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“El precio del metro cuadrado en el barrio de Boedo es de 2.136 dólares”, informa el Cronista Comercial (7/08), cuatro días después de que la Legislatura porteña votara a favor -con una abstención, de Autodeterminación y Libertad- de la rezonificación que permite la construcción del estadio de San Lorenzo en Avenida La Plata e Inclán.
El diario comercial advierte que la consecuencia inmediata de la norma aprobada en la Legislatura porteña es la revalorización del metro cuadrado y adelanta que el estadio va a generar un polo gastronómico. Es que la ley habilita “espacios educacionales, talleres de formación laboral, salas multiuso, gimnasios, natatorios, oficinas, hotel, restaurantes, confiterías, farmacias, auditorios, destacamento de bomberos, sede comunal (CGP), cocheras, galerías comerciales, patios de comidas, entre otros”. El mismo diario señala que: “Lo que ocurrirá es que cambiará el perfil del barrio y muchos vecinos van a trasladarse hacia otras zonas”.
Dicho sin sutilezas, el proyecto inmobiliario que tiene en mente el Marcelo Tinelli junto con sus socios del Pro y del kirchnerismo, va a expulsar a los vecinos históricos del barrio. Aquellos que no quieran convivir con eventos de miles de personas van a tener que malvender sus propiedades. La sola especulación va a disparar el precio de los alquileres. Aquella población feliz a la que hizo referencia la emocionada bancada del FIT-U, va a tener que irse del barrio. Vivimos en un país donde el 50% de los trabajadores cobra salarios por debajo de la línea de pobreza y los alquileres son impagables. Boedo, con el estadio, no va a ser para los cuervos que hoy viven ahí.
Un proyecto así revaloriza el barrio en los términos del capital y del enriquecimiento de la policía, algo que ya pasa en las zonas aledañas a los estadios de la Ciudad: “trapitos” que controlan el lugar para estacionar, las bandas de barras instalados con sus negocios (venta de entradas, de drogas y de mano de obra violenta). El terreno se valoriza pero las viviendas se deprecian porque hay que querer vivir con las consecuencias harto conocidas del negocio del fútbol. El negocio de barrio es insostenible y en su lugar las cadenas comerciales arrasan. De eso se trata, de que los niños ya no van a jugar el fin de semana en la vereda, copada por el movimiento que van a generar recitales y partidos de fútbol.
La votación no tuvo grietas de ningún tipo. El Frente de Todos, Juntos por el Cambio y el Frente de Izquierda, votaron a favor de Tinelli. Amanda Martín del PO Oficial justificó su voto a favor del mega negociado inmobiliario mientras lucía un cartel que decía: “No al puerto Madero 2”, por el rechazo al negociado de IRSA en las tierras de la Costanera Sur. Los argumentos canallescos deberían avergonzar a más de un militante de su propia organización. Para empezar, comparó el regreso del San Lorenzo de Tinelli y Larreta a Avenida La Plata con “una reparación histórica”. Alguien podría pensar que quiso decir “un negociado histórico”, pero no. Amanda Martín tuvo que pasearse por todos los lugares comunes del electoralismo para justificar chocarle los cinco a Tinelli, Lammens y Larreta en la ciudad de las Villas sin cloacas y del inexistente plan de viviendas populares.
Un abandono total del uso de las bancadas como tribunas socialistas y organizadoras de los y las trabajadoras por sus derechos. Un legislador socialista tendría que haber utilizado esos 7 minutos para denunciar la política expulsiva que tiene el Gobierno de la Ciudad para con los trabajadores y trabajadoras. Y haberse ofrecido como una organizadora de la lucha por un espacio verde en los terrenos en el que supo estar el supermercado, así como lo recomendó la Facultad de Ingeniería tiempo atrás: (que) “el terreno sea utilizado para la enseñanza y práctica deportiva y actividades sociales en espacios abiertos y en contacto con la naturaleza de espacios verdes a crear”.
Lo peor, de la justificación de la legisladora fue la advertencia sobre que el capital inmobiliario va a querer desvirtuar la ley y entonces “las hinchas y los hinchas” debían oficiar de fiscales durante la construcción del estadio. Una impostura. Los hinchas y las hinchas debían ser advertidos mucho antes de la votación de que el único resultado de tremendo negociado inmobiliario será la expulsión de los mismos que juntaron hasta el último peso para pagarle al supermercado el predio que la dictadura le había entregado luego de correr el Club. Que la restitución histórica para los cuervos de la Ciudad iba de la mano de un club que pusiera las instalaciones al servicio de la población y no de los empresarios del fútbol y de las industrias culturales y recreativas.
Desde el primer momento denunciamos el carácter del negociado y nos hemos reunido con los vecinos de Boedo que no se comieron el sapo. Abogaremos por la organización de las y los vecinos para recibir a los “hinchas felices” cuando deban luchar por su derecho a no ser expulsados del barrio del Ciclón.
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