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En el cierre del encuentro que realizó La Cámpora este sábado, Cristina Kirchner se despachó con un discurso pretendidamente estratégico o doctrinario.
Arrancó declarando al peronismo “más vigente que nunca”, sin advertir que cuando se insiste en algo es porque ha dejado de ser obvio. Contradictoriamente, la afirmación tiene otra lectura: después de la derrota electoral y de una crisis de gobierno terminal, ninguna fuerza capitalista puede reemplazar al peronismo como el último recurso de la “Argentina burguesa” (Cooke dixit). Esto lo comprende más que nadie el FMI, el “Coloquio de Idea” y Larreta-Vidal. No en vano el intendente porteño apeló a un “consenso” con el pejotismo, que los editores de Clarín ¿confundieron? en el título con una “coalición”.
La Vicepresidenta les recordó a los asistentes que el peronismo es “una articulación entre capital y trabajo”, que ninguna otra fuerza política puede exhibir. Por “trabajo” se refiere a la burocracia sindical, un inmenso aparato para combatir a la clase obrera, al servicio “del capital”. Lo que CFK presenta como una ventaja, para los trabajadores es una carga de lo más pesada, porque esa “articulación” es un grito de guerra contra la independencia de clase –la única que puede llevar a los explotados a la victoria.
Cristina Fernández es una líder porque conserva algunos principios, ya que lo que dijo en la ex ESMA ya lo había dicho al inaugurar el Hospital Ferroviario en presencia de José Pedraza, a quien exhibió como “un sindicalista que construye”. A diferencia de los Macri o los Milei, que le dan vueltas a la noria de la "libertad” y de la apertura comercial, ella es una militante y, como dicen sus "fans", “un cuadro”, que entiende que toda crisis política plantea la necesidad de sojuzgar el trabajo al capital. La “articulación” es para la gilada. El peronismo es, desde hace muchísimo tiempo el “gran organizador de derrotas”. Nada lo ha demostrado con mayor claridad que la "articulación" del Frente de Todos, para evitar que el derrumbe del macrismo sirviera como punto de apoyo para una acción histórica independiente de las masas. “Afuera”, desde Washington, Londres, Berlín y el Vaticano, esto lo entienden con un claridad envidiable.
Esta función contrarrevolucionaria del peronismo es encubierta, en forma, por cierto, mediocre, con el relato de los “años felices” –en el remoto pasado entre 1947 y 1951. Cuando el índice de pobreza atraviesa la barrera del 50%, los desocupados y subocupados llegan a cuatro millones y el salario mínimo es un 20% de la canasta familiar, la Vice asegura que “en 2003 los trabajadores nos pedían trabajo”, el que habían perdido cuando ella y su marido, aliados a Menem y Cavallo, habían logrado desmantelar las empresas y bancos estatales, YPF en primer lugar, y creado un 16% de desocupados en tiempos de crecimiento del PBI. Bajo los “años felices” del matrimonio Kirchner el 80% de los jubilados pasó a cobrar la mínima, mientras avanzó la desarticulación del sistema previsional, que fue convertido en una dependencia asistencial a cargo del Tesoro.
Cristina Kirchner convocó a “la “refundación” del pacto entre el trabajo y el capital”. Es un llamado de socorro a la esquiva burocracia sindical, que quiere echar a la Cámpora del peronismo que, según ella, estaría siempre vigente. En medio del derrumbe y cuando el FMI apremia y aprieta, porque en 2022 hay que pagar más de uSs15 mil millones, la Vice convoca a un frente único de toda la reacción política que tiene las riendas del peronismo.
Levantando la apuesta, la Vicepresidenta aseguró, contra todas las evidencias, que el capitalismo es “el sistema más eficiente de producción de bienes y servicios”. Tiene razón, sin duda, con relación a los sistemas precapitalistas. Marx ya había observado la “racionalidad” del capital puertas adentro de la empresa, cuando se trata de exprimir la mayor energía de la fuerza de trabajo. La racionalidad como método de explotación. A partir de ahí, y no al margen de esa explotación, no solamente la distribución del ingreso es crecientemente desigual. La mutilación de la condición humana, sacrificada a la búsqueda incesante del lucro privado, es cada vez más alienadora y enajenante. CFK no hace sólo el elogio a la esclavización, lo mismo ocurre con la destrucción ambiental, que es tanto más intensa cuanto más avanza la competencia entre los monopolios y los estados, y es necesario mantener y acrecentar la tasa de beneficio sobre el capital invertido. En el discurso en la ex ESMA, la Vicepresidenta volvió a exponer porqué ella y el peronismo son incapaces de salir de la debacle actual sin provocar una conmoción social. Quien lea el discurso de Cristina Kirchner en clave doctrinaria, la yerra de medio a medio. Todo su discurso es un intento sin futuro de exponer una salida que no existe. Una muestra de ceguera descomunal, es la pretensión de reivindicar para Todes un objetivo redistribucionista cuando toda la pandemia fue manejada para ajustar los Presupuestos a las condiciones de un futuro acuerdo con el FMI – empezando por la reestructuración de las deudas nacionales, provinciales y de organismos con los acreedores, que más de la mitad es el capital nacional, a quien convoca a "articular" con el trabajo. El gobierno de Todes ha articulado y sigue articulando, por supuesto, con el gran capital nacional e internacional.
