Asamblea Legislativa: un discurso cristinista para firmar con el FMI

Escribe Jorge Altamira

Alineamiento internacional con la Otan.

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Aunque algunos medios coinciden en que “Alberto Fernández reconoció que no está cerrado el acuerdo con el Fondo”, el discurso de inauguración del período anual del Congreso plantea todo lo contrario. Descuenta que la deuda con el FMI se refinancia a cuatro años y que se pagará entre 2026 y 2036; que no incluye una reforma laboral ni previsional; y que no prevé siquiera un tarifazo. Demasiadas precisiones para un acuerdo que no fue firmado. Diferente es que todo esto sea cierto. La deuda seguirá siendo impagable en 2026, y los tarifazos y las contrarreformas fueron enunciados a lo largo de las dos horas de la perorata. El escriba del texto leído, que podría haber sido Gustavo Béliz, acostumbrado a hacerlo cuando formó parte del gobierno de Menem-Cavallo, supo darle un tono acorde con la retórica del cristinismo, para reunir los aplausos suficientes de una plantea oficialista irremediablemente dividida. Todo el mundo cumplió con el rol teatral que le fue asignado, incluído Máximo Kirchner, cuya presencia hubiera malogrado toda esta euforia ficticia.

Hay dos datos duros que confirman que el acuerdo con el FMI es un hecho. El más notorio es la disposición que permitiría a los fondos "macristas" internacionales, Templeton y Pimco, a canjear los bonos en pesos que tienen en su poder por el monto equivalente en dólares al tipo de cambio oficial. Se trata de títulos por 420 mil millones de pesos, ajustables por inflación, por u$s 4 mil millones en títulos de la deuda externa, a una tasa de interés que aún se encuentra en negociación. De acuerdo a Infobae (1/3), este negociado, que al tipo de cambio del contado con liquidación, sería de u$s2 mil millones, fue acordado en las tratativas con el FMI. Si, como suponen algunos, el acuerdo todavía podría caerse, la corrida contra el peso, que Fernández dijo haber evitado, perdería en comparación con la que hoy está sufriendo el rublo de Putin.

Fernández, en tono de indignado, advirtió que Argentina, sin un acuerdo, debería pagar al Fondo u$s 19 mil millones en 2022, pero olvidó decir que deberá pagar u$s 9 mil millones por año, en 2022 y 2023, a los acreedores privados, ¡y u$s22 mil millones, en 2024! O sea que le ocultó al país que, como consecuencia del acuerdo con el Fondo, Argentina se encuentra en concurso de acreedores, con una quiebra marcada para dentro de cuatro años, que puede precipitarse, sin embargo, en cualquier momento. Repitió la falacia de que la reestructuración de la deuda privada ahorró a Argentina un par de decenas de miles de millones de dólares, cuando no hubo quita de deuda y los intereses quedaron clavados en casi el 4% anual, lo que es una tasa usuraria para una deuda fraudulenta. No mencionó, por supuesto, que la deuda local indexada creció el equivalente a u$s 60 mil millones en dos años, y el Banco Central tiene una deuda, a intereses elevadísimos, por el equivalente a u$s 40 mil millones.

El otro indicador de que el tono cristinista del discurso no logra disimular la firma consumada del acuerdo, el anuncio de que se acordó con China la ampliación del canje del peso argentino con el yuan y la normativa para utilizarlo para pagar el déficit comercial de Argentina con la República Popular. El gobierno "comunista" de China ha reiterado en varias ocasiones que la activación del canje sólo era posible en el marco de un acuerdo con el FMI. Al contar con u$s 40 mil millones de dólares en moneda de China, Argentina podrá usar los dólares que reciba por su superávit de comercio externo, que en 2021 fue de unos u$s15 mil millones, en el pago de deuda externa, reemplazando importaciones en dólares por ventas de China, a cambio de un endeudamiento en yuanes. En el marco del dislocamiento del mercado financiero internacional, como resultado de las represalias tomadas por la OTAN contra Rusia, la posibilidad de un default cristinista se ha convertido, de una especulación en una quimera.

