Tiempo de lectura: 4 minutos
Alberto Fernández abrió las sesiones ordinarias del Congreso como si sus casi tres meses de gobierno no hubieran transcurrido. Después de reseñar las medidas asistenciales que aplicó en ese lapso, se aferró a los dichos del FMI sobre la deuda ´insostenible´. Se atrevió a decir que “prefería” un “acuerdo razonable” -dejando las puertas abiertas para oficializar el default de la deuda. Sonó, sin embargo, como una extorsión banal, en momentos en que llega una misión del FMI, para ‘auditar’ las cuentas públicas, o sea determinar la capacidad de pago de Argentina, más allá del relato oficial. Fernández hizo referencias al “presupuesto 2021”, sin que el Congreso haya votado el del 2020: las cuentas y gastos de este año están supeditadas al acuerdo con los acreedores.
Fernández volvió a anunciar un régimen especial para las explotaciones petroleras y mineras sin, de nuevo, explicitar que se trataría de autorizar la remisión de utilidades, exención de impuestos, flexibilidad laboral. La posibilidad, sin embargo, de que las petroleras importen maquinaria al tipo de cambio oficial, o de expatriar ganancias u obtener financiamiento, desataría las denuncias del resto de los capitalistas, privados de semejantes beneficios. Tanta habladuría sobre Vaca Muerta simplemente esconde la intención de producir, junto a un arreglo de la deuda, una mega-devaluación del peso, que haga factible la liberación del mercado de cambios. Es esta variable la que inhabilita al gobierno la confección de un Presupuesto, que la oposición tampoco le pide. Esto explica también el encono de los Fernández hacia la movilidad jubilatoria y la cláusula gatillo, que no es más que la movilidad de los salarios. Hasta que el oficialismo no logre reunir las condiciones para proceder a una devaluación y a la liberación cambiaria, los discursos de Fernández seguirán poblados de críticas a la hipocresía, la defensa de una economía moral y otra sarta de definiciones similares, que contrastan con lo que él ha hecho en su trayectoria política.
La referencia a Malvinas intentó, antes que nada, marcar una diferencia de estilo con Macri, orientado con los intereses británicos y con un discurso globalista. Una vez cumplida la obligación de tocar la cuerda nacional y popular, sin mayores efectos prácticos, se puede ver en este tema alguna intención de aprovechar la ruptura de Gran Bretaña con la Unión Europea, para meterse en el negocio de la pesca, que es un rubro que podría provocar una guerra económica que destruya la posibilidad de un acuerdo sobre el Brexit. Después de todo, Fernández se dio un tiempo con el francés Macron, el italiano Conti, la alemana Merkel y el castellano Sánchez, pero no tuvo un minuto para el trumpista Boris Johnson.
Lo que vale para la pesca se aplica al petróleo, ante la manifiesta tendencia de las petroleras a desinvertir en Vaca Muerta, para pelear concesiones ‘off shore’, en la plataforma marítima de Argentina. Aquí, de nuevo, se especula con la posibilidad de aprovechar el Brexit, para obtener un respaldo en la UE frente al ocupante de Malvinas.
Todo esto está condicionado a un arreglo de la deuda externa y a un acuerdo con el FMI -con el cual se podrían postergar vencimientos de deuda, bajo el programa de Facilidades Extendidas, lo que supone un plan de ajuste. No son pocos, sin embargo, los que pronostican que la crisis de financiamiento subsistirá después de cualquier arreglo de deuda, la cual no es la causa de la crisis de Argentina sino un efecto de ella, que agrava e incluso acelera el estallido de esta crisis. Los grandes filones de FF -shale gas, petróleo, litio- tropiezan con la crisis mundial, que tiene a la gran industria que consume combustibles y minerales bajo la picota de los precios bajos y el exceso de capacidad. El discurso de AF ni rozó al escenario internacional. Apenas dedicó unas palabras a América Latina, pero sólo para encubrir, detrás de palabras edulcoradas, a los golpes, conspiraciones políticas y rebeliones populares que atraviesan al continente. No condenó el golpe en Bolivia ni las persecuciones y proscripciones contra el MAS. La omisión revela que el gobierno ha colocado a la política exterior bajo la égida del FMI y de sus jefes políticos, en la búsqueda de algunos puntos de quita de la deuda “insostenible”.
Distraccionismo
Para eludir el impasse de su gestión económica, Fernández llenó su discurso con otras cuestiones, aunque para llegar a contradicciones similares. Les dedicó un párrafo a los servicios de inteligencia y a la difusión de sus archivos, con la liviandad propia de quien nunca hubiera intervenido en la gestión del Estado. El kirchnerismo mantuvo a Stiuso al frente de la SIDE durante más de una década, a sabiendas de su colaboración en paralelo con la CIA y el Mossad. Stiuso sólo fue desplazado en ocasión de la crisis por el memorándum con Irán, y para reemplazar a la SIDE por la inteligencia militar (Milani). Con esos antecedentes, cualquier ´apertura de archivos´ sólo puede culminar en un nuevo encubrimiento o, a lo sumo, en un ajuste de cuentas entre diferentes fracciones del Estado.
Fernández anunció una reforma judicial, que pretendería ampliar al elenco de jueces a cargo de causas federales. Pero los nuevos jueces provendrán de los juzgados de CABA, nombrados por Larreta y antes por Macri. Esto pone en tela de juicio el reclamo de la fracción cristinista del gobierno –la libertad de los De VIdo y compañía, así como la cuestión de las causas a CFK. El nudo del acuerdo entre los dos Fernández, que era asegurarle al kirchnerismo un salvoconducto judicial, continúa en crisis, y probablemente más acentuada después de estos anuncios.
Fernández anticipó la presentación de una ley de aborto legal cuyo contenido, una vez más, no reveló. En esta ocasión, aseguró que el proyecto se conocerá “en diez días”, o sea, después de la gran movilización del 8M. No quiere que esa jornada concentre los rechazos que pueda despertar su ley si, por ejemplo, se incluye la objeción de conciencia institucional.
“Normalidad”
“Mañana empiezan las clases en todo el país”, dijo Fernández, celebrando la supuesta capacidad del FdeT para mantener a raya los reclamos docentes, después de haber anunciado un salario inicial que cubre la mitad de la actual canasta de pobreza. Fue como si dictara, desde el mismo Congreso, una gran conciliación obligatoria. Pero en seis distritos del país no arrancaron las clases, y numerosas asambleas de los SUTEBA bonaerenses se pronunciaban en el mismo sentido. Muy poco tiempo antes, había tenido lugar un paro aceitero por el salario, y la cuestión paritaria es objeto de una viva deliberación en varios otros gremios estatales y privados. El inmovilismo oficial puede llenar con palabras la apertura del Congreso, pero no llena las reivindicaciones –ni “los bolsillos de la gente”, como se decía hasta hace poco tiempo.
Fernández arrancó destacando “el valor de las palabras”. Los trabajadores comenzarán a responderle con el valor de las acciones.