Carlos Alfonso Ferraro (1953-2025)

Escribe Iñaki Aldasoro

Carlos Alfonso Ferraro (1953-2025)

Tiempo de lectura: 5 minutos

En la madrugada del 12 de agosto falleció en la provincia de Jujuy Carlos ‘Chato’ Ferraro, exgobernador durante los tumultuosos años 90, pero figura de la política jujeña por décadas, inclusive hasta la actualidad, cuando desde su editorial semanal ‘bajaba’ línea sobre la situación provincial, particularmente sobre los destinos del peronismo que supo abrazar, y del radicalismo, con el que supo tejer acuerdos.

Su editorial en el programa El Pulso de la Semana era transmitido por Canal 7 -único canal de aire y con llegada a toda la provincia- y luego impreso en texto para El Tribuno de Jujuy, el diario más grande de la provincia, propiedad de Rubén Rivarola, el cacique del PJ local.

Sus inicios

Ferraro estudió Ciencias de la Información en la Universidad Nacional de La Plata. A su regreso a Jujuy, editó, compiló y escribió algunos libros de poemas, cuentos y mitos de la región. Trabajó como periodista en varios lugares y llegó a ser Director Provincial de Prensa bajo la dictadura militar del 76. Luego de la dictadura, fue acusado de cómplice y de encubridor de sus atroces crímenes por algunos familiares y detenidos que lograron sobrevivir, incluso hubo quienes aseguraron haberlo visto en el centro clandestino de Guerrero.

Como escritor ganó algunos premios literarios y su popularidad empezó a crecer también en los medios de comunicación, lo que le habilitó ingresar a círculos vinculados a la política que se abrían camino en los años 80. Se casó con María Inés Haquim, hija de uno de los viejos caciques del PJ (su hermano fue dos veces vicegobernador de Gerardo Morales), lo que le facilitó la llegada a los principales dirigentes del peronismo.

Los 90

Los años 90 en Jujuy estuvieron signados por crisis, pobreza, desocupación, privatizaciones, piquetes y cortes de ruta, el Perro Santillán y la caída de varios gobernadores. La política neoliberal de Menem golpeó mucho en Jujuy.

Las privatizaciones salvajes y la implementación de nueva tecnología generaron en poco tiempo una desocupación que llegó hasta el 30 %. La privatización de Altos Hornos Zapla dejó 6.500 familias en la calle en lo que se conoció popularmente como el ‘segundo éxodo jujeño’, con la marcha de miles de familias de Palpalá a Alto Comedero, donde el gobierno había acordado la entrega de una modesta vivienda como parte de una suerte de indemnización. La propiedad participada de la empresa, que correspondía a los obreros por la privatización desde hace más de 30 años, nunca fue pagada y los trabajadores siguen esperando un fallo favorable.

La implementación de nueva tecnología en el ramal jujeño, donde están los grandes ingenios, generó miles y miles de despidos de trabajadores temporales que cumplían funciones en la zafra y una caída de la actividad económica en toda la zona, que culminó con el corte en Libertador de 1997, popularizado como “el jujeñazo”, que se extendió a toda la provincia.

Sumado a esto, el ajuste en los trabajadores del Estado, los recortes de partidas presupuestarias y las transferencias de gastos a las provincias creó un cóctel explosivo, con miles de personas sin trabajo y con trabajadores que no llegaban a fin de mes, muchas veces cobrando el salario en cuotas, con retraso o en cuasi monedas.

Esta crisis económica condicionó la política jujeña de los años 90, dividiendo al PJ en varios sectores que pugnaban entre sí. Entre 1990 y 1995, en Jujuy cayeron los gobernadores De Aparici, Roberto Domínguez, Carlos Ficoseco, hasta que designado Agustín Perassi terminó su mandato en 1995.

Para las elecciones de 1995, Ferraro secunda a Guillermo Eugenio Snopek como vice en la boleta del PJ. Esta fórmula gana las elecciones. Snopek asume el 10 de diciembre de 1995 y el 26 de febrero de 1996 fallece en un accidente automovilístico, por lo que asume Carlos Ferraro como gobernador.