Llama la atención que Alberto Fernández insista en su escasa propensión a la mentira, cuando se jacta todavía más de su pericia para las mañas políticas. Entre estas figura ofrecer las estadísticas en términos relativos. Es así que ha dicho que las tarifas no aumentarán más allá del aumento de los salarios, sin dar un número exacto. Los aumentos de salarios se presentan, como se ha convertido en hábito, bajo la forma de cuotas, que se suman, erróneamente, para dar un porcentaje anual. Es así los salarios aparecen creciendo entre un 40 y 50%, cuando en promedio no han superado el 35%, o incluso menos cuando se trata de sumas en negro. Un tarifazo del 50%, por ejemplo, no sería mayor al aumento de las cuotas sumadas de aumentos salariales, pero sí, y mucho, respecto al promedio anual de esos aumentos. En resúmen, anunció un tarifazo.

Según el Presidente, no “habrá reforma previsional” ni tampoco “laboral” –simplemente, los jubilados seguirán cobrando la mitad de una canasta básica y el trabajo en negro seguirá permitiendo a las patronales eludir los aportes previsionales y alargar la jornada de trabajo o modificarla a su arbitrio.

El discursante se ganó sonoros aplausos, del oficialismo, claro, cuando informó de otro año de aumento de la recaudación fiscal, omitiendo que ella obedece a la inflación, porque los impuestos al consumo se aplican sobre los precios. No admitió, sin embargo, que si, como dijo desear, la inflación disminuyera, lo mismo ocurriría con la recaudación, provocando un aumento del déficit fiscal que se comprometió a reducir. En términos de coherencia económica, el Presidente merece un bochazo en los exámenes de marzo. Lo que surge de aquí es que la disminución del déficit fiscal que le exige el FMI se hará a costa de los gastos sociales y el salario. Habemus ajuste.

Estas conclusiones, lejos de arbitrarias, el Presidente las confirmó en otros tramos de su parlanza. Fue cuando reivindicó el trabajo cooperativo, como llama el oficialismo, al Potenciar Trabajo, que remunera a sus miembros con el generoso salario mensual de 16 mil pesos- la mitad del salario mínimo oficial de casi 32 mil pesos, que es el 20% del costo de una canasta familiar. Enseguida reivindicó el trabajo genuino, en referencia a la obligación de quienes trabajan en esos proyectos o reciben un plan, de aceptar trabajos en la construcción o en las cosechas, no por salarios de convenio sino por los que establezcan en forma unilateral las patronales, que recibirán como subsidio el monto establecido en los planes. El presidente que defiende el salario insiste con una cruzada para imponer salarios efectivos por debajo de los convenios – que han caído considerablemente, por su parte, en los últimos diez años.

Alberto Fernández no dejó pasar la ceremonia para recontra confirmar su deseo de alianza con las corporaciones agroexportadoras industriales. Además de asegurarles salarios pesificados a quienes venden en dólares, ha reiterado para ellas una política de subsidios, en lo que tiene que ver con créditos y la financiación de infraestructura. Esta reiteración no dejará conforme a la Mesa de Enlace, que paga las retenciones a la exportación que los exportadores sólo pagan, a tasas bajas, por el valor que añaden a la materia prima.

Mientras el oficialismo aplaudía con pasión, las promesas acerca de las igualdades de género, la educación sexual integral, los cursos para que las fuerzas de seguridad no se "excedan" en la represión, la verdad es que los femicidios y violaciones aumentan, el clero bloquea la educación de la juventud y el gatillo fácil bate récords. Afuera del Congreso, con excepción del acto de protesta de Política Obrera, la burocracia sindical, el movimiento Evita, los explotadores de desocupados y los restos fúnebres del stalinismo criollo, manifestaban a favor de la causa nacional y popular.

Todo esto ocurre mientras la OTAN se ha lanzado a un furioso rearme del este de Europa, con la finalidad explícita de llevar al máximo nivel la confrontación con Rusia, aniquilar su régimen político y reconfigurar como un satélite al estado ruso y al mundo en su conjunto. La OTAN no acepta ninguna clase de negociación para detener la agresión de Putin. La OTAN quiere forzar a Rusia a una anexión de Ucrania, como está ocurriendo, para obturar cualquier salida de compromiso y proceder a su propia anexión, la de Rusia, en los hechos. Juega abiertamente con una guerra mundial. Ni adentro ni afuera del Congreso se escuchó una voz de repudio a la OTAN, el brazo político-militar del FMI y la fuerza de ocupación de Malvinas.

Para una parte mayoritaria del nacionalismo popular, que, por supuesto supimos conseguir, Argentina es un sainete.

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