La CGT convoca a no hacer nada

Escribe Pablo Busch

Fracasará en domar la tendencia a la lucha de parte de la clase obrera.

Tiempo de lectura: 3 minutos

Salir del inmovilismo de años nunca es gratuito. El último paro de la CGT fue el 25 de Mayo de 2019, aunque ese paro fue también marcar el paso en el mismo lugar. El inmovilismo de la burocracia sindical lleva décadas. Le tiene pavor a la movilización de la clase obrera.

Apenas anunciada la marcha para el 17 de agosto próximo (otra manifestación de inmovilismo), tanto el moyanismo como la Corriente Federal se despegaron de la convocatoria. Los tres secretarios generales, que anunciaron la marcha, han debido convocar a una reunión de urgencia de la Comisión Directiva.

Los medios especializados en cuestiones sindicales calificaron la convocatoria como "Una marcha prefabricada para dentro de más de un mes, contra nadie, a ningún lado y sin oradores pone a la CGT al borde de una virtual fractura". En realidad, ha sido llamada a converger al Congreso Nacional. Ha sido pensada como la oportunidad para convocar a un gran acuerdo nacional bajo el lema "Todos por la Patria". La convocatoria al 17 no pretende conquistar un rol protagónico para la CGT, que busca evitar cualquier tipo de compromisos, ante lo que se insinúa como una vacancia en la Presidencia. Se ha tomado un tiempo considerable, con la intención de poder cancelarla.

Para los burócratas que ocupan un espacio en el aparato del Estado, la marcha debe servir para apuntalar a un Alberto Fernández maltrecho. "Es imprescindible, dice ‘Cloro’ Lingeri, mostrar ese frente común que llevó a Alberto Fernández a la presidencia, unido y de cara a la sociedad”. Ese frente está irreversiblemente dividido, y podría fracturarse incluso antes de la marcha. Desde el lado opuesto del frente oficial, Yasky prometió participar de la manifestación alegando que “hay sectores que apelan a una hecatombe y a que el Gobierno no termine”. Los aludidos por el ‘maestro’ que ayudó a derrumbar el salario de los docentes replican que es Critina Kirchner la que tendría esas intenciones perversas, como lo han dejado en evidencia sus continuas intervenciones públicas ‘destituyentes’. En todo caso, CFK está primera en línea sucesoria en caso de vacancia en el Ejecutivo.

El moyanismo y la Corriente Federal no fueron partícipes de la reunión. “No fuimos porque no teníamos nada que hacer ahí. Ellos no quieren un acto con oradores porque no se pueden parar adelante de los trabajadores”, dispararon desde el moyanismo. O sea, no hay acuerdo acerca del contenido político de la marcha, ni del documento encargado de señalarlo. Empieza a rumorearse la posibilidad de una convocatoria alternativa. En cualquier caso, ninguna de las fracciones en disputa ha recogido la opinión de los obreros mismos, simplemente responden a coaliciones patronales diferentes. Los ‘disidentes’ parecen querer apurar la sucesión presidencial. Es claro que, en su actual composición, el gobierno no reúne condiciones para pilotear un proceso electoral.

Para Omar Plaini, de los canillistas, “marchar contra nadie no es una buena definición”. Es decir que se ha caído el objetivo de marchar contra “los formadores de precios". Plaíni, de cuño cristinista, reclama "Que alguien me demuestre que los salarios le ganaron a la inflación. Yo no lo veo”. También desde la Corriente Federal reclaman definiciones. Esta agrupación, al igual que la CTA, plantea un aumento general de salarios por decreto, algo que es resistido por las direcciones de los sindicatos más grandes, con el argumento de que pondría fin a las paritarias y a los convenios colectivos. Hay una competencia entre las fracciones de la burocriacia por quien se muestra más impotente, mientras pronuncian discursos ‘combativos’.

El chaleco de fuerza de la burocracia sólo lo puede romper un movimiento de la clase obrera, que forzaría a autoconvocatorias de delegados luchadores y activistas. Las movilizaciones, en las paritarias, que protagoniza el Sutna y que prontamente deberán empujar a otros sindicatos en la misma dirección, pueden ser la chispa que encienda una ola de autoconvocatorias, que inclinarán la balanza política de la crisis hacia la clase obrera.

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