Las “drogas recreativas” emancipan

Escribe Julio Gudiño

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El debate sobre narcotráfico y consumo de drogas se reavivó fuertemente la semana pasada, como consecuencia del tendal de muertos e internados en el conurbano bonaerense por consumo de cocaína “estirada” con opioides sintéticos. La masacre de Tres de Febrero envuelve responsabilidades políticas –del intendente y de los ministros de Seguridad de Provincia y Nación. Más allá del conurbano, en la provincia de Santa Fe compromete a los tres poderes del Estado y al estamento policial. Para los partidarios de la piedra libre al consumo de droga, al cual algunos responsabilizan de haber inspirado nada menos que la cultura y el arte de la humanidad, la legalización pondría fin a la adicción, a la muerte y a las crisis políticas.

Es el caso del PTS, que promociona el consumo de drogas, al punto que las califica de “recreativas”. Como acto de autoridad se apoya en la ONU, que al igual que el Vaticano es un nido de abusadores y criminales, como ha sido reiteradamente denunciado por los “Cascos Blancos” del organismo. De acuerdo a esta entidad, que en 2013 apoyó la mentira de Bush acerca de la posesión de “armas de destrucción masiva” por parte de Irak, para justificar un bombardeo criminal y la ocupación del país por la OTAN, “la población mundial entre 15 y 64 años que consume alguna sustancia ilícita, tan sólo alrededor de una décima parte presenta consumo problemático” (Laizquierdadiario.com, 02/02/22). ¿Cuántas personas significa todo esto: 500 millones, 100 millones? El PTS traduce el “consumo de alguna sustancia ilícita” como sustancia “recreativa”. ¿Por qué usa la expresión “consumo problemático” en lugar de adicción? Es claro que las autoridades de la ONU favorecen ese consumo y lo disfrutan en un porcentaje mayor que el de su estadística. El PTS procede en este caso como lo ha hecho con la pandemia: piedra libre al virus, las estadísticas de la OMS dice que mata ‘solamente’ al 2 o 3% de los contagios verificados. Según The Economist, sin embargo, el número de muertos no se conocerá nunca, aunque estima que es quince veces mayor al de las cifras oficiales.

Hay que distinguir, dice el PTS, “el consumo problemático del que no lo es” (ídem). No dice que esto sólo se puede hacer ‘probando’. Como ocurrió con el voto favorable del FITU a la modificación de la categoría de Boedo en el código de planeamiento urbano, para fomentar la especulación inmobiliaria, ahora lo vemos publicitando la droga que, ilegal o no, es siempre un negocio de las farmacéuticas, la rama más peligrosa y lucrativa después del armamentismo. La muerte de más de una veintena de jóvenes del conurbano no se debería al consumo de “drogas recreativas”, sino a la “ilegalidad en el que se encuentran las drogas, que es la condición necesaria para que exista el narcotráfico y la venta de sustancias adulteradas y sin ningún tipo de control de calidad.” (ídem). Lamentamos decir que aquí hay más tonterías que palabras, porque la ‘calidad’ es, por de pronto, la que produce el mayor efecto ‘recreativo’, o sea, el mayor daño potencial. Es la que consume la clase ociosa del capital, por eso es económicamente inaccesible para el ciudadano de a pie. Es una diferencia de precio mayor a la que separa el bife de lomo para exportar de la tapa de asado para consumo interno. Reclamar que la ANMAT certifique la ‘calidad’ de las “drogas recreativas”, es decir, su pureza, es pedirle que opere como una empresa comercial que separa a la prenda perfectamente acabada de la del ‘outlet’. De acuerdo a la receta del PTS el consumo de drogas de calidad mejoraría la performance de un piquete de huelga; pero las viejas y nuevas generaciones proletarias prohíben cualquier forma de alcohol cuando se trata de la lucha.

