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El articulo que reproducimos a continuación desarrolla el debate que tuvo lugar en la legislatura porteña, en ocasion de la muerte de cinco jovenes en una fiesta electrónica (Time Warp). Traza, en la izquierda, una línea demarcatoria entre un planteo revolucionario y otro democrátizante en la cuestion de la droga.
La muerte de cinco jóvenes en la fiesta electrónica de Costa Salguero ha reflotado el debate sobre el consumo de drogas en el país. Es cierto, por un lado, que se ha exacerbado esta polémica con un propósito encubridor. En efecto: pretende desplazarse el debate sobre la protección y complicidad del Estado para con los narcoempresarios (de eso se trata Time Warp) por una deliberación acerca de las consecuencias físicas o síquicas de la droga sobre las personas. Quieren ocultar una crisis política detrás de un debate médico, o incluso farmacológico. De allí, a la culpabilización de los propios jóvenes consumidores o adictos, hay solo un paso.
Pero si se mira bien, este mismo escamoteo aparece cuando se debate la cuestión “general” del consumo de drogas. O sea, la negativa a inscribir ese consumo en las condiciones generales de la vida social bajo el capitalismo, en su fase de descomposición. La supuesta “libertad individual” para discernir sobre el consumo de drogas es una ficción, cuando los jóvenes son sometidos a gigantescos operativos empresariales como el que se montó en Costa Salguero. Con seguridad, la crisis de Time Warp volverá a reforzar las acciones represivas del Estado contra los consumidores de droga, los únicos que son sentados al banquillo. Mientras tanto, el organizador de Time Warp -un empresario con larga historia como concesionario del Estado porteño- decidió él cuándo concurrir a la justicia, después de permanecer una semana prófugo. Mientras se pone en la mira a los jóvenes, salta la impunidad de los narcoempresarios que, al tiempo que vendían una droga que convoca a la búsqueda desesperada de hidratación, armaron otro negocio lucrativo con la venta de agua.
En vez de poner de manifiesto esta trama de impunidad con claras responsabilidades estatales, los ´comunicadores´ se han lanzado a propagandizar el llamado “consumo responsable” o “control de daños” al consumo de drogas. Esta tendencia, extendida en varios países europeos, naturaliza el narconegocio y la drogadicción en los jóvenes, en nombre de campañas explicativas e instancias de ´control de calidad´ sobre los estupefacientes en venta. En varios países de Europa, se instalan puestos de control en las puertas de las rave (fiestas electrónicas) para examinar la pureza de las pastillas de diseño. La municipalidad de Rosario acaba de anunciar la puesta en marcha de este régimen, y el propio Horacio Rodríguez Larreta informó de un proyecto similar en la Ciudad. De la megaintoxicación offshore en Costa Salguero, avanzamos a la bendición estatal del meganegocio de las drogas de diseño.
El planteo del “control de daños” se inscribe en una tendencia internacional en favor del blanqueo de la producción y consumo de drogas, que fogonean un grupo definido de voceros y corporaciones. De Lehman Brothers (2008) para acá, el dinero del narcotráfico ha jugado todo un papel en el rescate del capital en quiebra. Lo ha demostrado el escándalo del banco Wachovia Wells Fargo, que blanqueó fondos del narco mexicano equivalentes a todo el producto bruto de este país para zafar de su quiebra. Un sector del capital quiere 'transparentar' estos mecanismos de rescate, para percibir impuestos del narconegocio y sustraerlo del mundo de los paraísos fiscales y bancas “off shore”. Nada de esto eximirá a la droga de sus consecuencias de fondo sobre millones de jóvenes, en términos de embrutecimiento, degradación física y sicológica. El “control de daños” es un régimen de asimilación controlada al consumo de drogas en masa. Del mismo modo que el capitalismo atiende al desempleo crónico con los raseros universales de pobreza (AUH), aspira a administrar ´ordenadamente´ la sujeción de la juventud al narcoflagelo. Si esta posición domina a la opinión pública pretendidamente “progresista”, es inconcebible entre quienes se reclaman de la izquierda revolucionaria. Pero en la sesión de la Legislatura porteña que debatió el tema Time Warp, el “consumo responsable” fue reivindicado, no por los diputados de las fuerzas del régimen, sino por el diputado del PTS. Nuestra banca, por el contrario, llamó a la juventud a levantarse contra el narcoEstado, y a defender su conciencia y su lucidez para luchar por una transformación social. Nuestra lucha por la despenalización -y por el desmantelamiento del aparato represivo entrelazado orgánicamente con el narcotráfico- no puede confundirse con la apología de la droga, que busca liquidar a la juventud como factor transformador de una organización social que, para sobrevivir, criminaliza sus propias finanzas y ramas económicas.