Ciencia, capitalismo, libertades democráticas

Escribe Benjamín O

De la peste bubónica (año 1347) y la fiebre española (1918/9) al COVID-19.

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Desde Tel Aviv

No es la primera vez que la humanidad enfrenta una pandemia virósica con riesgo sobre la existencia humana y alcances mundiales. La primera que se recuerda es la peste negra o bubónica, del año 1347. Fue devastadora, se difundió de la mano de los primeros pasos del capitalismo –aún bajo la época feudal. Curiosamente la plaga también se inició en China. Los comerciantes la transmitieron a través de la ruta de la Seda hasta Italia, avanzó hacia el norte europeo, llegando hasta Groenlandia. Las consecuencias de la plaga fueron catastróficas: dentro de los 10 años de su brote, un tercio de la población de Europa había muerto. “Se vaciaron ciudades y pueblos enteros", dice a Haaretz (21/3) el profesor Aviad Kleinberg, de la Universidad de Tel Aviv, experto en el tema y autor del libro Una breve historia del occidente medieval. “Se estima que murieron 35 millones de personas” (ídem).

La epidemia “desencadenó un debilitamiento del orden social, y esencialmente destruyó el feudalismo… –dice Moshe Feinsod de la Escuela de Medicina Technion, de Israel–. Las primeras expresiones de un mundo más liberal arrancan entonces: fue una de las piedras angulares del Renacimiento, que comenzó en el siglo XV” (ídem).

Ciertos especialistas, fuera de toda consideración social, han establecido que cada 100 años, más o menos, una gran plaga ataca a la humanidad. Nos formulamos la pregunta: ¿por qué? El último profesor citado, que sostiene lo anterior, reconoce que las circunstancias que explican la última gran epidemia virósica, la famosa gripe española que mató a más de 50 millones de seres humanos 100 años atrás –a diferencia de las anteriores– no fue fortuita o causada por razones desconocidas: “estalló cuando la Primera Guerra Mundial estaba terminando, después de la horrible masacre de Europa, y por lo tanto se pensó como un apéndice de la guerra" (ídem). Sospechosamente la epidemia nunca se estudió en profundidad: "Solo en los últimos años los académicos comenzaron a estudiarla como un evento independiente, junto con sus implicaciones" (ídem).

Desde entonces la medicina y la farmacología han tenido avances extraordinarios. Hoy existe una batería de instrumentos que no estaban al alcance del hombre entonces, ni hablemos ya en el medioevo. Los antibióticos, los retrovirales, etc. ponen a nuestra disposición una batería de antídotos contra las enfermedades. Cuando estalló la epidemia del HIV se temía que podía ser más devastadora que la gripe española. Al principio, como afectó fundamentalmente al África negra –donde diezmó a pueblos enteros– los laboratorios medicinales no reaccionaron. Sólo cuando la epidemia se expandió mundialmente la industria capitalista y sus estados ´invirtieron´ para encontrar una respuesta. Hasta que se logró controlarlo, el SIDA mató ya a más de 25 millones de personas.

La extraordinaria capacidad productiva del hombre en el presente, infinitamente mayor que cualquier otro momento histórico, no puede llevarnos a pensar –como sostiene gente que se reclama incluso de ´izquierda– en volver la rueda de la historia hacia atrás, restringiendo el comercio y/o las transacciones económicas. Mientras "la Peste Negra se extendió por todo el mundo en botes" -recuerda el profesor Feinsod- (la bacteria se propagó a la velocidad a la cual los pasajeros y los marineros podían caminar una vez que anclaban en un puerto. (Hoy) cuanto más avanza la humanidad, mayor es la tasa de diseminación, por lo que cuando emerge un virus en una región remota, como el SARS en Manchuria, todo lo que se necesita es un solo avión para que se propague rápidamente” (ídem).