La defensa de este régimen anárquico y parasitario, que ha llegado a pulverizar definitivamente cualquier equilibrio entre el hombre y el medio natural, y presentarlo como “superior” y “eficiente” frente a la regulación conciente de la producción social (socialismo), no hay que pasarlo por alto –es lo que insiste en pregonar Javier Milei. En especial cuando ella asegura que “El Muro (de Berlín) se cayó porque (los del Este) querían consumir lo que consumían los del otro lado”. El Muro de Berlín se cayó por la misma razón por la que fue levantado: para evitar una explosión social en el corazón de Europa, luego de levantamientos obreros y populares contra la burocracia stalinista durante ms de una década. Un pacto erigió el muro, otro lo derribó –un acuerdo contrarrevolucionario entre el imperialismo y la burocracia. La consecuencia fue un "anschluss", una anexión del Este por el capital occidental, que se quedó con un importante bloque industrial por monedas, o eligió destruir lo que era sobrante en la economía alemana y europea. La Vice no ha pensado dos veces lo que ha dicho, porque la gran burguesía le exige a ella que ponga fin a la murallita del "cepo" cambiario para hacer con Argentina lo mismo que hizo con el este de Alemania, y ella misma hizo bajo el menemato: destruir la parte vetusta del stock industrial del país y absorber la más avanzada. Lo acaba de escribir en Clarín, Ricardo Hausmann, un fondomonetarista, que aconseja crear en Argentina un mercado de “merger and acquisition”, para que el capital internacional reorganice la economía argentina.
CFK no es la única ni la primera en igualar al stalinismo -o la degeneración social y política de los estados que salieron del campo capitalista- con el socialismo, para atacarlo. Esta es la razón de la mención al Muro de Berlín: en medio de un reǵimen político y social que hunde a los trabajadores de Argentina en la miseria, bajo la dirección del peronismo "vigente", CFK advierte contra el socialismo, la lucha de clases y un gobierno de trabajadores. Es un discurso contrarrevolucionario de parte de quien avizora situaciones revolucionarias.
En este contexto, CFK ofreció su versión de la derrota en las PASO. “Un 30% votó a los que quieren incendiar el Banco Central o a los que quieren expropiarle todo a todos”. Los "incendiarios" y los "expropiadores", sin embargo, no llegaron al 10% de los votos válidos. La desmesura de la Vice apunta a defender un sistema bipartidario o bifrentista, que se entienda entre sí o -a pesar de Pérsico- "alterne" en el gobierno. De la vigencia del peronismo, CFK pasa al enjuague con Juntos por el Cambio. El 12 de septiembre, nos viene a decir, ganaron fuerzas responsables. De un lado convoca al aparato del PJ y a la burocracia a darle pelea a la clase obrera que lucha; del otro, llama a los macristas a asociarse a una cobertura parlamentaria. A la luz de lo que dijo CFK en la ex ESMA, la situación del gobierno es terminal. La burocracia la tiene en la vereda de enfrente; el aparato pejotista está dividido; y, el "consenso" que reclama Larreta no apunta a ella sino a sus rivales en el gobierno. ¿A quién se va a encomendar cuando el acuerdo con el FMI mande al diablo sus teorías redistribucionistas y sus políticas públicas?
CFK llama a rechazar la "fragmentación política" -la crisis de los de arriba. Recuerda que "en 2019 el 90% había votado a las dos opciones mayoritarias". Este enfoque deja de lado la abstención, y por sobre todo su propia derrota -la pérdida de vigencia del peronismo. Esta reivindicación de los "grandes bloques" es, de nuevo, una invitación condicionada a Vidal-Santilli-Larreta, en el marco parlamentario. Fue seguida por un llamado a que "nos ayuden después del 14 de noviembre", anunciando la derrota antes de terminada la batalla. Con tres "17 de octubres" diferentes, la "fragmentación" es del gobierno de Todes, del peronismo y del propio kirchnerismo, que ha perdido a los Cayetanos. Cristina se colocó en la línea de la "gobernabilidad", el último llamado de cualquier gobierno.
CFK no perdió la oportunidad para presentarse como "republicana": “la política económica, dijo, la decidimos en elecciones libres y democráticas”. Alberto Fernández, al mismo tiempo, celebró “la democracia”. ¿Es un anuncio de cambio de política después de que pierdan el 14 de noviembre, o al contrario, "esperen a 2023, como nosotros hicimos con 2019"? En otra trastienda, Massa ha iniciado una negociación con Vidal en torno del manejo del futuro Congreso.
Claramente, Argentina asiste a una transición de gobierno, que se entrelazará con una crisis de todo el régimen político. La campaña electoral sigue siendo una cortina de humo de esta crisis, por parte de todas las fuerzas que la protagonizan. Replegados en el slogan “hay que respetar el mandato constitucional”, las conspiraciones y los golpes de aparato aparecen por todos lados. La clase obrera y principalmente los luchadores vuelven a enfrentar un desafío histórico.