Escribe Marcelo Ramal
El escándalo del gasoducto, telón de fondo de una crisis de gabinete
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Después de celebrar el centenario de YPF, el “año 101” debutó del mismo modo como transcurrieron los cien anteriores: o sea, con un negociado y una crisis política. Por enésima vez en la historia, el petróleo y el gas se convertían en la excusa para otro peculado de la burguesía nacional. En este caso, la construcción del gasoducto que deberá transportar gas natural desde Vaca Muerta a Buenos Aires, cuya provisión de tubos de acero ha sido adjudicada al pulpo Techint. En su discurso de ayer, Cristina Kirchner reclamó que la chapa laminada de esos caños -que Techint producirá en Brasil- sea fabricada en la Argentina. Hoy, el ministro Kulfas -y otros trascendidos que se atribuyeron a su ministerio- señaló que la responsabilidad por la licitación de esos caños corresponde a los funcionarios kirchneristas de la ex Enarsa. Según denunciaron los de Kulfas, el inusual grosor de los tubos licitados sólo podía ser producido en la firma de Rocca; en otras palabras, eran “un traje a la medida” de Techint, para que fuera el único adjudicatario de la licitación. Enseguida, la respuesta airada de CFK llevó a Alberto Fernández a pedirle la renuncia a Kulfas. Cristinistas y albertistas, en definitiva, se han acusado mutuamente como agentes de Techint.
La historia entre los K y Techint no arranca hoy: en Venezuela, el kirchnerismo intercedió para levantar el valor indemnizatorio de la siderurgia Sidor (también de los Rocca), cuando Chávez resolvió su expropiación onerosa. Bastante antes, la misma Techint fue parte -junto a Odebrecht- de los subcontratistas de Skanska, la empresa sospechada de haberse quedado con la obra del gasoducto del Norte por medio de coimas. La desintegración del gobierno añade ahora esta lucha sorda de grupos capitalistas y facciones políticas, por los recursos de un estado quebrado.
El vodevil de los caños, sin embargo, sólo sería el aperitivo de una disputa mayor, la de la obra civil del gasoducto. Aunque aquí también se anota Techint, otras empresas están disputando al menos un tramo de la obra – según informa Clarín, el grupo Mindlin y también Cristóbal López. El ataque a Techint por la cuestión de los caños podría muy bien tratarse de un tiro por elevación frente a esta nueva compulsa, para que el gran botín del gasoducto -su construcción- sea repartido entre varios popes capitalistas ligados al kirchnerismo. Aunque Cristina Kirchner reclamó el “uso de la lapicera” a Alberto, nada dijo de la otra gran tajada obtenida por Techint en tanto productor de gas: junto con las otras petroleras de Vaca Muerta, la de Rocca (Tecpetrol) fue habilitada a disponer libremente de las divisas que aporte la producción “incremental” de gas. El gasoducto en litigio, por lo tanto, contribuirá a la fuga de capitales que Cristina, en el día de ayer, presentó como un designio inexplicable.
Hace un mes atrás, Paolo Rocca se reunió con Alberto Fernández, y le sugirió que ofreciera a Argentina como oferente sustituto de Rusia en la provisión de gas a Europa. La gran burguesía nacional se ha subido al carro de las corporaciones capitalistas que, en la otra vereda de las muertes y la hambruna, ven en la guerra una “gran oportunidad” (de negocios). Es una aspiración que se cimenta en los padecimientos y la carestía, no solo de la población del mundo, sino también de los trabajadores argentinos, que vienen de recibir un tarifazo en el gas y la luz. A este carro, están subidos por igual los dos Fernandez. Como demostración de ello, los famosos camporistas de la secretaría de energía acataron disciplinadamente la suba de tarifas, sin por supuesto renunciar a sus puestos. Ahora, la “urgencia” por aprovechar las “oportunidades que brinda el mundo”, llevará a la generosa sobrefacturación de las obras del gasoducto, que costaba 800 millones de dólares hace dos años y que duplicó su valor en ese lapso. Por este botín, pelean los Mindlin, Techint y Cristobal López, y sus respectivos lobbystas políticos.
La crisis política terminal del gobierno FF se refuerza ahora con esta lucha de rapiña, que tiene como trasfondo a la penetración de la guerra internacional en todos los poros del país y del subcontinente. Algunos saludan la “sintonía” que existiría entre Alberto y Cristina, luego de que el primero accedió al despido de Kulfas. Se engañan: si no se hubiera consumado esta salida, la crisis interna del gobierno hubiera alcanzado límites intolerables. Con la salida del ministro de producción, Fernández apenas ha prolongado esa crisis, cuyo telón de fondo es el default irresuelto, la inflación en ascenso, el empobrecimiento masivo y la crisis social resultante.