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Al mediodía de hoy, jueves 16, la Bolsa de Nueva York (S&P) registraba una caída del 3,2%, que se convertía en un 4% en el índice de acciones tecnológicas. Lo mismo ocurría con la bolsas europeas. En la semana, el desplome es del 6%, la mayor caída desde marzo de 2020. El anuncio oficial de la pandemia, en esa fecha, había colapsado las cotizaciones. En esta ocasión, se atribuye el detonante a un aumento de la tasa de interés de la Reserva Federal del 0,75% en el día de ayer, que la lleva a un 3,4% anual. Se trata aún de una tasa negativa frente a un alza de precios minoristas del 8% interanual. Los accionistas han salido a vender sus tenencias, compradas a crédito, para cubrir la garantía de los préstamos. El Banco Central de Estados Unidos no se limita a aumentar las tasas de interés por un período indefinido, sino que ha dejado de comprar títulos de la deuda pública norteamericana y los bonos hipotecarios, antes de comenzar un programa de ventas de esos activos. Este procedimiento reduce el valor de mercado de la deuda del Tesoro y de las hipotecas, produciendo un aumento real de la tasa de interés. La tasa de bonos hipotecarios se ha ido a casi el 6% anual y en ascenso. La crisis de financiamiento del Tesoro es una de las causas eminentes de la inflación.
El aumento del 0,75% de la tasa ha sido juzgado por los medios financieros como el umbral de una recesión. Se trata de un cuestión capital porque las autoridades monetarias habían asegurado que los aumentos de las tasas de interés no provocarían un “aterrizaje duro” de la economía. Al golpear el consumo y la inversión, y en consecuencia los beneficios empresariales y el empleo, se desata una espiral de mayores crisis financieras. La recesión convertiría la dislocación provocada por la guerra imperialista, en una inmensa crisis social. La carestía de alimentos y combustibles se va extendiendo por todo el planeta. El punto fundamental es que la represión de la demanda para domar la inflación, deja de lado el aumento de precios provocado por la guerra misma, las sanciones económicas de todo orden lanzadas por la Otan y la afectación de las cadenas de producción, que se pusieron de manifiesto desde el comienzo de la pandemia. En resumen, la recesión no servirá para amortiguar la inflación. La guerra imperialista necesita financiación o sea créditos presupuestarios crecientes. Un sector de la prensa propone, para el caso, financiar la guerra con los fondos del Banco Central de Rusia, secuestrados por Estados Unidos, que alcanzan la friolera de 350 mil millones de dólares.
El aumento de las tasas de interés internacionales representa un golpe duro, incluso fatal, para los llamados países emergentes. Para el Banco Mundial, el 60% de esas naciones se encuentran en “distress”, lo que significa que no pueden afrontar la deuda pública. El "riesgo-país", que mide la diferencia entre las tasas en los emergentes con las norteamericanas, ha subido de 300 a 400 puntos, o sea que se aproxima al 10% anual; la de Argentina el diferencial es de 2.100 puntos –un 25% anual. Al encarecimiento fenomenal del financiamiento, se agrega otro tema: el aumento de la tasa internacional afecta a la baja los precios de las materias primas. La mayor parte del comercio de ellas no se hace por medio de contratos largos sino a través de compra-ventas en papel, que los especuladores "apalancan" a través de créditos de distinto tipo. El encarecimiento de ese "apalancamiento" por el alza de los intereses, produce una alteración suba de la demanda inmediata. En el marco de una guerra de carácter mundial, que encarece las materias primas, se produce al mismo tiempo otro encarecimiento –el de la demanda financiera.
El Banco Central Europeo ha sido renuente a subir tasas, debido a la vulnerabilidad de ciertos Tesoros de la UE, como el de Italia, que cuenta con una deuda pública impagable. Esto ha vuelto a producir un desacople entre la cotización de su deuda pública con la de referentes como Francia y Alemania. Si ese desacople se profundiza, de nada servirá que todos cuenten con una moneda común -el euro- porque habrá una fuga de dinero y capitales hacia los títulos públicos más firmes y el peligro de un default en Italia y algunos países de los Balcanes. El "pánico" que ha desatado esta crisis ha llevado al columnista Jorge Castro a prever un acuerdo rápido de paz, aunque breve, entre la Otan y Rusia, para hacer frente al descalabro económico.
La fuga de capitales de la deuda "local" y de la deuda externa de Argentina no podrá ser contenida por medio de "conversaciones" con los bancos, compañías de seguro y fondos comunes, como intentan Guzmán y Scioli, ahora un flamante ministro. Tampoco con la suba de la tasa de interés que, ahora del 53%, sigue por debajo de la inflación e infla además la deuda del Tesoro y del Banco Central. Se van reuniendo las condiciones para convertir esta guerra imperialista y la crisis financiera y social mundial en una guerra de los trabajadores contra los estados capitalistas que la han desatado.
Sólo de este modo se pondrá fin a los intereses "geopolíticos", para poner al frente los intereses de la vida y de la humanidad.