Escribe Jorge Altamira
El paquete del FMI viene con cláusulas geopolíticas.
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La participación de los Fernández en la “Cumbre por la Democracia”, fue puesta en duda hasta último momento. El evento tiene por objetivo crear un frente internacional de la OTAN contra Rusia y China, y adicionalmente contra Bolivia, Cuba, Venezuela, Irán, Nicaragua, disfrazado con el slogan de la defensa de los derechos humanos y del estado de derecho. El invitado especial de la conferencia es Taiwán, una entidad que Argentina no reconoce, y que es el santo y seña de la militarización del Indo-Pacífico y el Mar del Sur, en el confín de la República de China. Tiene lugar en momentos en que Biden le dijo en la cara a Putín que Estados Unidos no acepta “líneas rojas” de ningún tipo, en su propósito de convertir a Ucrania en una base de la OTAN, en la frontera con Rusia. De la Cumbre participará también Juan Guaidó, lo cual constituye una declaración de guerra contra toda América Latina. Biden está empeñado en superar a Trump en todo lo que sea su derecho a la intervención en el mundo entero.
La lectura superficial de la decisión del gobierno de Fernández interpreta que es una concesión nacional y popular lograr el acuerdo con el FMI. Es una parte del asunto, por supuesto, pero va más lejos, porque compromete a Argentina en una asociación política con la campaña militar que desarrolla Biden contra sus rivales geopolíticos. Argentina se convierte en una suerte de aliado ‘extra-OTAN’, como en la época de Menem. Esta decisión contradice los intereses económicos de Argentina con China, su principal mercado de exportación, pero no es a esto que apunta Estados Unidos, cuyos fondos internacionales se llevan los dólares que vienen de ese comercio. Biden pretende bloquear la capacidad inversora internacional de China, en función de sus propios inversores, y por intereses geo-políticos. Una América Latina políticamente en crisis, enfrentada a rebeliones populares y a la rivalidad chino-norteamericana, compromete la hegemonía norteamericana sobre su “patio trasero”, y por lo tanto su capacidad de operación internacional contra las mencionadas potencias rivales. Ni China ni Rusia darán una respuesta directa o apresurada a estas movidas del imperialismo yanqui, simplemente para no recoger las provocaciones que implica esta Cumbre. Pero de ningún modo resignarán sus propios intereses, que a esta altura también son geopolíticos. América Latina ha pasado a ser un teatro fundamental de la crisis mundial, luego del fin de la pasada ‘guerra fría’. Estamos ante un desarrollo que augura una etapa de intervenciones políticas y militares en el continente. Biden logró, en menos de los que canta un gallo, que la hondureña Xiomara Castro retirara la promesa de romper con Taiwán y reconocer a China, cuando ni siquiera el propio Estados Unidos reconoce diplomáticamente a Taiwán. La celebración del segundo año del gobierno Fernández, con la compañía de Lula, simplemente anticipa las posiciones de Lula en la próxima campaña electoral en Brasil.
En definitiva, el rechazo al acuerdo con el FMI y el ataque a las masas, debe ir acompañado de la consigna ‘vetusta’, o sea siempre vigente, fuera yanquis de América Latina.