Escribe Joaquín Antúnez
Los desafíos de una movilización creciente de los desocupados.
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Una convocatoria masiva que iba desde la estación de Avellaneda -la estación Darío y Maxi- hasta el Puente Pueyrredón se movilizó durante la mañana y el mediodía de hoy, sábado 26 de junio, en el 19 aniversario de la Masacre de Avellaneda.
La jornada contó con una adhesión de decenas de organizaciones sociales, de desocupados, derechos humanos y políticas. Se ha reiterado una importante convocatoria, al nivel de las movilizaciones que vienen protagonizando principalmente los trabajadores desocupados en los últimos meses, incluido el Polo Obrero (tendencia), acicateadas por la pandemia y la miseria social. Las organizaciones “vaticanas” alineadas con el oficialismo no participaron.
El documento que se leyó en el Puente Pueyrredón denunció la responsabilidad política del entonces presidente Eduardo Duhalde, del ex gobernador y actual Canciller, Felipe Solá, de Aníbal Fernández, entre otros funcionarios y ex funcionarios, en la planificación y encubrimiento de la masacre de Avellaneda. Pero también se trazó un retrato inapelable de la actual situación de la clase obrera: el hundimiento de la ayuda estatal y la asistencia a los comedores. También se denunció al gobierno de los Fernández por el desalojo de Guernica, el ajuste y el reciente pago al contado al Club de París.
Alberto Santillán y Vanina Kosteki hicieron uso de la palabra para reivindicar la lucha de sus familiares asesinados y la organización y la movilización de los trabajadores ocupados y desocupados, y del pueblo que lucha.
La constante apelación y reivindicación del Argentinazo y las movilizaciones populares del 2002 y 2003 marca la noción de una enorme conciencia sobre los métodos que ha desarrollado el movimiento piquetero, y que cobran hoy una vigencia a la luz de la crisis social y humanitaria que sacude a los explotados.
La jornada del 26, numerosísima, vuelve a colocar en agenda la necesidad de dar un cauce a la movilización ascendente de desocupados. Esa lucha empalma con las convocatorias y movilizaciones de trabajadores autoconvocados, en un número siempre creciente de gremios, que constituyen una desautorización a la burocracia sindical. Las rebeliones populares que se han dado en todo el continente han dejado en claro el antagonismo irrevocable entre los trabajadores y un régimen que los ha condenado al hambre, la pobreza y, ahora, a la muerte lisa y llana. Reagrupar a los trabajadores ocupados y desocupado bajo un programa político es la tarea que deja este 26.