Lecciones de la lucha de Loimar sobre la reforma laboral

Escriben Sebastián Rodríguez y Agustina Vaccaroni

Tiempo de lectura: 7 minutos

La empresa ceramista Loimar cerró en febrero de 2020, dejando a 80 familias trabajadoras en la calle. En aquel momento el cuerpo de delegados de la empresa denunció un lock out patronal y los despidos arbitrarios por parte de la empresa. Durante un año, llevaron adelante acampes, juntada de firmas, movilizaciones apoyadas por organizaciones y activistas de la ciudad de Tandil contra todos los intentos de división de los trabajadores y apelación a recursos preventivos de crisis por parte de la patronal.

La batalla contra el cierre de Loimar fue el ensayo de la resistencia obrera a las reformas laborales que están en ciernes hoy en la Argentina. A pesar de que no se lograron las reincorporaciones, el conflicto y la lucha puso de manifiesto el papel fundamental de la organización dentro de las fábricas. En algún punto, los delegados y la asamblea que actuó contra el cierre de Loimar y el lock out patronal, constituyeron una experiencia de poder: antes del conflicto, la fábrica era organizada en su proceso y condiciones de trabajo por los obreros y durante el conflicto los trabajadores demostraron su capacidad para tomar decisiones, impulsar medidas de acción, navegar por los entresijos legales del ministerio de trabajo y plantar una postura frente a la patronal y el gobierno.

A poco de cumplirse un año de la reapertura, dialogamos con Sebastián, ex trabajador y delegado referente de la lucha contra el cierre de Loimar.

¿Qué antecedentes tuvo esta lucha?

La lucha para elegir un sindicato, porque el sindicato que teníamos era un sindicato patronal, que no peleaba por nuestros derechos. Era todo a conveniencia del patrón. Es más, había un delegado que hacía más de 20 años que estaba. Nosotros decidimos desafiliarnos masivamente del sindicato. Eso llevó a que la patronal nos atacara provocando despidos y aprietes. Por eso hicimos primer paro a la fábrica. Logramos sacar el sindicato y elegir el sindicato que nosotros queríamos que nos representara, la FOCRA, la Federación Obrera Ceramista de la República Argentina.

Lo que se logró fue mejorar derechos laborales, de seguridad porque ahí pasaban muchos accidentes. Principalmente, se empezó a hacer un trabajo de asamblea con los compañeros. Hicimos una elección de delegados. A partir de eso se instaló una cultura de que todas las decisiones se tomaban por asamblea.

¿Qué condiciones laborales tenía la fábrica antes del conflicto y cómo se inició?

En los aumentos siempre estábamos abajo [de la inflación]. Hacer las horas extras era una obligación. Un trabajador tenía que trabajar dos, tres años, contratado, sin vacaciones, no tenía nada. Los trabajadores contratados eran llamados descartables, hasta los trabajadores efectivos usaban ese nombre. Yo soy un ejemplo: estuve tres años contratado y el día que quedé como efectivo era una emoción, una fiesta. Si uno llegaba a reclamar, si veían que uno era revoltoso, el mismo delegado que estaba a la semana te sacaba y perdías el trabajo. Esas eran las condiciones del empresario, del ingeniero [Juan Loitegui, dueño de Loimar]. Te apretaban, te presionaban.

El último conflicto se inició con el gobierno de Macri. El empresario impulsó un plan de vaciamiento de la empresa, por la posibilidad que le dio de no tener la necesidad de invertir en producción, sino de empezar a trabajar en los bancos. Así empezó un plan de vaciamiento en todas las formas: sacando jefes, no invirtiendo en producción. En ese momento la empresa trató de meternos un preventivo de crisis, pero tan defectuoso era que no se lo aceptaron en el Ministerio de Trabajo. Entonces a través de los retiros voluntarios fueron achicando el número de trabajadores.

La mentalidad del empresario era destruir la organización sindical, ese era su plan. Los cuatro años de Macri fueron terribles. Cuando perdió Macri, la empresa buscó presionar más fuerte para despedir trabajadores. Nosotros como delegados, sumado a la decisión de la asamblea, defendimos a cada compañero. No íbamos a aceptar los despidos, incluso cedimos para trabajar menos horas, bancamos que nos paguen quincenas atrasadas, hasta en cuatro veces. Pero el límite fue el despido. Cuando llegaron los telegramas de los compañeros que fueron despedidos salimos a la lucha. Hicimos una huelga ante los despidos arbitrarios. Fuimos al Ministerio de la provincia, fuimos a conciliaciones, pero no llegamos a ninguna solución. Entonces la empresa recurrió a parar la fábrica [lock out patronal]. El empresario dio la orden de parar los hornos.

¿Qué papel jugaron los delegados y el sindicato?

Sobre el sindicato no voy a negar que nos hayan apoyado porque nos ofrecieron la parte legal, los abogados y disposición cuando tuvimos que ir al Ministerio en Buenos Aires.

Pero fue débil el apoyo, en contraste a la posición que tenían que haber tomado acá en Tandil: venir y acompañarnos en la lucha y dar más pelea. Nosotros los delegados buscamos todos los caminos, siempre apoyados por la asamblea. Buscamos todas las alternativas para llegar a una solución, pero no se logró el objetivo de recuperar el laburo. Por eso te queda ese gusto amargo y bronca. Hubiésemos querido que el sindicato peleara más fuerte acá en la ciudad, para la defensa de los trabajadores.

