.

En el caso actual de las elecciones en Salta, el PTS se puso a la cabeza, hace dos semanas, de una operación de marginalización del Partido Obrero de la provincia. Fingió plantear una unidad que no tenía el propósito de concretar, para organizar una campaña contra el ‘divisionismo’ de la Tendencia. Al mismo tiempo, salió al rescate de un aparato que no tiene personería ni, lo que es más fundamental, tampoco partido. Es lo que ocurre en Salta y en Jujuy. El PO de Salta, vinculado a nuestra Tendencia, por el contrario, está presente como organización en la mayor parte de ambas provincias – especialmente en el norte salteño, la cuna del movimiento piquetero.

  1. El método político de un partido marxista no puede basarse, como es obvio, en una caracterización del estado de las relaciones recíprocas entre las organizaciones de izquierda. Debe partir de una caracterización de la situación tomada en su conjunto. La crisis humanitaria desatada por la pandemia extiende la profundidad histórica de la decadencia capitalista. Esta crisis ha quebrado el equilibrio social y político a una velocidad desconocida, a nivel mundial. Es lo que se manifiesta en la sucesión y amplitud de las rebeliones populares, de un lado, pero al mismo tiempo en las tentativas del estado capitalista de movilizar a la pequeña burguesía en vías de la ruina, impulsada por el aparato policial, militar y para policial. En Myanmar, por de pronto, un país rodeado por China y la India, y también por Tailandia y Laos, se desarrolla una guerra civil; en Brasil y Colombia, la ‘democracia’ se defiende a si misma por medio de las masacres del ejército y la policía militar. El nuevo gobierno Biden y la UE han advertido que necesitan contener esos extremos. Fue, después de todo, lo que tuvo éxito, al menos transitorio, en EEUU, donde, según Biden, tuvo lugar el mayor episodio de guerra civil después de la guerra de secesión de mediados del siglo XIX. Trump fue sacado del gobierno en una elección que contó con una concurrencia excepcional. Pero el recurso electoral no es indemne a las tendencias de agudización cualitativa de la lucha de clases; se convierten en un escenario político, más o menos distorsionado, de esa lucha y de la crisis de conjunto. Por eso hemos denunciado en forma sistemática todos los intentos por alterar el calendario electoral.

La refracción de la crisis en la pelea electoral, se manifiesta, en Argentina, en las intentonas repetidas, frustradas y vuelta a repetir para llevar la política hacia el centro, o sea evitar una polarización entre macrismo y kirchnerismo que podría operar como factor adicional de disgregación de la ‘gobernabilidad’. La diplomacia norteamericana y el FMI operan en esa dirección. Las elecciones de medio término que se avecinan no será solamente el campo de batalla encargado de diseñar los términos de una nueva forma de ´gobernabilidad´ – será asimismo un escenario de disputa dialéctica y política entre las clases mismas, acerca de la salida a la crisis humanitaria del sistema capitalista.

La sospecha de que a nuestra Tendencia la guía el interés de obtener una ‘figuración’ en esas elecciones, sólo traduce el propio interés arribista de quien lanza ese infundio. Las elecciones son una oportunidad, en este caso más que en los anteriores, de marcar la dirección política que debe orientar a los explotados en las situaciones pre-revolucionarias que se presentarán inevitablemente. En las vísperas de la expulsión de mil doscientos militantes del Partido Obrero, el aparato libró una guerra desproporcionada contra un artículo de Altamira que esbozaba este desarrollo y que explicaba que la izquierda revolucionaria debía prepararse para ocupar el liderazgo de esta nueva etapa. El aparato rechazó con vehemencia la posibilidad de que las masas pasaran a la iniciativa y afirmaba que esta iniciativa estaba estratégica y tácticamente en manos de la burguesía decadente. La rebelión popular en Chile le arruinó este guiso que había armado ese aparato para justificar una línea de adaptación electoralista, que redundó en un retroceso electoral y parlamentario considerable, en 2019. Ahora “saluda” la rebelión popular en Colombia que no supo ni quiso prever, como si se tratara de una celebración política, sin ofrecer un norte ni una orientación. Faltarán las vacunas contra el Covid-19, pero la izquierda democratizante está ampliamente inmunizada contra las perspectivas revolucionarias que ofrecen las rebeliones populares y la crisis humanitaria.

  1. Esta caracterización de conjunto explica lo que los difamadores no logran entender. Y es que, cuando el Congreso nacional se apresta a sancionar una ley que exime a los partidos de la tarea de mantener al día su padrón de afiliados, invocando para ello la dificultad de realizar las actividades correspondientes en medio de la pandemia; esto explica, repetimos, que en circunstancias tan adversas nuestra Tendencia haya salido a hacer algo mil veces más sacrificado – reunir decenas de miles de adhesiones y afiliaciones para obtener la legalidad electoral y poder participar, de algún modo y en alguno de los escenarios, de esas elecciones. Al cretinismo parlamentario y electorero oponemos, no la versión del cretinismo contrario, el cretinismo anti-electoral, sino una política revolucionaria concreta e integral.

La elección provincial adelantada en Salta será, para nuestra Tendencia, un ensayo general. O sea una experiencia de la cual sacar conclusiones. Vamos enteramente con nuestra política y nuestros militantes y organizaciones, en numerosos Departamentos y Comunas. La alianza con el Nuevo Mas es un aspecto relativamente secundario en la campaña electoral, pero de ningún modo marginal, como consecuencia de su escasa presencia en Salta. Pero esto mismo ilustra la consistencia de nuestra política, que responde en forma concreta a una relación de fuerzas concreta entre la izquierda y los partidos patronales y el estado.

