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Desde hace un mes se vienen realizando en la Mutual Sentimiento del barrio de Chacarita, una vez por semana, las asambleas preparatorias de la jornada del 8 de marzo. En principio, habrá una concentración el 8 frente a Plaza de Mayo y la Catedral, en repudio a la misa convocada por la Iglesia Católica en Luján en contra del aborto, y un paro y una movilización el lunes 9, cuyo recorrido está en disputa.
En las asambleas se han desenvuelto una serie de discusiones en lo que respecta al paro, la movilización y a la situación que atraviesa a las mujeres.
Uno de los ejes centrales del debate es la cuestión de la deuda y el FMI. Esto estuvo presente desde la primera asamblea, cuando el colectivo Ni Una Menos trajo un texto de apertura con la consigna "Vivas, libres y desendeudadas nos queremos".
El sector oficialista que compone la asamblea ha colocado el problema de la deuda y el FMI a tono con lo que el kirchnerismo lo viene haciendo a nivel nacional. Nos querernos “desendeudadas” y la postura contra el Fondo Monetario Internacional obedece al planteo del pago de la deuda en cómodas cuotas, lo que permitiría que el cumplimiento con los fondos internacionales y el FMI no afecte, supuestamente, afecte las necesidades populares. ¿Quién dijo que esto sería así? ¿AF y Martín Guzmán, Kristalina y Joseph Stiglitz? ¿Por qué no los invitamos a encabezar la marcha, después de todo tenemos a una feminista cristiana ortodoxa en la dirección del FMI? Que el pago de la deuda externa implica un ataque hacia los derechos de las trabajadoras, lo muestran los ataques a la movilidad jubilatoria y salarial, y el ataque a las huelgas mediante la conciliación obligatoria. Sostener lo contrario es una obcecación interesada.
Por otro lado, la última asamblea estuvo atravesada por el debate respecto del recorrido de la marcha del lunes 9; a Plaza de Mayo o al Congreso. El kirchnerismo se ha abroquelado en torno a la segunda opción, para presionar a la institución que tratará la ley.
En rigor, lo que las oficialistas pretenden es circunscribir la movilización del 8 M únicamente a la legalización del aborto. Pero las mujeres nos movilizaremos también por el ataque generalizado a nuestras condiciones de vida, por las paritarias, contra los femicidios, por trabajo genuino, la separación de la iglesia del Estado, entre tantas otras reivindicaciones. Y, por supuesto, por el No pago de la deuda y la ruptura con el FMI.
Más allá de esto, ni siquiera tenemos el proyecto de ley de legalización del aborto, que sigue en manos del poder ejecutivo. Reclamamos que no se diferencie del proyecto de la Campaña. Por otro lado, es falso que el Congreso sea el lugar de la decisión (de un proyecto que desconocemos), porque sus miembros obedecen a intereses de clase, de camarillas, de lobbies, del clero. La presión debe estar dirigida al conjunto del sistema político y de los intereses que ese sistema representa y defiende, cuyo sitio histórico de poder es la Casa Rosada. Contrariando todas las tesis feministas, acerca de la autonomía del movimiento de mujeres, las corrientes K las quieren supeditar al gobierno de turno, pobladísimo de clericales. La autonomía del movimiento de la mujer es imposible sin un programa político independiente, ligado a los intereses de los trabajadores y de las rebeliones populares.
Quedó claro también que los sectores burocráticos y afines al gobierno han avanzado en su política de vaciar las asambleas y restringirlas a los aparatos partidarios. Alegan que las asambleas no son operativas. No proponen, sin embargo, si este fuera el caso, la convocatoria de asambleas en lugares de trabajo, estudio o residencia, que elijan delegadas con mandatos. El argumento no operativo es un embuste.
Las trabajadoras ocupadas y desocupadas y las estudiantes debemos impulsar asambleas en nuestros ámbitos que discutan la organización del paro, la movilización y un pliego reivindicativo. El único método para que las asambleas que discuten la jornada central de este 8 y 9 de marzo sean representativas es que participen compañeras con mandato de base.