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La primera vuelta de las elecciones presidenciales ha empujado a toda la política chilena a una semana de realineamientos y definiciones.
La crisis que dejó las primarias tiene dos aspectos fundamentales. Primero, ninguno de los candidatos que pasaron a segunda vuelta eran los candidatos oficiales de las grandes fuerzas políticas y económicas chilenas. Aún con la reacción positiva de los mercados el día después del triunfo de Kast, el verdadero candidato del oficialismo y del capital financiero era Sebastián Sichel, quién quedó cuarto en la primera vuelta. Kast no era el preferido de la derecha no por falta de simpatía, sino porque temían y temen que un presidente fascista provoque una respuesta en las calles de las masas movilizadas de la rebelión - y así lo señalaron grupos como la Cámara Nacional de Comercio y la Asociación de Bancos e Instituciones Financieras.
Ahora, con el triunfo de Kast (el defensor por excelencia del régimen pinochetista), la derecha no tolera su propio triunfo. Está obligada a apoyar a un candidato que no es el suyo, y Kast está obligado a incorporar al resto de la derecha a su campaña si quiere ganarle a Boric. Y es lo que ha pasado. Ya presentaron su apoyo a Kast los principales partidos de la coalición oficial Chile Podemos+, es decir, la Unión Democrática Independiente (UDI); el Partido Regionalista Independiente (PRI); el partido de Piñera, Renovación Nacional (RN); y el partido Evópoli, el más centrista de la coalición. Este advirtió que no le interesa integrar un gobierno de coalición de derechas
También Sichel le brindó su apoyo, y su ex asesor económico se sumó al Comando de Campaña de Kast. Otro que se integró al Comando en estos días fue Sebastián Claro, ex presidente del Banco Central. Ambos llegan para moderar las propuestas tributarias de Kast. Claro enfatizó que para ‘reducir los impuestos hasta donde quiere Kast, primero hay que estabilizar las cuentas fiscales’.
Aunque la suma de votos de la derecha en primera vuelta es mayor que la de los aliados potenciales o eventuales de Kast del domingo pasado, el resultado del balotaje sigue incierto. El apoyo de la ex candidata del partido Democracia Cristiana (DC), Yasna Provoste, fue seguido de posiciones diferentes. Los apoyos luego el Partido Socialista; de José Miguel Insulza, ex secretario general de la OEA; Ricardo Lagos Escobar, ex presidente de Chile; y la fundación de Michelle Bachelet, Horizonte Ciudadano, expresan la posición de un espectro amplio del ‘establishment’ chileno al candidato que apoya el partido comunista.
Han hecho público el apoyo a Boric la Central Unitaria de Trabajadores (CUT); el dirigente de la Federación Nacional de Trabajadores del Petróleo; y el presidente de la Federación de Trabajadores del Cobre.
El apoyo más significativo a la campaña de Boric llegó de la mano de la presidenta del Colegio Médico (COMED), Izkia Siches, quien dejó su cargo en COLMED para asumir la dirección del Comando de Campaña del presidenciable. Siches es uno de los personajes mejor evaluados en las encuestas por su rol durante la pandemia y sus críticas a la gestión de Piñera en torno a salud.
Luego de la primera vuelta, Boric negó la posibilidad de incluir en su futuro posible gobierno al ex presidenciable del PC, Daniel Jadue (a quién le ganó en la interna en la coalición Apruebo Dignidad). Y la tensión entre el PC y el Frente Amplio tuvo un nuevo episodio este viernes cuando Jadue cometió la torpeza de atacar al electorado liberal de Parisi. Boric, que busca los votos de Parisi para la segunda vuelta, salió rápidamente a repudiar a su compañero de coalición.
Quien sea que gane, no tendrá una base parlamentaria propia en el Congreso. Tanto el Partido Republicano (PR) de Kast como el Frente Amplio de Boric serán minorías en ambas cámaras. A ello debe sumarse, que Kast acaba de perder al diputado recién electo, Johannes Kaiser, quién renunció al PR luego de ser repudiado por dichos misóginos contra el derecho a voto de las mujeres en Chile.
Es frecuente, en todo el mundo, hablar de una polarización política, que no existe. La fragmentación político-electoral que no tiene como contrapartida la concentración de fuerzas en dos polos con apoyos activos en la sociedad, no debe confundirse con polarización. El cuadro es de impasse. Es necesario distinguir, incluso, una polarización revolucionaria de otra contrarrevolucionaria. La primera es la de Rusia del 17, la de China desde la segunda guerra, la de Cuba a partir del progreso de la guerrilla del MLN – de la de Hitler y Mussolini, en 1933 y 1921, y de la que desarrolló en la guerra civil española, y de la que llevó al poder a Pinochet.
Los teóricos de la polarización son, curiosamente, electoralistas, cuando es condición necesaria de ella es el involucramiento de las masas en forma activa. Es precisamente lo que quieren evitar que ocurra los Piñera y los Biden, y por sobre todo los Boric y los Jadue. Se ha formado un corralito de vigilancia a Kast, para impedir que provoque una segunda rebelión popular, a dos años de la primera.