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Luego del artículo de Marcelo Ramal, “La Izquierda y las elecciones”, el viernes pasado, y de la repercusión que tuvo la entrevista que le hizo Gustavo Sylvestre, el lunes siguiente, el PTS y el MST saltaron el cerco para “convocar” a unas Paso de “toda la izquierda”. No tomaron el recaudo, sin embargo, de acordar esta “convocatoria” con el resto del FIT-U, o sea el aparato oficial del PO e Izquierda Socialista. Es, sin duda, un descuido sospechoso, porque una “interna” de “toda” la Izquierda requeriría el acuerdo de los otros socios del FIT-U. El PTS ya ha hecho esto en Salta y en Jujuy, donde primero llamó a la “unidad” para enseguida cerrar un acuerdo excluyente con el aparato que expulsó en formas sumaria, hace dos años, a mil doscientos militantes. El PTS se ha vuelto a embarcar en una operación de ‘unidad’, con la finalidad de adjudicar el fracaso a sus adversarios, y denunciarlos como divisionistas. Nada nuevo.
Más importante que esta maniobra de cuarta categoría es el contenido de la respuesta al planteo de Ramal. Es que, para el PTS al menos, esa interna debería tener un carácter de aparato, o sea ‘ordenar’ el reparto de las candidaturas. Para el MST, por el contrario, el contenido político de una ‘interna’ tendría un efecto “positivo” frente a los trabajadores o el electorado.
No se trata, sin embargo, de reivindicar la eficacia electoral de un debate político, sino de la importancia metodológica del debate mismo, para que la clase obrera comprenda porqué debe abandonar el voto a las patronales nacionales y populares, y hacerlo por la Izquierda. Es impropio de la Izquierda llamar a un voto a ciegas. Es, sin embargo, lo que hacen, tanto el PTS como el MST, cuando ponen a las diversas organizaciones de la Izquierda en la misma bolsa de “revolucionarios”, con la vieja muletilla de que ‘nuestras diferencias son mínimas’. El MST y el PTS saben que la etiqueta “todos somos revolucionarios” disimula divergencias estratégicas y de principios. Este planteo ficcional viola la condición número uno de la conducta de una corriente revolucionaria, que es dejar claras esas divergencias, o sea sostener sus propias posiciones políticas en toda coyuntura de acciones prácticas comunes, como es, en este caso, una lista única para las elecciones generales.
De nuestra parte, hemos hecho una crítica explícita al programa que presentó el FIT-U hace dos años, el cual no tiene nada de socialista. La trayectoria ulterior del FIT-U confirmó en exceso esa crítica: otorgamiento repetido de quórums a Capitanich, para pagar la deuda pública y privatizar tierras fiscales; el voto favorable a la ‘emergencia alimentaria’ pactada entre los Fernández y el macrismo; el voto a la ley que ratifica el acuerdo Netanyahu-Trump acerca del antisemitismo, que provocó la indignación de corrientes que no son necesariamente de izquierda. Que la coyuntura histórica haga conveniente un lista electoral única de la Izquierda (como veremos enseguida), no significa que debamos rifar las conclusiones de una experiencia politica de crisis partidarias y, en el caso del FIT-U, de un impasse faccional.
El PTS no esconde que su propuesta de Paso es apenas una maniobra faccional. Dice que el propósito sería ordenar las listas de acuerdo “a lo que obtenga cada partido (o bloque de partidos)”. Esto quiere decir que el FIT-U no tendría internas o Paso, sino que se presentaría emblocado contra el resto de la Izquierda. El FIT-U no es, sin embargo, un bloque político que merezca ese nombre, sino una aglomeración de fracciones para eventos electorales. Es un conglomerado en disputa constante entre ellas, que se traslada a acciones divisionistas en el movimiento obrero, la juventud y el movimiento de mujeres. Una interna de “toda” la Izquierda es sólo aquella en la que cada organización se presenta con sus propias banderas. Una interna realmente política debería organizar, en principio, cuatro o cinco debates virtuales, o eventualmente públicos. Es por esta vía que se debería organizar una campaña electoral en común. La propuesta de que el FIT-U participe ‘en bloque’ satisface la exigencia del aparato del PO de arreglar candidaturas a puertas cerradas. Lo único que incomoda a este aparato es que el PTS no se baja de las primeras candidaturas - una píldora que ya se tragaron y que se volverán a tragar. La propuesta del PTS convierte al ‘recurso’ de la interna en un atropello y en una farsa.