En primer lugar, la inscripción de la alianza corrige, aunque hasta cierto punto, el escenario de una izquierda disgregada en tres alternativas. La dispersión atenta contra la necesidad de atraer el interés del electorado. Esto puede ser indiferente para un comentarista de la política, pero de ningún modo para un partido actuante. El PO de Salta, vinculado a la Tendencia, va a una lucha para conquistar adhesiones políticas y electorales, como parte de una preparación política de frente a luchas masivas, rebeliones y crisis de poder. La clase obrera repudia los re-juntes electorales guiados por propósitos de arribismo electoral, pero saluda, y mucho, la capacidad de unificar en la acción, sin el menor desmedro de las posiciones políticas propias. El aparato de los ‘Coqui’ Capitanich denuncia que la alianza tiene lugar con un partido que defiende y promueve la presencialidad escolar – un ataque bizarro, porque esa es también la posición del FIT-U. Tenemos una gran diferencia política, en este punto, con el NMas y el FIT-U, pero tampoco hacemos un uso abusivo de ella. Hemos aceptado hacer una boleta electoral común, con esa divergencia en forma explícita, acompañada del compromiso de apoyar en la acción las luchas y huelgas por la suspensión de la presencialidad, por parte de las asambleas docentes y de sus sindicatos. Una cosa es disputar posiciones políticas en una asamblea obrera, otra es carnerear la posición que fue votada por una mayoría de trabajadores por medio de asambleas. El FIT-U, como lo hemos denunciado en Política Obrera, boicoteó huelgas contra la presencialidad, como sucedió en Bahía Blanca y en Escobar. En la huelga de Salta de principios de año, el aparato, el PTS y el MST actuaron, como FIT-U, desconociendo y boicoteando el paro de cinco días.

El aparato oficialista que pretende descalificar esta alianza electoral desde su acomodo a Capitanich, y al lobby sionista o el de Tinelli, olvida que hemos hecho con ellos mismos una lista semejante. En efecto, para pelear contra una lista armada por el rectorado de la facultad de Visuales, presentamos una lista común, que encabeza la Tendencia, sin aceptar acuerdos políticos de ninguna clase. En Visuales, la consejera estudiantil del aparato votó, el año pasado, la prórroga del mandato de las autoridades que hoy dice combatir. La Tendencia, por nuestro lado, no puede asumir la responsabilidad por una dispersión que facilite el copamiento de la representación estudiantil por parte del Rectorado.

  1. La cuestión de la presencialidad es una divergencia muy importante cuando se la coloca en un plano estratégico, pero es evidente que entra en el campo de la discusión política. Nuestra Tendencia no convierte cada diferencia política en una suerte de guerra civil, incluso porque en ese caso desconocería la posibilidad de cometer sus propios errores. En la cuestión de la presencialidad, lo que nuestra Tendencia ha dicho es que el FIT-U (y el NMas) no ha denunciado que la ofensiva ‘presencialista’ es del cuño de la patronal de la educación privada y de la patronal en su conjunto. Tampoco es la presencialidad en si misma lo que cuestionamos, sino que es parte de un parlamentarismo cerril, al servicio de Capitanich y los loteadores de terreno y los acreedores de la deuda pública de Chaco; la capitulación ante el lobby sionista y los especuladores inmobiliarios que se quieren quedar con Boedo; o el voto a la ley de emergencia alimentaria del pacto de transición entre los Fernández y los Macri – entre otros.

Cuestionamos la complicidad de los partidos del FIT-U con el aparato, en una cuestión de principios: el no reconocimiento del derecho de Tendencia y la expulsión sumaria de mil doscientos militantes – o sea sin abrir la boca, mientras se desvela porque el español Pablo Iglesias tiró la toalla y perdió por abandono. En el FIT, en su momento, y en el FIT-U ahora, se encuentran dos fuerzas que apoyaron en forma militante la asonada de los ‘pool de siembra’, en 2008/9, haciendo ostentación frente a la sede de la Sociedad Rural, en Rosario, y luego frente al monumento de los españoles, en la capital federal. El propio PTS hizo un guiño, en esa ocasión, a “los productores agrarias pequeños”, de la que luego reculó ante las posiciones del Partido Obrero. Al aparato que proclama la independencia de clase del FIT-U le refrescamos que el frente lo integra al MST, que reivindica los frentes patronales, como en el caso de su alianza con el ‘comediante’ Luis Juez, y con la corriente pro capitalista que lideraba Pino Solanas. El MST suma al FIT-U una tradición de abierta conciliación de clases. Pero un voto más, vale una misa. La campaña del aparato oficial contra nuestro partido, en Salta, es una reacción incontrolada frente a la obstinación que observan, de nuestra parte, para eliminar o al menos apartar aquellos obstáculos que afectan un mayor alcance de una campaña electoral amplia y profunda.

  1. El Partido Obrero de Salta va a las elecciones provinciales con libertad absoluta de agitación y propaganda. Punto. El desafío para nuestros compañeros y compañeras es llevar al pueblo nuestro programa y nuestras reivindicaciones, sorteando todas las zancadillas faccionales de la camarilla que se fue del PO de Salta, y del FIT-U. La clarificación política de las relaciones con el aparato y el FIT-U, del presente texto, tiene el propósito de despejar cualquier ‘malentendido’, para fortalecer una campaña hacia las masas. El centro de ella es la reivindicar que el Estado asuma toda la responsabilidad de sostener económica y sanitariamente a los trabajadores, lo cual plantea atacar los intereses capitalistas, por medio de la lucha y la movilización. Decimos con claridad que nuestro propósito es despertar el espíritu de rebelión popular y de reclutar y organizar a los luchadores para llevar esa rebelión a una victoria política decisiva.
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