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La violación en grupo que sufrió una joven de 20 años en manos de seis jóvenes de entre 20 y 24 en el barrio de Palermo despertó, inusitadamente, todo tipo de reacciones.
El enorme rechazo que generó que el crimen haya tenido lugar en un barrio "cool", a plena luz del día, por parte de jóvenes de familas “come il faut”, dejó expuesto que la barbarie social sólo sorprende cuando no ocurre en la oscuridad de las villas, donde sería "normal". Se supone que no hacen cosas como estas jóvenes blancos, de "clase media", militantes sociales y políticos que hacen cursos sobre "masculinidades deconstruidas" -como trascendió en el caso de uno de los violadores- bajo el uso de drogas "recreativas". Quedó expuesto que el "uso recreativo" de estupefacientes no es más que una quimera reaccionaria de progresistas, izquierdistas y pseudo liberales.
La ministra Gómez Alcorta del ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad tuiteó que “no se trata de un hecho aislado” y señaló que los responsables “no son monstruos, son varones que responden a una misma matriz cultural”. Patricia Bullrich salió al cruce por la red social: "Millones de jóvenes estudian, trabajan y generan relaciones de amor y respeto. Pero no: ¡el Gobierno justifica al que viola! ¡Renuncie, ministra!". Horacio Rodríguez Larreta se diferenció de la titular del PRO: "...debemos enfocar la discusión en el verdadero problema: la violencia machista en todas sus formas y dimensiones. Como varón estoy convencido de que tenemos que reflexionar sobre nuestras conductas que, a veces, incluyen pequeñas acciones como comentarios, humoradas o ‘piropos’ callejeros".
El planteo de la ministra es extraordinario, porque equivale a un pseudo absolución de los abusadores. "No eran conscientes de su delito, porque actuaron bajo el efecto de un patrón cultural". En dos frases, la ministra de Mujeres mandó al diablo la consigna de Ni una menos, que parte de la condena sin reservas de la agresión contra la mujer. La droga "recreativa" también pudo haber nublado el cerebro de los violadores, aunque mostraron una lucidez suficiente para organizar su acción criminal. Si se tratara de una “matriz cultural”, la condena penal es el primer paso pedagógico para acabar con ella. En condiciones sociales diferentes a las del capitalismo y del criminal sistema penitenciario, serviria para una reinserción social de los perpetradores en un tiempo inferior al de la condena. Esto no es lo que tiene en la cabeza Bullrich, ex jefa del servicio penitenciario nacional. De nuevo, una feminista de alto cargo condona un crimen, aludiendo a una “matriz cultural” que obviamente condiciona también su gestión de gobierno, cuando ella sostiene, por ejemplo, que no hay otra salida a la crisis social que de la mano del FMI. La ministra -y la legión de feministas que la siguen- se ha puesto del lado contrario de la mujer, algo completamente previsible porque adhieren, por sobre todo, a la sociedad capitalista, la adicción a la droga recreativa y, así de seguido, a los abusos de la explotación social. La relación erótica -el más poderoso de los nexos sociales- que se encuentra en las antípodas de las violaciones, exaltado por el arte, excepcionalmente encuentra espacio en una sociedad donde una minoría explota a una inmensa mayoría –incluyendo la destrucción del clima y las guerras imperialistas.
Es legítimo suponer que la ministra se ha pronunciado de este modo porque está en juego el consumo de drogas. El feminismo pequeño burgués no tiene planteos contra el consumo de drogas: lo apoya. La contradicción es patente, porque la droga no perjudica sólo al consumidor sino a sus relaciones sociales. Confunde a la droga con una sensación emancipadora, sin advertir que si el "deseo" debe ser promocionado por la química, la condición humana queda condenada. El fallecido Juan Pablo Feinmann, un miliciano del kirchnerismo, hizo el elogio de las violaciones grupales y masivas de mujeres por parte del ejército ruso en su marcha sobre Berlín, en la segunda guerra mundial.
Otra cosa que sorprende muy mucho en este episodio es que ni el gobierno, ni la prensa, ni el feminismo oficial, hayan recordado la violación en manada ocurrida en Chubut, hace cuatro años, cuando el juez de primera instancia absolvió a la tropa. El debate, en aquel momento, era si la chica y su familia debían apelar o no un fallo de esa calaña. Página/12, adalid del macaneo feminista oficial, apoyó la decisión de no hacerlo, con el vil argumento de evitar a la jóven la recreación de las circunstancias vividas. Nunca se escuchó esta falacia en los juicios por violación de derechos humanos y crímenes de lesa humanidad. Con una preparación adecuada, ir hasta el final contra los victimarios es una acción reparadora. El asunto concluyó con un arreglo económico entre las familias de los perpetradores y la de la víctima, que fue rubricada judicialmente. Este antecedente, aunque hay montones de ellos, pone al desnudo la “matriz cultural” de la ministra y el feminismo anti-femenino.