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La nota que la revista Noticias la ha dedicado al dirigente del PO oficialista Gabriel Solano es instructiva. Noticias lo califica a Solano como un “trotsko liberal”, arrastrado por la empatía que sus tuits suscitan en la derecha vernácula. Como el aparato que acompaña a Solano es incapaz de perder una ocasión publicitaria, improvisa una justificación a su propio costo. No atendió a una vieja recomendación de Altamira, también por Twitter, que decía más o menos así: “El comité nacional del Partido Obrero me prohibió comentar boludeces”. Quienes festejan los tuits de Solano son connotados parlanchines del liberalismo, como Javier Milei, un curioso partidario de abolir el Banco Central que apoyaba el negociado de las Lebac de Sturzenegger, y que incluso reclama disolver el FMI, pero no sin antes cobrar lo que le deben.
Para justificar el ‘liberalismo’ que le atribuyen a Solano, Prensa Obrera cita una declaración de este dirigente a Perfil: “el socialismo es antiestatista”. Esto, por supuesto, es falso, y sólo muestra que el aparato no lucha por la conquista del poder del estado, sino que se conforma con discursear en el parlamento y en la tele. Tampoco es cierto lo contrario, porque el socialismo sostiene que el gobierno universal de los trabajadores inicia un período histórico de “extinción” del Estado, que ha surgido históricamente en el período de formación de los antagonismos de clase. La única corriente que se proclama antiestatista es el anarquismo, no el marxismo. La lucha del socialismo por las libertades democráticas y por los derechos civiles y políticos más amplios, supone la existencia de un estado, y constituye un método político para educar a los trabajadores en la necesidad de conquistar el poder político y establecer un estado de trabajadores.
Los liberales han servido a la formación y el desarrollo del capitalismo por medio de la “sangre y el fango” (en palabras de Marx), incluido el genocidio de los pueblos aborígenes. Fueron, aunque no sólo ellos, los más fieles bastiones de la última dictadura militar. Solano se saltea el abismo que separa a socialistas y liberales en la cuestión del Estado, y, destaca el supuesto antiestatismo común. Es como si les dijera: “nosotros también estamos, en última instancia, por la extinción del Estado”. Pero para el anarco-liberal (así se autodefinen los Milei o Santoro) el antiestatismo es sólo una coartada para terminar con la jubilación pública, la educación pública y la salud pública. A diferencia de Sarmiento, que tampoco “ahorraba sangre de gauchos’, los liberales post-modernos son clericales consecuentes. El pretendido “antiestatismo” es la fachada de una de las tendencias más furibundas de la reacción política.
Estatismo y nacionalismo
Hay muchos estatismos, sin embargo. No es lo mismo el estatismo de un estado imperialista que el de una semicolonia. El primero refuerza la capacidad de opresión de otras naciones, el segundo es un recurso defensivo contra esa opresión. Estamos ante desarrollos históricos relativamente diferentes: uno completó el desenvolvimiento capitalista, el segundo quiere lograrlo. La burguesía imperialista ha alcanzado un status de clase dominante internacional, la de una semicolonia es todavía “semidirigente”, como se demuestra en el peregrinaje mendicante de Alberto Fernández por Europa y con Trump. Nosotros apoyaríamos, en ciertas condiciones, la nacionalización del comercio exterior de Argentina, por parte de un gobierno capitalista, en ningún caso en Estados Unidos. El ‘antiestatismo’ en abstracto, en una semicolonia, es gorilismo al mango y pro-imperialista. León Trotsky defendió, contra la agitación imperialista, las nacionalizaciones de Cárdenas en México.
Solano se ha tomado muy a pecho su coqueteo con el liberalismo, más allá del que le adjudican. Acaba de criticar el cepo cambiario de los Fernández por los obstáculos económicos que pone a los trabajadores que quisieran vacacionar en el exterior. Esta posición ha hecho la delicia de los Milei, aunque es muy probable que Solano lo haya escrito sólo por adicción al tuiteo. Lo de Solano no es una crítica al capitalismo; si en lugar de poner un cepo, los Fernández hubieran levantado el que pusieron desde antes Lacunza y el FMI, habría denunciado la fuga de capitales. Si París ha valido una misa, un tuit justifica un disparate.
Quien se arroga la pretensión de ser dirigente de un partido obrero, no puede insultar la inteligencia de los trabajadores que no llegan a fin de mes, defendiendo un tipo de cambio bajo y libertad financiera para abaratar los costos de una estadía en el exterior. Otra cosa es defender el derecho político de salida y entrada en todos los países del mundo, en un caso Cuba, en el otro Estados Unidos, la Unión Europea, Gran Bretaña, China y Rusia (y Sergio Berni). Defender las libertades políticas de un modo amplio es propio de un luchador socialista, aunque algunos, incluso por ignorancia, la tipifiquen de liberal, anarquista o libertaria.
Dejamos constancia que ni Milei ni Solano han denunciado el recurso a la prisión preventiva como método de extorsión política. ¿Esto es liberalismo o es estatismo reaccionario? La izquierda tiene la obligación, más que nadie, de defender los derechos políticos, porque es quien ha sido más golpeada por su pérdida.
En el Partido Obrero, habíamos elaborado intensamente la cuestión la declinación histórica del peronismo y su tendencia a la disolución política. Los usurpadores del Partido han echado por la borda este legado, para comprar el libreto del “kirchnerismo fuerte” e iniciar una crítica al peronismo por derecha. Recientemente, en Bolivia se abstuvieron hasta último momento entre el gobierno (peronista) del MAS y el golpe boliviano de Bolsonaro (en vísperas del golpe, caracterizaron a Evo como “el mejor recurso del imperialismo”). Se colocaron a la derecha del escenario político.
Pero para desilusión de Milei y otros, el aparato del PO oficial no es ‘trosko-liberal`, simplemente carece de principios.