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Los medios de comunicación posicionan como la voz de la juventud a nuevos partidos liberales que poco tienen de novedosos, siendo portavoces de los más intrínsecos intereses de la burguesía. Las caras visibles de estas agrupaciones se pasean por los “programas de actualidad” manifestando, en forma más o menos directa, que la manera de generar más puestos de trabajo es flexibilizando el Orden Público Laboral. Los candidatos liberales, o autoproclamados libertarios, suben la apuesta proclamando como solución que el Contrato De Trabajo quede fuera de la órbita del orden público y se convierta en un contrato privado entre las partes.
Es lógico que este tipo de ideas sean del agrado de una clase que nuclea el capital y los medios de producción. Lo que no es lógico es que una gran cantidad de jóvenes simpatizantes, que en gran medida son víctimas de la falta de empleo y de oportunidades, puedan apoyar estas doctrinas que lo único que tienen de nuevas es el peinado del vocero de turno.
Víctimas de medios tendenciosos y/o peor aún de un sistema educativo que omite dar luz de la historia, parecen desconocer que lo que se plantea se remite a fines del Siglo XVIII con el nacimiento de las fábricas y de lo que podemos considerar como el origen más cercano de la lucha obrera como hoy la entendemos. Durante la Revolución Industrial el trabajo, que históricamente había existido en formas de esclavitud, vasallaje o de talleres artesanos, adquiere la forma de lo que hoy llamamos relación de dependencia. Esa relación entre el trabajador y el empresario surgía de un contrato individual como los que hoy nos plantean a modo de solución. Dicho contrato entre “personas libres” partía de una gran falacia: la igualdad de las partes al momento de negociar no era tal.
El trabajador, que vivía en la peor de las miserias, no era genuinamente un igual ante el empleador al momento de celebrar el contrato. Debía someterse a salarios denigrantes, condiciones de trabajo insalubres, jornadas de trabajo eternas y una constante violación a sus derechos. ¿Qué opción tenía el trabajador? Esa supuesta igualdad se veía limitada y cercenada por una dicotomía: morir de hambre o someterse a una vida infame que solamente serviría para cubrir necesidades mínimas (que en la práctica no sucedía tampoco). El trabajador era descartado de la fábrica ante la más mínima exigencia de derechos, por edad avanzada, enfermedad o situación que lo transformara en una molestia para el burgués. La puerta del establecimiento de trabajo era el límite que demarcaba hasta donde una persona era “libre”, es decir donde empezaban y terminaban sus derechos. El comienzo de la jornada laboral significaba el inicio de todo tipo de abusos aberrantes y para el Estado liberal eso carecía de importancia. Esas relaciones laborales, originadas en este contrato libre entre partes que hoy nos plantean como solución, fueron sinónimo de trabajo infantil, violencia hacia la mujer, discriminación y abuso de poder.
Años de lucha obrera, de condiciones laborales prácticamente esclavistas y de vidas perdidas llevaron a ese Estado ausente a involucrarse, construyéndose muy lentamente lo que hoy conocemos como Orden Público Laboral. Ese orden de carácter protectorio de los derechos del trabajador nace y tiene como fin limitar el libre accionar del empleador dentro del establecimiento de trabajo, ponderando que los derechos humanos de los trabajadores no se restrinjan por el hecho de vestirse con un overol y estableciendo un piso (que claramente aún no alcanza) de condiciones y de salario que no se puede profanar.
Es por esto que cuando nos hablan de instaurar un contrato individual entre el trabajador y el empleador sin la injerencia del sistema protectorio laboral como forma de “generar nuevos puestos de trabajo”, lo que se está buscando es retornar a un sistema que la misma historia nos demuestra que causo hambre, muertes, enfermedades e injusticia a los trabajadores.
Es fundamental dar luz a la gravedad de estas ideas, ya que muchos jóvenes se ven embelesados por discursos vistosos y argumentos quirúrgicamente moldeados que tienen como único objetivo perjudicar a la clase obrera y limitarla en sus derechos.
Carlos A. De Vito
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