Un análisis “dépassé”

Escribe Joaquín Antúnez

Tiempo de lectura: 4 minutos

En más de 20 mil espacios dedicados al balance de las elecciones francesas, el PTS no utiliza la palabra “guerra” una vez siquiera, salvo para mencionar de pasada que el candidato del NPA, Phillippe Poutou, apoyó en campaña las sanciones contra Rusia. Poutou fue el candidato preferido del PTS en las elecciones de 2017, por su condición de obrero. Para el PTS, el alineamiento con la OTAN no merece más que una mención pasajera, precisamente porque para el PTS el papel de la OTAN en la guerra nacional ucraniana es secundario o tangencial. No lo es, sin embargo, para el gobierno ucraniano, que reclama la integración a la OTAN y a la UE, y aplica los planes del FMI.

Después de que en el primer turno de las elecciones la extrema izquierda francesa apenas ha orillado, toda junta, el 1% de los votos, el PTS se anima por la importancia de la abstención y el voto en blanco en el balotaje, que no difiere de lo que ocurrió en la primera vuelta, contra todo el sistema político. El PTS se contenta porque los estudiantes esgrimen como ellos “Ni Macron Ni Le Pen”, que no es diferente a lo que hicieron los votantes de Mélenchon, el soberanista de izquierda. RP reivindica “la defensa de una abstención activa, de un 'ni Le Pen, ni Macron' que vaya de la mano de la construcción, desde ahora, de una resistencia unitaria al próximo gobierno” (LID, 15/04). El bla bla no puede disimular el estruendoso fracaso del NPA y del PTS en la "construcción" de lo que sea. Cuando proclamaron, hace dos años, a Anasse Kazib, un obrero ferroviario, anunciaron que se había producido “una revolución política” en Francia. Los pronósticos "catastrofistas" no son un fuerte del PTS.

Esa “resistencia unitaria al próximo gobierno” tiene una vaguedad sospechosa. Los autores del "balance electoral", que se eluden a sí mismos para hablar de los otros, aseguran que “las brasas siguen calientes y Macron y Le Pen no serían nada frente a la fuerza de nuestro campo social si las direcciones de las organizaciones del movimiento obrero y juvenil popular (sic) estuvieran a la altura de una política independiente y de clase” (ídem). Lo que dice, entonces, es que el “campo social” no es nada debido a sus direcciones, y que “la brasa caliente” carece de política. El uso del “si” para referirse a las direcciones "populares" (no a las obreras), revela a un grupo marginal y marginalizado. Las direcciones "populares", al menos en Francia, no serían otras que el citado Mélenchon, que aspira a ser primer ministro de Macron, y las de los "chalecos amarillos", o sea a los kirchneristas franceses.

Hasta 2021, RP (PTS) fue parte del NPA e incluso pretendió que Anasse Kazib fuera el candidato del NPA. Para justificar una candidatura que sólo interesaba al PTS, sus dirigentes describieron “(un)a oleada de lucha de clases, abierta en 2016, (y) una nueva generación militante, insertada en el seno del movimiento obrero y las revueltas populares como los chalecos amarillos, así como en los movimientos antirracistas, feministas, LGTB o ecologistas. (…) Anasse tenía la ventaja de encarnar perfectamente este fenómeno” (LID, 23/04). El PTS describía así a un movimiento pequeño burgués “insertado en el movimiento obrero” como un fenómeno positivo, en lugar de lo contrario, una clase obrera que tomaba la dirección de los sectores populares. A renglón seguido planteaba convertir a la “oleada de lucha de clases” así definida, en un "hit" electoral.

La "inconsecuencia" de las direcciones "populares" para desarrollar “la brasa caliente”, el PTS la aplica al NPA al que acusa de expulsar a sus militantes por proponer un candidato alternativo al de la dirección oficial, algo que el NPA niega. El PTS argentino, en cambio, hizo la vista gorda cuando 1.200 militantes fueron expulsados por la dirección oficial del Partido Obrero, porque advirtió que ello lo fortalecía en el Frente de Izquierda.

¿Situación explosiva o Estado de excepción?

El PTS adjudica a Macron el crecimiento de la extrema derecha, algo sorprendente en un partido marxista; de un lado, porque el fascismo tiene relación con la descomposición del capitalismo, y porque la tarea de enfrentarlo no cabe al capital financiero sino a las organizaciones obreras. Luego -en una nota al pie- dice “el nuevo bloque de poder burgués que (Macron) quiere forjar se enfrentará [a las clases trabajadoras, al mundo obrero, a las centrales sindicales] con un nuevo grado de ofensiva, decidido a poner al servicio de la contrarrevolución ultraliberal (...). Macron, el nuevo campeón (sic) de la burguesía, será también el campeón del afianzamiento del estado de excepción" (LID, 15/04). La “brasa caliente” es, en este nuevo relato, la burguesía, no “la lucha de clases”.

Pasamos así de “estos resultados y la alta abstención debilitarán al próximo presidente y anunciará un quinquenio [próximo período presidencial de cinco años] potencialmente explosivo” (LID, 11/04) o una “revitalización de la lucha de clases” a una situación en la que se impondrá un Estado de excepción. Lo que refleja la elección francesa es una crisis de todo el régimen político. La ausencia de la guerra en la caracterización de la situación política francesa, invalida cualquier especulación sobre las perspectivas políticas de Francia.

Por otro lado, la ausencia de un balance de su intervención en el NPA, convierte al PTS es un grupo de maniobras y aventurerismo. Promovió una crisis en el NPA, que se encuentra en un declive sin salida, en torno a un candidato "alternativo", no un programa revolucionario.

El "balance" en cuestión es una estafa.

[1] https://www.laizquierdadiario.com/Contra-la-derecha-de-Le-Pen-no-votar-a-Macron-preparar-la-resistencia-ya

[2] https://www.laizquierdadiario.com/Anasse-Kazib-2022-una-campana-anticapitalista-y-revolucionaria-en-Francia

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