"Valientes y viriles" contra la barbarie capitalista

Escribe Ana Belinco

Tiempo de lectura: 2 minutos

La agudización de la crisis capitalista global y el alza de la lucha de clases reaviva la discusión sobre la estrategia para terminar con "la violencia patriarcal": ¿revolución deconstructiva o cambio en las condiciones materiales (históricas) de existencia? Una síntesis dialéctica como superación de binarismos infructuosos.

Deconstrucciones

La Nación, en un artículo reciente titulado ¨Ni viriles ni valientes. El desafío de una masculinidad que rompa con los estereotipos¨, plantea que la causa de la violencia machista y la desigualdad sería ¨el modelo hegemónico de masculinidad¨. Este “modelo”, dice, debería ser desarmado en la familia y la escuela por medio de la educación y la puesta en cuestionamiento de los micromachismos cotidianos y de los estereotipos. La vía de resolución para la alta tasa de femicidios y la violencia machista es planteada como una batalla cultural-ideológica.

Pero profundizando en la cuestión queda en evidencia que, por más deconstrucciones lingüísticas que se promuevan, si no se atacan las condiciones materiales (históricas) de existencia que generan relaciones sociales basadas en la cosificación y mercantilización de los seres humanos, la violencia se reproduce como un factor inherente al sistema capitalista.

Nada nuevo bajo el sol

La Nación no levanta un debate novedoso. En la década del 60/70 el posestructuralismo se condensa en discusión con el Mayo Francés y se estructura como una corriente ideológica política contraria a la organización del movimiento obrero-estudiantil. Siguiendo sus planteos, si el problema está en las ideas no está en el mundo material y si los poderes no son centrales están difuminados en la sociedad civil como redes de micro-poder. Se veló así el rol del Estado capitalista como gerente y reaseaguro de la explotación y la violencia sistémica. Desde este ángulo la lucha de clases no sería la salida. Hay que ¨deconstruir¨, ¨desprogramar¨ los géneros, las sexualidades y las relaciones para ir hacia un mundo más humano, pero siempre capitalista. Oxímoron total.

No es casual que estas discusiones resurjan al calor de una bancarrota de régimen a nivel global y en ascenso de la lucha de clases desde Irán hasta Chile. Es expresión del intento de desvío del foco principal: la necesidad de la toma del poder político por parte del proletariado como base necesaria para una transformación de las relaciones sociales y para la emancipación bajo el socialismo. Impugnar la violencia en general adscribiéndola a una “naturaleza masculina fija” lleva a la parálisis de los explotados que para liberarnos vamos a tener que recurrir a la violencia revolucionaria.

Perspectivas en pugna

Mientras las feministas culturalistas se vuelcan por la deconstrucción de “lo femenino” y “lo masculino” como categorías abstractas, las feministas radicales promueven el separatismo entre hombres y mujeres desde un biologicismo rampante. Ambos sectores abandonan una perspectiva estratégica para atacar al Estado capitalista y ponen el foco en “las masculinidades tóxicas” de sujetos individuales.

Frente a estos planteos polarizantes las socialistas revolucionarias planteamos la necesidad de atacar las bases materiales (históricas) de la explotación capitalista y damos batalla contra la superestructura político-ideológica que las sustenta. Esta pelea la damos de conjunto con los hombres de nuestra clase rompiendo con la fragmetación que la burguesía busca imponer el movimiento obrero. Esta perspectiva es la que buscamos extender en el movimiento de mujeres que tiene una potencialidad revulsiva enorme, aunque aún limitada por su carácter policlasista y por las corrientes reformistas que disputan su dirección en pos de demandas parciales desvinculadas del norte estratégico de la toma del poder. Por esto damos la batalla para trocarlo en revolucionario y así poder acabar con la violencia de una vez y para siempre.

Así que, valientes y viriles, ¡todas y todos contra la violencia capitalista!

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