El problema, entonces, obviamente no son los aviones sino la negligencia capitalista en la desatención de la salud humana, la falta de medidas básicas de prevención, el desmantelamiento de los sistemas de salud pública, la absoluta falta de inversión de los estados en medicina preventiva y en el estudio farmacológico dirigido a estudiar eventuales eventos virósico/bacteriológicos. Todo esto es así porque el capitalismo se encuentra en su etapa senil, de ataque a las condiciones de vida de las masas. No prevalece el progreso, sino la descomposición social. El ´motor´ de nuestra sociedad es la acumulación del capital; o sea el beneficio arrancado de la explotación obrera (trabajo no pago y/o condiciones de trabajo y de vida denigrantes). El capitalismo no responde a las necesidades humanas sino de esa reproducción social o acumulación de capital.

Es en circunstancias como estas que se pone a prueba la razón de ser de un régimen social: el capitalismo hace rato que es anacrónico. Ahora resulta lisa y llanamente mortal. El capital y sus instituciones ´madres´, el FMI, el Banco Mundial, etc., consideran el sostenimiento de los sistemas de salud públicos, como educativos y/o jubilatorios, una ´variable de ajuste´ para la defensa de la tasa de beneficio del capital. Los trabajadores debemos proceder al revés, primero está nuestra salud. Hay que imponer nuestras reivindicaciones ´cueste lo que cueste y caiga quien caiga´. ¡Presupuesto para salud antes que nada! Al carajo con la deuda pública, primero están los trabajadores y su salud.

Lo del coronavirus saca a la luz, una vez más, esta cuestión. El Dr. Yochai Wolf del Instituto Davidson de Educación Científica del Instituto Weizmann, Israel, recuerda que desde la época del capitalismo colonial los europeos han sido los responsables de transmitir todas las pestes que inundaron al llamado ´tercer mundo´; entre las últimas “la viruela y el sarampión” aún no extirpadas del Nuevo Mundo y, más grave: “los virus que causan más problemas a los seres humanos … los transmitidos por mosquitos, especialmente en el mundo en desarrollo. Él dice que la combinación de presupuestos de investigación limitados para enfermedades que no se encuentran en los países más ricos junto con las rutas de diseminación más modernas y efectivas hace que sea más difícil eliminar estas enfermedades” (ídem).

Ahora en nombre de “controlar la epidemia” los estados están avanzando sobre las libertades públicas. En todos lados los parlamentos se cierran lo cual sólo relativamente puede justificarse. Los ´representantes del pueblo´ (o sea los lobbistas del capital) cuidan su salud, pero cuando se trata de la de los trabajadores, ¡y especialmente de los empleados en la salud, los deliveries, o el transporte (todos los cuales se encuentran entre los más proclives a enfermarse, los peores pagos y más precarizados del mercado laboral), se los obliga a trabajar más, con la misma paga y sin ninguna precaución sobre su salud!

Lo del cierre de los parlamentos encierra algo infinitamente más grave. En forma creciente, en Argentina y a escala mundial, se advierte una tendencia a obrar por decreto y violar normas básicas de respeto de las libertades públicas. Precisamente en Israel también el Shin Bet (los servicios secretos) han sido habilitados –aprovechando el receso del parlamento, la Knesset– a utilizar las escuchas telefónicas para hacer el seguimiento indiscriminado de enfermos y allegados. La periodista Nora Landau, en Haaretz del 19/3, denuncia que se trata de algo inaudito y completamente ilegal, de una medida que implica “la suspensión total de la libertad individual”. O sea, no una medida en defensa de la salud, sino de subordinación de la salud pública al aparato de seguridad del estado.

En todos lados se impone impedir un nuevo avance del estado policial contra la población. La lucha contra el coronavirus exige la plena vigencia de las libertades públicas, de organización, reclamo y movilización de los trabajadores.

Última cuestión: alertamos contra cualquier intento xenófobo y discriminatorio explotando la epidemia; lo cual como siempre ocurre proviene de los Trump, Bolsonaro, Netanyahu & Cía. de turno que buscan chivo-expiatorios. ¿O volveremos a la época de “la Peste Negra, cuando los judíos fueron acusados de envenenar pozos y propagar la enfermedad? Como resultado, miles huyeron de Europa occidental hacia el este para escapar del antisemitismo que surgió a raíz de la plaga” (ídem)

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