Su gobierno

Ferraro asume cuando el gobierno de Menem ya estaba agotado y las consecuencias de su política económica empezaban a hacerse sentir fuerte en todo el país. Con una desocupación galopante y los salarios más bajos del país, la provincia estaba convulsionada. El Frente de Gremios Estatales era la referencia provincial de la lucha contra la miseria, que empieza a organizar también a sectores de trabajadores desocupados. Interviene un sector de la iglesia. Se realizaron marchas desde todos los extremos de la provincia hasta la Capital para mostrar las pésimas condiciones de vida de los jujeños, en lo que fue el prolegómeno de una segunda Marcha Federal a Buenos Aires (la primera fue en 1994).

En un contexto de pobreza, salarios en cuotas y con atraso, de los bonos provinciales, del estallido social también en Mosconi, Tartagal y Cutral Có en el sur del país, en la última semana de mayo de 1997, se produce un corte de la ruta 34 en Libertador General San Martin, donde se encuentra el ingenio Ledesma. El corte reclamaba la creación de puestos de trabajo genuino, un seguro al desocupado y contra los despidos. El gobierno envió la Gendarmería por orden de Ferraro y también de Carlos Corach, entonces ministro del Interior de Menem. La represión al corte se convirtió inmediatamente en una pueblada contra la represión que no sólo logró el repliegue de las fuerzas represivas, sino que extendió los cortes a toda la provincia, llegando a producirse más de 20 cortes simultáneos en todo Jujuy. Se sumaron los gremios estatales y una huelga docente que duró meses en la provincia.

En ese momento se barajó la posibilidad de intervención de la provincia, que finalmente fue descartada, y se optó por una mesa de diálogo con la Iglesia como mediadora entre el gobierno, la oposición, los empresarios, y los piqueteros y gremios combativos. Las reuniones se realizaron en el Obispado de San Salvador de Jujuy. Frente a la intransigencia de los grupos piqueteros, que denuncian de insuficientes las propuestas del gobierno, los cortes de ruta se transformaron en ollas populares a la vera de las rutas.

Frente al derrumbe del menemismo y la caída del propio Ferraro, se empieza a montar un operativo de recambio dentro del gobierno provincial, mientras la situación amenaza con volverse revolucionaria. Intervienen la cámara de empresarios, la CGT y hasta la CTA, que intentan contener al movimiento e invertir la orientación del acta que se firma en el Obispado. Toda la estrategia de este frente durante la crisis consistió en reclamar que la Legislatura destituyera a Ferraro e "incentivar la radicación de industrias o empresas con exenciones impositivas” (Prensa obrera 15/6/97).

Lo que formalmente era un reclamo de creación de puestos de trabajo se convierte en un rescate a los empresarios y un proceso de recambio político, a través de un juicio político impulsado en la Legislatura de la provincia.

Jaqueado, Ferraro logra ‘aguantar’ hasta noviembre de 1998, cuando presenta su renuncia por “motivos personales”, dado el progreso del pedido de juicio político en la Legislatura, entre medidas de fuerza de los sindicatos, cortes de rutas, ollas populares, un extendido paro docente y el surgimiento de un poderosos movimiento piquetero en la provincia.

El peronismo, con mayoría para imponer su sucesor, se dividió internamente. El elegido terminó siendo Eduardo Fellner, personaje gravitante en la política de Jujuy por lo menos durante el periodo 1999-2015.

Volver al ruedo

Ferraro volvió a los medios de comunicación e intentó mantener un perfil bajo, aunque siempre asociado a los intereses económicos que lo llevaron al gobierno. Aunque supo ser crítico del kirchnerismo, especialmente de los gobiernos de CFK, no se privó de poder hacer grandes negocios con todo el mundo, inclusive con los gobiernos radicales.

En 2017 fue condenado a una pena muy menor por un caso de corrupción en la compra de medicamentos para la provincia mientras era gobernador, que finalmente pasó sin pena ni gloria.

Fue defensor de Blaquier y de todos los grandes empresarios que hacen negocios en la provincia y de todos los dirigentes que los sostuvieron y permitieron amasar fortunas.

Sin velatorio público y solo con un par de posteos de dirigentes en las redes sociales -incluido el gobernador actual, Carlos Sadir-, se fue ‘último gobernador’ que volteó el pueblo jujeño en las calles, un símbolo de lo que fueron los años 90 en Jujuy.

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