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El fallecimiento de más de una veintena de personas y la internación de más de treinta en hospitales de Hurlingham, Tres de Febrero y San Martín ha puesto sobre el tapete la discusión sobre las drogas y el narcotráfico. Las muertes obedecieron al consumo de cocaína adulterada. El PTS aprovechó la ocasión para para volver a plantear la "Legalización de las drogas para terminar con el negocio del narcotráfico", "regulación estatal para el control de daños" y "consumo recreativo vs consumo problemático". Sus principales figuras públicas no perdieron tiempo en difundir esta posición. La circulación mercantil de la cocaína y una ley regulatoria habrían impedido esta desgracia. El “control de daños”, por su parte, fue votado en la legislatura porteña en ocasión de las muertes en Time Warp, por iniciativa de Rodríguez Larreta y sus aliados. Allí, se estipulaba un fuerte abastecimiento de agua en las fiestas electrónicas, para que los consumidores de drogas no sufrieran deshidratación.
La reivindicación de “drogas para todos y para todas” está ampliamente desarrollada en la sociedad burguesa en decadencia, bajo la forma de la intensa medicalización de la salud. Se ha creado, de este modo, un mercado mundial farmacéutico fabuloso en términos de ventas y beneficios que compite con los principales rubros del comercio internacional. Ese es el destino de la “droga libre”.
La salida institucional al problema por medio de un “control de las sustancias que se producen y se ofrecen al público por parte de especialistas y científicos” (LID, 2/2) -una suerte de “ANMAT bajo control obrero”- por supuesto, es peor que ridícula, pues sufre de una limitación tanto sanitaria como penal. Los profesionales que lo integrarían se verían en problemas éticos para autorizar la pulverización del cerebro de los jóvenes y de los humanos en general. Es cierto que para evadir la responsabilidad médica y científica se podría recurrir a la ley de etiquetado frontal, muy reivindicada por el fituismo; es lo que ocurre con los cigarrillos – donde “fumar mata”. En el caso de las drogas el daño es más fulminante si se convierte en adicción, que es una consecuencia típica de los estupefacientes. El PTS defiende su planteo en nombre de la ‘libertad’, pero en seguida reclama regularla, algo que por otra parte es una novedad que ha introducido en el último año y medio. El discurso libertario da paso a la tutela del estado, porque se trata de una imposición y no de una recomendación de la medicina. A esta altura del tema nos interrogamos acerca de qué entiende el PTS acerca de que “la emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos” – porque se emanciparían de la tutela del Estado, del control de daños y de la dependencia de la droga.
Los socialistas debemos combatir con métodos socialistas la esclavización de la clase obrera, que ejercen la burguesía, el estado, la religión, el chauvinismo, el racismo, la misoginia y la de los estupefacientes. Históricamente, la alcoholización y la droga han sido diseminados como método de dominación colonial de los pueblos indígenas.
Como en todas las cosas, es necesario ser concretos: la adicción a la droga, que empieza siempre de forma ‘recreativa’, adquiere un carácter masivo como consecuencia de la descomposición del régimen social vigente, y es una manifestación de la miseria social. No es el impasse de la escasez sino de la abundancia en su forma capitalista, o sea apropiada por una minoría cada vez más reducida relativamente. Como lo explicó un marxista muy importante, Román Rosdolsky, la miseria social no se limita al salario bajo y a la vivienda indigna, es la desolación de la vida misma. Es precisamente lo que ocurre en las barriadas de todo el país.
La libertad para drogarse no es libertad, no hace falta decirlo, pero es lo que reclama la izquierda "libertaria". Es una ruptura completa con la lucha por una sociedad socialista. Asume, por otra parte, un carácter completamente reaccionario, porque es motivada por el propósito de captar el voto de un electorado acorralado – que toma a la droga como una salida, para una crisis que es de otro alcance – histórico.
El planteo de la legalización debe considerarse en este marco. La difusión de la droga se disfraza como una defensa de la autodeterminación personal. Pero las víctimas de la droga no llegaron a esa situación por medio de la autodeterminación, sino por la pérdida de ella, parcial o completa. Estamos ante un encubrimiento libertario de la difusión de estupefacientes, no frente una oposición a la represión. Es convertir en un auténtico mercado mundial, lo que hoy está relativamente tabicado con la complicidad de gobiernos, políticos, militares y policías. Ni mercado tabicado ni mercado mundial: lucha contra toda forma de represión al pueblo, organizarnos por la revolución socialista. La lucha contra la represión al consumidor, que es siempre otra forma de represión contra el trabajador y la familia de trabajadores, debe partir de la lucha contra los difusores ideológicos, económicos y políticos de los estupefacientes.