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Mientras acelera las tratativas con el Fondo Monetario, el gobierno acentúa también la propaganda de que el acuerdo es la “única alternativa” –lo contrario, dice, es el “abismo”. El principal vocero de este planteo es el diputado Leandro Santoro. Quienes han arrastrado los pies durante año y medio de negociaciones se han acordado tarde de la disyuntiva. En ese período han gozado de circunstancias económicas envidiables, como un inusitado superávit de cuentas externas, un crecimiento excepcional de la recaudación de impuestos, una baja tasa de interés internacional y, ¿por qué no?, desde un punto de vista capitalista, de salarios y jubilaciones de hambre. Todo lo contrario de lo que ocurría en 2001, cuando había déficit externo y la tasa de interés de EEUU era cuatro veces más alta que la actual.
Si ahora Argentina tiene que agarrarse del FMI para no caer en el ´abismo´, la única explicación es el despilfarro de esas condiciones por parte de los Fernández y su cohorte de nacionales y populares. Un ejemplo para ilustrar: la banca oficial ha financiado a los exportadores a una tasa de interés minúscula, lo que permitió que se retuvieran las divisas en el exterior y que esa retención se convirtiera en un gran negocio financiero. De modo que el superávit comercial no dejó nada en materia de reservas internacionales. Otro ejemplo: el ministro Guzmán y el banquero Pesce financiaron el reducido déficit fiscal con emisión monetaria, que luego absorbieron mediante la colocación de deuda pública ajustada a inflación o al dólar. Esta “deuda local” ya alcanza los u$s 60 mil millones de dólares. O sea, en endeudamiento del gobierno del desendeudamiento. La ´cortesía´ de las grandes corporaciones con el gobierno, a pesar de la demora del acuerdo con el FMI, tenía razones muy beneficiosas. En sintesis, el ´abismo´ del cual quiere salvar el gobierno a Argentina fue meticulosamente cavado por el oficialismo.
El FMI viene planteando la misma hoja de ruta desde el comienzo. Como representa a los grandes fondos internacionales, reclama una devaluación fuerte del peso, un ajuste del gasto social más severo y tasas de interés superiores a la inflación, para hacer subir el valor de los títulos de la deuda externa, que se encuentran por el suelo. Esto implicará otro golpe severo a salarios, jubilaciones y gastos sociales, o incluso obra pública, y una recesión. Para los Santoro esto representa una “alternativa”, no un “abismo”. Curiosamente, el FMI mismo ha advertido que un acuerdo ´feliz´ no recompondría el financiamiento externo de Argentina, ni siquiera la posibilidad de evitar un default en dos años. Es decir que la “alternativa” sigue bordeando el “abismo”, acentuado por la evidencia de que antes del otoño el país atravesará otra onda de contagios. El financiamiento exterior de Argentina seguirá siendo el superávit del comercio exterior, con la condición, claro, de que las divisas engrosen las reservas del Banco Central. Un gobierno medianamente independiente del capital internacional declararía en forma unilateral la extensión de los plazos de pago de la deuda con el Fondo, incluyendo la condición de que los organismos públicos internacionales mantuvieran los compromisos de préstamos ya establecidos.
El “abismo” que vaticinan los Santoro traen a la memoria aquellos a los que recurrió Macri para llamar al FMI en 2018. Los gobiernos de la burguesía nacional no quieren pararse con un plan independiente frente al Fondo, porque temen que los trabajadores aprovecharían esa posición para luchar por la recuperación de salarios y jubilaciones, y combatir la precariedad laboral. Mientras quiere, por un lado, aprovechar el viento de cola de la reactivación, que el acuerdo con el FMI podría frenar o quebrar, el capital nacional pretende, por sobre todo, evitar que los trabajadores recuperen lo perdido por la crisis y la pandemia. Por eso son fondomonetaristas, acompañados por la burocracia de la CGT, convertida en la “columna vertebral” del acuerdo. Algunos tuiteros, de inclinaciones políticas fáciles de reconocer, recuerdan que la CGT y Moyano declararon un paro el 13 de diciembre de 2001, para convocarla a que vuelva a aquellos tiempos. Se equivocan, por dos razones; primero, porque llevaron el paro al fracaso; segundo, porque formaban parte del frente Duhalde-Alfonsín-Techint-FMI, que le había bajado el pulgar a De la Rúa. El FMI se negó a seguir aportando los fondos del megacanje.
La ruptura con el FMI y el no pago definitivo de la deuda externa usuraria e impagable no representa ningún “abismo”, es la salida de los trabajadores, a condición, claro, de que sea ejecutada por los mismos trabajadores constituidos en un gobierno obrero. Que la sociedad capitalista transita cada diez años por el “abismo” es la evidencia de que la salida es el cambio revolucionario e internacional del régimen actual. La ruptura con el FMI, protagonizada por la burguesía nacional, los nac & pop y la burocracia sindical, es una fantasía interesada, cuya expresión política sería un gobierno de conciliación de clases, los ´famosos´ frentes populares.