Escribe Jorge Altamira
La degeneración política del aparato del PO y el verdadero rostro del FI-U.
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El Partido Obrero oficial está difundiendo profusamente su programa para las elecciones del 14 de noviembre. Esto que parece natural es, sin embargo, completamente irregular. Se supone que ese programa no debería ser otro que el del FIT-U (que ahora cambió a FI-U) aprobado sin mayor entusiasmo con vista a las PASO. Es curioso que un Frente elabore un programa único cuando debe enfrentar una disputa interna, y que luego distribuya varios de ellos cuando sale a competir en una lista única contra los demás partidos. Este desatino sólo demuestra la escasa importancia que se le asigna al programa, que de guía política estratégica se convierte en un producto de segundas marcas. La cosa es naturalmente más seria, porque este método los exime de exponer una estrategia política, o sea que han abandonado el punto de vista socialista.
El programa que ha llegado a la góndola es, en realidad, un conjunto de reivindicaciones aisladas unas de otras, es decir que no constituye un planteo de poder político. La cuestión del poder es lo que unifica a un programa. Sabemos, por la experiencia de la lucha interna, que el aparato rechaza el planteo de poder hasta que las masas no lo hayan planteado en forma directa y hasta por su propia cuenta. Hasta que no sea un hecho consumado. Es claro, sin embargo, que no se puede llegar a esa instancia decisiva sin una larga preparación previa; esa función preparatoria es la que cumple el programa. Un partido socialista es tal en cualquier circunstancia, sea ésta revolucionaria, semi-revolucionaria o contrarrevolucionaria. En un régimen democrático-electoral es una oposición socialista, no una banal "tercera, cuarta o segunda fuerza".
No es casual que en ésta como en casi todas demás cosas, no solamente el aparato sino todos sus socios en el FI-U hayan adoptado el lenguaje de los medios de comunicación: ya no existen los programas, sino las “propuestas”. Deberíamos decir "les propuestes", en una suerte de afrancesamiento inclusivo del castellano. Pero las propuestas suponen un marco político: una "propuesta" descontextualizada del régimen político y de su Estado, es una expresión de conformidad con ese régimen y el Estado que encuadra a ese régimen. La plataforma que difunde la página oficial del PO presenta bajo la forma de “Propuestas” lo que debieran ser las “Reivindicaciones”. Al patrón no se le "propone", se le demanda. Hay en el medio un antagonismo social que la "propuesta" disimula u oculta, y la “reivindicación” expone.
El programa tiene el propósito de plantear cuál debe ser el marco político de sus reivindicaciones, y el cambio del régimen político. Es lo que esquiva la plataforma que difunde el PO: estamos en presencia del ingreso tardío del "posmodernismo" en la izquierda. Como dijo una vez Cristina Kirchner -cuando era una menemista ferviente- “de joven quería cambiar el mundo, ahora sólo trato de cambiar mi barrio”. El reemplazo de la “epopeya histórica” por el “minimalismo” es, precisamente, un postulado fundamental de la posmodernidad. El giro del aparato del PO hacia esta extravagancia tuvo lugar en la campaña electoral de 2017, cuando también se retiró de la propaganda partidaria el planteo de gobierno de trabajadores. En el comité nacional del PO tuvo lugar una feroz discusión acerca de esto.
Las luchas electorales tienen un método que le son propias: son una lucha entre partidos. La plataforma de propuestas del aparato del PO viola incluso estos principios elementales, porque no hay en ella una confrontación de programas y métodos con los partidos en competencia: los partidos patronales. La lógica de este comportamiento "anti-electoral" es impecable: "si confrontamos sistemáticamente con otros partidos tendremos que resaltar, antes que nada y después de todo, el contraste de clase y de perspectivas históricas de unos y otros". El FI-U debería hacer, en el marco de una lucha entre partidos, una propaganda socialista; algo que no ocurre de ninguna manera, a pesar de que tres de los cuatro integrantes llevan la palabra socialismo en su etiquetado frontal, con un tamaño de letras nada despreciable. Esa lucha socialista es de la mayor importancia “sobre todo en una campaña electoral”, o sea, cuando una corriente obrera, socialista y revolucionaria debe pelear en el terreno y las condiciones del régimen establecido, y por lo tanto debe poner de manifiesto los límites insuperables de ese régimen y de ese orden social para las aspiraciones de las masas.
