El trosko-liberalismo y las vacunas

Escribe Ana Belinco

Tiempo de lectura: 4 minutos

El candidato a concejal porteño Gabriel Solano tuiteó su “rechazo a toda imposición y sanción a los trabajadores que hoy eligen (sic) no vacunarse”.

Sin embargo, para el mismo Solano en su “hilo” de Twitter, “el problema de Argentina es la falta de vacunas y no que la población no quiera vacunarse”.

“Aclarado esto”, continúa Solano, “puede existir (sic) un sector minoritario que se resista a vacunarse. Para superar esa resistencia es necesario recurrir a la persuasión y nunca a la imposición”. Pasado en limpio, Solano anticipa su repudio a la obligatoriedad de la vacuna, a pesar de que no le consta sino como posibilidad que “un sector minoritario se resista”. A continuación se despacha contra “los contratos secretos firmados con los proveedores de vacunas”, “las denuncias de que determinadas vacunas contienen veneno” y los “convenios firmados con los laboratorios”, por infundir “temor” entre la población, esto luego de haber aclarado “yo me vacuné”. Es sorprendente que esto lo diga el promotor de un bizarro proyecto para declarar de “utilidad pública” al laboratorio mAbxcience que ha inscripto en el programa del FIT-U el reclamo de “vacunas para todes”.

¿A título de qué viene entonces este pronunciamiento liberal frente a una cuestión de salud pública? Es evidente que el “trosko liberal”, obsesionado con dirimir el tercer puesto de los resultados electorales de Milei-Espert, intenta interpelar al potencial electorado de los ´libertarios´. Por otra parte, el pronunciamiento fue saludado inmediatamente por la más flamante incorporación del FIT-U, Convergencia Socialista, de porfiada militancia anti-vacuna y anti-cuarentena (“Las restricciones y cuarentenas nada tienen que ver con la defensa de la salud, más bien lo contrario, ya que atentan contra el necesario fortalecimiento de las defensas naturales”, en “Gabriel Solano y el debate sobre la obligatoriedad de vacunarse”, convergenciadecombate.blogspot.com, 5/8). Desde el comienzo de la pandemia, las fuerzas del FITU -especialmente el PO (o) y el PTS- sostuvieron que la política de aislamiento social obligatorio era la cobertura de la instalación de un “estado de excepción”. En aras de la “defensa de las libertades individuales”, la izquierda democratizante se colocaba en el terreno de los Trump y los Bolsonaro.

La obligatoriedad de la vacunación, la imposición de su aplicación, en general, no puede dejarse librada a una decisión, a creencias ni a captaciones por persuasión de corte individual, porque se trata de una cuestión de salud pública. El argumento "mi cuerpo, mi decisión", en esta situación concreta, no aplica porque afecta al conjunto de la sociedad. De la mano del calendario obligatorio de vacunación se han desterrado o controlado enfermedades que en el pasado diezmaban a millares de seres humanos. Poner en tela de juicio la vacunación obligatoria es un camino al oscurantismo propiciado por la derecha más recalcitrante. Los Milei y Espert -y los anti cuarentena de JxC- pretenden capitalizar políticamente el descalabro de la gestión de la pandemia del gobierno de los Fernández, aunque después viajen a vacunarse a Miami. Los planteos anticientíficos deben ser combatidos. Es la única forma de disputar la conciencia “individualista”, propia de la sociedad capitalista, que solamente será desterrada a través de un gobierno de trabajadores que ponga al servicio de la humanidad el avance científico y técnico. Solano, como los viejos socialistas amarillos, considera al oscurantismo “un asunto privado”.

Como suele ocurrir en estos casos, Prensa Obrera nuevamente ha prestado su espacio a la justificación de estos dichos. De tal modo, puede leerse que “en simultáneo [con los tuits de Solano], Gerardo Morales anunciaba que en Jujuy los empleados públicos deberán presentar un carnet donde conste la aplicación de al menos una dosis para poder ingresar a su trabajo, so pena de descuento salarial”. Para Prensa Obrera, exégeta de Solano, “las medidas coercitivas plantean la obligatoriedad de la vacunación no como una cuestión de salud pública y una responsabilidad del Estado, sino como potestad de las patronales de normalizar la actividad y una obligación del trabajador, sin que se le garanticen ni las segundas dosis ni condiciones laborales seguras”.

A partir de un caso de abuso patronal, disfrazado como una preocupación por la vacunación, el aparato oficialista afirma una política presencialista -laboral y educativa- a rajatabla. Hace dos meses, el aparato oficial lanzó una campaña a favor de la vacunación privada, ejercida por las patronales para los trabajadores de sus empresas, con el propósito de defender la presencialidad laboral. Ahora, con el mismo propósito, sostiene lo contrario – la libertad para ir a trabajar para quienes rechazan de un modo definitivo la vacunación.

La medida de Morales no tiene el propósito de doblegar a un supuesto “sector minoritario” que “desconfía” de las vacunas, sino asegurar la 'nueva normalidad' capitalista, el presencialismo a rajatablas, incluso a sabiendas que la vacuna no asegura contra el contagio, y menos en una sola dosis.

El carácter “emergencial” de la aprobación de las vacunas es invocado en Prensa Obrera para justificar el “temor” de quienes rechazarían la vacuna, no para combatir el presencialismo, del cual son defensores furibundos – eso sí, al principio con protocolos y ahora con vacunas, cuya aplicación no debiera ser, dicen, sin embargo, obligatoria. Las familias, siguiendo este hilo, no deberían ser obligadas a vacunar a los bebés con las tres vacunas de este ciclo. Los liberal-troskistas han entrado en una celebración religiosa, pues justificarían a los mormones contra la cirugía médica. En su disputa retórica con Milei-Espert por el tercer puesto, Solano se asimila a los planteos de estos en materia de vacunación ´libre´ y presencialidad compulsiva. Para luchar contra la intromisión de la patronal y el Estado entre los obreros, en este asunto, la Izquierda debería promover una campaña socialista por la vacunación estatal y una campaña de los sindicatos con el mismo propósito – proteger la salud de la clase obrera.

El aparato del PO critica la coerción, no el contenido social de la coerción. Olvida que las huelgas, los piquetes y las revoluciones, son coercitivas, pero de otro carácter al capitalista. En vísperas de la ‘segunda ola’, y ahora de la ‘tercera’, los capitalistas reclaman “libertad”, la abolición de las restricciones, mientras los accionistas se refugian en sus palacios. El marxismo ha sido denunciado, en todos los tiempos, por autoritario, sencillamente por asegurar que “la lucha de clases conduce a la dictadura del proletariado” (Lenin). Estas tres últimas palabras han sido abolidas del lenguaje inclusivo del aparato, cuando se trata de la categoría más inclusiva que pueda existir – en términos de género e internacionales.

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