Cuba: renuevan acuerdos con la Iglesia

Escribe Norberto Malaj

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En Cuba la iglesia ha jugado un rol contra-revolucionario de primer orden frente a la revolución de 1959. En 1961, Fidel y el Che pusieron de patitas en un barco a 131 sacerdotes (la iglesia perdió en el acto a cuatro quintas partes de su personal eclesiástico) y la Iglesia católica fue despojada de su más importante instrumento de influencia: el sistema de colegios católicos.

Todo esto es, hace mucho ya, historia pasada. Aún antes de finalizar el siglo pasado, Fidel se reconcilio con el Vaticano y recibió al papa polaco, Wojtila, un anticomunista militante. El argentino Francisco visitó la isla en dos oportunidades.

En septiembre pasado, después del levantamiento popular del 11-J, Díaz-Canel “se reunió con el cardenal estadounidense Sean Patrick O’Malley que, según relató en su crónica del viaje, pidió al mandatario que se reuniera con los obispos cubanos y por la libertad para los presos políticos tras las protestas del 11-J”. Se trató de una gestión de ´buena voluntad´. Ahora el régimen estudia una “decisión gubernamental de cambiar la sede de la Oficina de Asuntos Religiosos fuera del ámbito del Partido Comunista, (lo que) podría abrir un nuevo escenario de cara a la mejoría de relaciones”, dice Julio Pernús Santiago, un cristiano filocastrista, en La Joven Cuba, 7/12.

La burocracia refuerza sus vínculos con el clero cuando atraviesa un impasse histórico y una inédita rebelión popular. Luego que Rodrigo Marmierca, titular del Comercio Exterior y la Inversión Extranjera, señalara “en una reunión reciente del Consejo de Ministros, que ´a pesar de las modificaciones realizadas, los resultados en la inversión extranjera están muy por debajo de las necesidades del país´”, ese mismo ministro anunció, en el II Foro Empresarial Cuba-2021 (que ya comentamos en estas páginas), nuevas medidas para incentivar a los inversores foráneos. “Una de ellas permitiría la vinculación del capital extranjero con el emergente sector privado de la isla. Otra disposición contempla la posibilidad de que las cooperativas agropecuarias participen de manera directa en las modalidades de inversión extranjera sin la obligatoriedad de contar con una empresa estatal intermediaria”.

Este nuevo trato con la inversión extranjera va más allá de una necesidad económica, sea de tecnología o capitales, porque apunta a desarrollar una clase capitalista nativa. Es el llamado “modelo chino”.

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