Escribe Jorge Altamira
Massa, la coalición con el macrismo.
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Las primeras medidas del gobierno Massa han sido recibidas con distintos calificativos – ‘sabor a poco’, ‘decepción’, ‘pesimismo’, etc, etc, etc. Para el JP Morgan y Goldman & Sachs, los anuncios “no tienen sustancia”; para los Cayetanos del oficialismo, dejan de lado a la “población vulnerable”. Mientras el Banco Interamericano, dirigido por un ‘trumpista’ saluda el nuevo gabinete y promete créditos “para infraestructura”, cinco senadores del mismo palo han reclamado lo contrario, acusando a los Fernández de inclinaciones pro-rusas y, especialmente, pro-chinas. En los dos días desde la asunción ministerial de Massa, los dólares paralelos no se han alejado de los 300 pesos – una ‘brecha’ del 135% con el oficial.
Yendo al grano de este asunto, salta a la vista que Massa enfrenta un rebrote de la corrida cambiaria que volteó a Martín Guzmán e impidió que echara anclas Silvina Batakys. Antes que encarar la quiebra de las finanzas del estado en forma descarnada, Massa ha convertido al gobierno en una mesa de dinero, con la misión de atacar la huida de reservas internacionales mediante distintos ‘incentivos’ a los capitales financieros, incluido el agro y la industria. Esto significa un intento de detener la sangría de dólares con una batería de medidas de mayor endeudamiento del Tesoro y del Banco Central. El descenso de la gestión política del estado a participante de una timba, marca un estadio de descomposición acelerada que ha alcanzado el plano político: Massa ha designado como viceministro de Economía a Gabriel Rubinstein, un neo-liberal, asiduo contribuyente a la página de opinión de Clarín.
La sustancia de los anuncios de Massa es esconder un default manifiesto mediante la propuesta de un “reperfilamiento” de la deuda pública en pesos, que en el nuevo lenguaje nacional y popular se llama “canje”. En efecto, trata de ‘patear para adelante’ vencimientos del último cuatrimestre del año del orden de los tres billones de pesos, que se ajustan por dólar o por inflación. El ‘mercado’ no llama a esto un default, por la sola razón de que el “canje” ha sido calificado de “voluntario”. Esta propuesta tiene lugar luego de que el Banco Central rifara un billón de pesos en la compra de esos mismos títulos públicos, para evitar la desvalorización que estaba produciendo la fuga hacia el dólar o activos en dólares. Agotado y quemado este último cartucho del arsenal del kirchnerismo, Massa propone ahora reestructurar esa deuda en pesos de una manera singular: en lugar de discutir un descuento de la deuda y plazos de pago considerablemente mayores para hacer viables los pagos, ofrece mayores rendimientos a los bonistas y ventajas financieras excepcionales. En la jerga del delito financiero, este mecanismo de endeudamiento es conocido como “esquema Ponzi”. Agrava el peso de la deuda sobre el estado, los contribuyentes y el valor de la moneda, en lugar de disminuirlo drásticamente. Es decir que acentúa la condición de insolvencia del estado. Pero como ocurre con una trampa sin salida, está obligado a actuar de este modo desaprensivo, porque de otro lado no puede devaluar el peso debido a que se ha comprometido a asegurar el tipo de cambio actual a una masa de especuladores que han comprado ocho mil millones de “dólares futuros”. En caso de devaluación debería pagarles la diferencia en pesos entre la cotización actual y la que rija al momento de su vencimiento. Si, como se dice, el tipo de cambio ‘de equilibrio’ es de 180 o 200 pesos el dólar, debería emitir entre 400 mil y 560 mil millones de pesos. Argentina enfrenta la situación fenomenal de que el capital conspira para la quiebra de su propio Estado, es decir que confiesa el estadio terminal del conjunto de la organización social presente.
