El gobierno patea la crisis sanitaria hacia adelante

Escribe Jorge Altamira

Golpea a la fuerza de trabajo en todo el mundo

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La conferencia de prensa que dio Alberto Fernández este domingo, acompañado de Horacio Larreta y Axel Kicillof, pretendió obrar como demostración de la atención con la que el gobierno encara la epidemia del Covid-19 en Argentina. Lo que mostró, sin embargo, son, por un lado, los límites enormes de esa preocupación y, del otro, su orientación definidamente clasista, o sea en función de los intereses capitalistas. Las cuestiones fundamentales de la crisis epidemiológica no salieron de la boca del Presidente, sino de los periodistas que lo interpelaron. A todas ellas Alberto Fernández respondió que serían tratadas al día siguiente, el lunes 16.

El único anuncio efectivo de parte del gobierno fue la suspensión de las clases hasta el 31 de marzo, una fecha mágica que ya había usado como plazo tope para la solución del default de la deuda pública. Las licencias laborales para la población mayor de 60 años todavía necesitan un decreto que establezca quién se va a hacer cargo del pago de las inasistencias. En esa incertidumbre, cuenta también la cuestión del presentismo, que ocupa un lugar creciente en el salario de los trabajadores. La suspensión de clases, por otra parte, ha sido presentada en términos contradictorios, pues prevé que los establecimientos sigan abiertos con presencia de docentes, en función de la atención alimentaria de los alumnos, la cual sumó por su parte otra contradicción: no será usados los comedores escolares, sino que las viandas deberán ser retiradas de las escuelas. Nada fue dicho sobre el conflicto laboral que plantea para los padres la necesidad de atender a niños y adolescentes en el horario escolar. El llamado del Presidente a disfrutar de la permanencia en las casas mostró la distancia que lo separa del hacinamiento de millones de familias y del déficit descomunal de viviendas que existe en Argentina.

Alberto Fernández escondió los límites de sus planteos con un recurso académico por antonomasia: “la situación es dinámica”. Esta caracterización es peor que falsa, es distraccionista. Con la aparente excepción de China, donde la expansión de la infección habría llegado a un tope de acuerdo a las autoridades, en el resto del mundo la curva sigue en ascenso; por eso la Organización Mundial de la Salud la re-calificó como pandemia. La principal autoridad médica de los Estados Unidos declaró, sin pelos en la lengua, que la difusión de la epidemia “va a empeorar”. En definitiva, la situación es negativamente dinámica, y la fecha del 31 de marzo busca disimular una perspectiva que supera esa fecha.

La acción oficial apunta “a evitar (que) el aumento exponencial de los casos sature los sistemas de salud”. Otra forma de alcanzar ese mismo objetivo debería ser, sin embargo, aumentar en forma drástica el gasto público en salud y, por otro lado, poner a todo el sistema privado bajo la tutela del estado, en un comando único. En lugar de esto, y como viene ocurriendo en todos los países capitalistas, se aplican “las medidas fiscales y monetarias para ‘mover la economía’”, o sea subsidiar a las patronales. Fernández no dijo nada acerca de aquello que se reclama cada vez más en todo el mundo, que es reforzar la capacidad de diagnóstico, mediante la producción de equipos de pruebas, para poder detectar en forma preventiva la presencia del virus y prever la tendencia general de la difusión de la epidemia. El plan del gobierno es atender la crisis por medio del sistema de salud actual – con carencias y déficits abismales y brutalmente desigual en términos sociales.

La crisis económica desatada por la expansión del Covid-19 no obedece a una sobreproducción de mercancías o a un déficit de la demanda. Es una crisis de producción centrada en una crisis de la fuerza de trabajo, que cambia radicalmente los términos del conjunto de la crisis capitalista. Millones de trabajadores dejaron de ir a sus oc upaciones en ciudades y provincias de China por las cuarentenas que fueron decretadas. Las cadenas de producción quedaron afectadas dentro de los países y a nivel internacional. En Italia, a partir de las huelgas en Fiat-Pomigliano, que se expandió a los establecimientos de la firma en Melfi y Cassino, los paros laborales se han generalizado para exigir el cierre de las empresas donde se aglomeran miles de obreros. Estas huelgas han arrancado desde abajo - ninguna fue decretada por las burocracias sindicales. Fabricar automóviles de alta gama, como Alfa Romeo, a costa de la salud de los obreros, es completamente prescindible en las circunstancias actuales. “Nuestras vidas son más importantes que sus beneficios”, no es una consigna electoral en Italia, sino la contraseña de un movimiento de huelgas. La patronal de la Fiat decidió, ante esta ola de descontento, paralizar rotativamente sus establecimientos. La crisis ha puesto en evidencia lo que muchos académicos han insistido en ignorar: que la única fuente de creación de valor es la fuerza de trabajo – o sea, la clase obrera. El Estado y los capitalistas deben asegurar el pago de la licencia laboral de toda la población trabajadora que ingrese en una suerte de cuarentena. El movimiento obrero debe discutir esta agenda en Argentina, y exigir la mayor protección necesaria para el personal de salud.

¿Qué puede resolver, en esta crisis de la fuerza laboral, la reducción de las tasas de interés por parte de los bancos centrales, o la inyección de dinero por medio de la compra de títulos públicos, o sea emisión de dinero? La cancelación anticipada de las deudas de las compañías capitalistas, por estos medios, no pondrá en marcha el proceso productivo, que responde a una crisis de la fuerza de trabajo, ni dotará de liquidez al sistema, no importa la decisión de la FED de emitir, en etapas, entre 1.5 y 2 billones de dólares. La liquidez es un proceso de crédito, que se encuentra fuertemente congelado, no un proceso de creación de moneda. Lo que el movimiento obrero debe exigir es una fuerte expansión del gasto público en salud y para atender a la fuerza de trabajo en cuarentena, con mayores impuestos al capital y una emisión de moneda, sí, que sea dirigida a esos objetivos. La crisis plantea una fuerte reglamentación de la producción y los precios, incluida la nacionalización de servicios esenciales, como los farmacéuticos y de salud.

Todo esto lleva al tema recurrente del pago de la deuda pública financiera, que los Fernández están decididos a llevar adelante, no importen las pandemias ni el mapa genético del virus. Al final, la política de “hacer tiempo”, que preconiza Fernández, en reemplazo de una enérgica política de salud, pretende hacer compatible lo incompatible: el mayor esfuerzo fiscal y monetario que exige el tratamiento de la pandemia, por un lado, con el acuerdo con los fondos internacionales acreedores, por el otro. ‘El pago de la deuda es más importante que nuestras vidas’ - es la consigna de los negociadores de ese pago. Un ‘acuerdo’ sería, por esto, un crimen político. Por otro lado, todos los parámetros de la negociación se han caído, porque, como dicen los salones financieros, reina “la incertidumbre”. Cualquier ‘oferta’ de reestructuración de la deuda, por parte del gobierno, será rechazada, por parte de fondos internacionales que no saben si seguirán en pie luego de la salida tormentosa de dinero de sus aportistas y depositantes.

Llamamos a los trabajadores a discutir la situación que enfrentamos, a elaborar pliegos de reclamos y a desarrollar un plan de lucha por su satisfacción.

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