En el set de “propuestas” están ausentes las reivindicaciones políticas, es decir, las reivindicaciones fundamentales. Es la plataforma de un "partenaire" del régimen político y de los explotadores. A diferencia de todo este oportunismo vulgar, el Manifiesto Político del Frente de Izquierda (2013) caracterizaba la etapa política, el lugar de la izquierda en ella y fundamentaba las reivindicaciones sociales y políticas correspondientes. El aparato no solamente ha expulsado varias centenas de militantes: repudia el programa del Partido Obrero.
El conglomerado de pastillas digitales del aparato no tiene ninguna referencia a la crisis de gobierno después de las PASO. Flota en el vacío, como un astronauta. Tampoco a la aceleración de la crisis mundial como consecuencia de la pandemia. No tiene una caracterización del lugar histórico de la pandemia, que se desenvuelve en un capitalismo en decadencia. Bastaba desarrollar algunas líneas, que se han evitado, principalmente para no hablar del agotamiento de parlamentarismo como ámbito de cambios reformistas. El aparato de conjunto del Estado se encarga de neutralizar las veleidades reformistas que aparecen por excepción. La plataforma electoral 2021 no expresa la voluntad de levantar una tribuna revolucionaria en el Congreso, sino que oficia de pasaporte para el arribismo electoral.
La plataforma denuncia un sistema de salud “vaciado y privatizado”. Entendemos que quiere decir un sistema de salud estatal vaciado y un sistema privado pletórico, que se sirve de los usuarios, las obras sociales y los subsidios del Estado. Acerca de esto no aporta ninguna conclusión, es decir que es "para la tribuna". Ocurre otra cosa cuando señala la “fragmentación del sistema”, donde, dice, que “los recursos no solo son insuficientes sino que se asignan en forma ineficiente”. No tenemos entonces una confiscación de la atención de la salud por parte los capitalistas de la medicina y los laboratorios, sino una “asignación de recursos” insuficiente y desbalanceada. Es la caracterización de todas las corporaciones capitalistas de la salud y la preferida de Cristina Kirchner: la “fragmentación del sistema”.
Desde el macrismo al Instituto Patria, con los matices del caso, se viene propugnando un sistema “único” de salud que tiene como pilar a la racionalización (reducción) de las prestaciones y el autofinanciamiento del hospital público: una tercerización de servicios en favor de las prepagas. La “plataforma” no se delimita de estas reformas reaccionarias. Critica a los sanatorios que cerraron “para dedicarse a otros negocios”, no a los que los hacen con la salud: los grupos financieros (prepagas) que parasitan de los aportes y cuotas de los trabajadores.
La plataforma reclama la “centralización” del sistema de salud -como lo reclaman también los K- bajo control, claro, “de los trabajadores” a quienes la plataforma no pone en ningún lugar en la lucha política por desarrollar un proletariado con conciencia de clase, el único que puede ejercer un control obrero. Esa “centralización” debe conducir a “un funcionamiento único, nacional gratuito y universal”. Sería una suerte de asociación público-privada, porque en ningún lugar se refiere a la expropiación de los pulpos capitalistas de la salud. La “cobertura universal” de marras es lo que reclaman el Banco Mundial, Macri y Cristina. La plataforma, en este punto, se limita a un palabrerío de circunstancias.
Pero tampoco puede haber un programa aislado para la salud. La apertura de los libros y operaciones de sanatorios y laboratorios, la estatización de las prepagas, la reducción al 10% del salario de las tarifas de atención, el salario mínimo igual a la canasta familiar para los trabajadores, la expulsión de la burocracia sindical de las obras sociales, la formación profesional, la multiplicación de los centros de atención primaria de calidad, todo esto requiere medidas de ataque al gran capital, que son incompatibles con el régimen actual. Deben ser colocadas en el contexto de la lucha de clases, no de las "propuestas" legislativas. De otro modo, son una estafa.
La “pastilla” dedicada a la deuda externa caracteriza que el manejo del gobierno de “un tema tan delicado fue errático incluso en términos capitalistas”. La plataforma, en estos términos, se deshace de las "propuestas", para convertirse en una asesoría al capital. En un tema ”¡delicado!”: el gobierno se equivoca como capitalista. El redactor de la pastilla no quiere dejar dudas acerca de su posición: la negociación con los acreedores privados, dice, “no redundó en ningún beneficio para el país” (sic), y destaca que no significó “ni siquiera, un retroceso del riesgo país”. ¿“Ni siquiera”?, si el "riesgo-país" se trata solo de eso: de valorizar la deuda pública.
