A un año del fallecimiento de Federico Deccopet

Escribe Agus Deco

Tiempo de lectura: 4 minutos

Este 15 de mayo se cumplió un año del fallecimiento de nuestro compañero Fede. Del Pelado, de papá.

Su muerte fue muy sentida entre los vecinos y trabajadores de Vicente López que lo conocieron, y entre sus compañeros.

Su imagen tosca y desfachatada lejos estaba de lo profundo de su sensibilidad. El Pelado se conmovía con las flores, mirando la luna, o escuchando un tema del Flaco.

Su sensibilidad lo llevó a abrazar las causas sociales desde muy joven. Con los vestigios de la dictadura, empezó a acompañar la lucha de las Madres de Plaza de Mayo e HIJOS.

Posteriormente, ya con el retorno de la democracia, tuvo un paso por la UCR y posteriormente por el Frepaso.

Hacia el 2000, las cosas se pusieron duras. Una tarde lo encontré llorando en el baño: lo habían echado de la fábrica Patito, en donde trabajaba como repositor externo. Creo que fue la primera vez que lo vi llorar.

Nosotros éramos tres y él hacía changas de pintura para sobrevivir. El 2001 nos pisaba los talones, y su relación con mamá se iba a pique.

Con el proceso del Argentinazo se acercó a las asambleas del distrito. Grandes asambleas se gestaban y, en una de ellas, conoce a Omar y, por consiguiente, al Partido Obrero. Su vida cambió para siempre desde ese acercamiento, sin dudas.

El marxismo y la lucha por la revolución le salvaron la vida por primera vez. Era la primera vez que se sentía parte de un todo. No estaba sólo. Su vida cambió desde su incorporación. Miraba a la realidad de frente, miraba a sus dolores como los dolores de su clase. Había salido del pozo.

Sus dos primeros años de acercamientos desde su incorporación al partido lo movilizaron sobremanera. Se involucró con la lucha de las Madres del Dolor que intentaban sacar a los pibes de la droga y, ese mismo año, con la lucha de los padres de Cromañon. Forjó vínculos con esos padres que perduraron varios años.

En lo que a la militancia distrital respecta, su intervención fue constante y comprometida. Ecotrash, Pilkington, FP, Cedinsa, Pepsico, Farm Frites, la inmensa lucha del Vial costero, las movilizaciones contra las inundaciones o los cortes de luz, y tantas otras lo encontraron en primera línea. No iba por compromiso, lo sentía bien hondo. Los trabajadores lo veían.

En Ecotrash pusimos una carpita en la puerta. Nos quedamos a dormir siete días seguidos. Como ya había tomado confianza, lo eligieron cocinero del acampe. Se sentía parte de ese todo, de su clase.

Más tarde, llegó la escuela, donde trabajaba como auxiliar. Él era muy feliz ahí. Tenía mucho cariño por sus compañeros. En su homenaje, un chico se acercó a agradecerme: era un compañero de la escuela. Él había acompañado a la mamá del chico al vacunatorio a reclamar que le den la vacuna del Covid porque era una paciente de riesgo. Las injusticias lo enfurecían.

Un asunto muy serio para él era su partido, el partido de su clase. El Partido Obrero (hoy la Tendencia) era la herramienta de su clase para caminar a su emancipación. Así lo entendía y no iba a negociar.

En dos oportunidades sintió que atacaban a su partido, y batalló. Para enfrentar a sus enemigos sin dudas estaba preparado, pero tener que enfrentar la traición de compañeros le dolió profundamente. Porque era una traición a su clase.

No estuvo solo. Sus compañeros eran muy importantes para él. Vicente López no era simplemente la regional donde militaba. Era su familia. Le importaban mucho sus compañeros. Les hablaba de la lucha, claro, pero también de la vida.

Se enojaba mucho con quienes no llevaban las batallas hasta el final. Porque creía que si uno está convencido había que pelearla hasta el final. Así lo hizo en su vida.

Cuando murió mamá, me invitó un café y me dijo que me iba a tener que hacer cargo de mis hermanos porque él estaba enfermo. Su hígado no funcionaba, y que tenía que hacer un tratamiento muy duro.

Hasta donde su lucidez lo acompañó, no dejó de militar un solo día. Cómo no iba a pelear. Sí, con una encefalopatía avanzada, ya con dificultades para movilizarse, y esperando un trasplante, tenía que ir tres veces por semana a la sede de IOMA a autorizar todas las ordenes. Y sí... la puta burocracia estatal. Cómo no iba a luchar.

El hígado no llegaba, y él se estaba muriendo. Pero alguien le salv{o la vida por segunda vez. A la 1 de la madrugada recibimos el mensaje: “Llegó el hígado. Te esperamos en el hospital cuanto antes". Y otra vez, de sangre roja y espíritu revolucionario, el Pelado volvió a vivir. Donar salva vidas, por supuesto.

Era un apasionado de la lectura, de la poesía, de la buena música y del humor negro. Hemos sabido reír mucho juntos.

Luego llegó el Covid y otra vez la vida de los trabajadores estaba en juego. Y la peleó, pero la tercera es la vencida. Otra vez el Estado, el colapso sanitario y un ambulancia que nunca llegó.

Fede se murió con $7,30 en su cuenta, con una biblioteca llena de libros hermosos, con tres hijos que lo amaron con toda su alma, con muchos compañeros y amigos que hoy lo extrañan mucho y luchando con su partido por la revolución socialista hasta su último suspiro.

Gracias por enseñarme que no estamos solos. Que los trabajadores del mundo viven muchas de estas cosas todos los días, que hay que luchar para vivir la vida y no andar sobreviviendo. Porque quien se arrodilla ante un hecho consumado es incapaz de enfrentar el porvenir.

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