¿Qué acciones llevaron adelante?

Las acciones que llevamos adelante fueron principalmente los acampes, de hasta 24 horas. Hicimos movilizaciones. Hicimos juntada de firmas para que la gente conociera el conflicto, porque la fábrica está a 10 kilómetros de la ciudad y había gente que no entendía la situación por la que estábamos pasando y por qué estábamos defendiendo nuestros derechos.

Buscamos todos los medios, difusión por las redes sociales, presentación de proyectos de expropiación, apoyo de organizaciones nos apoyaron. Tal vez nosotros hemos fallado en algo, pero hicimos todo lo que pudimos hacer. Y hasta el último momento nos defendimos en la fábrica con los compañeros, defendiendo el portón. Nos defendimos para poder obtener lo que nos correspondía, que era no perder el trabajo.

¿Qué respuestas tuvieron por parte del poder político y del pueblo tandilense?

El municipio nos recibió, pero cuando tienen que tomar decisiones ante empresarios o ante la cámara empresaria se posicionan como neutrales. Y defendieron al más débil, que éramos nosotros. Tomaron una posición intermedia, de no hacerse cargo. Con el gobierno nos sentimos decepcionados porque un gobierno que dice defender los derechos de los trabajadores no jugó ese papel a fondo. Porque nadie se le anima a los empresarios. A estos empresarios que se creen que tienen todo el poder, todo el poder financiero y todo el poder político.

La sociedad tandilense nos apoyó y nos apoya. Entendieron lo que estábamos defendiendo, que era el laburo. Porque sabes que es lo que puede pasar y lo que nos pasa ahora: es difícil reinsertarse en el ámbito laboral para los trabajadores que tuvieron 17, 20, 25, 30 años de trabajo en una fábrica. Conozco la situación de un compañero con más de 30 años de trabajo que hoy está pasándola mal, en una situación que lo tiene encerrado en su casa.

¿Cómo terminó el conflicto?

Después de hablar con el ministro de Trabajo, de recorrer todos los ministerios, de buscar una solución, la empresa, después de estar parada un año por el propio dueño, jugó la carta del fideicomiso, haciéndose pasar por otra empresa, por otros inversores. También lograron romper la asamblea mintiendo, con aprietes y así convencieron a 20 compañeros de que, por la necesidad obvia que estaban pasando, decidieran entrar a trabajar con esta nueva empresa, Tandil Ceram.

La postura que tomamos fue que esa empresa no iba a entrar hasta que no solucionara nuestro conflicto. Obvio que nosotros siempre peleamos por recuperar los puestos de trabajo. Había maquinistas muy importantes que podían poner en funcionamiento mucho más rápido a la empresa. Pero ellos decidieron que no, que querían entrar con otra gente. Pasamos por muchas negociaciones. Luego se abrió una mesa de diálogo en el municipio. Nosotros rompimos negociaciones porque queríamos que las negociaciones sean lo más claras y seguras posibles, y considerábamos que el ámbito correcto para esto era el Ministerio de Trabajo. El empresario decía que quería pagar las indemnizaciones, pero solo lo decía, porque nunca cumplió. Además, nos debía quincenas atrasadas, porque después de un año de cierre este empresario nunca pagó un peso. Pasamos la pandemia sin un peso.

El conflicto terminó cuando la empresa planteó incorporar 15 compañeros de nuestro lado. Frente a eso la decisión de la asamblea siempre fue firme: o entrabamos todos o no entraba ninguno. Y en esas condiciones no íbamos a entrar, sabiendo que había flexibilización laboral. Creíamos también que si no entrabamos todos juntos iba a ser muy difícil adentro.

A partir de la decisión de la asamblea, el empresario comenzó a ceder, pagando indemnizaciones. Nosotros reclamamos las indemnizaciones como correspondían, con los intereses correspondientes después de un año de demora. También reclamamos que la forma de pago sea en dos cuotas, o sea en un corto plazo, para asegurarnos el cobro de la indemnización. Esas fueron nuestras pretensiones y el empresario finalmente accedió a ellas. Hecho esto, nos retiramos del portón de la fábrica, lamentablemente. Pero con la conciencia tranquila de que dimos todo.

¿Bajo qué condiciones se reabrió Loimar?

Abrió Loimar, porque sigue siendo Loimar. Los ladrillos salen con la faja de Loimar en los camiones. Abrieron con esos 20 compañeros y sabemos que tomaron más gente, pero no está el sindicato adentro. Es decir que abrió bajo las condiciones y el plan del patrón. Esos 20 compañeros que decidieron entrar a trabajar, y los nuevos que entren, no tienen sus derechos laborales. Hay flexibilización, realizan tareas que no les corresponden o un compañero realiza el trabajo de dos o tres trabajadores.

De los trabajadores que fuimos despedidos, hoy trabajamos seis en la cooperativa El Núcleo, otros hacen trabajos propios o trabajando en negro. Algunos aún tienen fondo de desempleo, pero son pocos. Tampoco podemos acceder a planes como Potenciar Trabajo.

Es un dolor inmenso que todos los derechos que ganamos se hayan perdido. Pero así son las luchas. Se pierden, se ganan. Y ojalá que lo nuestro, a futuro, sirva para otro. Y que también sirva para nosotros, para seguir para adelante.

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