Engels, la crisis habitacional y toma de tierras

Escribe El Be

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Debido a la crisis habitacional, las tomas de tierras son una herramienta cada vez más recurrente en la lucha de la clase obrera. La de la villa 21-24 fue la más reciente; hace largos meses tuvo lugar la toma de terrenos en Guernica. No sólo son desocupados los que llevan a cabo las tomas; los trabajadores ocupados, cuyo salario no les alcanza para un alquiler, se ven empujados a la ocupación de tierras, en la expectativa de construir su vivienda.

La capacidad productiva existe para construir existe, como lo prueban los grandes proyectos inmobiliarios; la construcción privada es el rubro que más ‘rebotó’ en la fase reciente de la pandemia. La mano de obra está disponible en abundancia. ¿Qué impide resolver el problema de la vivienda en CABA? El acaparamiento del suelo por los monopolios, el negocio bancario y el lucro industrial. La vivienda, en las grandes y pequeñas metrópolis es inaccesible. Se ha extendido el área de terrenos sobre el Río de la Plata, para fomentar la construcción de barrios de torres, a lo largo de toda la costa – de La Plata a Zárate.

El libro de Engels, Contribución al problema de la vivienda, escrito entre 1872 y 1873, viene muy a propósito de todo el asunto. El texto describe las viviendas obreras en el régimen capitalista como “focos de epidemias, que no cesan de reanudarse” - “El cólera, el tifus, la fiebre tifoidea, la viruela y otras enfermedades devastadoras esparcen sus gérmenes en el aire pestilente y en las aguas contaminadas de estos barrios obreros. Aquí no desaparecen casi nunca y se desarrollan en forma de grandes epidemias cada vez que las circunstancias les son propicias”. A pesar de toda la legislación burguesa por mejorar las condiciones sanitarias de los barrios, no dieron ningún resultado.

En el momento en que el autor escribía esas líneas, se estaban desarrollando debates en Alemania y en otros países de Europa acerca de cómo resolver la crisis de la vivienda en una etapa de poderoso desarrollo industrial. Engels señaló que el capitalismo no podía resolver el problema de la vivienda, sino que incluso era un causante de esta crisis: “En Inglaterra, la construcción de viviendas obreras al lado de cada gran fábrica rural y simultáneamente con ella, ha sido regla general desde hace 60 años y aún más. Como ya hemos señalado, muchos de estos pueblos fabriles se han convertido en el centro alrededor del cual se ha desarrollado más tarde una verdadera ciudad industrial, con todos los males que ésta implica. Tales colonias, pues, no han resuelto el problema de la vivienda; en realidad, ellas lo han provocado por vez primera en sus respectivas localidades.”

Engels arremetió primero contra la “generosa” política capitalista de construcción de viviendas para que sus obreros puedan alquilar cerca de su trabajo. Por eso explicó que “(...) los fabricantes ingleses, los propietarios de minas y de fundiciones conocían ya por experiencia la presión que podían ejercer sobre los obreros en huelga, cuando eran a la vez propietarios arrendadores de estos obreros”. Luego explicó cómo, aún contando con una vivienda en condiciones, esta mejora en la vida del obrero se le vuelve en contra bajo el régimen capitalista: “Supongamos que en una región industrial determinada sea normal que cada obrero posea su propia casita. En este caso la clase obrera de esta región está alojada gratuitamente; los gastos de vivienda ya no entran en el valor de su fuerza de trabajo. Pero toda disminución de los gastos de producción de la fuerza de trabajo, es decir, toda reducción por largo tiempo de los precios de los medios de subsistencia del obrero equivale, «en virtud de las férreas leyes de la doctrina de la economía nacional», a una baja del valor de la fuerza de trabajo y lleva, en fin de cuentas, a una baja correspondiente del salario. El salario descendería así, por término medio, en una cantidad igual a la economía realizada sobre el alquiler corriente, es decir, que el obrero pagaría el alquiler de su propia casa, no como antes en dinero al propietario, sino bajo la forma de trabajo no pagado que iría al fabricante para el cual trabaja. De esta manera, las economías invertidas por el obrero en la casita se convertirían, efectivamente y en cierta medida, en capital, pero no para él, sino para el capitalista de quien es asalariado”.

