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Un incendio que terminó con las instalaciones de tres fábricas (una de colchones, una de zapatillas y otra de productos químicos para del sector veterinario) de Dock Sud, partido de Avellaneda, fue noticia en los medios nacionales en la mañana del lunes pasado.
El incendio se produjo pasadas las 11 de la mañana y las crónicas dejaron trascender que su origen fue “una explosión registrada dentro del laboratorio, situado sobre la calle Belisario Hueyo 210 y pegado al Puente Pueyrredón, y que más tarde las llamas se expandieron hacia las otras fábricas de la manzana”.
Gracias al rápido accionar de los bomberos voluntarios, unos 30 trabajadores pudieron ser rescatados y hay al menos 3 heridos, dos de ellos por inhalación de monóxido de carbono y otro por recibir un golpe en la pierna al tratar de escapar de las llamas. Además, vecinos de las manzanas linderas al incendio fueron evacuados en el operativo. La magnitud del incendio fue tal que docentes del barrio vecino de La Boca recibían recomendaciones de sus directores para que los estudiantes no salgan al patio durante el recreo para evitar que los alumnos inhalaran los productos de la combustión.
Ferraresi-Chornobroff, socios de los empresarios
No son nuevos los incendios en el distrito ni tampoco las enfermedades asociadas a la contaminación ambiental. Las muertes obreras, tanto en la refinería de Shell como en distintas fábricas de Avellaneda, son innumerables en los últimos años. El último siniestro ocurrió el 11 de noviembre pasado: un incendio en el sector CD3 de la refinería de Raízen (adquirida hace tan solo unos meses a la multinacional Shell) cobrándose la vida de un trabajador del sector. Los “accidentes laborales”, producto de la precarización de las normas de seguridad, son corrientes, como es el caso de Mechi Cantero, un estudiante que murió atrapado en una máquina de la papelera Sein S.A. el 24 de octubre del 2018. Gracias a la lucha de los familiares y amigos, comienzan las audiencias por el juicio a la patronal a partir del 24 de mayo próximo.
El punto central en este incendio es llevar a fondo una investigación sobre la habilitación que se le dio a estas empresas para el acopio de distintos productos inflamables. De hecho, el predio de 15.000 m2 incendiado fue hasta hace algunos años un lote que pertenecía al mercado de frutos de Avellaneda. Según las entrevistas del lunes, los galpones no contaban con regadores automáticos contra incendio que pudieran hacer frente a un siniestro de estas características.
Las exenciones impositivas y la política de destrucción de las condiciones ambientales y laborales en Avellaneda son el camino que este régimen les allana a las patronales para garantizar sus ganancias
La burocracia también, socia de la patronal
La disminución de los “costos laborales” es el factor clave para la ganancia de estos pulpos. El sindicato de Químicos y Textiles, todavía no se pronunció frente a lo que pudo haber sido un nuevo Cromañón. Son quienes además se opusieron durante la pandemia de Covid-19 a la discusión de protocolos sanitarios. En este punto es necesario abrir un debate acerca de los protocolos generales de seguridad, salud y calidad, impulsado por los trabajadores y permitiendo de esta forma intervenir directamente en la discusión acerca de cuáles son las condiciones de seguridad e higiene en que se tienen que llevar adelante las tareas diarias.
Una propuesta de acción
Garantizar los puestos de trabajo, el 100% del salario a los trabajadores de las fábricas incendiadas y el resarcimiento a los vecinos que sufrieron daños en sus viviendas es un primer paso para la puesta en pie de comisiones de vecinos y trabajadores que resuelvan acciones de lucha en este sentido.
En perspectiva, la formación de coordinadoras fabriles sería un primer paso para homogeneizar los reclamos y acciones de lucha en el camino de la organización de un Congreso Obrero de ocupados y desocupados conformado por delegados electos en asambleas de fábricas, lugares de trabajo y barrios.