Massa les ofrece a los acreedores que acepten el canje un nuevo bono -denominado dual-, que se ajusta por dólar o por inflación, según convenga más al bonista. Si no se produce una devaluación, el especulador gana por la suba de los precios, y lo contrario si se produce en forma significativa. Es un método inequívoco para apostar a la inestabilidad financiera – inflación y devaluación. Al mismo tiempo, para otro tipo de acreedores y de especuladores, en especial los bancos, ha iniciada una escalada de suba de la tasa de interés. En este marco, ha ofrecido también una remuneración especial a quienes depositen dólares en los bancos para financiar exportaciones, la tasa Leliq, la cual triplica y cuadruplica la tasa tradicional, que sigue a la tasa internacional. A los sojeros le ha vuelto ofrecer la apertura de cuentas donde puedan liquidar sus dólares a un tipo de cambio mayor al actual, lo que hasta ahora los sojeros han rechazado. Esto explica la postergación de la reunión prevista por la Mesa de Enlace. Los sojeros reclaman la derogación de las retenciones a la exportación o la devaluación, o una combinación de ambas. No les interesa abrir cuentas especiales en el marco de una inestabilidad financiera que conduciría de cabeza a un default espectacular y a una hiperinflación. Toda este desmanejo financiero tiene que ver con el tarifazo de luz y gas, porque ofrece a los monopolios correspondientes la posibilidad de manejar la caja de dinero de sus compañías en forma ultra-lucrativa.
Massa intenta, con este juego financiero ultra-caro y en el límite, crear una suerte de ‘equilibrio’ del Tesoro, para proceder a una devaluación, que en las condiciones actuales juzga, ha dicho, “destructivas”. Se trata de un espejismo. Lo prueba, en principio, el fracaso de sus gestiones para obtener un préstamo internacional de estabilización financiera. Se comenta que le han pedido garantías un mil porciento superiores a lo que se entregue. De otro lado, uno de los objetivos de una devaluación del peso es sumar fondos a las arcas del Tesoro, mediante impuestos al comercio exterior, de lo que resulta que sería mucho más alta que la que correspondería a las necesidades comerciales. En medio de una inflación internacional creciente -Gran Bretaña prevé que llegue al ¡18% anual!- sería un golpe fenomenal a las masas, que no dudarían en responder con una acción histórica independiente o una rebelión popular. A esto se suma una realidad insoslayable: la fuga de capitales de los países de la periferia es generalizada, y se empina a los cien mil millones de dólares. Las subas de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal de EEUU está desorganizando al conjunto de la economía mundial.
La amplitud histórica de esta crisis se mide, en parte, por lo siguiente: Massa ha pedido “la colaboración” de JxC, y los medios refieren a reuniones con el sector de Larreta, Jorge Macri y otros. AF y CFK asimilan el giro político en silencio. Se busca un co-gobierno de facto, que como se ha dicho más arriba ha comenzado en Economía. El equilibrio imposible que busca alcanzar en la economía, Massa intenta repetirlo en política, con posibilidades aun menores. Los acontecimientos han dejado en la perplejidad al conjunto de los aparatos del kirchnerismo – desde la CGT y las CTA hasta la Cámpora y los Cayetanos. El golpe político que recibe el peronismo es histórico. La clase obrera necesita asimilar esta experiencia mediante una lucha activa contra el nuevo engendro del Frente de Todos, que no tiene retorno. El cuadro político de Argentina marcha hacia una reconfiguración completa.
Todas las fuerzas que acompañan al estado capitalista han tomado la defensa del giro político actual, aunque no puedan hacerlo sino con reservas y bastante palabrerío. Juan Grabois viene al caso, porque ha dicho públicamente que se limita a pedir una migaja para “la población vulnerable”. Lo mismo vale para todas las fracciones del sindicalismo peronista. El seguidismo a la CGT-CTA u organizaciones cayetanas, significa un apoyo al gobierno de Massa. Significa reforzar la desorientación de los trabajadores frente a este acelerado cambio político, o sea debilitar su disposición de lucha frente a la bancarrota capitalista. El curso que han tomado los acontecimientos valida dos consignas fundamentales: Congreso de luchadores – Congreso Obrero – Huelga general.