Escribe Matias Melta
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Luego de una larga puja entre la burocracia sindical de la IATSE (Alianza Internacional de Empleados de Escenarios Teatrales, la unión sindical más grande de los trabajadores de detrás de cámaras), y miles de sus afiliados, la primera logró -con maniobras, presiones y desgaste- que se aprobaran ajustadamente por el voto de sus miembros los nuevos convenios colectivos de trabajo que negociaron con las gigantes patronales de la AMPTP (Alianza de productores de cine y televisión). De esta manera, la burocracia desbarató el comienzo de la huelga general nacional que el 90% de los 60.000 afiliados habían votado realizar.
Sin embargo, la combatividad, la claridad y la firmeza que desplegaron miles de trabajadores del área audiovisual es inédito en la historia y deja la puerta abierta a perspectivas positivas.
Las mayores empresas de entretenimiento del mundo -como Disney, Netflix o Paramount- impusieron durante la pandemia condiciones de trabajo semi esclavas, con jornadas laborales extensísimas sin descanso y salarios a la baja, que pusieron en riesgo la salud y la vida de miles de técnicos, coordinadores de producción, vestuaristas, asistentes de guion, diseñadores, etc. Un estado de rebelión de las bases comenzó a hacer temblar los sets de filmación de Hollywood y todo el país, por lo que la conducción del sindicato se “vistió” de luchadora y llamó a votar por la huelga general. Luego, sucedió lo comentado arriba.
En el interior, la deliberación y el activismo en los lugares de trabajo no hizo más que crecer. Miles de trabajadores se pronunciaron una y otra vez por la necesidad de paralizar una de las industrias más poderosas de Estados Unidos, porque veían allí el único camino para hacer frente a que lo la burocracia mostraba como un “éxito”: migajas en relación al aumento salarial y que las nuevas horas de descanso acordadas legalizaban el estado de constante stress y cansancio extremo que llevó a afiliados a la hospitalización o la muerte, entre otras aberraciones.
La burocracia presionó y mintió descaradamente pero no pudo frenar el espíritu huelguista de sus afiliados, lo que quedó demostrado en el hecho de que el resultado de la votación para ratificar los dos acuerdos fue muy estrecho. IATSE utiliza un sistema a través del cual se asignan delegados a sus 36 sindicatos locales en función de la cantidad de afiliados que tenga cada uno. Los mismos votan dentro de su sindicato local y una vez que un local alcanza la mayoría de votos, para ratificar o rechazar, todos los votos de los delegados se asignan al resultado mayoritario. Para el Acuerdo Básico, que es el que corresponde a los 13 locales situados en Hollywood, el voto fue de 256 por el sí contra 188 por no y para el Acuerdo de Normas de Área, que es el de los 23 locales diseminados por todo el país, el voto aprobatorio fue de 103 contra 94 votos por el no. Otro dato importante: para el Acuerdo Básico, ocho locales votaron sí y cinco locales votaron no y entre los sindicatos locales, catorce locales votaron sí y nueve votaron no. Estos números muestran que en muchos de los sindicatos locales donde se encuentra una vanguardia más avanzada y numerosa -hablamos de miles de personas- que se mantuvo firme en su lucha contra el freno a la huelga, la burocracia salió perdiendo. Muchos de esos sindicatos locales están por fuera de Hollywood, o sea que hablamos de una tendencia combativa no aislada o circunscripta a un área del país, sino nacional.
Los trabajadores audiovisuales no salen derrotados de todo este proceso, sino con la convicción intacta de que la huelga es el instrumento para avanzar verdaderamente en sus derechos y que es necesario enfrentar con uñas y dientes a la burocracia que es funcional a las patronales. Al calor de la lucha, viejos trabajadores se unieron a jóvenes activistas, quienes no dieron por un segundo el brazo a torcer, enfrentándose a un aparato sindical enorme y a los grandes estudios de cine y TV del mundo. La puerta que abrieron valientemente, no se cerró ni podrán cerrarla.