Con estos argumentos, Engels golpeaba con fuerza las propuestas “cooperativistas” que buscaban en las mutuales obreras y la ayuda estatal una salida a la crisis habitacional de la clase obrera. Engels pregunta: “Pero, ¿de dónde procede la penuria de la vivienda? ¿Cómo ha nacido? Como buen burgués, el Sr. Sax debe ignorar que es un producto necesario del régimen social burgués; que no podría existir sin penuria de la vivienda una sociedad en la cual la gran masa trabajadora no puede contar más que con un salario y, por tanto, exclusivamente con la suma de medios indispensables para su existencia y para la reproducción de su especie; una sociedad donde los perfeccionamientos de la maquinaria, etc., privan continuamente de trabajo a masas de obreros; donde el retorno regular de violentas fluctuaciones industriales condiciona, por un lado, la existencia de un gran ejército de reserva de obreros desocupados y, por otro lado, echa a la calle periódicamente a grandes masas de obreros sin trabajo; donde los trabajadores se amontonan en las grandes ciudades y de hecho mucho más de prisa de lo que, en las circunstancias presentes, se edifica para ellos, de suerte que pueden siempre encontrarse arrendatarios para la más infecta de las pocilgas; en fin, una sociedad en la cual el propietario de una casa tiene, en su calidad de capitalista, no solamente el derecho, sino también, en cierta medida y a causa de la concurrencia, hasta el deber de exigir sin consideración los alquileres más elevados. En semejante sociedad, la penuria de la vivienda no es en modo alguno producto del azar; es una institución necesaria que no podrá desaparecer, con sus repercusiones sobre la salud, etc., más que cuando todo el orden social que la ha hecho nacer sea transformado de raíz. Pero esto no tiene por qué saberlo el socialismo burgués. No se atreve en modo alguno a explicar la penuria de la vivienda por razón de las condiciones actuales. No le queda, pues, otra manera de explicarla que por medio de sermones sobre la maldad de los hombres, o por decirlo así, por medio del pecado original”.

En la actual campaña electoral, el paladín de los libertarios, Javier Milei, vuelve a plantear que el capitalismo soluciona por sí sólo todo este tipo de problemas. El candidato ha visitado la villa 31 y en una reciente entrevista planteó que la pavimentación de las calles se puede lograr con la privatización de las mismas, por lo que cada peatón o automovilista debería pagar por pisar la calzada, con variación de la tarifa de acuerdo al lugar donde transite. El tipo que juró por su honor no crear nuevos impuestos ni aumentar los existentes, ya encontró una gabela que no se le había ocurrido hasta ahora a ningún populista. La pavimentación, sin embargo, y su consecuencia, la urbanización de las villas, aumentaría potencialmente el valor del suelo; con bajos salarios o desocupados, los dueños de las casillas precarias venderían su ‘propiedad’ al mejor postor, y partiría hacia lugares tan pobres como el que dejó. La Villa 31, especialmente, se convertiría en un espacio para el capital inmobiliario y la salida de sus vecinos. El Estado ha retrasado las urbanizaciones porque destina el dinero al pago de la deuda pública, y por otro lado, porque no ha ofrecido suficiente ‘confianza’ de su capacidad para sostener una corriente de capitales hacia ese destino. Los hacinamientos no concluirían, sino que se desplazarían hacia otras zonas. Caba no es un territorio de industrialización sino de alejamiento de industrias, que son sustituidas por servicios financieros y tecnológicos, y por el turismo.

En este aspecto, las tomas de tierras representan un ariete de la clase obrera contra la crisis habitacional generada por el capitalismo. El Estado (y muchos medios de comunicación) arremete contra ellas, a las que denuncia como una violación al derecho de propiedad. La crisis capitalista, sin embargo, se encarga por sí sola de violar ese derecho. En la mayoría de los casos de ocupación, el estado las deja libradas a si mismas, con la conciencia de que los ocupantes no tienen medios para construir vivienda, y menos aún una urbanización.

Las tomas de tierras deben servir para impulsar coordinadoras barriales y comenzar a debatir una salida de fondo. El éxito en una lucha por vivienda sólo brindarlo un gobierno de trabajadores.

Las palabras finales de este texto se las dejamos a Federico Engels:

“He aquí un ejemplo elocuente de la manera cómo la burguesía resuelve en la práctica la cuestión de la vivienda. Todos estos focos de epidemia, esos agujeros y sótanos inmundos, en los cuales el modo de producción capitalista encierra a nuestros obreros noche tras noche, no son liquidados, sino solamente... desplazados. La misma necesidad económica que los había hecho nacer en un lugar los reproduce más allá; y mientras exista el modo de producción capitalista, será absurdo querer resolver aisladamente la cuestión de la vivienda o cualquier otra cuestión social que afecte la suerte del obrero. La solución reside únicamente en la abolición del modo de producción capitalista, en la apropiación por la clase obrera misma de todos los medios de subsistencia y de trabajo”.

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