Lo que está diciendo la plataforma es que si un acuerdo con el FMI valorizara la deuda pública, habría que archivar el no pago de la deuda. Es la primera vez, a nuestro saber, que un texto de izquierda aboga por la valorización de la deuda pública, y critica a un gobierno “en términos capitalistas” por sus volteretas. Si, de nuevo, como aseguran los "operadores de mercado", el acuerdo con el FMI levantara la cotización de la deuda, ese acuerdo habrá sido un éxito ”¡para el país!” ¿De qué otro modo sino mediante, precisamente, ese acuerdo se puede valorizar la deuda (“bajar el riesgo país”)? Una ruptura con el FMI, llevaría el "riesgo-país" a la estratósfera y el valor de la deuda a las catacumbas. La plataforma ignora que el capital tiene varios recursos para lidiar con la "hipoteca" de la deuda, desde las renegociaciones con quitas, los "perdones" y la inflación. El propósito principal de la inflación que ha resurgido en EEUU y Europa, es licuar las deudas del Estado. Es un recurso que provocará enormes crisis, por cierto, pero la crisis es una "normalidad" del capitalismo
La “pastilla” califica a la deuda como “una hipoteca sobre el desarrollo del país”. ¿Un “desarrollo” capitalista o socialista? La decadencia histórica del capital, o sea que abarca el desarrollo de las relaciones sociales en su conjunto y el destino mismo del capital, es sustituído por la calamidad financiera del endeudamiento. De otro lado, plantea la nacionalización de la banca, no como una medida o un paso transicional hacia el socialismo, sino “para terminar con la fuga de capitales que impide el desarrollo de nuestro (sic) país”. El trosco-liberalismo y el trosco-peronismo descubren su faceta trosco-desarrollista.
El texto no caracteriza a la deuda como un derecho de los acreedores internacionales sobre el trabajo no retribuido a los obreros argentinos, y, por lo tanto, como parte de una lucha de clases. El desconocimiento de la deuda para una reorganización sobre bases socialistas exige de un gobierno de trabajadores: el “entrelazamiento entre las tareas nacionales y las tareas socialistas”. Pero la ausencia de un planteo de poder obrero convierte a las reivindicaciones nacionales en vocinglería, no en un impulso a la autonomía política de los trabajadores y a la lucha por un partido propio.
El texto dedica la pastilla “educativa” a denunciar los múltiples agravios contra la educación pública, desde los salarios docentes hasta la infraestructura educativa. Pide, también, “suspender la presencialidad” en los distritos rojos, sin hacer un balance de las consecuencias del aperturismo oficial. Peor, el FI-U fue anti-cuarentena antes que nadie. Mucho antes que Milei, Christian Castillo escribió largos artículos para sostener que los "testeos" hacían innecesaria la cuarentena.
El texto no asume a la educación como una cuestión social y política, ni su decadencia como parte de la decadencia del capital, ni llama a resolver la cuestión educativa en el cuadro de la lucha de clases. En definitiva, no convoca a la politización de la escuela, a una educación fundada en la libertad humana y al desarrollo de una corriente socialista en la docencia. Con los mismos límites, el capitulo de la Mujer denuncia al ministerio respectivo, pero no saca las conclusiones políticas del caso, o sea, el fracaso de la transversalidad feminista y la política sorora, es decir la colaboración de clases en la lucha de la mujer. La integración del feminismo burgués y pequeñoburgués a un gobierno clerical demuestra que no hay sustituto a la lucha por la organización socialista de la mujer trabajadora.
El conjunto de “propuestas” no puede abordarse en un solo artículo. Otras cuestiones -como la droga, la vivienda y la cuestión del suelo- deberán merecer otros capítulos.
Lo que es impostergable, en cambio, es una conclusión de conjunto. La “plataforma” pone de manifiesto la magnitud de la usurpación política y programática del Partido Obrero, ejecutada por una camarilla. Pone en evidencia la colonización ideológica sufrida por el aparato por parte del resto del FI-U, o sea del bloque morenista democratizante.
En 2018, quienes hoy formamos la Tendencia alertamos sobre una crisis de régimen asociada al derrumbe del macrismo, que exigía una agitación política definida: Fuera Macri, Constituyente Libre y Soberana. Quienes hoy están al frente del PO oficial planteaban, en resumidas cuentas, “habrá 2019”: o sea prepararse para las elecciones, con dos años de anticipación. Los resultados están a la vista. La plataforma que supieron conseguir es la comprensión que tienen de un programa de transición. Un oportunismo electorero que violenta el método de toda lucha política, incluso la electoral.
En su cocktail de “pastillas”, el aparato oficial del PO es consecuente con su travestismo político. La “pastilla” que falta, precisamente, es la reivindicación de la lucha de clase del proletariado, del socialismo internacional y del gobierno de trabajadores. Sólo que no puede tener el envasado y etiquetado de una pastilla, sino el carácter de un programa.