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La amplitud y potencia del movimiento de mujeres ha sacudido todos los ámbitos de nuestra sociedad. En el plano estrictamente deportivo, logró una profesionalización parcial del futbol femenino. Pese a sus límites (cantidad de profesionales por plantel y salario), representa un triunfo de las deportistas en pos de equipararse a sus pares masculinos. La popularidad de esta importante lucha es notoria, lo cual se vio reflejado en aquella inolvidable jornada de noviembre de 2018 en que la selección femenina clasificó al mundial en un estadio copado por el movimiento de mujeres y de pañuelos verdes. Estas tomaron como propio el derrotero de las chicas argentinas, tanto en las eliminatorias como en el mundial. En tiempos de cooptación estatal y feminismo pequeño burgués, vale recordar que la lucha de la mujer y las reivindicaciones obreras lograron darse la mano, ya que la profesionalización mejora sensiblemente las condiciones laborales.
Ni lerdos ni perezosos
Desde luego, los dirigentes argentinos tomaron nota y recaudos para no ser tapados por “la ola”. No sólo se mostraron permeables a los reclamos de las futbolistas, sino que también se dieron los medios para canalizar e institucionalizar diversos planteos que pudiesen surgir de trabajadoras y socias de los clubes. Es por eso que vivimos, en muchas instituciones, un auge de las comisiones de mujeres, así como de espacios inter-institucionales como el MACFUT (Mujeres Asociadas a Clubes de Fútbol). Con variantes y a su modo, intentaron visibilizar la violencia contra la mujer y la discriminación, pero siempre dentro de los estrictos marcos institucionales, jamás escapando el control de las comisiones directivas. El enfoque es “deconstructivista”. El deporte, en tanto ámbito masculino, debe ser deconstruido, para así las mujeres poder integrarse a la actividad deportiva. Por eso, los paneles y los talleres son el santo y seña de quienes promueven esta línea. El problema, como con los rugbiers asesinos, es la “masculinidad hegemónica”.
Una de las tantas salidas ensayadas son los cupos femeninos en las comisiones directivas, porque los clubes necesitarían “la mirada de la mujer”. Pero, como sabemos, el mundo del discurso empequeñece ante la realidad material. En estos espacios no se dice una palabra acerca de la situación de las trabajadoras de los clubes, ultra precarizadas y tercerizadas. Tampoco sobre los representantes y directivos, hombres y mujeres, que levantan la mano a cambio de vaya uno a saber que dádivas, avalando recortes y ajustes sobre los socios y socias.
Perspectiva de clase, siempre
El movimiento de mujeres en Argentina vive horas claves ya que sufre los intentos de estatización por parte del gobierno de los Fernández, quien astutamente mete una cuña en el movimiento, intentando oponer géneros, para que no se opongan las clases. Para ello, cuenta con el concurso de la izquierda democratizante, quien aporta su cuota de impotencia y complacencia, abandonando día a día la perspectiva de clase y borrando sus fronteras con el feminismo (policlasista). Todo esto se ve expresado, en el mundo de los clubes, en los “cupos”, en funciones directivas, y en el reciente pedido de aplicación de la “Ley Micaela” y de la ESI (a cargo de instituciones privadas clericales o directamente bajo tutela de la Iglesia), por parte de los sectores vinculados al kirchnerismo (Coordinadora de Hinchas).
No caben dudas que, ante la creciente pauperización que viven los clubes de barrio, por un lado, y las tendencias crecientes a privatizar la actividad de los grandes clubes, por el otro, la perspectiva de género se realizará bajo la forma de Ceo’s o ‘partners’ femeninos de compañías capitalistas – de ningún modo bajo la posibilidad de la práctica del deporte para las jóvenes trabajadoras. En oposición a esta deriva anti-igualitaria, planteamos la socialización del deporte, bajo un gobierno de trabajadores.