En lo que hace al MST, la cuestión es otra, porque reclama integrar a sus candidaturas a la centro-izquierda, bajo la forma de personalidades de los derechos humanos, feministas, independientes, etc. Ladero, en el pasado, de Luis Juez y de Pino Solanas, quiere repetir la historia bajo otra forma. Una interna o Paso debe reunir a la izquierda histórica, no a la progresía de contenido burgués.
Un debate con vista a una lucha electoral tendría que incluir, para empezar, la cuestión de la política parlamentaria. Si no se establece con claridad la condición revolucionaria de esta política, lo que queda es la integración al Estado a través del parlamento. En esto ha consistido la acción parlamentaria del reformismo de la Segunda Internacional, en la época ascendente del capitalismo. En la decadencia, asume características anti-revolucionarias. Una lista o coalición electoral que no discute la acción parlamentaria no es siquiera eso. El parlamento debe ser el escenario de una confrontación de poder, al servicio de la propaganda y la organización socialista. No es lo que ha hecho el FIT-U, como vimos. La acción parlamentaria debe subordinarse a la acción de las masas y canalizar una tendencia de lucha independiente de las masas. Ha ocurrido lo contrario; ha sido usada, mal, como cartelera electoral. Por eso la conquista de la reducción de la jornada laboral en el subte arrancada en 2002/3, en conexión directa con los activistas y delegados, seguirá siendo ejemplar.
El otro debate refiere al movimiento obrero. El desarrollo de las luchas, en el marco de la crisis humanitaria capitalista, ha confirmado el acierto de las posiciones de la Tendencia frente al aparato del PO. Autoconvocatorias, coordinaciones regionales y fabriles, asambleas populares; la lucha por la huelga general, en contraste con los ‘paros’ en cuotas que ha impuesto la burocracia como tradición. Estas tendencias recorren América Latina. Sobre esta base, la unidad de acción y organización del activismo de izquierda es decisiva. Hay que pronunciarse contra el faccionalismo, por un lado, y su contrapartida, la autoproclamación, que el FIT-U exhibe en forma sistemática.
El aparato del PO se opone a una interna abierta, no por lo que alega, que produce faccionalismo, sino para congelar un frente que practica el faccionalismo a perpetuidad. Ha desarrollado, con el PTS, un sistema de disputas, incluso violentas, que es lo contrario del debate de planteos programáticos y estratégicos. Propone un Congreso del FIT-U, que es puramente aparatesco porque está ausente el debate previo. El reclamo de ese debate de nuestra parte, cuando el PTS ‘convocó’ a la Izquierda, hace tres años, a unirse en un partido, fue condenado oficialmente por el aparato actual. El aparato sabe que un ‘Congreso’ de 24 horas, sería el marco de una disputa infernal. Es la propuesta de un grupo sin rumbo. El único programa de este aparato es el primer lugar en la lista de la Provincia, aunque volverá a conformarse con el segundo (ahora en disputa con el MST).
De conjunto, el FIT-U está persuadido que la crisis actual, en Argentina, lo favorece electoralmente, en forma automática. Apenas reprime una visión triunfalista. Lo resume Gabriel Solano en un tweet, que el periódico del aparato reproduce con entusiasmo: los jóvenes abandonan al kirchnerismo, la derecha se “pincha”, la gente no olvida el desastre macrista, los trabajadores están “podridos” de ajuste. A pesar de que sobraban espacios, Solano no añade ni hace referencia a que su aparato o el FIT-U estén creciendo. Omite lo fundamental, o sea si la crisis y la lucha política han fortalecido o no a la izquierda. Es así que insinúa la posibilidad de un crecimiento electoral por descarte, incluidos votos de la derecha. En lugar de convertir en conscientes los procesos inconscientes de las masas, el ex legislador porteño procede al revés: convierte en inconscientes, por descarte y limitado a las urnas, el descontento del pueblo trabajador. Lo mismo hacen Esteban Mercatante y Matías Maiello, en un artículo publicado en la revista Sin Permiso, donde deducen que el ajuste lleva mecánicamente a un crecimiento electoral del FIT-U.
