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El aniversario del atentado a la AMIA estuvo marcado por el reproche de la clique sionista al gobierno por la presencia del avión venezolano-iraní en el país. “Un avión cuya presencia en nuestro país nadie sabe explicar”, dijo el presidente de la mutual judía Amos Linetzky en el acto que se hizo en la calle Pasteur, “comandado por un miembro encumbrado de la Guardia Revolucionaria de Irán”.
No es esto, sin embargo, lo que ha recabado hasta ahora la pesquisa judicial. La Nación sostiene (18/7) que, a 40 días de la llegada del avión sospechoso, “no hay evidencias concretas de terrorismo”, en un expediente que acumula, hasta ahora, más de 2.000 fojas. Tampoco se ha determinado que el comandante de la nave, Gholamreza Ghasemi, pertenezca a la Guardia Revolucionaria iraní. Por último, no es cierto que la presencia del avión sea “inexplicable”, pues transportaba autopartes desde México para una autopartista de Volkswagen. Al menos siete empresas participaron de la operación comercial y sus representantes “explicaron que no es inusual el envío de autopartes mediante este mecanismo, más costoso, pero más rápido, dado que la falta de esos insumos puede detener las líneas de producción, lo que expone a los fabricantes a pagar multas muy onerosas si es que incurren en esas demoras” (LN, 18/7).
El discurso de Linetzky, por lo tanto, más que memoria, verdad y justicia, trajo más confusión. Ha honrado, sin embargo, lo que es una tradición en torno al caso: su manipulación por parte de Estados Unidos e Israel. La cuestión del avión fue activada por una "revelación" del FBI e impulsada por el Mossad y la clique sionista. Antes de recabar en Argentina, la aeronave había cruzado fronteras por todo el mundo sin escollo, hasta quedar atrapada en las redes de la "geopolítica" en el aeropuerto de Ezeiza. La única sospecha ´firme´ de los promotores de la investigación es que la nave -perteneciente a una empresa que figura en la ´lista negra´ de los servicios de inteligencia imperialistas- forme parte de la logística comercial de países aliados a Putin y que desconocen las sanciones dictadas por EEUU contra Rusia.
El asunto del avión está vinculado a las negociaciones que el gobierno Biden mantiene con el gobierno de Irán. El gobierno norteamericano intenta que Irán vuelva a volcar su producción petrolera al mercado mundial, para aliviar el faltante provocado por las sanciones a Rusia y limitar el alza internacional de los precios de los combustibles. Israel es un firme opositor a cualquier entendimiento con la teocracia iraní. Está preparado para neutralizar a Irán con un ataque, incluso nuclear. Por de pronto ha ejecutado una serie de asesinatos de científicos iraníes dentro de Iran. La instrumentación de la causa Amia data desde el día siguiente del atentado.
La “pista iraní” fue construida a partir de información dudosa, provista por la CIA y el Mossad. El gobierno de Néstor Kirchner entronizó a la dupla Stiuso-Nisman en la fiscalía especial dedicada al caso, dotada de un presupuesto especial. Esa ´investigación´ no aportó nada al esclarecimiento del atentado, pero se convirtió en una tribuna de acusaciones contra Irán en todos los foros internacionales. Luego de la muerte de Nisman, fueron designados los fiscales Sebastián Basso y Gonzalo Miranda, sin mayores resultados que ofrecer siete años más tarde.
La investigación de la “conexión local” dio lugar a la absolución del reducidor de autos que entregó la Traffic que se utilizó en el atentado, Carlos Telleldín; cayó un juez, Juan José Galeano, acusado de repartir sobornos para repartir culpas y absoluciones; el empresario Nassib Haddad, dueño de una compañía de volquetes que dejó un contenedor frente a la AMIA unos minutos antes del atentado y que además compró una cantidad enorme de amonal, justo el explosivo utilizado, impune. El comerciante Alberto Kanoore Edul que registra una llamada al armador de vehículos truchos Carlos Telleldín el 10 de julio de 1994, ocho días antes del ataque, y que fue advertido desde una comisaría de un allanamiento inminente, también. La mano de la derecha sionista, rabiosamente opositora a los acuerdos de paz entre Rabin y Arafat y con fuerte presencia entre los generales del ejército israelí, en cambio, nunca estuvo en tela de juicio. Un año y medio después del atentado, Rabin era asesinado por un fanático ultranacionalista de la derecha israelí.
El atentado contra la AMIA fue un atentado contra los trabajadores, que pagaron con su sangre las conspiraciones entre estados capitalistas y sus agentes. El Partido Obrero -que planteó inmediatamente un paro nacional- fue la única corriente de la izquierda que se hizo presente en el acto de repudio realizado en Congreso, bajo una intensa lluvia, donde 200.000 personas abuchearon a la dirigencia sionista y a Menem – dos años antes, en cambio, Menem había sido el orador de fondo en el acto por otro atentado, tampoco esclarecido, el de la embajada de Israel.
Los epígonos del aparato partidario, en cambio, pisotean esa trayectoria al votar con el PTS la la ley que ratifica el tratado Netanyahu-Trump acerca del antisemitismo en la legislatura.