Acerca de un relato sobre el movimiento piquetero

Escribe El Be

Tiempo de lectura: 4 minutos

Un artículo del diario La Nación (12/11) sobre del movimiento piquetero destacó la creciente capacidad de movilización de las organizaciones sociales de izquierda a costa de las oficialistas. Para buscar una explicación a este fenómeno, el cronista en cuestión recurrió a testimonios de dirigentes sociales de izquierda. Las declaraciones de Eduardo Belliboni, del Polo Obrero, y de Mónica Sulle, del MST, revelan un contrapunto que requiere ser tomado en cuenta.

Belliboni explica este pasaje de los desocupados desde las organizaciones oficialistas hacia las de izquierda por dos razones. Por un lado, el “maltrato” y el “autoritarismo” que se sufre en aquellas organizaciones. Por otro lado, afirma que “la desilusión [con el gobierno] en los barrios es enorme. Lo que para mucha gente fue una apuesta para superar a Macri, hoy la imagen que hay del Presidente también es la de un ajustador”, afirma Belliboni. Finalmente concluye: “Nosotros somos un canal de lucha concreta que busca llevar adelante las reivindicaciones que el Gobierno prometió y no cumplió”.

Mónica Sulle cuenta una realidad diferente al relato de Belliboni. La dirigente del MST describe los desplazamientos entre organizaciones como “golondrinas”, que adjudica a la despolitización. “Con ‘golondrina’, dice Sulle, me refiero a la actitud de ir buscando un lugar en el que se pueda estar mejor. Esa es una característica de los compañeros de los movimientos sociales: van de un lado para el otro”, afirma. “En una organización, continúa, quien está adentro es porque está convencido de la línea política. En los movimientos eso no sucede. Por eso hay que generarle la conciencia al compañero, hacerle ver por qué se tiene esa necesidad. Y que entienda que se pelea contra el sistema para no tener que seguir marchando por un plan o por comida”.

Sulle tiene razón cuando afirma que los pases de los desocupados de una organización a otra no tiene un flujo unidireccional ni están dominados por una cuestión ideológica. En la inmensa mayoría de los casos, el enrolamiento de un desocupado a una de las organizaciones oficialistas no obedece a una afinidad ideológica con el gobierno sino a la cantidad de recursos con que cuentan las organizaciones bendecidas por el Estado. Su ruptura, por tanto, tampoco es debido a una “decepción” con el gobierno. Ésta puede existir incluso sin que el compañero abandone aquella organización. La ruptura se produce cuando los beneficios de quedarse son menores que las pérdidas que acarrea en materia de contraprestación laboral, desembolso de dinero al puntero, etc. En este caso, se busca amparo en una organización que pueda proteger las pocas conquistas que pueda llevarse consigo.

El relato de que el traspaso de compañeros a las filas del Polo Obrero oficial expresa automáticamente una ruptura política con el peronismo es una estafa política, porque incluso es confusa la identificación inicial que se adjudica a la persona con el peronismo. La dirección del Polo Obrero oficial disimula con ideologismos su afán de quedarse con los recursos arrancados al Estado a costa de las otras organizaciones de su frente. Esta suerte de “rapiña” ha precipitado la ruptura de ese frente, como lo denuncian sus ex-socios.

El pase de los desocupados entre organizaciones tiene múltiples matices. La explicación del traspaso por una cuestión “ideológica” es tan unilateral como la de que todos “van y vienen”. Existe un desarrollo desigual de la conciencia política de los desocupados, con una vanguardia que se va forjando al calor de la experiencia política, no sólo con el gobierno, sino también con las organizaciones que fungen de aparatos de contención, oficialistas u opositores. Porque para asegurar que un pase a la propia organización tiene una base ideológica, primero tiene que haber una ideología propia en esa organización. Es justamente lo que no tiene el Polo Obrero oficial, que carece de consignas políticas. Ésta es una diferencia que se presenta en comparación con el movimiento piquetero del 2001 que, a través de un camino tortuoso y no lineal, levantó a la consigna del “Fuera De La Rúa-Cavallo”, con un importante rol del Polo Obrero para arribar a esa conclusión.

El relato armado de Belliboni revela un ángulo electoralista; está destinado al votante del Frente de Todos, que se siente desilusionado con las “promesas incumplidas” por el gobierno. En segundo lugar, se dirige a sus socios de la izquierda, asegurando que el FIT-U duplicó sus votos gracias a la intervención del Polo Obrero oficial. Sin embargo, allí donde fueron a internas, como ocurrió en Córdoba, perdieron por paliza ante el bloque PTS-IS, y sacaron menos votos de lo que logra movilizar el Polo Obrero oficial.

En ocasión de un reciente intento de acampe en Esteban Echeverría que fue duramente reprimido y que culminó con heridos y detenidos, Belliboni fue muy “claro”. El diario La Nación describió los hechos y contrastó las distintas orientaciones piqueteras frente a lo sucedido: “Una decisión [la de movilizar en repudio a la represión] que, pocos días antes de los comicios legislativos, contrasta con la tomada por el Polo Obrero. Es que la organización comandada por Eduardo Belliboni anunció que 'velará las armas' con el fin de 'no entorpecer ni ser pasto de maniobras en medio del proceso electoral'” (La Nación, 11/11, “Heridos y detenidos en un desalojo en Esteban Echeverría”).

La 'tesis' de los traspasos por cuestiones 'ideológicas' es un manto que sirve para encubrir todo tipo de maniobras políticas. El relato de Belliboni no resistió la prueba de la interna del FIT-U. La tarea de los revolucionarios es ahondar en estos problemas de las luchas obreras para elaborar un programa de salida, en contraste con quienes presentar relatos idílicos al servicio de los aparatos.

LEER MÁS

14N: la parálisis política, por Jorge Altamira

Suscribite al canal de WhatsApp de Política Obrera