No se puede descartar, sin embargo, algún ‘voto descarte’ o, como se decía antes, un ‘voto castigo’ módico hacia la izquierda. En las elecciones de medio término no aparece el factor polarizador de una elección ejecutiva. Pero la caracterización que discierne el FIT-U es equivocada, porque podríamos asistir a parlamentarias polarizadas por dos bloques capitalistas. El kirchnerismo, el frente radical macrista, la derecha, no son fuerzas inertes. La pandemia ha puesto un velo a la naturaleza social y política de la crisis. El oficialismo busca explotar el relato de que ‘la culpa la tiene el virus’ con una campaña de vacunación y con medidas asistenciales de última hora. Cuenta con una tregua condicional del capital financiero, que lo respalda comprando deuda local. Intenta controlar precios con medidas intervencionistas, como en la carne y las prepagas. El conjunto del sistema político y mediático presenta a las elecciones como un plebiscito – entre el ‘populismo’ y la ‘libertad’. JxC, por su lado, si bien presenta un cuadro de aguda disgregación, está activamente movilizada para imponer una victoria del ala partidaria de la ‘unión nacional’ o algo parecido en una interna contra el macrismo de paladar negro. En ese caso iría en un frente opositor compacto; es lo que entendió la derecha ‘pinchada’ de Solano. En lugar de advertir acerca de este escenario, el ‘fit-uísmo’ lo oscurece, en gran parte porque no lo entiende y porque se habla a si mismo. Lo concreto es que no ofrece un planteo de lucha política contra estas tentativas de reacomodamiento político de las fuerzas patronales, ni quiere un debate político que lo clarifique. Toda América Latina está recorrida por una deliberación política en la burguesía, que tiene el propósito de contener una gigantesca crisis de poder sin recurrir a dictaduras o métodos de guerra civil. Un debate en la interna serviría para una caracterización concreta de la situación política, y para echar a la basura el ufanismo simplón.
Es indudable que los métodos proletarios, como un debate largamente preparado, son superiores a una ‘primaria’. Quienes dicen que las Paso son burguesas tienen mucha razón, pero no toda la razón, porque al fin y al cabo podemos organizar esas Paso con nuestro método – repetimos, cuatro o cinco debates virtuales o públicos debidamente preparados, con interpelación de parte de los asistentes. El aparato del PO se acuerda de que las Paso son burguesas, pero no de que la intervención judicial de los comités del partido obrero es más que eso – es contrarrevolucionaria. Los otros partidos del FIT-U, por su lado, tienen una deuda pendiente que demoran en saldar: hábiles para encontrar la mosca en la leche del adversario, todavía no han dicho nada de los quórums del aparato a Capitanich.
El FIT-U, de acuerdo incluso a muchos de sus partidarios, sobrevive a un largo impasse. Es un agrupamiento para eventos electorales; no se ha desarrollado como una fuerza política autónoma. El ‘liquidacionismo’ del FIT-U viene de adentro no de afuera. Un resultado electoral que ‘alivie’ el estancamiento y el retroceso electoral desde 2015 en adelante, o incluso algo más, no resolverá este impasse – debería acentuarlo.
¿Por qué planteamos una interna abierta – “obrera y socialista”? Es claro que nadie se atrevería a acusarnos de que la consideramos ganada de antemano. Contra las opiniones de que “aquí no pasa nada” o de que el peronismo es un eterno “piloto de tormentas”, caracterizamos que la crisis humanitaria que atraviesa la sociedad capitalista, lleva necesariamente a situaciones pre-revolucionarias y revolucionarias, que deben ser preparadas por medio de una acción metódica, es decir por un programa transicional. Lo advertimos anticipadamente en 2018, en la revista En Defensa del Marxismo. La crisis del Partido Obrero ha reposado enteramente en esta cuestión: progreso parlamentario (“necesitamos veinte diputados”) o propaganda, agitación y organización revolucionaria. Los dos años transcurridos desde nuestra expulsión han confirmado nuestros pronósticos, incluida la posibilidad de desarrollo de nuestra Tendencia. Las próximas elecciones nacionales están cruzadas por todos estos factores revolucionarios en desarrollo. Por eso hemos luchado por nuestra legalidad y por eso participaremos de las elecciones. La posibilidad de una interna de toda la izquierda sería un punto de apoyo adicional para clarificar el momento histórico y las tareas que conlleva.
La vanguardia de la clase obrera debe ir a estas elecciones con la mayor consciencia de si misma y de los desafíos que tiene por delante.