Escribe Jorge Altamira
Para Washington, “desplazarlo no es opción”.
Tiempo de lectura: 3 minutos
Hasta hace tan poco como 2018, Daniel Ortega era el mejor pupilo de la llamada gran empresa en América Latina. Gobernaba con la participación del Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP) y la Iglesia Católica. En reconocimiento a esta situación, fue premiado como el mandatario más ´private friendly´ de todo el territorio que va de México a Tierra del Fuego. La alianza fue agujereada por los disparos del Norte ante los acuerdos de Ortega con China para construir una vía oceánica competidora del canal de Panamá. La expropiación masiva de tierras que exigía el proyecto llevó también a rebeliones campesinas. El frente popular entre el sandinismo y las patronales y el clero sufrió las consecuencias. Pero hasta ahí nomás.
Si bien la crisis política no hizo más que crecer hasta que la oposición fue finalmente proscripta y reprimida, con encarcelamientos incluidos, la camarilla de Ortega no perdió todos los favores que lo regaban en el pasado reciente. Aunque la camarilla viró en forma más acentuada hacia Rusia y no perdió el apoyo o la neutralidad de China, Nicaragua siguió recibiendo los aportes financieros del Banco Mundial, el FMI, el BID y el BCIE, lo que no es poca cosa de parte de organismos controlados por EEUU y dirigidos por el ala dura de la política norteamericana. Los ingresos por remesas familiares no fueron bloqueados, todo lo contario. El brazo financiero de las fuerzas armadas cotiza en la Bolsa de Nueva York y tiene invertidos el 35% de sus fondos en los bonos del Tesoro de Estados Unidos. “Los empresarios darían soporte a Ortega”, asegura La Nación, incluso si algunos de ellos se encuentran detenidos. No quieren quedar afuera del “diálogo 2022”, según varios observadores. A los Ortega no les ha ido mal con los ‘gringos’, como se puede ver.
Los ‘gusanos’ miamienses que tienen poltrona en el Congreso de Estados Unidos, están por supuesto disconformes, porque tienen puestos sus ojos en voltear a Cuba, de ahí que promuevan el bloqueo que se hace desear contra Nicaragua. Lo mismo Luis Almagro, el golpista servicial instalado en la OEA. Con los ataques a Nicaragua estos personajes intentan distraer la atención de las represiones y atropellos en Guatemala y El Salvador, y de los levantamientos populares repetidos, en especial en Guatemala. Es entendible que el imperialismo vacile en aplicar otro bloqueo más en una situación tan inflamable. La preocupación principal de Estados Unidos está puesta en frenar los movimientos migratorios masivos en Centroamérica: “la pereza de la administración de Joe Biden para actuar está relacionada con el miedo de la Casa Blanca a que la masiva salida de nicaragüenses alimente la crisis migratoria de la región”. “Desplazarlo (a Ortega) no es una opción, concluye Erk Farnsworth, del Consejo de las Américas” (La Nación, 8/11).
En pocas semanas tendrá lugar otro evento electoral, en Honduras, donde las encuestas apuntan al ascenso de Xiomara Castro, la compañera del derrocado presidente Manuel Zelaya. La victoria de Castro será otro revés para la gusanería centroamericana, dentro de los límites del llamado ´populismo´ de contenido capitalista. Washington se encuentra a la defensiva en toda América Latina.
Ortega, como sus similares en el mundo, ha anunciado que obtuvo del 75% de los votos sobre una participación de otro 75% por ciento. En realidad, primó una abstención muy elevada, cercana al 50 por ciento. Al final de cuentas, la votación para la camarilla fue inferior al 30%, y esto bajo una intensa presión policial. En función de las elecciones del domingo que viene, el macrismo y los grandes medios asocian al gobierno y al kirchnerismo con Ortega, cuando en realidad los Fernández, más sensibles a las crisis políticas que estallan en sus manos, siguen la línea, junto a México y Bolivia, de que “desplazarlo a Ortega no es una opción”. Andrés López Obrador es el aliado más sólido de Washington, y México el corredor fundamental de la emigración centroamericana. Los demócratas de toda laya han abandonado la defensa del derecho de asilo y el libre tránsito y residencia de las personas, o sea que han convertido a las fronteras en los barrotes de una gran cárcel internacional.