Tiempo de lectura: 4 minutos
Los comentarios de los diarios este domingo giran en torno a la necesidad de contener la crisis social que ronda la cabeza del oficialismo y de la ´oposición´. Las delimitaciones políticas en los distintos bloques en presencia atraviesan el mismo eje. El gobierno vuelve a menear la formación de un “comité de crisis”. Nada que sorprenda: la pobreza en el conurbano es del 56,6%, entre los menores de 17 años es el 64,6. Para La Nación: “inquieto por el clima social, el kirchnerismo mantiene la presión”. A Carrió, el diario le pregunta: “Hay dirigentes que miran a Colombia. ¿Puede haber un estallido social?”. Luego de responder: “Prefiero decir lo que hay que evitar”, la ´fiscal del pueblo´ sorprende: “Yo no voy a especular cuando un gobierno está débil, porque hay que pensar en la Nación... Hay que tratar de unir porque si no vamos a ser Colombia o Venezuela”. Con esta caracterización de la situación política en su conjunto, el señalamiento de un columnista del diario no podría ser más contundente: en referencia a lo que llama “Juntos, por ahora”, dice que en el bloque macrista “reina un desorden interno con síntomas de anarquía que tiene alarmados a sus integrantes”.
Como la disputa en el seno del gobierno (“débil”) no está en discusión, el “desorden” y “la anarquía” reinan por doquier. Alberto Fernández quiere “un acuerdo rápido con el FMI”, en tanto los K buscan postergarlo para después de las elecciones. Mientras el primero no tiene amarrado nada, los segundos reclaman un acuerdo a veinte años, que saben que infringe las normas del Fondo. Lo que quieren unos y otros es insondable incluso para ellos mismos. Forman parte del mismo gobierno que ha llevado el ajuste fiscal a los extremos con mucha velocidad, mientras sigue acumulando deuda en el mercado local e internacional, y tiene vencimientos de deuda que dice que no poder pagar. El acuerdo de Colombia con el FMI disparó la rebelión popular en ese país, cuando se conoció la reforma fiscal que incluía el paquete. Los Fernández se niegan a un nuevo Ingreso Familiar de Emergencia, cuando la ´segunda ola´ arrasa con la salud y la economía. Con una carestía que crece al 50% anual, el gobierno libera precios cuidados y no cuidados, y el ministro Guzmán atribuye la inflación a los sectores que recién ahora estarían reanudando actividades. Para colmo de contradicciones, el precio de la nafta superó en el cuatrimestre al indicador de precios del Indec, pero quieren controlar las tarifas que tienen al petróleo como insumo. Se habla poco de las provincias, donde la crisis es má aguda que en el área metropolitana porteña.
La línea media de la política patronal quiere que las listas electorales del FdT y JxC sean hegemonizadas por la “avenida del medio”. Ven en esto la posibilidad de un pacto posterior de ´unidad nacional´. Carrió pide a Bullrich y a Macri que “paren”; es la directiva que salió de una reunión reciente que tuvo con Larreta, Vidal y otros ´moderados´. Una condición para ´calmar aguas´ es que se acelere la vacunación, pero esto mismo será objeto de disputa a la hora de capitalizarla políticamente. Macri quiere internas, delata Carrió, que dice no estar dispuesta a concederle unas Paso. Lo que pinta como una ´polarización´, podría convertirse en lo contrario. La ´levedad´ de las maniobras no hace más que traducir la crisis de gobierno que ha producido la crisis humanitaria – pandemia bajo el capitalismo.
De repente, Grabois, Pérsico y Alderete se declaran en contra del ´asistencialismo´ que supieron conseguir. O sea que comulgan con Guzmán: nada de IFEs o rentas básicas universales. Reivindican la producción para seis millones de desocupados, sin mencionar el salario de hambre del Potenciar Trabajo, ni que ellos se convertirían en la nueva patronal. Por de pronto, no se les escucha un llamado a la movilización – prefieren los pasillos ministeriales y las presiones de trastiendas.
Como todos saben, el kirchnerismo es “consumointernista”, pero mientras el saldo del comercio exterior sube, en abril el consumo personal cayó más del 9 por ciento. De un lado y del otro de la grieta patronal, la consigna es reconstruir el financiamiento de la economía, fundamentalmente el internacional. El nacional vendría por añadidura, si retornan los capitales fugados. Pero las condiciones para alcanzar esta reestructuración son insoportables para los trabajadores, que deberían hacerle frente con el peor nivel de ingresos de la historia, y el mayor índice de desocupación. Este antagonismo es el nudo gordiano que la burguesía no sabe cómo cortar sin precipitar una rebelión popular.
Las masas populares y los luchadores no debemos ´comprar´ el escenario catastrofista que describen desde los dos cantos de la grieta, incluso si en realidad es mucho más catastrófico que lo que están dispuestos a reconocer. Se trata, en primer lugar, de una extorsión – “no tenemos nada para dar” dicen. En realidad, les sobra, pero lo guardan para una ocasión más rentable: por ejemplo cuando se firme con el Fondo, a costa de los intereses de los trabajadores. Por eso, ahora es la hora de la movilización. El pueblo de Chile, por caso, arrancó concesiones importantes; por supuesto que insuficientes, pero que el gobierno no estaba dispuesto a otorgar. Lo mismo ha ocurrido, hasta un cierto punto, en Estados Unidos. Movilización contra los convenios laborales a la baja, contra el hundimiento de las jubilaciones, es decir por un aumento general de salarios y jubilaciones del 60%, por un Ingreso de Emergencia de 60 mil pesos, y por sobre todo por el cese de las actividades no esenciales hasta que todo el mundo no esté vacunado, y por protocolos en los trabajos esenciales, avalados por los trabajadores.
La iniciativa de esta lucha, como está comprobado, no partirá de la burocracia sindical ni de los piqueteros vaticanos. En el curso de la pandemia se han multiplicado las autoconvocatorias y las coordinaciones - como por otra parte ocurre en todo el mundo, incluso por parte de los vecinos que defienden sus viviendas en el este de Jerusalem, de las confiscaciones del estado y los colonos sionistas. El desarrollo de esta lucha es fundamental para que tercie una fuerza obrera independiente para las elecciones, cuyo propósito no será acumular bancas en el Congreso, sino desarrollar una alternativa de poder de parte de los trabajadores.