Para el PTS la sociedad está compuesta por individuos libres y racionales que saben muy bien, en uso de su libre albedrio, qué es bueno y qué no para su salud psíquica y física (Laizquierdadiario.com, 08/05/14). En la economía burguesa vulgar, esto recibe el nombre de “expectativas racionales”. Tutti sapiamo tutto. El planteo está mal formulado: en una sociedad explotadora y en un capitalismo en descomposición, muchísimos son arrastrados por la desesperanza y hasta la desesperación. Como las drogas forman parte del arsenal de la medicina, deberían recetarla los médicos, los psiquiatras y los psicólogos por escrito. ¿Lo harían si fuera legal? En Uruguay, el control en las farmacias es por cantidades, no recetas, lo que para nada quiere decir que los ‘cumpas’ orientales no disfruten de la recreación. La otra alternativa de control sería el etiquetado frontal, que debería decir que este producto ‘recreativo’ daña la salud.

Es precisamente la escapatoria de la que se vale el PTS y también el aparato del PO. “Se trata de una cuestión de salud pública que debe ser atendida con políticas activas de prevención, acceso a información científica, educación pública en la materia y reducción de daños. Y debe incluir a todas las drogas sin ningún tipo de prejuicio (sic), ya que por ejemplo las legales de venta libre, causan más muertes que las ilegales” (Laizquierdiario.com, 02/02/22). Este planteo, como acertadamente denuncia Política Obrera, convierte a la sociedad en una gigantesca terapia intensiva financiada por las propias víctimas (Politicaobrera.com, 06/02/22). Lo que pide el PTS ya existe, pues hay asistencia médica para la drogadicción, con la misma deficiencia criminal con que son tratados todos los temas de salud, en especial cuando se destruye el sistema público.

La falacia del PTS y quienes se han pasado a su ‘doctrina’ es que operan como legisladores, no como luchadores. Al final, los libertarios de izquierda desarrollan una suerte de Estado-dependencia: droguémonos que la ley prevé que seamos atendidos. El razonamiento de un luchador es otro: la droga, ¿sirve para ganar una huelga, quebrar a los gobiernos patronales, hacer la revolución? Si sirve, entonces, “proletarios de todos los países, drogaos”. Si no sirve, y es muy perjudicial, sigamos con las ‘viejas’ soluciones: “proletarios de todos los países, uníos”.

La difusión de la droga ha convertido a la adicción en un asunto de salud pública. Pero la naturaleza del asunto es política: a favor o en contra del envenenamiento de la clase obrera. El socialismo combate la esclavización y alienación de la clase obrera en todas sus formas, incluido el alcoholismo, en nombre de la emancipación de la explotación del hombre por el hombre y de la Comuna; como dice otro artículo de PO, de la universalización del individuo social. Esta es una premisa política sobre la cual debe construirse y organizarse la fuerza social cuya misión histórica es derrocar al capital y abrir el camino hacia una sociedad libre de la explotación social, base sobre la cual se desarrollarán los individuos verdaderamente libres.

Los candidatos del FIT.U impulsan desde hace mucho la legalización-legitimación de todas las drogas, por medio de los grandes medios de comunicación y las redes sociales. Los reservados artículos de ID, sobre la salud pública, se convierten en una feroz publicidad mediática a favor de la ‘recreación’. ¡Que presenten de una vez un proyecto de ley que regule la producción y la comercialización! Quizás se topen con los “precios cuidados” de Fernanda Vallejos, Paula Español y Feletti, pero “al que quiere celeste que le cueste”. El FMI ya se encargará de reponer los ‘precios libres’. Vendrán capitales, aunque no sean de China. El Estado siempre presente, sea en la legalidad o ilegalidad, cambiaría de socio, aunque mejoraría la recaudación impositiva y bajaría el déficit fiscal ¡sin ajuste! Las transnacionales tabacaleras podrían producir en gran escala cigarrillos de marihuana para abastecer al mercado.

El PTS dice que legalizar “todas las drogas” es “socialista” y “progresista” porque “enfrenta al Estado” y defiende la democracia. Sería una victoria de todas las clases sociales, porque ninguna se opone a la ‘recreación’, aunque no todas la celebran del mismo modo, lo cual da pie a otras ilegalidades, la mayor parte de ellas vinculadas con la violencia contra la mujer. Qué lejos que ha llegado el propósito de pelearle a Milei el título de libertarios.

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