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Es oficial: la cloaca libertaria no tiene los medios para pagar el vencimiento de deuda externa de enero, por u$d 4200 millones; tampoco puede recurrir al mercado internacional para refinanciarla; y ha abandonado el propósito de un canje a mayor tasa de interés y menor plazo. Por delante, 2026/7, tiene vencimientos por alrededor de u$d 40 mil millones, que se convierten en u$s52 mil millones con los intereses y los vencimientos de deuda privada. Las reservas del Banco Central son negativas en u$d 17 mil millones –la diferencia entre sus tenencias y su deuda. Lo que le queda es meter los garfios en los activos en dólares del Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) de ANSES, algo que sería muy kirchnerista (‘desendeudados nos queremos’, su slogan oficial). En este caso la deuda vencida seguirá vigente en las arcas del FGS, en carácter de un pagadios. Otra alternativa es ofrecer nuevo bono a los tenedores de dólares en los bancos locales, a una tasa usuraria del 10% anual. La deuda no sería cancelada sino transferida a nuevos acreedores. La calidad del endeudamiento sufriría un considerable deterioro, lo cual llevará a una rápida depreciación y, como consecuencia, a una suba de las tasas de interés. Caputo ofreció la noticia de un modo inusual: dijo que había que terminar con la “dependencia” financiera del exterior. Pretendió imitar a Trump, que en abril pasado disfrazó una andanada de aranceles a la importación extranjera con el slogan “Liberation Day”. Al día siguiente se derrumbó la Bolsa neoyorquina y, lo que es excepcional, el mercado de deuda pública, considerado un “refugio” en momentos de crisis. El colapso tiene lugar cuando el Senado debería dar su media sanción al proyecto de Presupuesto aprobado por Diputados, que autoriza un endeudamiento descomunal, bajo legislación extranjera, violando las condiciones de la ley de Administración. Esta ley obliga a que los canjes de deuda sirvan a una mejora del endeudamiento público.
Caputo ha dado un segundo paso en el minué iniciado a principios de semana, cuando había anunciado la modificación el régimen cambiario y monetario seguido hasta el momento. De una política de deflación monetaria y de precios se ha vuelto a uno inflacionario; de la formación de reservas internacionales mediante contratos de deuda externa, a uno de compra del saldo del comercio exterior. En menos tiempo de lo que canta un gallo, Caputo y Milei sacrifican un ajuste deflacionario de alrededor de u$s70/80 mil millones de dólares (3% de déficit fiscal y 20% de déficit cuasi fiscal – los intereses de la deuda del Banco Central con los bancos locales), para pasar a otro ajuste, esta vez inflacionario, de alcance impredecible. El uso de las importaciones para neutralizar la suba de precios, agravará el colapso industrial. La ‘libertad de cambios’ con una política devaluatoria, acentuará el déficit de financiamiento internacional (incluso la inversión directa de capital extranjero ha sido negativa) y la tendencia a la fuga de capitales. El escenario de base es un retorno al estallido de la crisis en abril de 2018, que se incubó en diciembre de 2017 con anuncios parecidos a los actuales. Al igual que lo que hizo bajo el gobierno de Macri, Caputo y Milei se valieron de varios blanqueos de capitales para financiar la salida de dinero a cuentas en el exterior.
La convocatoria de Caputo a desarrollar un mercado de capitales local repite aquella narrativa; al final, Caputo fue desbancado por la pérdida que este cuento provocó en dos fondos internacionales a los que estaba ligado (Templeton y Pimco). El llamado de Caputo encierra, sin embargo, otra gran estafa, porque pretende convertir al Fondo de Cese Laboral que prevé la contrarreforma que se ha enviado al parlamento, en una fuente de fondos para la Bolsa y la deuda del Tesoro. Como en el caso de las AFJP, se trata de una confiscación de los ingresos de los trabajadores – en ambos casos de los jubilados, porque parte del FCL es una exención de aportes patronales a ANSES. En un desbarranque de política de esta magnitud, los famosos “fondos del colchón” no saldrán de sus cuevas remuneradas para rescatar el plan económico. El giro inflacionario no resolverá las quiebras que amenazan a las deudas personales e institucionales con el sistema bancario.
Estas circunstancias han reinstalado el tema acerca del destino del oro que Caputo sacó del país para usarlo de garantía en préstamos ‘repo’ – que son de los bancos, o sea que no se cotizan en los mercados. La valuación del metal, arriba de los u$d 4 mil millones, ha tenido un cambio notorio, pues la cotización del oro ha subido un 71% en 2025. El mercado ha crecido exponencialmente, con el retorno de numerosos bancos internacionales al negocio. El Banco Central se ha negado a dar información sobre el oro, incluso ante la comisión de auditoría del Congreso; es un desacato. Antes de fines de 2027 hay que devolver esos ‘repos’, el signo mayúsculo de la ‘dependencia’.
Argentina no asiste solamente a un giro de política económica, o mejor dicho, a un principio de bancarrota. El Fondo de Garantía del Tesoro norteamericano se ha hecho el distraído; las promesas del JP Morgan han quedado en la nada. La famosa red de seguridad para la cloaca gobernante se ha deshilachado. Nada que no hayamos previsto en estas páginas. Las implicancias internacionales son claras: las importaciones de China han crecido en volumen y especialmente de los bienes intermedios que forman parte de la cadena de producción. La “Doctrina Monroe” de Trump se manifiesta en el despliegue de la Armada en el Caribe, no en la inversión de capitales. El acuerdo comercial con Washington sigue durmiendo el sueño de los justos, y en enero nos enteraremos del destino del acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, que se negocia desde hace 25 años. Pero la UE está comprometida en algo diferente: en extender la guerra con Rusia; rearmar sus ejércitos; y convertir a la economía de guerra en un factor de recuperación económica.
